dissabte, 15 de desembre del 2018

Las huellas del exilio republicano en Argelès.

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Fuente: El Maldà
El próximo 2019 se cumplirán 80 años del exilio de aquel fatídico 1939 en el que miles de personas se vieron forzadas a abandonar sus hogares, sus pueblos y ciudades, a sus familiares y amigos, huyendo del avance de las tropas franquistas en los últimos meses de la guerra civil española, y se agolparon en la frontera francesa. Francia, el país de la liberté, égalité, fraternité, a pesar de haber podido prever aquel alud de refugiados que llamarían a sus puertas si el gobierno legítimo de la Segunda República perdía la guerra, les hacinó en campos de concentración improvisados en las playas del sur del país, en uno de los invierno más duros de aquellos años. Uno de esos campos fue el de Argelès-Sur-Mer, que albergó a cerca de cien mil exiliados republicanos.
Rastres_Argelers, escrita y dirigida por Aina Huguet e interpretada por ella misma y Ariadna Fígols, sube a escena retales de esa realidad vivida en Argelès entre 1939 y 1941. A partir de un diario personal que dos nietas leen, ávidas de saber, al fallecer su abuela, se traslada al espectador a ese 1939 donde Aina y Ariadna encarnan a una joven maestra de izquierdas de la capital catalana y a una mujer analfabeta y apolítica de Figueres que, a pesar de sus diferencias sociales e ideológicas, deberán permanecer unidas para sobrevivir a las duras condiciones del campo. Las escenas se suceden salteadas por voces en off. Gran parte del texto son testimonios reales de republicanos que publicaron sus experiencias, como Ferran de Pol o Remei Oliva (quien cumplió cien años hace pocos meses), combinados con los datos de los que la autora se ha documentado en obras ensayísticas o divulgativas.
Esas palabras de la memoria que nos llegan a través de la buena interpretación de las actrices, junto con el espacio escénico de Elisenda Pérez, la iluminación de Adrià Aubert, el espacio sonoro de Daniel Pitarch, y el planteamiento sencillo pero efectivo del montaje, hacen que el público pueda trasladarse a esos días y sufrir junto a las protagonistas las miserias de los campos de concentración y las vejaciones con que eran tratados los miles de refugiados republicanos. Unas situaciones y unos campos que no distan mucho, por cierto, de sus homólogos contemporáneos en las fronteras europeas, por más que hayan pasado ochenta años.
Que haya lugar en la escena teatral para recordar esos hechos sufridos en los campos, esas cifras, esas vivencias, es motivo de celebración. Todavía hoy la historia de los campos franceses sigue siendo desconocida para una gran mayoría de personas. Y el teatro debe ser un lugar desde el que difundir también la memoria de nuestra historia, de nuestro exilio. Un escenario para remarcar las huellas que han quedado de aquellos relatos contados en primera persona por los testimonios, o rescatados por los investigadores, historiadores o periodistas que se han interesado por ellos. La obra, que ha estado en cartel cuatro semanas en El Maldà, se repondrá del 16 de enero al 3 de febrero dado el éxito de público que ha cosechado en la sala barcelonesa.