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Sin papeles en el exilio
Manuel Vilariño, de Moaña, tras la Guerra Civil, llevó en un barco de vela a 61 inmigrantes irregulares a Venezuela, donde fueron retenidos en un campo de concentración - Un libro recoge la historia de los gallegos "ilegales" en este país
Alexandra Moledo 19.05.2013 | 00:00
La historia de exiliados gallegos que abandonaron su tierra ante la llegada del régimen de Franco nutre el libro 'Ilegales' de Xurxo Martiz. Algunos escogieron como destino Venezuela, gobernada entonces por Rómulos Gallegos y en muchos casos entraron en el país latinoamericano de forma ilegal. Tres gallegos lucharon por defender a los inmigrantes sin documentación que llegaban a Caracas: el anarquista de Moaña Manuel Vilariño, el cura ourensano Basilio María Barral y el cónsul del Gobierno español, el lucense Jesús Vázquez Gayoso.
Galicia es sinónimo de emigración y Venezuela, uno de los países donde es más común encontrarse con descendientes de gallegos al igual que otros países de América Latina como Argentina, Uruguay o Chile, que desde finales del siglo XIX acogieron a miles de emigrantes en busca de fortuna. En el caso de Venezuela, el país se convirtió en uno de los principales receptores de gallegos desde 1939 hasta mediados de la década de los ochenta. No solo de emigrantes que huían de la hambruna, sino también de la dictadura de Franco. No todos se embarcaron de forma legal rumbo a un país que requería mano de obra para la industria y el campo. El experto en el exilio económico y político gallego, Xurxo Martiz, recoge en su libro Ilegais algunos de los casos más representativos de aquella etapa.
Los tres protagonistas del volumen que representan la inmigración ilegal de España a Venezuela son tres gallegos: el anarquista Manuel Vilariño y capitán de la fragata Express que hizo la travesía con 60 emigrantes irregulares -la mayoría de Galicia- desde Canarias al estado venezolano; el padre y misionero Basilio Barral que apoyó a los ilegales en el campo de concentración de Guasina; y el cónsul de la República española entre 1945y 1949, Jesús Vázquez Gayoso.
La historia de los hermanos Vilariño, de Moaña (Pontevedra), estuvo marcada por la cárcel, el exilio y el olvido. A Manuel Vilariño sus ideas anarquistas que compartía con su familia le llevaron a ingresar en la prisión de Vigo y de ahí fue enviado a las islas Canarias con otros "perdedores" de la Guerra Civil sin documentación y sin posibilidad de volver a su tierra.
Tener poco que perder y mucho que ganar le hizo aceptar la propuesta de ponerse al mando del Express, un barco de vela con el que tenía la misión de llevar 61 personas -entre ellas una embarazada- a Venezuela. Hasta llegar a Dakar no consiguieron víveres pero cuando ya los tenían poco les duraron porque una tormenta les hizo perder gran parte de las provisiones. "Venía a mi mente la imagen de Colón cuando también cruzó este océano. Nuestra tripulación también decía que veía tierra. Eran espejismos hasta que apareció ante nosotros la isla de Barbados", recordaba Vilariño. Pero la aventura no acabó después de tantos días en alta mar y ya en tierra fueron tratados como piratas y recluidos en el campo de concentración de la zona de la Guasina donde trabajaron durante cinco meses en condiciones infrahumanas. La cornada de una vaca provocó el ingreso de Vilariño en un hospital venezolano en el que fue atendido por el padre Basilio Barral.
El sacerdote ourensano regentó varias parroquias en el estado bolivariano y dedicó cuatro décadas a la vida misionera viviendo en las selvas del litoral de Orinoco. Después de 20 años entre los indígenas, el padre Barral tomó partido por los presos inmigrantes irregulares en el campo de concentración de Guasina, y su denuncia llegó hasta la Asamblea de las Naciones Unidas.
En la mejora de las condiciones de los gallegos ilegales también tuvo mucho que ver el lucense Jesús Vázquez Gayoso, cónsul y representante del Gobierno español en el exilio. Su labor diplomática entre 1945 y 1949 coincide con el momento en el que el Ejecutivo venezolano rompía relaciones con la dictadura franquista hasta que las retomó casi cuatro años después tras el golpe de Estado al presidente Rómulo Gallegos. El cónsul fue la salvación para muchos de los gallegos en situación de ilegalidad a los que consiguió visados y permiso de residencia para que no tuvieran que ser repatriados.
Muchos de los gallegos que tomaron Venezuela como destino se fueron a los pocos días del golpe militar de 1936 en Galicia. Es el caso del pintor coruñés Mario Granell que intentó escaparse al bando republicano por O Portiño en A Coruña. Otro de los exiliados coruñeses que recoge Martiz en otro de sus libros es el comunista Alberto Puente que llegó al país latinoamericano en 1968 después de dos décadas en prisión por su lucha clandestina y su afiliación al Partido Comunista.
En la formación también estuvo involucrado años antes José Fernández Vázquez conocido como el comandante Soutomaior, quien combatió en el lado republicano en la contienda y asumió el cargo de delegado del PCE en la sede republicana en París donde permaneció hasta que decidió coger las maletas hacia Caracas en 1948. También al otro del charco y hasta su último aliento participó en todas las luchas que consideraba necesarias para "dignificar al ser humano".
El mundo del fútbol también es protagonista de la emigración coruñesa como el caso del futbolista Cheché Martín, hijo del secretario del Concello de A Coruña en 1936, Joaquín Martín. Tras el asesinato de su progenitor en Punta Herminia cuando solo tenía 12 años se exilió con su madre a Argentina y en 1945 entró con ese pasaporte en Venezuela contratado por el equipo de fútbol O Deportivo Vasco, animado por exiliados. En este club también jugó Chao antes de su retirada del fútbol. Hijo del dirigente nacionalista Antón Vilar Ponte decidió emigrar al país venezolano al no poder entrar en el Deportivo.
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