dimarts, 10 de novembre del 2015

‘Melchor Rodríguez, el ángel rojo’: por las ideas se muere pero no se mata.


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ANTONIO GANDIAGA / 10 Nov 2015
Melchor Rodríguez 'El Ángel Rojo', sentado con su equipo.Melchor Rodríguez 'El Ángel Rojo', sentado con su equipo.

A la posteridad ha pasado Melchor Rodríguez García como El ángel rojo. Lo de rojo es evidente si se investigan un poco su pertenencia y participación activa durante décadas a organizaciones sindicales. Lo de ángel tiene menos épica si lo reducimos a “persona íntegra y valiente”, pero seguramente había más de eso que de intervención divina. El caso es que el trianero, que intentó triunfar en su adolescencia en el mundo del toreo y acabó teniendo un papel relevante en la defensa de Madrid durante la Guerra Civil, primero como delegado de prisiones y después como alcalde de la capital, esconde una de las historias más fascinantes del conflicto. Su defensa de los reclusos, ya fuera de los de su bando o de los franquistas, permitió salvar miles de vida en aquellos años terribles.
Para recordar su figura y reivindicarla, el periodista Alfonso Domingo (Turégano, 1955) publicó hace unos años un libro al respecto, al que ahora ese sigue ‘Melchor Rodríguez, el ángel rojo’, documental que llega al Festival de Cine Europeo de Sevilla avalado por el segundo premio IMAGENERA 2015, iniciativa que convoca el Centro de Estudios Andaluces para incentivar la creación documental en torno a la memoria y realidad de Andalucía. El pase es en el Teatro Alameda el viernes 13 de noviembre a las 20 horas, con entrada libre. Unos días antes del evento, hemos hablado con el director.

¿En qué momento le cuentan o descubre usted la historia de Melchor Rodríguez?
Ya conocía la historia, pero no creí que su papel fuera tan importante. Fue Eduardo Pons Prades, en una larga entrevista que le hice en 2001, el que de repente me lo mencionó emocionado. Decidí indagar más, y en ese momento otro amigo, Cecilio Gordillo, coincidió en el interés. Ese fue el comienzo de mi investigación sobre Melchor.

¿Siente la necesidad de hacer el documental de inmediato o es un proyecto más madurado?
Bueno, ya en los primeros pasos de la investigación me percaté de que Melchor tenía una historia impresionante. Lo primero fue escribir el libro (‘El ángel rojo’, editado por Almuzara), pero incluso en esa fase de investigación comencé a grabar las entrevistas. Salvo la de Amapola, la hija, que me costó mucho más. Estuve varios meses visitándola hasta que se decidió a hablar. Unos años más tarde la grabé porque ya estaba decidido, tras el libro, a hacer el documental.

Me llama la atención que hay testimonios en la película de la década pasada, en algunos casos de personas ya fallecidas. ¿Se debe a algún parón en la producción o es material reciclado?
Intenté encarar este proyecto hace tiempo, pero llegó la crisis y tuve que ocuparme de otras cosas para poder subsistir con mi pequeña productora de documentales. Siempre lo tuve en mente, y cuando podía hacía alguna entrevista, sobre todo a gente con edad. No es material reciclado, ni mucho menos.

¿Cómo transcurrió la fase de documentación?
Durante varios años, con altibajos. Estuve en Amsterdam, en el Instituto de Historia Social, donde se guarda la documentación histórica de la CNT (ahora también está digitalizada en la Fundación Anselmo Lorenzo de Madrid). Allí había acabado una maleta de documentos que guardaba Melchor y que desapareció en Madrid tras su muerte. La leyenda decía que en esa maleta estaban las pruebas de la implicación de Carrillo en las matanzas de Paracuellos, que no encontré. Entre esos papeles estaba el comienzo de unas memorias, unos folios que Melchor no acabó y que  se limitaban a la parte de la infancia. Entrevisté a compañeros suyos que en ese momento vivían. Repasé todos los artículos que escribió en La Tierra, CNT, Solidaridad, en un montón de periódicos. Seguí el rastro de su segundo consejo de guerra en 1940 –en el que le condenan a muerte y luego le conmutan la pena por 20 años- porque no aparecía en los archivos militares. Al final apareció, no hace mucho, pero yo ya lo había reconstruido con otros documentos oficiales. En fin, fue una labor ardua, que se refleja en el libro y ahora en el documental.

¿Cómo se explica que, en plena barbarie, este hombre de convicciones tan fuertes se convirtiera en un ángel para el enemigo?
Por las ideas. Eso que siempre ha sido fundamental en el mundo libertario, y desde luego lo era en aquel tiempo. Melchor había estado preso en innumerables ocasiones (llegó a estar 34 veces en la cárcel con la monarquía, la dictadura de Primo de Rivera, la II República y luego el franquismo) y sabía lo que se sufría en las cárceles. Como otros muchos anarquistas, sentía el drama de los presos sociales en sus carnes. Y por eso no quiso para los demás, aunque fueran enemigos, lo que no había querido para él y los suyos. Su altura ética es incuestionable.

Aunque las hazañas más conocidas de Melchor son las que tienen lugar durante la Guerra Civil, me llama la atención que siga sin temblarle el pulso durante el franquismo y hasta su vejez. ¿No es igual de meritorio, teniendo en cuenta que en aquellos años había pena de muerte?
Por supuesto. Pudo medrar en el franquismo, incluso vivir sin trabajar aprovechándose de los que había salvado, algunos tan importantes como Martín Artajo, director de la editorial católica, Muñoz Grandes (que abogó por él en el segundo consejo de guerra que le hicieron los vencedores), el general castro Verde, etc. Llegó a intentar una entrevista con Franco a través de Girón, el camisa vieja falangista, para que diera una amnistía a los presos, aunque el dictador no quiso oír hablar del asunto. Nunca pidió nada para él. Si hacía gestiones con los prebostes del régimen era para los presos políticos. Recogía ropa y comida de las iglesias, mandaba a un dentista amigo suyo a las cárceles para dar asistencia dental a los presos. Su labor fue enorme, y además no quiso divulgarla. También pasó propaganda a las cárceles, fue miembro de comités regionales de la CNT y por eso fue detenido y pasó un año en Carabanchel. Cada vez que venía un dignatario de fuera, como a otros anarquistas, les detenían varios días.

¿Cómo se fragua la llegada de Javier Gutiérrez (ganador este año del Goya al Mejor Actor por ‘La isla mínima’) como voz en off a la película?
Javier es amigo mío desde hace tiempo, conoce mis libros y cuando se lo planteé, no dudó ni un segundo. Además de un magnífico actor (en el teatro es un monstruo), es una gran persona. Se lo agradezco de corazón porque da un punto más de calidad al documental.

¿Le quedan historias a la Guerra Civil tan potentes como esta que el público siga sin conocer?
Por supuesto. Acabo de estrenar otro largo documental que he codirigido sobre los afroamericanos en la guerra de España, ‘Héroes invisibles’, donde vinieron a luchar por los derechos civiles que les negaban en su propio país. Esperamos estrenar en Andalucía pronto. Todavía hay muchas historias que contar. Escribí un libro, ‘El enigma de Tina’ (editado por Algaida) sobre el misterio de la desaparición en la guerra de una gran vedette de la época, de las primeras que trajo el jazz a España. Descubrí qué le había pasado cuando huye de Madrid a principios del 37 con un anarquista andaluz, de Salteras, Abel Domínguez. Hay historias para todos los gustos. Si fuéramos EEUU habríamos hecho ya un género. Ellos sacan casi cada año películas e historias sobre su guerra civil, y han pasado 150.

¿Qué enseñanza para la España de hoy nos puede brindar la historia de Melchor Rodríguez?
Que hay que apostar por la vida sobre todo lo demás, incluso sobre las ideologías. Que es mejor dialogar y llegar a acuerdos que llegar a enfrentamientos. Que merece la pena luchar por lo que se cree, aunque se muera en el intento. Una de las frases favoritas de Melchor era “Se puede morir por las ideas, nunca matar”. Él estuvo a punto de morir en la guerra en más de una docena de ocasiones, unas bajo las bombas de los franquistas y otras bajo las balas de los que no veían con buenos ojos su labor y pensaban que ayudaba a los fascistas. De hecho, y eso no se puede negar, su secretario y su chófer trabajaron para la quinta columna y le engañaron.

¿Se siente actualmente más periodista en un sentido tradicional o documentalista?
Es difícil sentirse periodista con el estado actual de la profesión y los medios en España. De vez en cuando escribo algún artículo, por ejemplo cuando se han cumplido los 25 años del asesinato del jesuita Ellacuría en El Salvador, al que conocí, o sobre sucesos o guerras que cubrí, como la de Libia, pero me siento alejado de la profesión, aunque muchas de las mejores cosas de mi vida se las debo a ella. Ahora me siento más director de documentales y, sobre todo, escritor. Contador de historias. Historias que me mueven y me conmueven.

¿Qué le parece la situación del periodismo actual en España? La semana se ha publicado una información preocupante al respecto en el New York Times, pero parece que no solamente el Gobierno contamina, también los partidos.
Viví una época gloriosa del periodismo en este país, entre finales de los 70 y los 90 del siglo pasado. Teníamos bastante libertad, incluso frente al propio medio. Yo y mis compañeros de entonces escribíamos cosas en Diario 16 Andalucía que ahora serían difíciles de publicar. También en la revista Panorama y en TVE pude hacer cosas maravillosas, además de cubrir varias guerras.  El periodista se ha convertido en un agente de la empresa o de la cadena para la que trabaja, un agente político o comercial, qué más da. Hay honrosas excepciones y gente muy válida todavía, desde luego, o gente que ha ido saliendo en estos años, gente valiente y honesta que en muchos casos acaban despedidos de las empresas. El problema no solo son los medios, sino el propio país. La sociedad ha cambiado, la prosperidad trajo muchos males a este país desde el punto de vista ético. No creo que vaya a cambiar, de momento. Es muy difícil ser un buen periodista. No te dan medios o recursos si lo que investigas puede ir en contra de los “tuyos”. Y qué voy a decir del reporterismo de guerra. Realmente me admira que haya profesionales que aún vayan a los conflictos. Como decía un clásico, en una guerra, la primera víctima es la verdad.

Ahora que forma parte del mundo del cine y la cultura, ¿cómo se ve este mundo desde el punto de vista del que viene de fuera?
Creo que no vengo de muy fuera. Como recordaba hace poco mi gran amigo Juanjo Téllez, yo empecé haciendo poemas. Aún de vez en cuando escribo alguno. En el mundo del cine y la cultura, como en muchas esferas de la vida, funciona el dinero, pero sobre todo el ego. Algo de ego hay que tener para escribir, para hacer una película, música, teatro, artes plásticas. Y si se controla es positivo. Hay que ser humilde pero atrevido. Como decía antes, me considero un contador de historias. La condición humana se da también entre los que la manejan para hacer sus obras.

¿Sigue soñando con dirigir una ficción?
Es ahora mi objetivo principal, llevar a la pantalla la historia de Melchor en forma de película. Está escrito el guion, y ojalá pudiera tener la oportunidad de dirigirla. No quiero dirigir más, hay muy buenos directores en España, pero me gustaría hacer solo esa. He realizado cortos y he hecho cursos sobre dirección de actores con gente de primer nivel. Creo que estoy capacitado para ello, pero no me engaño, levantar una producción así es muy difícil.

¿Cuál es el recorrido que tendrá el documental tras su paso por el SEFF?
Espero que se pueda ver en salas y en alguna cadena de televisión. Y que gracias a eso, los ayuntamientos de Madrid y Sevilla homenajeen como se merece a esta gran persona que, en una guerra, donde se mata y se muere, se dedicara a salvar. Me gustaría decir que Melchor fue el más importante de los que salvó, pero no el único. Que en el lado republicano hubo muchos más. En el lado franquista hubo también, a título individual, pero no hubo un Melchor Rodríguez. Allí se mataba con orden gubernativa e impulsado desde la misma cúpula, Franco, Mola y Queipo fueron los que impulsaron las matanzas en la retaguardia. Es una notable diferencia.