Julián Grimau en mi memoria
Recuerdo claramente aquellos días de Abril de 1963 en que las confusas noticias sobre la suerte de Julián Grimau me atormentaron. Su asesinato el día 20 influyó decisivamente en mi vida que desde entonces tuvo como prioridad y principal objetivo terminar con la dictadura de Franco.Por las agresiones que el fascismo había infligido a mi familia y mis vivencias desde pequeño ahora está claro que tenía que ser así, pero en aquel entonces cuando yo llegué a Madrid a finales de 1962 tenía 18 años y la ley del desprecio impuesta por la dictadura para anularnos, la ley del cristianismo de la iglesia católica para atontarnos y la ley del silencio impuesta por la familia para protegernos habían creado en nuestras jóvenes mentes confusiones de las que yo intentaba escapar. Empecé a encontrar respuestas en una sociedad como la madrileña mucho más abierta, teniendo al poco tiempo la lectura del periódico clandestino Mundo Obrero, unas hojillas que pasaban de mano en mano muy manoseadas pero que tenían respuestas a nuestras preguntas y por eso eran peligrosas.
La detención de Julián Grimau y las noticias en voz baja sobre las palizas y torturas que le estaban dando me hicieron recordar las palizas y torturas que mi abuelo había sufrido en 1937 y que yo había oído relatar a mi familia también en voz muy baja. Aquellos días fueron para mí de una gran amargura. Deseaba ardientemente que de alguna manera un comando fuera a liberarle. Que el partido comunista asaltara el lugar donde lo tenían y lo sacaran. Tenía sueños en los que yo participaba en la liberación sin importar el riesgo. Pero pasaron los días y no pasó nada. Solamente la impotencia de saber y confirmar que estábamos en manos del fascismo franquista, amparado por el imperialismo yanqui.
La noticia del fusilamiento de Julián Grimau el día 20 de Abril corrió como la pólvora por todo Madrid con comentarios de todo tipo pero principalmente denostadores de su historia y comportamiento. Fue en ese momento, cuando recibí la cruel noticia de su asesinato, que decidí unirme de lleno a la lucha contra la dictadura.
En 1977 Juan Cañas, hijo de un concejal del ayuntamiento de Málaga asesinado también por los franquistas en 1937, ayudante durante muchos años de Santiago Carrillo me facilitó un viaje a Rumanía para estar un tiempo en la clínica de la doctora Aslan. Esta médica y sabia investigadora había creado un medicamento, el gerovital, que me ayudó a recuperarme de unas dolencias cuyo origen estaría entre el enorme esfuerzo físico de la organización política clandestina, el trabajo, la familia y las contradicciones ideológicas de eurocomunistas, conservadores, iluminados y arribistas, aparte la infiltración de los servicios secretos.
Estando en la clínica de la doctora Asland en Bucarest vinieron a visitarme importantes dirigentes para saber de mi salud, pero la visita que más impacto me causó fué la de Ángela la viuda de Julián Grimau. Ella residía en la capital de Rumanía y por dos veces, dos tardes, hablamos mucho. Venía acompañada de otra señora también española y en la cara de ambas se reflejaba el sufrimiento de sus vidas, pero no hacían mención de ello, como mi abuela, como tantas y tantas mujeres de todas las edades vestidas de negro, cuya pena sin embargo se traducía en palabras que eran más bellas que cualquier evangelio: Nosotros no podemos hacer igual que ellos, porque si no, nos convertimos en ellos y nada habrá valido la pena.
Paco Pimentel
Asociacion Memoria Histórica de Ronda y Serranía
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