CeAQUA
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Posted: 26 Dec 2013 12:41 PM
PST
J. Arretxe, Deia, 24.12.2013
Donostia. “Con mucha energía
para trabajar y con mucha emoción, pero sin rencor. Todo ha girado en torno
al dolor y a la esperanza, porque veíamos cauces y apoyos. Queremos justicia,
verdad y memoria”. El exsacerdote franciscano Felipe Izagirre repasa el viaje
a Buenos Aires junto a miembros de la Coordinadora estatal de apoyo a la
Querella Argentina contra crímenes del franquismo (www.ceaqua.org). Allá denunciaron ante la
jueza María Servini desde torturas hasta casos de bebés robados, pasando por
ejecuciones sumarias y desapariciones.
¿Qué balance hace del viaje?
La experiencia ha sido mejor de
la esperada. La experiencia como tal fue dura, porque era un grupo que tenía
su dolor, su sufrimiento de la Guerra Civil y de la última etapa del
franquismo, pero hemos vuelto con una esperanza, una sensación de haber
cerrado bien todo. Hemos estado con la jueza, en las comisiones de Derechos
Humanos del Congreso y el Senado, con un equipo de abogados que trabaja allí
directamente la querella… La Coordinadora ha conseguido crear allí una
plataforma por la querella, donde hay abogados, políticos, teólogos de la
liberación… Ha sido muy positivo y esperanzador, esperando que continúe a
pesar de las dificultades que nos explicó la jueza.
¿Cuáles?
Por lo visto, intentaron crear
en la embajada de Madrid unas videoconferencias que no consiguieron. Parece
que hubo interferencias del Gobierno español. Entonces, Servini nos recibió
en grupo. Al grupo le dio peso la representación de la comisión de Derechos
Humanos del Parlamento Vasco, con su presidenta (Maribel Vaquero, PNV), Julen
Arzuaga de EH Bildu y otro del PSE. Del Congreso fue Sabino Cuadra y un
catalán de Izquierda Plural. La jueza nos recibió a todos. Fue una recepción
muy solemne.
¿Cómo se encuentra la querella?
El capitán Muñecas y Billy
El Niño, con un historial de torturas impresionante, ya han sido citados.
Teníamos dos objetivos: por una parte, insistir en las videoconferencias,
porque puede haber gente que quiere declarar, pero no puede ir a Argentina. Y
en segundo lugar, que haya más imputados. Los del grupo memorialista de
Gasteiz llevaron el nombre de Martín Villa con los sucesos del 76. La hermana
de Puig Antich llevó el nombre de Utrera Molina, que es el que firmó el
garrote vil para Puig Antich y que es suegro de Ruiz-Gallardón. Otro que
también estuvo era de los del FRAP, tres de cuyos miembros fueron asesinados
junto a Txiki y Otaegi.
¿Qué le llevó a usted a Buenos
Aires?
He ido en nombre de 16
sacerdotes que estuvimos en la cárcel de Zamora y mi caso, como exponente de
la complicidad de la Iglesia y las torturas que sufrimos, de cómo crearon la
cárcel de Zamora. He ido por un compromiso más social, aceptando mi pasado.
Yo ya di el nombre del comisario que me torturó en el Gobierno Civil de San
Sebastián.
¿Qué es lo más importante?
Que en la querella haya mucha
gente, que se vean los malos tratos y las torturas, la complicidad de la
Iglesia por nuestra parte… Por ejemplo, había una mujer de 88 años cuyo padre
fue asesinado en la Guerra Civil. De ocho hermanos, quedan ella y un hermano,
y estaban detrás de los rastros de su padre. Creen que está por Guadalajara.
Éramos un grupo de veintitantos y había todo tipo de casos. Había una mujer
de niños robados, había otro chico que su padre había estado en trabajos
forzosos que los trataban como esclavos… Lo más importante es que ya hay
nombres. Aunque no los extraditen, que sea público: Martín Villa, Utrera
Molina…
El exministro Martín Villa ya
dijo que no le quitaba el sueño.
Nos pareció una actitud
chulesca. El compañero de Gasteiz, Andoni Txasko, hizo una declaración muy
detallada. La hermana de Puig Antich también. Todos teníamos un abogado del
grupo de Argentina y sobre todo, Ana
Messuti, que es la que ha preparado las querellas. Cuando
estuvimos declarando ante la secretaria comprobamos que es una abogada muy
prestigiosa allá.
Usted fue sacerdote
franciscano, y en aquella época fue encarcelado y torturado.
Éramos dos, Juan Mari Zulaika y
yo. Empezamos en el 67. Fuimos a Eibar de sacerdotes obreros. Tuvimos
conflicto cuando las misas de Txabi Etxebarrieta, nos torturaron en el
cuartel de Eibar, nos llevaron a Martutene y nos dejaron en libertad
condicional, a la espera de un juicio sumario. A partir de ahí empieza un
poco la lucha. Nos negamos a ir a un monasterio y es entonces cuando, según
el Concordato con la Santa Sede, adecuan el provincial de la cárcel de
Zamora.
¿Cómo la recuerda?
Era una prisión grande que
tenía un penal, pero la parte del provincial estaba libre. Era mucho más
pequeña y oscura. Por allí habrían pasado 50-60 sacerdotes.
Poco después, lo vuelven a
detener.
En el 67 me mandaron de
capellán castrense y a los cuatro meses me expulsaron. En una misa oficial,
con el capitán, el obispo, el arzobispo y todo, en el sermón hablé de las
bases de la paz, que son la justicia, la igualdad, etc. Dos años después, me
cogieron con propaganda y me detuvieron. En el Gobierno Civil había un
comisario que era un hombretón enorme, Sanz. Me esposaron de tal forma que a
los tres días, cuando fui a la cárcel de Martutene, tenía las muñecas en
sangre viva. En el despacho aprovechaban para darme golpes. El abogado
Bandrés y mi hermana presentaron una denuncia por torturas.
Su periplo penitenciario
concluye en Segovia.
Pasé por Jaén y Soria. No sé si
el primer director tenía alguna paranoia o qué, pero me regresó de segundo a
primer grado porque pensaba que podía revolucionar aquello. De Jaén me
mandaron a Soria, donde estaban los presos políticos, y la última etapa la
pasamos en Segovia.
¿Cuánto tiempo?
Salí una semana antes de la
muerte de Franco. En la cárcel ya se respiraba la libertad. Cuando salí, la
gente esperaba que declararan la muerte de Franco, todos los días veíamos la
televisión a ver si… En septiembre fue lo de Txiki y Otaegi. Luego
hubo un intento de fuga que no funcionó. Yo la conocía, pero no iba a
participar. Yo ya tenía la libertad, aunque me solidaricé con ellos.
Décadas después, ¿qué queda de
relatos como este?
En el 77 hubo un punto final y
después no se ha trabajado. En la época de Zapatero se intentó, pero no se ha
levantado la impunidad ni se ha intentado investigar los crímenes. Es normal.
Dentro del PP, en Alianza Popular, había muchos ministros y gente… El propio
Utrera Molina es suegro de Gallardón. Hay unas relaciones de la época
franquista con el Gobierno actual. En Argentina se está presionando para que
su Gobierno se persone a través del cónsul, pero las relaciones diplomáticas
ya se sabe…
Al menos, ustedes han declarado
en Buenos Aires.
Ha sido positivo. Nos cambió el
estado de ánimo. La mujer de 88 años me decía: “Ya he dicho todo. Tengo 88
años y estoy en paz”. Eran ocho cuando le mataron a su padre y vive un
hermano. Les gustaría enterrar a su padre. No nos damos cuenta muchas veces
de que ese sufrimiento tiene raíces afectivas grandes.
¿Todos lo han abordado igual?
No. Es una experiencia muy
personal. Podemos empatizar y estar, pero el sufrimiento es muy doloroso.
Miembros del Parlamento Vasco sí que nos acompañaron, pero por eso sería
importante que la querella de Argentina, apoyada en el Parlamento, abra el
camino para una ley como la de Nafarroa, y desde el Gobierno vasco se puede
dar un impulso.
¿Han encontrado más
sensibilidad en Argentina que en España?
La memoria la han trabajado las
universidades, cosa que aquí no sé si hay ese interés por estudiar y trabajar
toda esa época para reconstruir la memoria junto a los políticos y los grupos
memorialistas.
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