divendres, 16 d’octubre del 2015

La mujer como sujeto invisible de la historia. Gemma Pradal.


http://www.elsocialistadigital.es/memoria-historica-espa%C3%B1a/item/2119-la-mujer-como-sujeto-invisible-de-la-historia.html


Grupo de presas republicanas en la Cárcel de Santa Clara de Valencia, entre 1939 y 1942. Fuente de las imágenes: "Género y Represión Franquista. Estudio y análisis de las mujeres detenidas y represaliadas en el ámbito historiográfico del País Valenciano", publicado por la Universidad de Valencia y el Instituto Universitario de Estudios de la Mujer. Grupo de presas republicanas en la Cárcel de Santa Clara de Valencia, entre 1939 y 1942. Fuente de las imágenes: "Género y Represión Franquista. Estudio y análisis de las mujeres detenidas y represaliadas en el ámbito historiográfico del País Valenciano", publicado por la Universidad de Valencia y el Instituto Universitario de Estudios de la Mujer.
“…pero ¿qué hacen los hombres?
“Un hombre hace lo que puede,
Y entonces las mujeres?
una mujer hace lo que el hombre no puede”
(Isabel Allende “Inés del alma mía”)
Antes de analizar sobre lo que fue y supuso la represión franquista para las mujeres tendríamos que hacer un breve análisis de lo que perdieron las mujeres españolas, todas las mujeres, con la rebelión militar. Durante la República la mujer alcanzó, ante todo, una dignificación como persona, era visible socialmente, tenía derecho a pensar, votar, tomar decisiones, podía estudiar, casarse libremente, trabajar, divorciarse, en definitiva dirigir su vida que hasta entonces había estado dirigida por los hombres.
La “Guerra Incivil” acabó con todos sus derechos, sus esperanzas e ilusiones, desde el mismo momento que las tropas franquistas iban tomando territorio imponían su fuerza con una dura represión que una vez finalizado el periodo de guerra continuaría durante todos los años de la postguerra y sus consecuencias llegarían hasta entrados los años 60.
La profesora Pura Sánchez, publica en su libro “Individuas de dudosa moral” datos sobre la represión que sufrieron las mujeres andaluzas, donde refleja que el periodo de mayor represión fue el comprendido entre Abril del 39 y Diciembre del 40. En poco más de un año y una vez acabada la guerra, la represión fue un 23% superior en las mujeres que en los hombres. Si bien en el caso de las mujeres queda prácticamente oculta, desapareciendo como víctimas de la represión, tal es el caso que el régimen franquista negó la presencia de las presas políticas en las cárceles, registrándolas como “mujeres de vida extraviada” y se van a referir a ellas como “sujetas” o “individuas”, cuando no con el apelativo de “la roja” como el sumun de la negación de la mujer.
La represión ejercida a la mujer durante la guerra y la postguerra fue, sin duda, diferente a la del hombre. Es lo que se ha llamado una “represión sexuada” que se ejerció por el franquismo desde el mismo momento de la sublevación militar. Ya que en la mujer se buscaba castigarlas por su condición política, el hecho de ser mujer y republicanas les hacía doblemente culpables a los ojos del régimen franquista y humillarlas, cuando no, anularlas por su condición de mujer. Para ello se utilizarían mecanismos represivos que atacaban directamente al sexo femenino.
Los castigos eran diversos pero siempre relacionados con la feminidad: se les rapaba el pelo, se les ponía batas blancas; cuando no, se dejaban desnudas, se les hacía beber aceite de ricino, exhibiéndolas inmediatamente después en público. Barrer la plaza del pueblo o la iglesia. Actos simbólicos que cumplían una función purificadora, correctora. Se construyó la imagen de “la roja” como mujer antinatural e impura. Se les practicaba castigos físicos igual que a los hombres, en algunos casos provocando abortos, no eran dignas de concebir hijos ni de criarlos por eso en muchos casos se les arrebataron para entregarlos a familias de orden.
En la Nueva España el papel de la mujer era indispensable para transmitir los valores del régimen desde el núcleo de la familia. Para Pilar Primo de Rivera, el principal objetivo era la formación de las futuras madres de la Nueva España con miras a engrandecer la Patria. Mujeres ejemplo de moral cristiana, sin inquietudes políticas y con plena subordinación al hombre, con valores como la resignación, sumisión, entrega, sacrificio, aceptación y renuncia. La frase que lo define muy bien es la que Carmen Domingo utilizó para título de su libro “Coser y Cantar”. Y de tanto coser, cantar y callar se olvidaron de vivir.
Había que construir un Estado donde primara la hegemonía masculina, en el que los hombres ocuparan el poder, “el talento creador y analítico estaba reservado por Dios para las inteligencias varoniles” mientras la mujer quedaba relegada a la vida privada y familiar, su única responsabilidad era la reproducción, para engrandecimiento de la Patria. El franquismo tenía un firme propósito, desarmar ideológicamente al pueblo, por lo que la mujer se convertía en un blanco fácil de manipular, convirtiéndola en un ser pasivo, inofensivo e incapaz de tomar determinadas decisiones y para ello contaría con un gran aliado, la Iglesia. Lo que consiguió el Nuevo Régimen fue un estrangulamiento que afectó a todas las mujeres españolas, independientemente de su ideología.
A la represión social se une otra represión, la económica. Como consecuencia de la fiebre represora que caracterizó a la España franquista, muchas mujeres republicanas se vieron, de pronto, solas ante una situación económica penosa y con una familia a la que sacar adelante, circunstancias que empeoraban debido a la exclusión social que las vencidas sufrieron en sus distintas poblaciones, lo que dificultaba el conseguir trabajo digno para subsistir. Mujeres de fusilados, presos o exiliados se vieron obligadas a recurrir a todo tipo de estrategias para sobrevivir.
Para ahondar más en la herida el régimen franquista aprueba el 9 de Febrero de 1939 la Ley de Responsabilidades Políticas. Hasta ese momento la Comisión Central de Intervenciones se había ocupado de embargar los bienes de los “desafectos al Movimiento”, cuando finaliza la guerra las incautaciones a los “vencidos de guerra” pasaron a ser ejecutadas por el Tribunal de Responsabilidades Políticas. El objetivo del régimen era hacer que los defensores de la República quedasen totalmente desposeídos y empobrecidos. Muchas mujeres se vieron en la miseria como consecuencia de tener que cargar, completamente solas, con la presión económica derivada de la actuación de dicho tribunal. Estos tribunales ejercieron su acción sobre madres, esposas, hijas y hermanas de diputados, concejales, dirigentes o simpatizantes de algún partido político de izquierdas, muertos, encarcelados o exiliados, que tuvieron a su nombre propiedades que intervenir e incautar. Las desposesiones llevadas a cabo por la Comisión Central de Incautaciones, después, por el Tribunal de Responsabilidades Políticas y por último, por la Comisión Liquidadora, consiguieron desde el inicio de la guerra hasta finales de los 60, sumir a la población vinculada con el ideal republicano en una decadencia económica que tenía como máximo exponente el demostrar que la oposición al régimen franquista iba vinculada a una marginación absoluta.
A la mujer se le castigó no solo por su implicación en el espacio de lo político, había transgredido las esferas para ella reservada, sino también por ser hijas, hermanas, mujeres o madres de “rojos”, a lo que se conoce como “delito consorte”. Ser mujer republicana expedientada por el Tribunal de Responsabilidades Políticas y con una familia a la que sacar adelante en solitario suponía un desposeimiento absoluto en la España franquista y una estigmatización social.
Fue un desgaste físico, psíquico y económico. El régimen las había desposeído de bienes materiales y familiares, prácticamente eran invisibles para un Estado que las ignoraba que les arrebató sus derechos y las oprimía hasta dejarlas sin aliento. Ellas “las rojas” para sobrevivir y sobre todo para proteger a sus familias, se acostumbraron a hablar en voz baja, a no preguntar, a no cuestionarse nada, se acostumbraron a aceptar la derrota, a sentir el hambre, el frio y a convivir con el miedo. Toma las riendas económicas de la familia, sale a la calle a buscar trabajo, rompiendo así las barreras, que hasta ese momento la sociedad concebía a la mujer tan solo en la casa, ahora se ocupa de la casa y del sustento. Con el franquismo se vuelve a unas posiciones conservadoras y tradicionales de la mujer en casa. Así el Fuero del Trabajo promulgado el 9 de marzo de 1938 decía: “el Estado en especial prohibirá el trabajo nocturno de las mujeres, regulará el trabajo a domicilio y libertará a la mujer casada del taller y de la fábrica”. Pero las mujeres de los fusilados, exiliados o presos políticos tenían que seguir trabajando en condiciones precarias para subsistir, las autoridades franquistas ignoraban su existencia, por lo que en la práctica no contaban a efectos civiles.
La mujer no solo trae el sustento, también juega un papel clave, es el enlace, para el aprovisionamiento de los hombres que se encuentran huidos o en la cárcel, con naturalidad y sin levantar sospechas, con la responsabilidad de proteger a los suyos y en ningún momento sintiéndose heroínas de una contienda de locos que las había dejado fuera de la toma de decisiones importantes. Supieron conservar la entereza y el aplomo en una situación excepcionalmente grave. La mujer siguió siendo hija, esposa y madre, trabajadora en la calle y en la casa y asumió la responsabilidad de la familia, se erigió en el soporte no solo material sino también moral y afectivo, asumió la responsabilidad de mantener la supervivencia de la unidad familiar. Y para ello tuvo que pagar un alto precio: La ruptura ideológica con todo lo que había representado su vida y la de su entorno, en la mayoría de los casos, el miedo y la lucha por sobrevivir traerá la ocultación y el silencio en el ámbito familiar de los aspectos más siniestros de la Guerra. La mujer fue la educadora por excelencia en el hogar. Supo preservar a sus hijos del odio contra los delatores y verdugos. Asumió el estigma con el que las había marcado el Régimen “la madre o la mujer de un rojo”, pero sus descendientes quedaron a salvo de la ignominia. Aun así a puerta cerrada, con los postigos entornados y en voz baja siguieron trasmitiendo que existía otro mundo más justo y otra forma de entender la sociedad.
Gemma Pradal

Funcionaria de la Junta de Andalucía. Licenciada en Geografía e HIstoria (Historia Contemporánea). Es autora del libro "Gabriel Pradal 1891-1965" y de diversos artículos en prensa local. Ha colaborado con la Asociación de Memoria Historica ROCAMAR en Jornadas como "El exílio almeriense en Francia", "La represión de la mujer en la postguerra", "El parte inglés".
Fue Comisaria de la exposición El exilio almeriense en Francia y Concejala del Ayuntamiento de Almería (2007-2011). En la actualidad es Secretaria de Cultura en la Ejecuiva Municipal de Almería del PSOE.