http://www.diarioprogresista.es/rajoy-culturalmente-franquista-54329.htm
El coordinador del Grupo de Memoria Histórica del PSOE de Andalucía, Carlos Perales, se ha felicitado porque una vez más la Organización de Naciones Unidas –ONU- haya reprobado al Gobierno español en materia de no realizar nada en lo relativo a las víctimas del franquismo. Las asociaciones de la Memoria Histórica vienen anunciando desde años una ley que palie este sufrimiento causado por los crímenes del General y que el PP se niega reiteradamente a condenar y a pulir.
Mariano Rajoy, flaminquera y quijero, continúa con ese sentido de Estado tan particular que niega una herencia de sangre que muchos españoles solicitan sea resarcida por superar de una vez por toda una memoria que flirtea por ahí escondida por culpa de un Gobierno que se amanceba en una historia que no da por acabada debido a un punto de vista ideológico que nace desde la mímesis y de una genética que se organiza en torno a las familias y las connotaciones de una guerra civil que todavía esconde militancias mudas pero latentes en la conciencias del neoconsevadurismo español. Rajoy va contra la ONU, y eso supone ir contra las nacionalidades que condenan violencias y golpes de Estado, masacres, dictaduras, etnias y mordiscos en los canódromos. Rajoy, de este modo, ante su mudez, avala el franquismo y se alía con él de manera quasi amigable, construida por fe y melomanía en el Valle de los Caídos.
Garzón quiso remover las tierras a favor de una ley de Memoria Histórica. Se lo cargaron por el caso Gürtel, pero también por intentar sacar de las hueseras todos esos muertos que la saga del neoconservadurismo español no se atreve a legislar. ¿Por qué tanto miedo a que se haga justicia con un pasado que fue tan cruel sobre todo con los perdedores? Todo el que pierde tiene derecho a una recomposición de su ética, donde lo virtuoso se asilla con la conciencia, el valor humano y la letra herida de la humanidad. Rajoy, churrai y gamba, es el único –de todos los fascismos europeos- que todavía no ha condenado por ley la guerra civil española y el franquismo. ¿Acaso no es ésta una forma de estar de acuerdo con lo que en aquel tiempo ocurrió? Si Mariano fuese un valiente y un hombre de Estado legislaría una Memoria Histórica costase a quien costase. Pero Mariano tiene miedo a la historia, porque lo histórico, según decía Ortega, es siempre universal. La vida es siempre ineludiblemente una gesticulación hacia el universo. Todo lo universal debería estar acelerado por ley. Todo gesto histórico enriquece a cualquier nación, por lo tanto, tratar de mitigar la historia produce el horno de la tergiversación, el diabolismo de la duda, la oscuridad y la gehena de un tiempo que pudo ser mejor pero que los gobernantes se empeñan en cubrir con el pañuelo de Isis.
Mariano es un cobarde. No quiere líos, desentierros, excavadoras por las cunetas. Por eso yo desde aquí le insto a que vaya a dar explicaciones a la Organización de Naciones Unidas. Rajoy está solo ante el mundo. Europa es una ciencia sin España. El internacionalismo español ya sólo sirve para reanudar los versos de Machado. Y entre tanta charanga y pandereta, el registrador de la propiedad que es Rajoy sigue sin aceptar la petición de la gente honrada, que sólo desea saber por dónde huelen sus muertos, sus fotos, una memoria desmemoriada que consiste ahora en hacer misas a favor del franquismo. Rajoy, monago y jartá, no puede irse del parlamentarismo sin sacar un decreto ley sobre la Memoria Histórica, de modo contrario, seguiríamos pensado que estamos ante un gallego de plazoleta y de todas las fechas biológicamente equivocadas. Es la hora de la verdad o el marianismo morirá en una novela de Hemingway.
Mariano Rajoy, flaminquera y quijero, continúa con ese sentido de Estado tan particular que niega una herencia de sangre que muchos españoles solicitan sea resarcida por superar de una vez por toda una memoria que flirtea por ahí escondida por culpa de un Gobierno que se amanceba en una historia que no da por acabada debido a un punto de vista ideológico que nace desde la mímesis y de una genética que se organiza en torno a las familias y las connotaciones de una guerra civil que todavía esconde militancias mudas pero latentes en la conciencias del neoconsevadurismo español. Rajoy va contra la ONU, y eso supone ir contra las nacionalidades que condenan violencias y golpes de Estado, masacres, dictaduras, etnias y mordiscos en los canódromos. Rajoy, de este modo, ante su mudez, avala el franquismo y se alía con él de manera quasi amigable, construida por fe y melomanía en el Valle de los Caídos.
Garzón quiso remover las tierras a favor de una ley de Memoria Histórica. Se lo cargaron por el caso Gürtel, pero también por intentar sacar de las hueseras todos esos muertos que la saga del neoconservadurismo español no se atreve a legislar. ¿Por qué tanto miedo a que se haga justicia con un pasado que fue tan cruel sobre todo con los perdedores? Todo el que pierde tiene derecho a una recomposición de su ética, donde lo virtuoso se asilla con la conciencia, el valor humano y la letra herida de la humanidad. Rajoy, churrai y gamba, es el único –de todos los fascismos europeos- que todavía no ha condenado por ley la guerra civil española y el franquismo. ¿Acaso no es ésta una forma de estar de acuerdo con lo que en aquel tiempo ocurrió? Si Mariano fuese un valiente y un hombre de Estado legislaría una Memoria Histórica costase a quien costase. Pero Mariano tiene miedo a la historia, porque lo histórico, según decía Ortega, es siempre universal. La vida es siempre ineludiblemente una gesticulación hacia el universo. Todo lo universal debería estar acelerado por ley. Todo gesto histórico enriquece a cualquier nación, por lo tanto, tratar de mitigar la historia produce el horno de la tergiversación, el diabolismo de la duda, la oscuridad y la gehena de un tiempo que pudo ser mejor pero que los gobernantes se empeñan en cubrir con el pañuelo de Isis.
Mariano es un cobarde. No quiere líos, desentierros, excavadoras por las cunetas. Por eso yo desde aquí le insto a que vaya a dar explicaciones a la Organización de Naciones Unidas. Rajoy está solo ante el mundo. Europa es una ciencia sin España. El internacionalismo español ya sólo sirve para reanudar los versos de Machado. Y entre tanta charanga y pandereta, el registrador de la propiedad que es Rajoy sigue sin aceptar la petición de la gente honrada, que sólo desea saber por dónde huelen sus muertos, sus fotos, una memoria desmemoriada que consiste ahora en hacer misas a favor del franquismo. Rajoy, monago y jartá, no puede irse del parlamentarismo sin sacar un decreto ley sobre la Memoria Histórica, de modo contrario, seguiríamos pensado que estamos ante un gallego de plazoleta y de todas las fechas biológicamente equivocadas. Es la hora de la verdad o el marianismo morirá en una novela de Hemingway.
VIERNES, 8 DE AGOSTO DE 2014 EMILIO ARNAO |
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