Posted by Noticiario centro de Andalucia en 29/11/2015
El filósofo Manuel Reyes Mate, Premio Nacional de Literatura, es uno de los mayores expertos en memoria histórica de nuestro país.
ANDALUCIA/INTERNACIONAL
En su paso por las jornadas de Memoria y Comunicación de la Universidad Hispalense ha dejado clara la deuda que aún queda abierta con las víctimas de la dictadura 40 años después de su muerte.
Y ello sin dejar de hablar del olvido de Europa, que nunca recordó “que el pueblo español luchó y murió combatiendo al fascismo”.
¿Qué deudas nos quedan pendientes con las víctimas de nuestra dictadura después de 40 años de la muerte de Franco?
Casi todas porque la transición política se hizo bajo el signo del olvido, es decir, de no querer reconocerles su condición de víctimas. Les seguimos debiendo verdad porque sobre ese pasado hay mucha mentira y también desconocimiento; les debemos justicia porque las víctimas son inocentes y eso significa que debemos reparar el daño injusto que se les hizo; y les debemos memoria porque es lo que nos permite traer ese pasado al presente y reconocerle su vigencia.
Casi todas porque la transición política se hizo bajo el signo del olvido, es decir, de no querer reconocerles su condición de víctimas. Les seguimos debiendo verdad porque sobre ese pasado hay mucha mentira y también desconocimiento; les debemos justicia porque las víctimas son inocentes y eso significa que debemos reparar el daño injusto que se les hizo; y les debemos memoria porque es lo que nos permite traer ese pasado al presente y reconocerle su vigencia.
¿Cómo ha ayudado la reparación y la dignificación de las víctimas del régimen la ley de memoria del año 2007? ¿Se podía haber mucho más y y mucho antes?
Esa ley mal llamada de la memoria histórica fue un paso adelante. En el preámbulo se dice, por ejemplo, que la Segunda República “constituyó el antecedente más inmediato y la más importante experiencia democrática que podemos contemplar al mirar nuestro pasado”. También que “la violencia fue un elemento estructural del franquismo”. Pero se quedó a medio camino al no entrar en la revisión de aquellas farsas que fueron los juicios sumarísimos ni asumir el Estado la tarea de exhumar las fosas, identificar los cadáveres y darles el reconocimiento debido. Con el Gobierno del PP se consumó el atropello…
Esa ley mal llamada de la memoria histórica fue un paso adelante. En el preámbulo se dice, por ejemplo, que la Segunda República “constituyó el antecedente más inmediato y la más importante experiencia democrática que podemos contemplar al mirar nuestro pasado”. También que “la violencia fue un elemento estructural del franquismo”. Pero se quedó a medio camino al no entrar en la revisión de aquellas farsas que fueron los juicios sumarísimos ni asumir el Estado la tarea de exhumar las fosas, identificar los cadáveres y darles el reconocimiento debido. Con el Gobierno del PP se consumó el atropello…
¿Y Mariano Rajoy en particular?
Recientemente, el presidente Rajoy, preguntado que por qué no había abolido esta ley, tal y como había prometido, se jactaba de su maltrato al decirle al periodista: “Si usted mira los presupuestos del Estado en estos cuatro años verá que hemos dedicado a esta Ley cero euros”. ¡Y se jactaba con una risa bobalicona de no haber cumplido la ley¡
Recientemente, el presidente Rajoy, preguntado que por qué no había abolido esta ley, tal y como había prometido, se jactaba de su maltrato al decirle al periodista: “Si usted mira los presupuestos del Estado en estos cuatro años verá que hemos dedicado a esta Ley cero euros”. ¡Y se jactaba con una risa bobalicona de no haber cumplido la ley¡
Aunque no se puede comparar en número de cifras el Holocausto nazi con las cifras de asesinados que hubo aquí en la guerra civil española ¿Por qué cuesta tanto que el ciudadano medio sea consciente de todo lo que ocurrió?
Lo que más me llama la atención es que intelectuales muy conocidos, como Santos Juliá o Álvarez Junco, muestren gran sensibilidad por la memoria de las víctimas del holocausto judío y sean tan críticos con la memoria histórica en España. Se han inventado una explicación que no explica nada. Decir que la reconciliación (meta de toda memoria) tuvo lugar cuando en los años cincuenta se encontraron en la misma trinchera antifranquista hijos de los vencedores y vencidos, es no entender que nadie puede sustituir el derecho a la justicia de las víctimas. Está muy bien que se abracen Fraga y Carrillo, pero ni el abrazo de Fraga puede borrar las responsabilidades del franquismo ni el de Carrillo las del estalinismo. Por no hablar de la trampa que supuso plantear el futuro sin contar con el exilio. La ‘Carta desde el exilio’ de María Zambrano, en 1961, desmonta la frágil fundamentación de esa estrategia amnésica.
Lo que más me llama la atención es que intelectuales muy conocidos, como Santos Juliá o Álvarez Junco, muestren gran sensibilidad por la memoria de las víctimas del holocausto judío y sean tan críticos con la memoria histórica en España. Se han inventado una explicación que no explica nada. Decir que la reconciliación (meta de toda memoria) tuvo lugar cuando en los años cincuenta se encontraron en la misma trinchera antifranquista hijos de los vencedores y vencidos, es no entender que nadie puede sustituir el derecho a la justicia de las víctimas. Está muy bien que se abracen Fraga y Carrillo, pero ni el abrazo de Fraga puede borrar las responsabilidades del franquismo ni el de Carrillo las del estalinismo. Por no hablar de la trampa que supuso plantear el futuro sin contar con el exilio. La ‘Carta desde el exilio’ de María Zambrano, en 1961, desmonta la frágil fundamentación de esa estrategia amnésica.
¿Hay demasiada necesidad de olvido de esta parte de la historia?
Como diría Aristóteles o Heidegger, la historia tiene un punto de olvido, aunque parezca una paradoja, porque el historiador se atiene a los hechos. Lo que la filosofía de la memoria nos dice, sin embargo, es que la realidad es algo más que hechos. No hay que confundir realidad con facticidad porque de la realidad forman parte también los no-hechos, la parte frustrada o vencida de la realidad. De ese potencial se ocupa preferentemente la memoria.
Como diría Aristóteles o Heidegger, la historia tiene un punto de olvido, aunque parezca una paradoja, porque el historiador se atiene a los hechos. Lo que la filosofía de la memoria nos dice, sin embargo, es que la realidad es algo más que hechos. No hay que confundir realidad con facticidad porque de la realidad forman parte también los no-hechos, la parte frustrada o vencida de la realidad. De ese potencial se ocupa preferentemente la memoria.
¿Cree que la derecha ha ayudado a que se olvide gran parte de aquella memoria que por el paso de los años no se puede ya recuperar?
Es lógico que la derecha quiera olvidar. ¿Se imagina alguien que la Alemania nazi quisiera recordar al día siguiente de la derrota?. Les interesaba pasar por amnésicos. Lo preocupante en España es el olvido de los intelectuales dichos progresistas o de izquierdas. Eso uno no lo encuentra entre la intelectualidad alemana, francesa o italiana. En Alemania, por ejemplo, tuvo lugar en los ochenta el conocido “Debate de los historiadores” que puso en el epicentro de la historia y también de la política la memoria de Auschwitz. Aquí en su lugar, floreció la teoría del “echar al olvido”, que camina en dirección contraria. Hace un par de meses el diario El País organizó un encuentro con el presidente colombiano sobre las conversaciones de paz en La Habana. La intelectualidad allí congregada quería halagar los oídos del presidente Santos instándole a “paz por olvido”. Él les dio una lección al decir que los colombianos no podían obviar las exigencias de una justicia transicional.
Es lógico que la derecha quiera olvidar. ¿Se imagina alguien que la Alemania nazi quisiera recordar al día siguiente de la derrota?. Les interesaba pasar por amnésicos. Lo preocupante en España es el olvido de los intelectuales dichos progresistas o de izquierdas. Eso uno no lo encuentra entre la intelectualidad alemana, francesa o italiana. En Alemania, por ejemplo, tuvo lugar en los ochenta el conocido “Debate de los historiadores” que puso en el epicentro de la historia y también de la política la memoria de Auschwitz. Aquí en su lugar, floreció la teoría del “echar al olvido”, que camina en dirección contraria. Hace un par de meses el diario El País organizó un encuentro con el presidente colombiano sobre las conversaciones de paz en La Habana. La intelectualidad allí congregada quería halagar los oídos del presidente Santos instándole a “paz por olvido”. Él les dio una lección al decir que los colombianos no podían obviar las exigencias de una justicia transicional.
¿Cómo podríamos setenta años después reactivar entre la ciudadanía y los gobiernos la importante necesidad de cerrar este capítulo de la memoria?
Abriéndolo. Y para la memoria nunca es tarde porque las injusticias, mientras no sean reparadas, siguen vigentes, incluso en el caso de que hayan prescrito, según el derecho penal, o haya habido amnistía.
Abriéndolo. Y para la memoria nunca es tarde porque las injusticias, mientras no sean reparadas, siguen vigentes, incluso en el caso de que hayan prescrito, según el derecho penal, o haya habido amnistía.
Desde Europa ¿se ha tenido consideración por las víctimas de la guerra de España al igual que ha ocurrido con las del Holocausto nazi, que han percibido incluso ayudas económicas?
Ha habido dos varas de medir. A las víctimas francesas, alemanas o italianas de la barbarie nazi se les ha aplicado el noble concepto de “deber de memoria”, con todo lo que eso comporta. A las víctimas españolas de la barbarie fascista, no. Olvidamos que la Guerra Civil fue el primer momento de la II Guerra Mundial. Y olvidamos que el pueblo español luchó y murió combatiendo al fascismo, algo que no ocurrió en Alemania, donde Hitler ganó las elecciones, ni en Italia con un Musolini aclamado por las multitudes, ni en Francia con el gobierno de Vichy salido de las urnas. El mundo se olvidó de la Segunda República, que fue dos veces vencida: cuando la ganó el fascismo y cuando la abandonaron los aliados. Esas víctimas doblemente olvidadas -por los españoles y por los europeos- siguen ahí, pidiendo justicia.
Ha habido dos varas de medir. A las víctimas francesas, alemanas o italianas de la barbarie nazi se les ha aplicado el noble concepto de “deber de memoria”, con todo lo que eso comporta. A las víctimas españolas de la barbarie fascista, no. Olvidamos que la Guerra Civil fue el primer momento de la II Guerra Mundial. Y olvidamos que el pueblo español luchó y murió combatiendo al fascismo, algo que no ocurrió en Alemania, donde Hitler ganó las elecciones, ni en Italia con un Musolini aclamado por las multitudes, ni en Francia con el gobierno de Vichy salido de las urnas. El mundo se olvidó de la Segunda República, que fue dos veces vencida: cuando la ganó el fascismo y cuando la abandonaron los aliados. Esas víctimas doblemente olvidadas -por los españoles y por los europeos- siguen ahí, pidiendo justicia.
¿Ayuda algo la intervención de grupo de Naciones Unidas para que empiece a importar el tema de la reparación de las víctimas y la apertura de fosas por los gobiernos de nuestro país?
Las Naciones Unidas son una instancia moral y habrá que medir la catadura moral de quienes nos gobiernan por la respuesta que den a esa demanda.
Las Naciones Unidas son una instancia moral y habrá que medir la catadura moral de quienes nos gobiernan por la respuesta que den a esa demanda.
¿Es la memoria un tema que interesa a los jóvenes?
Se habla de la generación de los nietos como de la protagonista de la memoria. Los padres sufrieron la violencia, los hijos la callan para sobrevivir y son los nietos los que preguntan qué hicieron los abuelos o que les hicieron. Así debería ser, pero al ver a jóvenes como el político Albert Rivera mofándose de la memoria, uno se pregunta qué clase de (in)cultura política tienen, hasta dónde alcanza su lectura moral de la realidad. Formateados para conquistar el poder ¿cómo decirles lo que hay de vida y promesa en la suerte de los vencidos?
Se habla de la generación de los nietos como de la protagonista de la memoria. Los padres sufrieron la violencia, los hijos la callan para sobrevivir y son los nietos los que preguntan qué hicieron los abuelos o que les hicieron. Así debería ser, pero al ver a jóvenes como el político Albert Rivera mofándose de la memoria, uno se pregunta qué clase de (in)cultura política tienen, hasta dónde alcanza su lectura moral de la realidad. Formateados para conquistar el poder ¿cómo decirles lo que hay de vida y promesa en la suerte de los vencidos?
¿Cree que es posible resolver realmente el tema de la memoria sin contar con el consentimiento y la complicidad de la derecha?
La memoria tiene una dimensión legal y otra, moral. Respecto a la primera depende de los que manden. Se puede, por ejemplo, mejorar la Ley de la memoria histórica o abolirla o congelarla. A la derecha por razones obvias no le gusta que le recuerden responsabilidades pasadas. A lo más que llegan es a lo que decía Anatole France: “robar es un delito pero el resultado del robo es sagrado”. Pero lo importante es la dimensión moral de la memoria y esto es un asunto de cultura, de educación.
La memoria tiene una dimensión legal y otra, moral. Respecto a la primera depende de los que manden. Se puede, por ejemplo, mejorar la Ley de la memoria histórica o abolirla o congelarla. A la derecha por razones obvias no le gusta que le recuerden responsabilidades pasadas. A lo más que llegan es a lo que decía Anatole France: “robar es un delito pero el resultado del robo es sagrado”. Pero lo importante es la dimensión moral de la memoria y esto es un asunto de cultura, de educación.
Y por último, ¿qué les dirías a quienes, como Bertín Osborne, se indignan desde la derecha y reclaman que el tema se olvide de una vez?
Pues que es un inconsecuente. El dice que ya ha dejado de recordar, él, alguien que tiene varios parientes asesinados en Paracuellos. Pero vamos a ver: esas víctimas han tenido todo lo que se puede tener, a saber, reconocimiento, memoria y, en la medida de lo posible, justicia. Durante cuarenta años han sido objeto de una memoria generosa y única. Debería entonces entender que las 100.000 víctimas que yacen anónimamente en las cunetas de tantos caminos, tengan el mismo reconocimiento. Con un matiz: lo que se ha hecho en España durante cuarenta años no ha sido sólo honrar a las víctimas del bando golpista, sino humillar a las del legítimo gobierno republicano. Si no por sentido moral, al menos por vergüenza, deberían ser gente como él los más interesados en hablar de memoria.
Pues que es un inconsecuente. El dice que ya ha dejado de recordar, él, alguien que tiene varios parientes asesinados en Paracuellos. Pero vamos a ver: esas víctimas han tenido todo lo que se puede tener, a saber, reconocimiento, memoria y, en la medida de lo posible, justicia. Durante cuarenta años han sido objeto de una memoria generosa y única. Debería entonces entender que las 100.000 víctimas que yacen anónimamente en las cunetas de tantos caminos, tengan el mismo reconocimiento. Con un matiz: lo que se ha hecho en España durante cuarenta años no ha sido sólo honrar a las víctimas del bando golpista, sino humillar a las del legítimo gobierno republicano. Si no por sentido moral, al menos por vergüenza, deberían ser gente como él los más interesados en hablar de memoria.
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