Los monárquicos alfonsinos y los carlistas hicieron una guerra soterrada a la República desde el primer momento. Montaron la UME, la teledirigían y negociaron con Mussolini
GEMA DELGADO16/05/2021
El gran error de la RepúblicaÁngel ViñasCrítica
Ángel Viñas es catedrático emérito de la Complutense, estudió en Alemania y Escocia, obtuvo premio extraordinario en la licenciatura y doctorado de Ciencias Económicas y entre otras muchas cosas ha sido exdirector de Relaciones Exteriores en la Comisión Europea y Exembajador de la UE ante Naciones Unidas. Aunque vive en Bélgica desde hace mucho tiempo, Ángel nunca ha dejado de estudiar la historia de nuestro país. Los últimos años se ha dedicado a abordar el origen de la guerra civil buceando en archivos con los que va encendiendo luces y desmontando decorados de cartón piedra levantados hace décadas y sostenidos interesadamente hasta hoy. Va abriendo brechas, porque, como él dice, repitiendo el lema de su blog, “la historia no se escribe con mitos” y “La historia franquista está llena de mitos y mentiras”.
Por su forma de trabajar, Ángel Viñas es un historiador de referencia y convierte cada libro en noticia. El último, “El gran error de la República. Entre el ruido de sables y la ineficacia del gobierno” adelanta en el título mucho lo que va a desarrollar a lo largo de 535 páginas, 84 de ellas dedicadas a reproducir algunos de esos documentos en los que ha basado su investigación. La conclusión a la que nos lleva es que el golpe de Estado de 1936, que cambió drásticamente la historia de España, podía haberse evitado. “Había una conspiración en marcha que era hasta cierto punto conocida y que la República no supo atajar” a pesar de que había información suficiente para haber actuado a tiempo contra los generales que conspiraron.
GEMA DELGADO: Nos siguen contando que en 1936 había dos Españas irreconciliables y que el golpe de Estado y la guerra civil eran inevitables. Su último libro dice que no fue así.
ÁNGEL VIÑAS: Es otro mito instalado de la historiografía postfranquista. Si hay una sola característica que define la historiografía franquista o profranquista o parafranquista es lo que llamo la proyección, que consiste atribuir al adversario comportamientos que son propios. Y como estos comportamientos propios son reprobables, la historiografía franquista se los atribuye a su enemigo. Han dicho siempre que los comunistas querían la revolución. Pero es que no es así. Quienes querían una “revolución”, que es la que da origen a la guerra civil, son los franquistas.
G.D.: ¿Qué otras mentiras nos han colado?
A.V.: La historiografía franquista está basada en mitos y mentiras. Dicen que Franco fue un héroe, un militar valiente y sin miedo. Bueno, yo en mi blog he empezado a tocar esa leyenda. Las cosas no fueron como se dicen que fueron. Escribiré sobre ello. Otro mito: los republicanos malgastaron el oro de Moscú. No. Lo que se puede demostrar es que Franco aprovechó la guerra para hacerse millonario, y con él también algunos de sus generales.
Franco no quiso entrar en la guerra mundial. Mentira. Sí quiso entrar, lo que pasa es que por una serie de razones que he analizado en un libro titulado Sobornos, Hitler al final no aceptó las condiciones que quería Franco. Si lo hubiera hecho, probablemente hubiéramos entrado en la guerra. Los ingleses habían puesto sus redes en torno a Franco, sobornando a sus generales más íntimos, y sabían lo que se había discutido en Hendaya. En fin, toda la historia de Franco frente a Hitler es un camelo chino.
La historiografía franquista está basada en mitos y mentiras, como el falso peligro de una revolución comunista, que Franco fuera un héroe o que no quisiera entrar en la II Guerra Mundial
Que la guerra no fue inevitable no es un descubrimiento mío. Es una tesis muy de derechas. Por ejemplo, el historiador Stanley G. Payne ha llegado también a esa conclusión. En lo que discrepamos es en el porqué hubo una guerra civil. No fue porque los comunistas o socialistas quisieran una guerra como dice Stanley Payne cuando cuenta que el 18 de julio se cortó una revolución socialista. Algo que también dijo el otro día Trapiello. Y se quedan tan panchos.
Para ellos, en nuestra España pequeñita el enemigo a batir hoy ya no es el comunismo sino el PSOE, porque los comunistas ya no representan un peligro a nivel geoestratégico o político. Hay toda una historia profranquista, que además de ser proyectista es presentista, es decir, se escribe con la vista puesta en las necesidades políticas e ideológicas de hoy.
G.D.: ¿Cómo podría haberse evitado el golpe?
A.V.: De muy diversas maneras. Utilizo el concepto de "bifurcaciones históricas", que son aquellos puntos en los que una sociedad puede ir por un camino o por otro. Hay tres.
La primera, las elecciones de noviembre de 1933. No eran imprescindibles, pero el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, retiró su confianza a Manuel Azaña, que era el presidente del gobierno, y convocó nuevas elecciones. Los republicanos y los socialistas se presentaron separados y ganó el centro derecha y las derechas. Sin esas elecciones la situación hubiera sido diferente.
La segunda bifurcación fundamental la inicia también Niceto Alcalá Zamora cuando retira la confianza a José María Gil Robles para evitar que el líder de la CEDA, que era el partido con más escaños en el Parlamento, fuera presidente del gobierno.
La tercera fue con las elecciones de febrero de 1936. ¿Qué hubiera pasado si las derechas hubieran ganado? ¿O si el presidente de la República acepta que los generales y la CEDA den un golpe de estado blando? Pues hubiera sido un desastre, podría haber habido muertos pero no una guerra civil. La izquierda no estaba en condiciones de echar un pulso al ejército autorizado a actuar en el caso de un estado de guerra.
No incluyo la revolución de octubre del 34 porque aunque tuvo gran repercusión no fue, ni mucho menos, la que hizo inevitable la guerra civil, como cuento en el libro.
G.D.: Sacas a escena un actor fundamental en la gestación del golpe de Estado: los monárquicos. Cuentas que ellos fueron quienes urdieron el golpe y el ejército el que lo ejecutó
A.V.: Los monárquicos alfonsinos y los carlistas hicieron una guerra soterrada a la República desde el primer momento. Cualquiera puede ir a verlo en el Archivo General de la Administración (AGA), en los archivos italianos y en los archivos de algunos de los conspiradores. Y ellos mismos lo reconocen. El que fuera preceptor de Juan Carlos dice que nos sublevamos para restaurar la monarquía y nos encontramos con una dictadura militar, con Franco.
G.D.: En el 34 también entra en juego Mussolini, mucho antes de la guerra.
A.V.: Cuando el gobierno radical de Lerroux concede una amnistía a José Calvo Sotelo o los protagonistas de la Sanjurjada, todos vuelven y la conspiración que se había ido tejiendo desde Francia, ahora continúa desde España. Empezaron a conspirar con Italia, con los que ya habían tenido contacto. Y en marzo del 34 se llega a un acuerdo con Mussolini.
Hace falta que se abran los archivos de la Corona, que no dependen del Ejecutivo. Tiene que haber tela marinera. Y si no tienen nada que ocultar no tendrán problemas en abrirlos
En el año 37, las milicias entraron en el domicilio de Antonio Goicoechea, ex ministro y político monárquico, y ya encontraron papeles que apuntaban hacia ese acuerdo con los italianos. El gobierno republicano lanzó las campanas al vuelo. El golpe de estado se había preparado con una potencia fascista. Pero no pasó nada. En primer lugar porque la república perdió la guerra, y en segundo lugar porque una serie de historiadores dijeron que ese acuerdo no tenía consecuencias... y así lo han mantenido hasta anteayer. Pero no fue así. Yo seguí la pista a los famosos contratos del 1 de julio de 1936, que un monárquico conspirador, Pedro Sainz Rodríguez, había firmado en Roma con una empresa de aviación italiana. Estos contratos están en la Fundación Universitaria Española, en la calle de Alcalá, en Madrid. Yo los vi en 2012, y publiqué un artículo sobre ello en 2013, en un libro colectivo, Los mitos del 18 de julio. Uno de esos mitos era que el golpe no contaba con ayuda extranjera. Demostré que contaron con la ayuda de Mussolini. Traduje los contratos, las listas de armamento, las piezas de recambio, etc. Mucha gente se rió de mí.
En mi penúltimo libro, ¿Quién quiso la guerra civil? ya cuento la historia de la conspiración. Encontré un documento que los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores habían preparado para Mussolini, en relación a una visita que le hizo Goicoechea en octubre de 1935. Nadie había hablado nunca de esa entrevista. Yo tampoco la conocía. Pues en ese dossier le informan a Mussolini de que Goicoechea acude en nombre de los monárquicos conspiradores a los que el Duce ya venía apoyando, y en nombre de una facción del ejército español: La Unión Militar Española (UME). Goicoechea le dice que si por un azar las izquierdas llegan al poder, aunque sea por medio de elecciones, “nosotros nos sublevamos”. Esto, insisto, en octubre de 1935.
Los monárquicos habían montado la UME, la teledirigían y estaban preparando los ánimos para hacer frente a una supuesta revolución comunista, aunque lo único que estaba en marcha era la sublevación que ellos estaban montando.
Después de haber descubierto la dinámica de la conspiración, que culmina con la firma de los contratos, el 1 de julio del 36, ahora he analizado, y lo explico en el prólogo del libro, que a la vez que Calvo Sotelo decía a Mussolini que si la izquierda llegaba al poder, se sublevaban, el general Goded le decía lo mismo, pero con otras palabras, al presidente de la República Niceto Alcalá Zamora, pero este se lo tomó a risa. Habló de ello al presidente del Gobierno, Joaquín Chapaprieta, que a su vez se lo contó a Gil Robles, que era ministro de la Guerra, y Gil Robles, que por supuesto sabía perfectamente cómo iba la conspiración, respondió que eso no tenía ninguna importancia. No digo que Gil Robles estuviera conspirando, porque no lo he podido demostrar, pero es obvio que sabía del movimiento que había en el ejército, aunque en sus memorias lo elude.
El golpe de Estado se había preparado con una potencia fascista. En el 34 ya había acuerdos con Mussolini, tras la amnistía a Calvo Sotelo y los protagonistas de la Sanjurjada
G.D.: ¿Qué información tenía el gobierno de lo que se estaba tramando?
A.V.: Estaba bastante enterado. En 1932 el presidente del Gobierno, y luego ministro de la Guerra, Manuel Azaña, crea unos servicios de inteligencia eficientes, que tienen que seguir las actividades subversivas en el seno de las Fuerzas Armadas. ¿Y cómo se ubica el mando? En el Estado Mayor Central del Ministerio de la Guerra. ¿Y quienes están al mando a lo largo de los años republicanos? El primero, el general Goded, el segundo, el general Carlos Masquelet, que sería después de la Guerra y Jefe del Cuarto militar del Presidente de la República. ¿Y no se enteró de que había un servicio de inteligencia militar?
Y al general Masquelet le sustituye el mismísimo general Franco, en mayo de 1935. ¿Tampoco se entera el general Franco de que había un servicio de inteligencia militar a sus ordenes? ¿Y quién le sustituye a Franco? Su número dos.
Los servicios de inteligencia eran militares y civiles. Los civiles estaban en la DGS. El ministro de la Gobernación, Portela Valladares, que después va a ser presidente del gobierno, por poco tiempo, le dice al número dos de Franco que hay una operación de infiltración en la UME. ¿Eso no se le va a decir a Franco y a Gil Robles? No he encontrado papeles, pero ¿te imaginas que en una república gobernada por la derecha esas cosas no se dicen al jefe del Estado Mayor y al ministro de la Guerra?
G.D.: Y en esto llegamos al fallido golpe blando de febrero del 36. Otro más.
A.V.: Mientras el pueblo español votaba el 16 de febrero de 1936, alguien, a las 12 de la mañana, manda unas instrucciones por telégrafo a Zaragoza y otras provincias, que dice: al recibo de la presente declare el Estado de Guerra. Y el general jefe de la división de Zaragoza declara el estado de guerra. Pero luego recibe contraorden. Alguien en el Ministerio de la Guerra se dio cuenta de ese telegrama. ¿Pero quién envió ese telegrama? Sólo había dos personas que podían hacerlo. Una es el ministro de la Guerra, que es un hombre fiel a la República y está en una reunión de Consejos de Ministros, con lo que no puede hacerlo. En ausencia del ministro, la única persona que podía ordenarlo es el Jefe del Estado Mayor Central, que es el general Franco.
El presidente del gobierno, Portela Valladares, sale y entra Azaña.
Azaña, que ha sido ministro de la Guerra, ¿no se entera de que ha habido un golpe de Estado? ¿Nadie se lo dice? ¿Y tampoco al ministro de la Guerra, Masquelet? ¿No preguntan? ¿Pero cómo es eso? ¿Y por qué se da mando de tropa, aunque sea en los archipiélagos, a dos generales golpistas: Goded en Baleares y a Franco en Canarias? Misterio.
Y ahí ya empezamos con la historia que cuento en El gran error de la República. Es toda una sucesión de informaciones que le van llegando al gobierno. El gobierno actúa pero actúa mal.
G.D.: Si el gobierno tenía información de lo que estaba pasando en el seno del Ejército, ¿por qué no actuó en consecuencia?
A.V.: ¿Qué pasa en el Ministerio de la Gobernación? Lo primero que hace Azaña es destituir al Director General de Seguridad, Vicente Santiago Hodsson, capitán de la Guardia Civil. Azaña le había condecorado por motivo de la Sanjurjada, pero ahora lo cesa. ¿Quién informa al nuevo director general, que es un correligionario de Azaña? ¿Nadie le cuenta nada? ¿No se lo dicen sus funcionarios? Azaña también destituye a quien podría habérselo dicho, y que es un oficial de la Guardia Civil que luego va a ser fiel a al República en Barcelona.
¿Quién es el nuevo ministro de la Gobernación? Un amigo de Azaña, que no tiene la más remota idea del tema y que por su enfermedad no dura dos meses, Amós Salvador. Le sustituye temporalmente Santiago Casares Quiroga, que ha sido el ministro de la Gobernación en la época de la Sanjurjada. ¿Casares Quiroga ya se ha olvidado de la conspiración monárquica de la que recibía informes por entonces? ¿Qué información le dan? Misterio.
Vox es un remedo malo de lo que eran los monárquicos alfonsinos en el 36 cuando hablan de gobierno social-comunista, comunistas al acecho... Hoy es risible, pero el discurso sigue funcionando
Luego se van señalando ciertas cosas. La Dirección General de Seguridad también está infiltrada por los conspiradores. ¿Qué pasa aquí? Hay un negociado de control de nóminas del Ministerio de la Guerra y apuntan a los que se les detrae cotizaciones para financiar la UME. No están todos. Los republicanos en el 37 hacen un listado en el que figuran más de dos mil personas entre las que aparecen Yagüe, Fanjul, Goded... muchos de los que van a sublevarse. No está Franco.
El 20 de abril se intenta un golpe de Estado, que fracasa. Se dice que la policía recoge mucha información. Se supone que eso lo tendría que ver el ministro de la Gobernación, Casares Quiroga, y quizá Azaña. ¿Y qué hacen? Nada.
Yo me apoyo en dos casos siniestros. Uno, el de Granada. Hay un gobernador republicano que ve que en la guarnición de allí hay movimiento, se entera de lo que pasa, informa al ministro de la Guerra, al de Gobernación, manda telegramas, llama por teléfono reservado, da la lata, viene a Madrid...y ni caso. Y ya desesperado hace un informe, que reproduzco en el libro, en el que cuenta todas sus desdichas. Es ya el 24 de junio, demasiado tarde.
El otro caso, igualmente siniestro, es el de La Coruña. El gobernador civil es un hombre de Izquierda Republicana, amigo de Casares Quiroga. Igualmente le llama por teléfono para informarle de que en la guarnición gallega hay jaleo. Ni caso. Su mujer, Juana Capdevielle, que luego es asesinada por guardias civiles, viene a Madrid a contarlo. Y tampoco se hace caso. Hay un momento en que la documentación desaparece o yo no la he encontrado.
G.D.: ¿Cuáles fueron los pasos que desembocaron en “el gran error”?
A.V.: El primero, mantener al mando de tropas a generales que intentaron dar un golpe de Estado el 16 de febrero de 1936, como Goded, Franco y Cabanellas. Era muy peligroso.
En segundo lugar, si pensaron que con las fuerzas no militares que estaban a disposición del gobierno, como la Guardia de Asalto, la Guardia Civil y la Guardia Urbana, podrían controlar cualquier algarada del ejército, fue un error mayúsculo. Ya se había visto, durante la revolución de octubre, que el proletariado armado, los mineros con dinamita, etc., no podían hacer frente al ejército regular, que es lo normal. Y cuando el Ejército se subleva se subleva.
La conspiración entra en un punto de no retorno en el mes de junio, que es cuando Mola empieza a emitir órdenes preparando la sublevación y Franco se suma a la conspiración. Porque cuando se dice que Franco se suma después del asesinato de Calvo Sotelo es todo filfa.
Mi tesis es que en ese mes, Juan Antonio Ansaldo, que es un capitán aviador monárquico, que había estado al frente de la Falange de la Sangre, conspirador desde el principio, va a Roma a negociar los contratos. No se ha encontrado evidencia escrita, pero es lo lógico porque es el que sabe del tema. En el Archivo General del Aire está la hoja de servicios de Ansaldo y ahí se insinúa muy claramente.
A partir de ese momento ya no hay marcha atrás. La República no supo contener el golpe y al final no pudo contenerlo.
G.D.: ¿Qué perseguía Mussolini en España?
A.V.: Quería que se implantara un régimen parecido al italiano. Una monarquía, sí, pero una monarquía fascistizada. De ello se encargaría Calvo Sotelo. Y al frente de una regencia temporal estaría Sanjurjo. Pero los dos mueren y es ahí donde inmediatamente se cuela Franco.
G.D.: En la conspiración hubo una división del trabajo en el que intervienen más actores. Hablas del papel que desempeñó el ABC.
A.V.: La prensa hace un relato; prepara el camino. Por otra parte, toda sublevación necesita dinero. Los contratos de los aviones del 1 de julio del 36 los financió Juan March, que siempre tuvo divisas en el extranjero fuera del control de las autoridades monetarias.
G.D.: ¿Qué hace Franco después de la guerra?
A.V.: Aquí viene el tema de la proyección del que hablábamos al principio. Franco se autoproyecta como líder de la conspiración y se construye el relato de que quien había preparado todo el golpe era él, que Mola estaba a sus órdenes y que había puesto a Sanjurjo a la cabeza pero que el inspirador de todo era él.
Casi todos los generales que se sublevan son monárquicos. Lo que pasa es que en los tres años de guerra, Franco se ha hecho con el control del Ejército y lo ha formado a su medida. El generalato puede ser monárquico pero de ahí para abajo no. Los generales no saben qué hacer ante un Franco que ha ganado la guerra y se proclama Caudillo. Y además están contentos porque han ganado la guerra y se han hecho millonarios.
G.D.: ¿Queda mucho por saber?
A.V.: Hace falta que se abran los archivos gubernamentales y los de la Corona. En los archivos de la Corona, que no dependen del Ejecutivo, tiene que haber tela marinera. Y si no tienen nada que ocultar no tendrán problemas en abrirlos.
El pasado no mata porque el pasado no existe. Los que matan son los hombres que se hacen ideas sobre el pasado.
G.D.: En Francia hay rumores de sables y en España ex altos cargos hablan de la “necesidad” de fusilar a 26 millones de…. digamos rojos.
A.V.: La República no supo evitar el golpe. Yo espero que la democracia si sepa cómo atajar una subversión en el Ejército, si la hubiera. Hoy España es una democracia homologada con los países de nuestro entorno y yo supongo que los servicios de inteligencia militar cumplen su función.
El Ejército tiene el monopolio de la violencia a las órdenes del poder legítimamente constituido. No es una fuerza que pueda obrar autónomamente. Y si piensan otra cosa, sobre ellos tiene que caer el peso de la ley. Vamos a ver qué hace el gobierno francés. Ya se piden medidas disciplinarias de la máxima gravedad.
G.D.: Hoy, desde la tribuna del Parlamento la ultraderecha llama ilegítimo al gobierno salido de las urnas
A.V.: Vox es un remedo malo de lo que eran los monárquicos alfonsinos en el Parlamento en el año 36. Con argumentos parecidos: gobierno social-comunista; comunistas al acecho.... ahora la Unión Soviética ha desaparecido y las cosas que dice Vox son risibles, pero el discurso sigue funcionando.
Publicado en el Nº 344 de la edición impresa de Mundo Obrero mayo 2021
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