http://heraldodemadrid.net/2015/10/12/periodismo-antifranquiosta-en-las-canarias/
Julio Antonio Yanes Mesa*
Tradicionalmente, a la hora de abordar la historia del periodismo en el Estado español, los investigadores han reducido sus estudios a los enclaves urbanos más desarrollados, léase Madrid, Barcelona, Bilbao y poco más, como si lo ocurrido en el resto del país, minusvalorado con la etiqueta de “local”, careciera de interés para explicar lo sucedido. La tesis doctoral leída el 9 de octubre, sobre la revista Sansofé en la Universidad de La Laguna por el profesor de Derecho de dicha institución Enrique A. Perera García, ilustra lo mucho que pueden ofrecer los espacios periféricos a la construcción, desde abajo hacia arriba, de una auténtica Historia del Periodismo en España. Un resumen del trabajo será publicado por Ediciones Densura, el sello de la asociación sin ánimo de lucro constituida en la Universidad de La Laguna hace ahora tres años con el propósito de impulsar, y renovar, la Historia de Canarias.
Con el término aborigen canario Sansofé, que en español equivalía a “Sean Bienvenidos”, a finales de 1969 apareció en Las Palmas de Gran Canaria una revista quincenal dedicada a los turistas que, en número creciente, visitaban el archipiélago. La bendición del proyecto editorial por el régimen franquista quedó patente en el acto de presentación del primer número, al que asistieron las principales autoridades insulares, las cuales celebraron el acontecimiento dentro del típico clima triunfalista y de camaradería de la época. Pronto, sin embargo, la publicación dejó patente que su declarada orientación era una tapadera porque, desde el tercer número, empezó a hacerse eco del movimiento regionalista y autonomista que, por entonces, estaba emergiendo en las Islas Canarias. En la raíz del fenómeno subyacía la reacción de las élites culturales y burguesas de la sociedad isleña contra el absorbente centralismo franquista.
Junto a los contenidos relacionados con el turismo, la revista empezó a reclamar la descentralización del archipiélago, tanto desde el punto de vista económico con la restauración de las tradicionales franquicias, como desde el administrativo con la concesión de un auténtico Estatuto de Autonomía. Como tales aspiraciones las entendía comunes para las siete islas, el novedoso quincenario no pudo menos que entrar en polémica con el órgano del tinerfeñismo más radical, el diario vespertino La Tarde (1927-1982), el cual consideraba inviable todo proyecto regional sin la previa restauración de la capitalidad única, abolida en 1927, en Santa Cruz de Tenerife. Este programa insular estaba aderezado con unas ansias aperturistas y democráticas que convirtieron a Sansofé en el único medio que, por entonces, se ocupó en profundidad de las movilizaciones del proletariado isleño y del estudiantado de la Universidad de La Laguna.
Para equilibrar en la medida de lo posible la difusión dentro del archipiélago, la revista abrió una delegación en Santa Cruz de Tenerife e incorporó, desde el 1 de agosto de 1970, el subtítulo “Revista de Canarias”. Luego, cuando el cierre ya era inminente, repartió la redacción entre dos sedes sitas en las capitales de las dos islas centrales, en lo que fue un precedente de la actual capital compartida de la comunidad autónoma de Canarias. Pero la fragmentación del mercado lector en islas, las precarias comunicaciones interinsulares y, por si fueran pocos los problemas, los recelos dejados en Tenerife por la división provincial de 1927, limitaron enormemente la consecución de tales objetivos. Así, de una tirada habitual de dos mil ejemplares, nada menos que el 80% se quedaba en Gran Canaria frente al 15% que recalaba en la provincia occidental, mientras el 5% restante iba para la península. Algo similar sucedía con los anunciantes: el 75% domiciliado en Las Palmas frente al 7% de Santa Cruz de Tenerife; mientras las empresas de ámbito regional apenas representaban el 18%.
Tres redactores fueron los artífices del discurso más relevante de la revista. A saber, el periodista tinerfeño de ascendencia gomera Juan Pedro Ascanio (1914-1987), la pluma más integradora y menos contaminada por el viejo “pleito insular”; el entonces militante del Partido Comunista de España (y, tras el franquismo, diputado por Coalición Canaria) José Carlos Mauricio (1941), quien incorporara un tema tan tabú para la prensa de la época como la problemática laboral; y el periodista grancanario Pepe Alemán (1941), que elevó la Historia de Canarias a un primer plano dentro del debate abierto sobre el hecho diferencial isleño en el contexto estatal. Al margen del recurso de la escritura entre líneas, Sansofé solía intercalar los textos críticos con otros banales cuyos contenidos bebían en las fuentes oficiales para limar asperezas con los censores y, así, colar aquellos en los que daba voz a los sectores sociales ninguneados por los diarios de información general.
Una vez descubiertas sus intenciones, las autoridades insulares se cebaron con la revista, lo que deja patente la docena de expedientes que le fueron incoados en sus escasos dos años y medio de vida. Las 160.000 pesetas que, entre el 25 de mayo de 1970 y el 7 de enero de 1971, tuvo que pagar por cinco multas, cuando los ingresos habituales por ventas de cada edición no llegaban a las 20.000 pesetas, ilustra el quebranto económico sufrido por el noble proyecto editorial. Las críticas al centralismo de Madrid y a la clase política del régimen, la reivindicación de los puertos francos y la autonomía para Canarias, y el tratamiento informativo dado a las huelgas de los operarios de las guaguas, fueron las causas de estas sanciones; pero también, un hecho tan trivial como no haber cumplimentado en su debido tiempo un cambio de dirección en la Delegación del Ministerio de Información y Turismo. Exhausta por el acoso de los censores, la publicación puso fin a su aventura el 27 de mayo de 1972.
El impacto de Sansofé en la sociedad canaria fue mucho más profundo de lo que nos pueden hacer pensar los dos mil ejemplares que sacaba en sus tiradas ordinarias, tanto a corto como a largo plazo. Tal es lo que indican los altos índices de lectura de cada ejemplar y los prolongados debates suscitados por sus contenidos entre la alta burguesía, el mundillo universitario, la intelectualidad y el proletariado isleño. Tampoco podemos obviar la influencia que ejerció en los diarios generalistas canarios, tanto con su ejemplo como con la subsiguiente incorporación de sus redactores a las plantillas de estos rotativos. Además, la revista circuló de la mano de José Carlos Mauricio entre sus correligionarios del PCE y CC OO de la península, en donde llamó la atención el tratamiento informativo dado al Consejo de Guerra de Burgos contra varios etarras, en primera página y con apoyo gráfico, en una época en la que tales temas no aparecían en los espacios estelares de los periódicos, salvo que fueran clandestinos.
*Universidad de La Laguna, jayanes@ull.edu.es
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