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«Te han matado pero tú estás conmigo»
Esto escribió Milagros Camuñas en una de las cartas a su madre. La ARMH confirmó ayer la identidad de Vicenta López y su hijo.
MARÍA CARRO | PONFERRADA 29/11/2015
Lo que a última hora de la tarde del viernes era un descubrimiento, en la mañana de ayer se convirtió en certeza. Los miembros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) encargados de la exhumación de los restos de Vicenta López y Jesús Camuñas, asesinados el 28 de octubre de 1948, confirmaron la identidad de los dos cadáveres. Enterrados uno encima del otro, en una franja de tierra estrecha mediante entre dos panteones del cementerio de Villafranca del Bierzo. Así encontró Milagros Camuñas López a su madre y a su hermano 67 años y un mes después de su muerte.
Murieron por cobijar a un grupo de guerrilleros antifranquistas en su casa de Castañeiras (Balboa) y no llegaron a la cárcel, los mataron por el camino. La madre tenía 48 años y su hijo, 19. Milagros había perdido a su padre menos de un año antes, por lo que ella —con diez años— y sus hermanos —el más pequeño de seis— quedaron huérfanos. Tres años después del asesinato, Milagros se marchó a Barcelona y desde allí ha regresado para reencontrarse con aquellos que un día perdió «injustamente», no se cansa de decir.
Pese a todo es una mujer alegre, vital, una persona de fuertes valores y con una ideología marcada por la tragedia. Nunca quiso rendirse, siempre quiso buscar a su madre, pero la persistencia de uno de sus hermanos por evitarlo acabó convenciéndola de lo contrario. Fue cuando éste murió, cuando decidió empezar con todo. Un largo proceso de años en el que ha involucrado a toda la familia —su hija Pilar y su nieta Cristina la han acompañado en su viaje al Bierzo— y que ha terminado en final feliz. Todo lo feliz que puede ser un final de estas características.
Ahora sólo le queda un propósito: enterrar a su madre y a su hermano dignamente y poner sus nombres en la tumba. «Me gustaría poner también que no fallecieron, que los mataron injustamente», asegura, enfadándose al recordar que el parte de defunción de Vicenta López certificaba «muerte natural». Quiere dejar los restos en el mismo cementerio, aunque para ella sea «sentirla todavía lejos». Lejos pero localizada y reconocida. Lejos pero cerca, tan cerca y presente como siempre la ha tenido su hija. Y es que Milagros nunca dejó de escribirle cartas a su madre. A los 16 años escribió las primeras palabras y aún hoy las conserva todas. «Le explicaba mis tonterías», ironiza con una voz entrecortada por la lágrima que roza su mejilla izquierda. «En todos los momentos que me he visto apurada en mi vida, siempre he hablado con ella», añade.
Momentos tan importantes como el nacimiento de su hija Pilar, que nació ochomesina. Se adelantó un mes a la fecha prevista para nacer el mismo día del mismo mes y a la misma hora que asesinaron a su madre y a su hermano. Coincidencia o no, Milagros Camuñas asegura que es una señal del destino, como también lo es —dice— el hecho de que su hija haya tenido siempre importantes dolencias de garganta. Ahora sabe que el cadáver de Vicenta López presenta una herida de bala a esa altura.
Así, junto al 28 de octubre de 1948, Milagros Camuñas y las dos generaciones de mujeres que la prosiguen apuntarán otra fecha, el 28 de noviembre de 2015. Adiós y reencuentro que la nieta de la fusilada ha querido reflejar en un poema. «Unas entrañas rotas, unas almas perdidas tras vidas traumatizadas de muertes infundadas. Un dolor desgarrador de unos hijos sin amor. Un 28 de octubre murió y hoy 28 de noviembre se resolvió».
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