dissabte, 12 d’abril del 2025

La memoria de la cárcel de Carabanchel sobrevive, años después de su derribo

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Un ensayo recupera la incompleta y dispersa memoria de la prisión madrileña que fue metáfora y síntoma del régimen franquista y con la que la España democrática no supo lidiar


Vista de la demolición de la cárcel de Carabanchel.

Vista de la demolición de la cárcel de Carabanchel. / EFE

Madrid

En 2010, Marcelino Camacho falleció en Madrid. El líder sindical, que había sido encarcelado en Carabanchel en varias ocasiones a consecuencia de su militancia política, se había mostrado contrario a la demolición de la antigua prisión que, en su opinión, debía conservarse como centro de memoria. Pocos meses después, cuando el Ministerio del Interior ya había comenzado la demolición del complejo, Instituciones Penitenciarias le hizo llegar a su familia un regalo a medio camino de la burla, el escarnio y la maldad: un ladrillo de la prisión dentro de una caja.

El perturbador obsequio era el estrambote a la historia de una prisión que, desde su construcción, había estado atravesada por la ignominia, la corrupción y el maltrato de sus moradores, algunos de los cuales fueron también la mano de obra esclava que levantó sus muros. Prueba de esa incomodidad que persiguió al edificio desde su origen, es el hecho de que el propio Francisco Franco, promotor del edificio para castigar a los presos republicanos por el mero hecho de haber perdido la guerra, ni siquiera asistió a la inauguración. "Un repaso al No-Do de aquellos días le muestra acudiendo a actos tan relevantes como la inauguración de una emisora de onda media en Arganda del Rey o la concentración anual de la Sección Femenina en El Escorial", explica el investigador y "arqueólogo del pasado contemporáneo" Luis A. Ruiz Casero, que añade: "Los rumores no tardaron en circular. El periodista Ángel del Río se hizo eco de uno de los más extendidos: los consejeros de Su Excelencia le recomendaron no vincularse personalmente con el edificio destinado a simbolizar más plenamente la represión de su régimen".

La historia de la cárcel de Carabanchel puede ser leída como la historia del franquismo, e incluso de la España reciente surgida con posterioridad a la muerte del dictador. Fruto de la especulación y prebendas con las que el régimen premió a sus fieles que se enriquecieron con la venta de los terrenos, su arquitectura neoherreriana-imperial y su estructura de panóptico ya estaban superadas cuando comenzaron los trabajos de construcción que, todo sea dicho, nunca consiguieron cumplir con el proyecto original. A pesar de ello, durante años fue un lugar de reclusión con dudosa salubridad e higiene, en el que se practicaban torturas, ejecuciones y que, en los primeros años de la transición, se convirtió en un lugar de reivindicación de los derechos de los presos gracias al trabajo de colectivos como Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL).

Motín organizado por la COPEL en la cárcel de Carabanchel en febrero de 1977.

Motín organizado por la COPEL en la cárcel de Carabanchel en febrero de 1977. / ARCHIVO

"Dentro de su cosmovisión, algunos de los presos anarquistas sí que veían como compañeros a todos los demás presos, sin distinguir entre que fueran políticos o comunes. No así la gente del Partido Comunista, de Comisiones Obreras o del Partido Socialista Obrero Español", comenta Ruiz Casero, que acaba de publicar Carabanchel. La Estrella de la Muerte del franquismo (Libros del K.O., 2025), un ensayo que repasa la historia de la prisión y en el que, entre otras cosas, se recoge la decepción provocada por la Ley de Amnistía del 1977, que no incluyó a, por ejemplo los miembros de la Unión Militar Democrática (UMD), ni a los presos comunes, si es que se puede definir como tales a personas que entraron en Carabanchel por su orientación sexual, su falta de recursos, por ser adúlteras si eran mujeres o por hurtos famélicos en una España que, lejos de rehabilitar a los perdedores de la guerra, se ensañó con ellos. De hecho, a través de la lucha de COPEL, en la que no faltaron huelgas de hambre, autolesiones y motines duramente reprimidos, también se puede seguir la deriva del país. Sin ir más lejos, paralelamente a lo que sucedía en el País Vasco con la juventud independentista, la heroína entró en Carabanchel no en cucharillas sino a paladas, generando miles de adictos y, poco después, de enfermos de VIH en una época en la que, contraer la enfermedad y más en un entorno carcelario, era una sentencia de muerte.

De COPEL a la COPE

La visión de los presos de COPEL contrastaba con la experiencia de aquellos presos políticos que protagonizaron la lucha antifranquista, algunos de los cuales pertenecían a familias principales y vivieron su paso por la prisión poco menos que como una cura de reposo en un balneario, en el que aprovecharon para compartir lecturas y reflexiones, hasta el punto de denominar al centro, "la universidad del ladrillo". En 1998, por ejemplo, el diario El Mundo reunió a algunos de esos presos políticos para que visitasen las instalaciones después de su cierre definitivo y grabar un vídeo con sus impresiones. Entre los presentes estaban Fernando Sánchez Dragó y Ramón Tamames. Este último, profesor universitario, tertuliano en emisoras como COPE y candidato a la presidencia del Gobierno en la moción de cesura presentada por Vox, alababa el buen trato y la humanidad de los funcionarios. Una opinión que era rebatida por José Luis Morales, periodista, exdirector de Interviú y miembro de FRAP que también había pasado por Carabanchel y había sido víctima de salvajes torturas: "Había de todo, Ramón. Los funcionarios no eran buenos, en general", antes de comenzar a relatar algunos de los momentos más duros vividos en el recinto.

"Si los presos políticos del primer franquismo, que fueron los que más sintieron en sus propias carnes la dureza del sistema penitenciario y de la represión, escuchasen a Tamames decir esas cosas, se echarían las manos a la cabeza. Él entró en la prisión en dos momentos. El primero, en los años 50, cuando se quiso dar un tirón de orejas a unos estudiantes díscolos, muchos de los cuales eran hijos de familias importantes del régimen. El segundo, ya en la Transición, cuando era una personalidad política reconocida y se sabía que, a la muerte del dictador, iba a ocupar algún tipo de responsabilidad en los gobiernos de la de futuro. Entonces, ¿cómo vas a extrapolar el relato de un privilegiado a todo lo que ocurrió en esa cárcel? De hecho, me pareció muy ilustrativo un comentario que hay en YouTube sobre este vídeo, en el que una persona que había estado en la cárcel, decía que nunca había visto a gente tan feliz por volver a un lugar al que él no querría volver a pisar en la vida", explica Ruiz Casero, cuyo trabajo parte del encargo realizado por entidades como La comuna, una asociación de antiguos presos del franquismo, y la Plataforma por un Centro de Memoria sobre la Cárcel de Carabanchel.

Zamora, Acosta, Santisteban, Soto, Fernández Costilla y Muñoz Zapico en la cárcel de Carabanchel.

Zamora, Acosta, Santisteban, Soto, Fernández Costilla y Muñoz Zapico en la cárcel de Carabanchel. / ARCHIVO

"Es un libro que nace de las asociaciones civiles, que tiene como destinataria la sociedad civil y que busca reivindicar la memoria de un espacio que se ha destruido, para que tenga un destino público y haya una reversión a la sociedad de esos terrenos donde se alzó la cárcel", comenta Ruiz Casero, para el que la labor no ha sido precisamente sencilla. "Los archivos públicos muestran un vacío documental respecto a la prisión, que llegan hasta el punto de que no se han conservado los planos del proyecto arquitectónico original, que estaba firmado por tres profesionales de primerísima fila y que aspiraba a ser una obra monumental". Ni siquiera la Ley de Memoria Histórica del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, ya en vigor cuando se cerró la cárcel, sirvió para preservar los archivos, los cuales quedaron abandonados en la cárcel, a disposición de curiosos. "El otro día, a raíz de la publicación del libro, me contactó una persona de las que se metieron ilegalmente en el edificio antes del derribo y que me contó que tenía varias carpetas con orlas y documentación de promociones de la Guardia Civil. Lo que hemos hecho ha sido centralizar esa y otra documentación que nos ha llegado, inventariarla y depositarla en la Fundación Primero de Mayo de manera provisional porque, en un futuro, debería estar en un Centro de Memoria de la Cárcel de Carabanchel".

A pesar del incansable trabajo de las asociaciones civiles, Ruiz Casero no es demasiado optimista sobre el futuro del lugar. En el citado vídeo de El Mundo, se puede ver a Enrique Múgica defender la recalificación de los terrenos con fines recaudatorios y algunos de los presentes, entre los que se encuentra José María Mohedano, implicado pocos años antes en una trama de corrupción, bromean sobre "el previsible pelotazo inmobiliario" que generará el solar. Siguiendo esa tendencia, en 2023 se aprobó la urbanización del terreno en el que está previsto que se construyan viviendas, oficinas y equipamientos, pero ni rastro de ese Centro de memoria.

"Después de entregar el manuscrito del libro se ha conocido la negativa del Gobierno a establecer, a pesar de que se había comprometido a ello, un Centro de memoria. De hecho, ha cambiado la articulación final de la ley para que, en lugar de Centro de memoria, se diga 'memorial', que se parece mucho, pero no es lo mismo, porque un memorial puede ser una placa o un monumento de veinte centímetros. En todo caso, si algo he aprendido a lo largo de la investigación es que no hay que cejar en las luchas", comenta Ruiz Casero que recoge en su libro cómo, a pesar de que se ha demolido la práctica totalidad de la cárcel, empezando por su imponente y sobrecogedora zona central con su cúpula, aún quedan edificios del complejo en pie. Algunos de ellos son las instalaciones de Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), al que son enviados personas que no han cometido delito alguno, como sucedía con muchos de los presos que edificaron la cárcel. 2025 continúa, de esta forma, una dinámica iniciada 1940 en uno de los espacios más incómodos para las administraciones y en el que se escribió uno de los capítulos más infames de la historia española.

'Carabanchel. La Estrella de la Muerte del franquismo'

Luis A. Ruiz Casero

Libros del K.O.

264 páginas | 21,90 euros