http://elpais.com/elpais/2017/06/22/opinion/1498141310_633341.html
Y salen a contar sus historias desgarradas gentes de bien, que fueron “investigadas” por este sádico en las dependencias de la antigua DGS
Confieso sin ningún rubor que formo parte convencida y entusiasta de lo que llamamos Transición. No creo que haya habido en la historia de España un periodo tan fructífero para un país postrado, miserable, que salía de enterrar a un dictador sin escrúpulos en un fastuoso sudario de piedra en la sierra de Madrid, y de hacer lo mismo, pero en sitios menos principales, con cinco tirados asesinos de otros no menos tirados policías.
La Transición fue un acuerdo de altos vuelos que avenía a las grandes formaciones políticas a perdonarse por las barbaridades ocurridas en el pasado. Para poder vivir el hoy, el de entonces, se cambiaron perdones. Un Paracuellos por un Badajoz… no se hacía así, por supuesto, pero todos los que se sentían cercanos a alguno de los bandos sabía que el “suyo” tenía mucho que hacerse perdonar.
En ese intercambio de perdones se destacó claramente el bando de los perdedores, que con buena lógica había sufrido más, aunque solo fuera por los ajustes de cuentas realizados durante la posguerra. Y hubo casos ejemplares, como el de Marcelino Camacho, que hizo una renuncia pública y explícita de él y su organización, las Comisiones Obreras, a participar de actitudes revanchistas.
Ese gran pacto entre las dos Españas, que los comunistas habían llamado ya en 1956 reconciliación nacional, permitió que el país pudiera abrir la etapa más larga de su historia de libertades y ausencia de guerracivilismo, con la notable excepción de los nacionalistas radicales vascos y sus admiradores catalanes, aunque estos sin ninguna relevancia práctica, por fortuna.
De vez en cuando, como hacen todas las heridas que no están del todo curadas, supura el caso del llamado Billy El Niño, un policía chulesco, matón y canalla de los que por suerte ahora hay pocos.
Y salen a contar sus historias desgarradas gentes de bien, que fueron “investigadas” por este sádico en las dependencias de la antigua DGS. Luis Suárez, Felisa Echegoyen, Willy Meyer, Horacio Sainz, Paco Lobatón… el maligno se hizo con una numerosa clientela. Toda la nutrida lista pide que José Antonio González Pacheco sea juzgado, entre otras cosas, por múltiples delitos de tortura.
Y entonces mis convicciones adelgazan. ¿Se irá este mal bicho de este mundo sin ningún castigo? ¿Se irá sin haber pedido perdón y sin arrepentirse?
Yo no fui torturado por Billy Pacheco. Pero me basta escuchar a sus honorables víctimas para desearle lo peor. Lo cierto es que me gustaría mucho saber que se siente muy odiado. Y con razón. Al menos, que sepa eso.
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