https://elpais.com/diario/2008/09/28/domingo/1222573955_850215.html
Pedro Urraca dirigió en Francia una red de agentes para perseguir a líderes republicanos huidos tras la Guerra Civil. Él fue quien detuvo y trasladó a Lluís Companys a España, donde fue fusilado. Su hoja de servicios será inaccesible para los historiadores hasta el año 2021
No fue un simple policía de la represión franquista. El agente Pedro Urraca Rendueles convirtió en una pesadilla el exilio de destacados dirigentes republicanos huidos a Francia después de la Guerra Civil. Con ayuda de la Gestapo, los hostigó, persiguió y terminó apresando. No se detuvo hasta detener al presidente de la Generalitat, Lluís Companys, y conducirlo a España para que fuera ejecutado tras un sumario consejo de guerra. La pista del agente Urraca se pierde a su regreso a España. Su historial posterior es un misterio que tardará al menos 13 años más en resolverse. Su hoja de servicios será inaccesible hasta el año 2021.
Su identidad tardó en ser conocida por aquellos historiadores que empezaron a investigar en las alcantarillas del franquismo. Nadie le molestó. Nadie llamó a su puerta. Nadie pudo interrogarle por su actuación en Francia tras la Guerra Civil. Un historiador llegó a localizar un teléfono a su nombre en una guía telefónica de Madrid en los años noventa, pero no llegó a marcar ese número. Ni siquiera en el archivo del Ministerio del Interior consta la fecha de su presunto fallecimiento (de seguir vivo tendría 104 años), un dato que no es anecdótico: la ley impide acceder a su historial hasta pasados 25 años de su muerte.
En París se apropió del piso de su vecina, una mujer de origen judío que había escapado de las garras de la Gestapo
El historial policial de Urraca es todavía secreto. ¿Tiene algún sentido que la actuación de este personaje y de los policías a los que dirigió esté vetada al escrutinio de los historiadores? Es un ejemplo más de la memoria imperfecta de España. Este periódico intentó el acceso a su ficha personal, pero en aplicación de la ley, su expediente no será accesible hasta octubre de 2021, dado que el último documento (un reconocimiento de trienios) data de 1971 y han de pasar 50 años o 25 desde su muerte. Se jubiló en 1969. No consta fecha de su fallecimiento. Los datos más elocuentes sobre sus actividades están en los archivos franceses, entre ellos su condena a muerte en 1948 por el Gobierno democrático acusado de colaboración con los nazis y persecución de exiliados españoles. Urraca pudo sortear esa condena. Desde los años cincuenta ha sido un funcionario especialmente escurridizo.
¿De qué fue responsable? Pedro Urraca fue el personaje central de una red de policías que el régimen de Franco distribuyó por Francia tras la guerra para perseguir, y en algunos casos detener, a las principales autoridades de la República Española en el exilio. No fue una actividad secreta, sino una operación de represión en territorio extranjero en colaboración con la Gestapo y el régimen de Vichy. Existe documentación sobre el envío de agentes policiales, en diciembre de 1941, con destino a Marsella, Perpiñán y Toulouse para investigar y perseguir a "los jefes rojos". Paralela a esta operación policial fue la actividad de la Comisión de Recuperación de Bienes Españoles en el Extranjero, dirigida por el coronel Barroso, agregado militar en París. Esta red no se limitó a vigilar y perseguir a republicanos: se incautó de dinero, joyas y documentos en los domicilios donde residían los exiliados.
No hace mucho tiempo que se pudo verificar que fue Pedro Urraca el autor, el 13 de agosto de 1940, de la detención de Lluís Companys, presidente de la Generalitat durante la guerra. Fue también quien primero le interrogó en París y quien finalmente ejecutó su entrega en Irún a las autoridades españolas, que lo fusilaron semanas después (15 de octubre). El caso de Companys fue similar al de Julián Zugazagoitia (ministro de la Gobernación con Negrín, detenido en París, entregado y fusilado en Madrid). Detuvo e interrogó a decenas de personalidades relevantes de la República, como Manuel Portela Valladares (ex presidente del Consejo de Ministros), Josep Tarradellas, Juan Morata (subsecretario de Gobernación) o Mariano Ansó (ministro de Justicia). La lista de perseguidos es muy extensa.
También vigiló de cerca las actividades del presidente Manuel Azaña, a quien no pudo detener por las presiones que ejerció en aquel momento el Gobierno mexicano. Pero Azaña estuvo entre sus objetivos: le vigiló hasta el mismo día de su muerte (de hecho, fue quien informó a Madrid de su fallecimiento y entierro en Montauban, en una nota que se guarda en el Ministerio de Asuntos Exteriores). La red que dirigió este policía despojó de sus bienes y de documentos a muchos refugiados y trató de impedir que algunos de ellos pudieran embarcar a México (entre ellos, la viuda de Azaña).
Su nombre comenzó a salir a la luz en algunas memorias de refugiados españoles en Francia. Se trataba de referencias aisladas, carentes de apoyo documental. Posteriores investigaciones (las más importantes arrancan del año 2000) fueron colocando en su lugar a este personaje y documentando su actividad. Pedro Urraca no ha dejado de ser, aún hoy, un personaje un tanto enigmático, insuficientemente estudiado porque sigue siendo difícil el acceso a ciertos archivos españoles. El historiador Josep Benet lo cita de una forma expresa en su investigación sobre Lluís Companys como el policía que interviene en su detención y su posterior traslado a España, pero es en 2006 cuando el círculo se cierra con la tesis doctoral de Jordi Guixé Corominas (Diplomacia y represión: la persecución hispano-francesa del exilio republicano), que aún no tiene editor. Jordi Guixé, formado en la Universidad de La Sorbona, tuvo la oportunidad de investigar durante varios años en los archivos franceses. Y allí encontró, entre numerosos documentos, el informe elaborado por Pedro Urraca sobre el primer interrogatorio de Lluís Companys en la prisión parisiense de La Santé, cuya dirección correspondía a la Gestapo. Urraca fue no sólo quien le detuvo, sino quien le interrogó en primera instancia, quien le comunicó el funesto destino que le esperaba y quien le acompañó, junto con un oficial alemán, a la frontera con Irún.
¿Cómo era Pedro Urraca? ¿Cuál es el origen de este personaje? ¿Qué otras actividades realizó en Francia durante la guerra y con posterioridad? A falta de la documentación protegida, de Pedro Urraca Rendueles existe al menos una imagen fotográfica. La foto pertenece a una ficha del Ministerio de Exteriores. Es una pose de perfil; el rostro de un hombre de frente ancha, pelo corto cepillado hacia la nuca, mirada al frente y gesto relajado, seguro de sí mismo. En otros documentos consta su fecha de nacimiento (22 de febrero de 1904, en Valladolid). Están sin verificar datos anexos, como su trabajo en un banco antes de formar parte de la policía de la República, función que abandonó en fecha indeterminada para incorporarse al bando de Franco y trasladarse a Francia antes de acabar la guerra.
De sus funciones en Francia consta su cargo como "agregado policial" en la Embajada de España en París. Buena parte de sus actividades están documentadas; pero la pista se pierde, casi irremediablemente, meses antes de que Francia comience a ser liberada por los aliados. Es evidente que regresó a España (entre otras cuestiones, para evitar que se ejecutara su condena a muerte), pero se desconoce en qué otras actividades estuvo involucrado desde entonces. El historiador Jordi Guixé sospecha que trabajó en Bruselas para la Embajada española durante los años sesenta; también pudo documentar las gestiones realizadas, ya en 1974, para que el expediente de Urraca fuera incorporado a los beneficiarios de la ley de amnistía promulgada por el Gobierno francés el 6 de agosto de 1953. Un último documento aparece en los archivos franceses el 5 de noviembre de 1982 referente a la concesión de un permiso para entrar en Francia que no podía exceder de los tres meses de estancia.
"Las actuaciones de Urraca y otros agentes franquistas destinados a Francia han supuesto un escollo difícil de investigar", escribe Jordi Guixé en su tesis doctoral. "La documentación policial y secreta todavía está mal localizada (voluntaria o involuntariamente, dependiendo de los casos) en los archivos españoles. La identidad de represores y torturadores todavía nos es camuflada bajo leyes de protección, a falta de una regulación legal de los archivos españoles y una necesidad de democratizar los archivos de ministerios como Interior y Exteriores".
Un policía francés del régimen de Vichy describió a Pedro Urraca en un informe como "un policía de gran clase, lleno de habilidades e incisivo, que nos ha sido de gran utilidad". Alguna otra referencia personal sobre Urraca (ésta procedente de un exiliado español) le describe como una persona que "maltrataba" el francés. Sea como fuere, el policía en cuestión tampoco desaprovechó el tiempo para enriquecerse. Residía en París y se apropió del piso de su vecina, una mujer de origen judío que había escapado de las garras de la Gestapo. Urraca actuaba para la Gestapo con el alias de Unamuno. También actuó para el régimen de Vichy.
Este episodio consta en el expediente que determinó su condena a muerte en 1948. Otros españoles fueron igualmente condenados. ¿Quiénes? Quizá algunos colaboradores de Urraca: sus nombres están en los archivos policiales franceses.
El personaje ha salido a la luz. Fue un funcionario protegido durante décadas por el Estado español. Es posible que disfrutara de una cómoda jubilación. Nadie le molestó en su vejez. No ha estado obligado a escuchar preguntas incómodas. No parece justo que la España democrática deba esperar hasta 2021 para conocer respuestas sobre hechos sucedidos 80 años antes.
https://elpais.com/cultura/2018/03/21/actualidad/1521635467_154021.html
La verdadera historia del policía Pedro Urraca, cazador de rojos
Loreto Urraca publica la novela biográfica de su abuelo, agente franquista clave en la persecución de los republicanos exiliados y colaborador de la Gestapo
Hasta hace diez años, su abuelo paterno no era más que un familiar al que apenas había conocido y del que había heredado un apellido tan infrecuente como sonoro. Pero un domingo, al hojear las páginas de este diario, leyó el nombre de Pedro Urraca en un reportaje que desempolvaba del olvido a un personaje siniestro de la historia reciente de España. El abuelo de Loreto Urraca había sido cazador de rojos en la Francia ocupada, un policía franquista destinado al territorio galo con la misión de perseguir y detener a republicanos españoles exiliados, entre quienes figuró Lluís Companys, presidente de la Generalitat de Catalunya durante la guerra.
Descubrir que un pariente cercano perteneció a las alcantarillas de un régimen dictatorial no es un trago fácil de digerir. En una situación similar, hay dos opciones: guardar silencio y pasar página o asumirlo y compartirlo en público. “Si me hubiera llamado López o Martínez, a lo mejor me hubiera sido más fácil pasar inadvertida, incluso no hubiera hecho nada, pero me di cuenta de que sería imposible negar mi vínculo. Decidí afrontarlo, pero a la vez necesitaba desafiliarme de él públicamente”, reconoce a este diario la nieta de Urraca, que acaba de publicar Entre hienas (Editorial Funamubilista), una novela biográfica fruto de casi una década de investigación entre archivos, cartas y diarios.
En lugar de ocultar el pasado en un archivo personal, a Loreto, de 53 años, la movió la necesidad de contar una versión de nuestra historia muy diferente a la que la había escuchado en el aula. “De lo poco que se contaba, se venía a decir que lo poco bueno que había hecho Franco fue haber evitado que España entrara en la Segunda Guerra Mundial. Con la historia de Urraca, empecé a comprender que nuestra implicación había sido más importante de lo que se nos hizo ver”, explica Loreto.
Si me hubiera llamado López o Martínez, a lo mejor me hubiera sido más fácil pasar inadvertida. pero me di cuenta de que sería imposible negar mi vínculo
Basado en documentación inédita, el relato se centra en la época en la que Urraca, casado con una francesa que había sido compañera de escuela de Simone de Beauvoir, trabajó como agregado policial en la Embajada de España en Francia y para la Gestapo bajo el alias Unamuno.
La pintora y resistente de origen judío Antoinette Sachs, a la que se relacionó sentimentalmente con Jean Moulin, promotor del Consejo Nacional de la Resistencia, que había tenido un litigio a cuenta de un piso alquilado a la familia política de Urraca, denunció al policía franquista por colaboracionista pasada la guerra, por lo que fue condenado en rebeldía a la pena de muerte en 1948. “Por la condena, llegué a los diarios de Sachs, donde se muestra convencida de una cierta implicación de Urraca en la captura de Moulin. En Francia abre una nueva vía sobre la captura de varios resistentes, y en España se incita a que se siga investigando la trayectoria de Urraca tras la guerra”.
Urraca huyó de Francia y se refugió en Bélgica con una carrera de diplomático en la oscuridad. “Era un vividor. Se movía por su propio interés, por conseguir comer tres veces al día mientras había gente que moría de hambre en la España de posguerra y en la Francia ocupada. El bando de Pedro Urraca era tener la panza llena y dormir caliente”, describe su nieta.
Loreto sigue la estela de los descendientes del núcleo duro del Tercer Reich o de los colaboracionistas en Francia que han prestado su testimonio en documentales y libros. “Fuera existe una especie de movimiento de los nietos de los vencedores y de los vencidos como una necesidad vital y espontánea de saber de dónde venimos para construir mejor nuestro futuro, antes de que desaparezcan los últimos vestigios. Cuanto más conozcamos nuestro pasado, más capacitados estaremos para no revivir lo que sufrieron nuestros antepasados”, anhela la nieta de Urraca, que hoy trabaja en la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea en Alicante para una Europa muy diferente, la de la construcción democrática.
https://elpais.com/espana/2023-01-08/mi-abuelo-fue-un-criminal-mi-padre-un-genocida.html
Mi abuelo fue un criminal; mi padre, un genocida
Unidos por la rabia, la vergüenza y el ánimo de reparar a las víctimas, descendientes de represores de distintos países repudian sus crímenes y comparten sus archivos
Con 18 años recién cumplidos, Loreto Urraca conoció el mismo día de 1982 a su padre, Jean Louis Urraca, y a su abuelo, Pedro Urraca. El primero, quien propuso el encuentro, la había abandonado de pequeña. El segundo, policía franquista y agente de la Gestapo en Francia, interrogó y trasladó a España al expresidente de la Generalitat Lluís Companys tras ser detenido en agosto de 1940, dos meses antes de ser ejecutado en el Castillo de Montjuic. Pero Loreto no lo averiguaría hasta mucho después de la muerte de su abuelo. “Entonces yo sabía que era franquista, pero no imaginaba que se había dedicado a perseguir a republicanos por el exilio. El encuentro fue desagradable y a mí, en aquel momento, no me interesaba escucharle”. Hasta que en 2008 vio su apellido, Urraca, en el titular de un reportaje de EL PAÍS junto a las palabras “cazador de rojos”. “Sentí mucha rabia y mucha vergüenza”, explica.
Un día, decidió investigar más sobre él y, durante todas sus vacaciones a lo largo de seis años, recopiló documentos en archivos de Alcalá de Henares, Bilbao, Madrid y París. Con la información recabada abrió una página web, escribió una novela, Entre hienas, y participó en el documental Urraca, cazador de rojos, recientemente estrenado. El proceso que empezó con una sorpresa desagradable al leer su apellido en este diario aún no ha terminado.
Ahora, Loreto Urraca es la representante en España del colectivo Historias Desobedientes, que agrupa a más de un centenar de descendientes de represores de países como Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay que han rechazado públicamente esa herencia, y anima a otros hijos y nietos de franquistas a compartir la información de que dispongan para tratar de reparar a las víctimas. “No podemos pedir perdón por algo que no hemos hecho”, explica Loreto, “pero sí posicionarnos con las víctimas de nuestros antecesores, difundiendo toda la información que tengamos y para concienciar también a la sociedad. Eso es lo que nos une: la rabia, la vergüenza y la voluntad de que se repare a las víctimas”.
“Cuando me puse a investigar”, recuerda, “me di cuenta de que no sabía nada del exilio, de la persecución franquista... porque me había criado en la ignorancia, en España no se estudiaban estas cosas”. El primer paso fue leer la tesis doctoral de Jordi Guixé sobre la persecución hispano-francesa del exilio republicano, encerrándose durante una semana en una biblioteca, y el más reciente ha sido descubrir fotografías de su abuelo, al que se refiere en todo momento como “Pedro Urraca”, junto a dirigentes nazis en una visita a España en 1942. “Les hizo de cicerone por Madrid y Toledo, lo que muestra su estrecha relación con la Gestapo”, explica Loreto. Urraca tenía ficha y mote en la policía nazi: “Unamuno”.
A finales de 2021, Loreto recibió un mensaje sobrecogedor: “Me llamo Analía Kalinec y soy hija de un genocida que cumple cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad”. Analía, cofundadora de Historias Desobedientes, de 43 años, tenía 24 cuando apresaron a su padre, Eduardo Kalinec, policía de la dictadura argentina. “En mi casa, mi madre y mis hermanas le protegían y mi relación con él había sido buena, por eso se hizo muy difícil al principio comprender, cuestionarlo”, relata al teléfono desde Argentina. En 2008 leyó los testimonios de las víctimas en la causa contra su padre. “Él intentó justificar sus crímenes, nunca mostró arrepentimiento”, explica. Y ya no hubo marcha atrás. “Lo rechacé públicamente y mi madre y mis hermanas me repudiaron por ello”.
Preguntada por si alguna vez ha tenido dudas, si el precio que había pagado por ese rechazo había sido demasiado alto, Analía responde: “He elegido conservar algunos recuerdos, pero el vínculo afectivo con mi padre se rompió definitivamente cuando, tras conocer directamente a algunas de sus víctimas, le pedí que compartiera información sobre los bebés y las madres desaparecidas y él se negó, con toda crueldad. El coste emocional es altísimo, pero no quiero ni pensar lo que sería tener a un familiar desaparecido. También he hecho esto por mis hijos. No quiero enseñarles a mirar hacia otro lado”.
Loreto afirma que ella tuvo “suerte” porque en su caso no había ese vínculo afectivo previo, pero tanto ella como Analía explican que su proceso tiene una vertiente individual, íntima, y otra colectiva, social. Ambas necesitaban “desafiliarse” de la ideología y los crímenes de sus ascendientes. Y ambas quisieron hacerlo públicamente para favorecer el derecho a la verdad y la reparación de los represaliados.
“Me reuní con víctimas directas de mi padre, algunas de ellas de mi edad y que buscaban a sus madres desaparecidas y me contaron que para ellos era reparador que la hija de un represor repudiara sus crímenes”, explica Analía. Algo similar ocurrió cuando Loreto conoció a los sobrinos nietos de Companys. “Fue muy emocionante”, recuerda la nieta del hombre que, tras trasladarlo a España después de su detención, escribió en su dietario: “Al recorrer el camino largo que separa París de Madrid acompañando al hoy vencido y que lo fue todo en Cataluña Luis Companys pienso en el porvenir que ante mí se abre y en el horizonte que el mundo actual nos depara. Todas las ilusiones, toda la fe en los ideales de este hombre han caído por tierra. Ya no es sino un pingajo de la vida”. El documental muestra la fotografía que Urraca hizo de Companys antes de entregarlo a las autoridades franquistas. El expresidente de la Generalitat le mira de frente, resignado, fumando un cigarrillo. La imagen, guardada como un trofeo, fue recuperada en la casa de Urraca.
Pedro de Echave, director del documental, conoció a Loreto en la presentación, en la Universidad de Alicante, de otro largometraje, El hombre más peligroso de Europa. Otto Skorzeny en España, sobre “el hombre de acción favorito de Hitler”. “Al terminar el coloquio, una mujer se presentó diciéndome que Skorzeny le había regalado un avión en miniatura a su padre. Era Loreto Urraca, que me contó su caso. Me pareció una historia apasionante y muy necesaria, no solo por la parte histórica de Pedro Urraca, sino por el proceso personal de Loreto”, explica.
De Echave es miembro fundador de Memòria de Mallorca, asociación que ha promovido exhumaciones de fosas del franquismo en Baleares, comunidad que cuenta, desde 2016, con su propia ley de memoria (apoyada por todos los partidos, incluido el PP). “Loreto es, sin duda, una pionera, y estoy convencido de que su valentía provocará que aparezcan más casos”, añade. “Su confluencia con el grupo de Historias Desobedientes es algo natural porque el nuestro y el de las dictaduras latinoamericanas son procesos similares, aunque estos países nos llevan bastante ventaja”.
Analía anima desde Argentina a otros descendientes de represores franquistas a dar el paso: “Preguntarnos por nuestra propia historia nos hace tomar conciencia de quiénes queremos ser, indivualmente y como país. Hablar de las consecuencias de los crímenes favorece las garantías de no repetición. En España hay fosas comunes bajo los caminos que unen ciudades y pueblos. Pueden querer ocultarlo, pero el silencio siempre deja secuelas”.
A Loreto le encantaría extender el movimiento en España. “Creo que haría mucho bien. Favorecería que poco a poco fuéramos tomando conciencia de todo eso que nunca nos enseñaron”.
https://www.rtve.es/play/videos/somos-documentales/urraca-cazador-rojos/6988014/
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