dissabte, 16 de març del 2024

JOAN PEIRÓ BELIS, MINISTRO DE TRABAJO DE LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA Y DESTACADO ANARCOSINDICALISTA, FUSILADO POR LA DICTADURA FRANQUISTA.

 


El 24 de julio de 1942 era fusilado en Paterna Joan Peiró i Belis, que fuera ministro de Industria de la República, y destacado anarcosindicalista.
Peiró nació en Sants en 1887. Era todavía un niño cuando comenzó a trabajar en el vidrio. No sabía leer ni escribir, un aprendizaje que tardaría muchos años en cumplir. En 1907 se casó con Mercedes Olives Bonastre.
Joan Peiró comenzó muy pronto a tener una clara conciencia social y a demostrar unas evidentes dotes organizativas. Su militancia sindical comenzaría en 1906. En 1916 fue elegido secretario general de la Federación Española de Vidrieros y Cristaleros, responsabilidad que mantuvo hasta 1920. También fue director de La Colmena Obrera, el órgano de la Federación Local de Sociedades Obreras de Badalona, que una fuente de primera magnitud para conocer el movimiento obrero de Badalona y catalán. Esta Federación se iría acercando a la CNT. En esta publicación comenzaría Peiró a escribir sus primeros artículos sindicalistas y anarquistas, bajo el pseudónimo de J. Fuentes. También participó en El Vidriero, portavoz de los vidrieros federados. Peiró siempre tuvo una evidente inclinación hacia la prensa obrera. Muy posteriormente, en 1930 sería director de Solidaridad Obrera y, en la guerra, del vespertino Revista de Cataluña.
Peiró recibió una clara influencia del sindicalismo revolucionario francés, la CGT y la Carta de Amiens. Esta declaración de 1906 de la Confederación General del Trabajo buscaba la autonomía de acción de los sindicatos frente a los partidos políticos, algo muy distinto a lo defendido por los socialistas. La Carta de Amiens es fundamental en la Historia del anarcosindicalismo.
El Congreso de Sants de 1918 fue determinante porque su vinculación a la CNT. Defendió la acción sindical directa referida a la resolución de los conflictos laborales entre el sindicato y la patronal sin intervenciones ajenas, y la formación de sindicatos únicos. En el Congreso de 1919 defendió a las federaciones de industria, pero fueron rechazadas.
El comienzo de los años veinte fue muy duro para Peiró. Sufrió dos atentados y estuvo en prisión. Pero también es cierto que fue el inicio de su protagonismo en la CNT. En 1922 fue elegido secretario general. En ese momento se celebró el Congreso de Zaragoza donde se tomó la decisión de que la CNT se saliese de la Internacional Sindical Roja y la afiliación a la Asociación Internacional de los Trabajadores. Debemos recordar que un año antes la CNT se había integrado en la ISR gracias a los delegados en Moscú: Nin y Maurín entre otros. En clave interna, Peiró apoyaría a Salvador Seguí y Ángel Pestaña, que defendían lo que se ha conocido como la “moción política”. El texto proclamaba la independencia de la CNT en relación con los partidos políticos, pero su plena implicación en todo lo que tenía que ver con los trabajadores. Se hacía una definición de la CNT como un organismo revolucionario, “a la vez integral y absolutamente político puesto que su misión es la de conquistar sus derechos de revisión y fiscalización de todos los valores evolutivos de la vida nacional y (…) ejercer la acción determinante por medio de la coacción derivada de los dispositivos y manifestaciones de fuerza de la CNT”. Los más ortodoxos criticaron la ponencia porque se hablaba de política, aunque se quiso dejar claro que no se refería a la forma de gobernar, sino a las actuaciones de los individuos y colectividades.
Peiró participó con evidente protagonismo en la conversión de las Cristalerías de Mataró en una Cooperativa. Se encargó de la redacción de sus estatutos en los años veinte. Debemos reseñar que esta Cooperativa fue la principal productora de bombillas de España, aunque la gama de productos que fabricaba era muy amplia.
La Dictadura de Primo de Rivera trajo una época muy difícil para la CNT y para el propio Peiró, dada la persecución constante que sufrió el anarcosindicalismo. Peiró sería encarcelado en numerosas ocasiones. En 1927 fue, de nuevo, elegido secretario general hasta 1929. Durante la Dictadura criticó con dureza a la UGT por su participación en la organización sindical que había establecido el nuevo régimen, un capítulo más de las complejas relaciones entre los dos sindicalismos. Por otro parte, Peiró, siempre fiel a su defensa del sindicalismo, no era proclive a la existencia de grupos de acción y minorías dirigentes. Aunque se inscribiría en la FAI nunca fue muy partidario de la misma. En la época de la Dictadura maduró mucho sus ideas en relación con los sindicatos como organismos de clase, por lo que el anarquismo no podía regular el funcionamiento de la CNT.
En el período previo a la llegada de la República se implicó en la llegada del nuevo régimen, al tener relación estrecha con la oposición republicana. Firmó el Manifiesto de Inteligencia Republicana, lo que le generó fuertes críticas en la CNT. Tuvo que retirar su firma. En el Congreso de 1931 defendió la ponencia sobre la posición de la CNT frente a las Cortes Constituyentes por la que se creía que la llegada de la República supondría un avance para los trabajadores. Aunque la ponencia sufrió algunos recortes sería aprobada frente a los faístas. Peiró y Pestaña mantenían un claro antiparlamentarismo, pero también pensaban que había que exigir al Gobierno soluciones a los problemas socioeconómicos. La República podría ser un momento importante en favor de los derechos sociales y sindicales. Pero para los defensores de la FAI eso era reconocer que los organismos políticos, aunque fueran republicanos, podían ser eficaces, algo imposible porque eran burgueses. En ese mismo Congreso consiguió el apoyo de las federaciones de industria frente a los que defendían las organizaciones territoriales.
Peiró fue uno de los firmantes con otros cenetistas, como Ángel Pestaña, del Manifiesto de los Treinta de agosto de 1931 donde, además de la crítica al Gobierno republicano, se hacía otra hacia los más radicales en la CNT, frente a la FAI, ya que la CNT debía ser una organización revolucionaria, pero no dedicada a la algarada y el motín, a cultivar la violencia, a la revolución por la revolución. Se pretendía, por lo tanto, una cierta desmitificación del mito revolucionario.
Todo esto provocó la escisión en 1932 en los dos sectores. Peiró estuvo en todo este proceso, pero siempre defendiendo posiciones de conciliación. Al final, se produciría la reunificación en 1936.
Al estallar la sublevación, Peiró se hizo cargo de la vicepresidencia del Comité Antifascista de Mataró. Dos de sus hijos fueron a la guerra. Peiró, fiel a sus ideas desde los tiempos del fin de la Dictadura de Primo, defendió la presencia de la CNT en la Generalitat y en el Gobierno de la República. Justificaba esta presencia porque parecía necesaria para evitar políticas contrarias a los obreros. Llegó a pensar en una especie de República Social Federal para cuando terminase la guerra. También fue muy crítico con los grupos descontrolados que proliferaron en el verano de 1936 en Cataluña.
Peiró sería, junto con Federica Montseny, Juan López Sánchez y Juan García Oliver, uno de los cuatro anarquistas que entrarían en el Gobierno, de la mano de Largo Caballero, un hecho inaudito en el mundo. Peiró se haría cargo de la cartera de Industria. Estando al frente de este Ministerio se elaboró el decreto de incautaciones y se proyectó la creación de un banco de crédito industrial. Negrín, como ministro de Hacienda, siempre se opuso a sus proyectos.
Cuando Largo Caballero dejó su responsabilidad de dirigir el Gobierno, Peiró regresó a Mataró y la Cooperativa. Pero, además, dictó conferencias y se dedicó a atacar a los comunistas en la prensa en relación con el asunto del POUM.
Posteriormente, sería nombrado comisario general de energía eléctrica. Peiró defendió con energía una postura antiderrotista y denunció el quintacolumnismo, además de la necesidad de que el anarcosindicalismo hiciera una reflexión sobre su papel en la guerra. En esa época estuvo preparando un libro sobre la gestión de recursos económicos españoles.
En febrero de 1939 pudo cruzar la frontera francesa. En Perpiñán sería detenido, y luego pudo marchar a Narbona donde se encontraba su familia. En París fue el representante de la CNT en la JARE, es decir, Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles. Peiró consiguió sacar a muchos anarcosindicalistas de los campos de concentración franceses y que pudieran marchar a México.
Fue detenido y las autoridades policiales francesas emitieron una orden de expulsión, por la que podría pasar a la Francia no ocupada, pero los nazis no estaban dispuestos a permitir que se escapara Peiró. Fue de nuevo detenido y enviado a Alemania. El Gobierno franquista, a través de Serrano Súñer, solicitó en 1941 su extradición. El 19 de febrero fue entregado en Irún. Fue conducido a Madrid para ser interrogado y torturado. En abril pasaría a Valencia.
En diciembre comenzaría a ser juzgado. Se da la circunstancia que destacados responsables de la administración franquista emitieron informes favorables, destacando el falangista Luys de Santa María. Al parecer, fue uno de los que le ofreció que colaborase en el nuevo sindicalismo, lo que explicaría la tardanza en comenzar a ser juzgado. En todo caso, Peiró se negó en redondo a colaborar para salvar la vida, y eso provocaría que después de esta tardanza, se acelerase el proceso en la primavera de 1942. También la policía de Barcelona confirmó que Peiró se había distinguido contra la represión indiscriminada en la guerra. En su contra se encontraba la Falange de Mataró. El fiscal llegó a acusar a Peiró de ser uno de los organizadores de la Semana Trágica del verano de 1909, pero su principal delito, en realidad, había sido ser ministro de la República.
El 21 de julio de 1942 fue declarado culpable. Junto con compañeros de la CNT sería fusilado en Paterna tres días después.