dissabte, 26 de setembre del 2015

España: “Cuando mañana me maten…”


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Conmemoran el fin del régimen de Franco en España. Foto: AP / Andrés Kudacki
Conmemoran el fin del régimen de Franco en España.
Foto: AP / Andrés Kudacki
MADRID (apro).- El domingo 27 se cumplen 40 años de los últimos fusilamientos a manos de la dictadura de Francisco Franco, que tuvieron lugar en 1975, dos meses antes de la muerte del dictador.
Ninguno de los cinco sentenciados a muerte tuvo la más mínima garantía jurídica. Se enfrentaron a consejos de guerra sumarísimos cuyas sentencias fueron fulminantes, apenas 16 horas en pronunciarse y ejecutarse.
Un año antes, en 1974, la dictadura ejecutó a garrote vil al antifascista catalán Salvador Puig Antich, miembro del Movimiento Ibérico de Liberación, a quien acusó de la muerte del policía Francisco Anguas Barragán, miembro de la Brigada Político Social (BPS), el brazo represor del franquismo.
En el otro caso, los respectivos consejos de guerra condenaron a muerte y el 27 de septiembre de 1975 pusieron frente al pelotón de fusilamiento a Xosé Humberto Baena, José Luis Sánchez-Bravo, Ramón García, Ángel Otegui y Juan Paredes Manot, Txiki, de apenas 21 años.
Los tres primeros, Baena, Sánchez Bravo y García, eran miembros del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), y Manot y Otegui eran integrantes de la rama político-militar de la banda ETA. Fueron ultimados a tiros en Madrid, Burgos y Barcelona.
La edad media de los cinco condenados era de 25 años.
Nueve jóvenes más también fueron sentenciados a muerte aunque después sus condenas fueron conmutadas por largas penas de prisión, pero libraron la muerte, como consecuencia del fallecimiento del dictador, y la puesta en aplicación de la Ley de Amnistía que, contradictoriamente, también amnistió a los represores.
Dos de esos jóvenes que libraron la muerte, Manuel Blanco Chivite y Pablo Mayoral, ahora forman parte de la asociación de presos del franquismo La Comuna. Blanco Chivite dice que uno de los principales objetivos de su asociación es que si el franquismo los juzgó con “leyes terroristas”, ellos quieren juzgar a sus torturadores con “la ley de la democracia”.
Por esa razón, La Comuna y sus miembros se sumaron a otras víctimas del franquismo para presentar las múltiples denuncias que forman la llamada causa argentina, que es el proceso judicial abierto en Buenos Aires luego que el Tribunal Supremo español cerrara la vía para la investigación de esos crímenes de lesa humanidad en España.
La juez argentina María Servini emitió un fallo en 2014 en el que pidió la extradición a 18 funcionarios del franquismo –casi todos vivos aún—, pero el gobierno de España se niega a proceder a su detención y extradición, pese a que un programa de investigación de la televisora La Sexta, ha dado al menos con uno de los más famosos: José Antonio González Pacheco, Billy el Niño, un miembro de la BPS a quien muchos de las víctimas y familiares de víctimas identifican como uno de los más feroces torturadores.
También pidió la extradición del exministro Rodolfo Martín Villa, presunto responsable de una matanza de trabajadores en Vitoria; y de José Utrera Molina –suegro del exministro de Justicia de Mariano Rajoy, Alberto Ruiz Gallardón— que con su firma convalidó la muerte a garrote vil de Salvador Puig Antich.
Los dos sobrevivientes, Manuel Blanco Chivite y Pablo Mayoral, así como Juan Aguirre, abogado defensor de dos procesos de guerra de los últimos ejecutados, señalan que una de las exigencias de La Comuna es que las últimas ejecuciones del franquismo y sus propias sentencias sean anuladas.
“Queremos que se anulen todas las sentencias judiciales de los tribunales franquistas”, dice Blanco Chivite durante un encuentro con corresponsales extranjeros, donde se anunciaron actos en memoria de los caídos por las últimas sentencias franquistas.
“Porque –añade— las bandas terroristas del franquismo eran la Policía Armada, la Brigada Político Social y la Guardia Civil, no la FRAP”.
Y reivindica la actuación de cientos de jóvenes en contra del régimen fascista: “Nosotros, que pertenecíamos a un juventud no dispuesta a vivir en el aire irrespirable de una dictadura, fuimos juzgados con sus leyes terroristas y nosotros queremos hoy que sean ellos juzgados con las leyes democráticas”,  Blanco Chibite es muy crítico con la Ley de Amnistía que le puso en la calle. “Yo no necesito que me amnistíen alguien que, con mis compañeros y yo mismo, cumplimos con nuestro deber de resistir a un régimen tiránico. La ley nos puso en la calle pero también igualaba a las víctimas con los criminales. Y la pregunta es: si los funcionarios del Estado nunca fueron juzgados, ¿de qué se les amnistía?”.
La ley de Amnistía, dice, incluía dos artículos, uno de los cuales amnistiaba a quienes hubieran podido cometer acciones punibles de las fuerzas del régimen. “Es decir, que se amnistió también a quienes no habían sido nunca detenidos ni procesados ni juzgados”.
“Al alba”
A su vez, Pablo Mayoral sostiene que “durante estos 40 años se ha cubierto con una losa de silencio la última etapa de la dictadura, en la que precisamente se recrudeció la represión a medida que avanzaba la lucha y el régimen expiraba”.
Iñaki Alonso representa la Plataforma Al Alba de apoyo y seguimiento a las víctimas del franquismo. El nombre de la plataforma lo tomaron de la canción del mismo nombre del cantautor Luis Eduardo Aute, quien en la letra de esa obra reivindica a esos cinco jóvenes, los últimos ejecutados por la dictadura franquista; sin embargo, para pasar la censura la hizo pasar como una canción de amor.
En el encuentro con corresponsales, Iñaki Alonso sostiene que “nuestra consigna es juzgar los crímenes ¡ya!, y una de las reivindicaciones es que se declare el 27 de septiembre como día de la resistencia contra el franquismo”.
El abogado Juan Aguirre recordó que en los procesos sumarísimos que terminaron con el fusilamiento de los cinco jóvenes en 1975, había falta de pruebas materiales en su contra y de garantías.
“Desde el hecho de disponer tan sólo de 16 horas para preparar la defensa de los condenados a muerte, hasta la expulsión mía y de otros letrados de la sala a punta de pistola, la falta de un acta de acusación e, incluso, la ausencia completa del enunciado del cargo de asesinato entre la fundamentación de las condenas, sustituidas por la de insulto a las Fuerzas Armadas”, dice.
O bien, los llevaban a sitios apartados donde no podían tener transporte y, con ello, obstaculizar la presentación de una defensa en los juicios que duraron apenas 16 horas. “Quien no recuerda su historia está condenado a repetirla”, opina.
El jurista y los dos sobrevivientes recuerdan que durante 1975, aparte de los cinco jóvenes fusilados, 28 civiles, dos de ellos de nacionalidad alemana, fueron ametrallados hasta morir en España a manos de las fuerzas de la dictadura. Uno de esos casos fue una concentración de amas de casa que demandaba agua en la localidad sevillana de Carmona, azotada por la sequía. Otros, explican, fue por el reparto de panfletos de obreros inconformes afuera de las fábricas.
Blanco Chivite y Mayoral sostienen que en esos últimos años del franquismo se recrudeció la represión contra los jóvenes y los trabajadores porque había una nueva generación que estaba sumándose a movimientos de resistencia a la dictadura fascista, al grado que, explica el abogado Aguirre, el Tribunal militar tuvo que añadir un juzgado adicional para sentenciar el alto número de detenidos, por protestar en un estado de excepción en el que había una total supresión de garantías.
La carta del adiós
“Me ejecutarán mañana de mañana”. Así inicia la carta que Xosé Humberto Baena escribió la víspera de su muerte, para despedirse de sus padres.
Quiero daros ánimos. Pensad que yo muero pero que la vida sigue.
Recuerdo que en tu última visita, papá, me habías dicho que fuese valiente, como un buen gallego. Lo he sido, te lo aseguro. Cuando me fusilen mañana pediré que no me tapen los ojos, para ver la muerte de frente.
Siento tener que dejaros. Lo siento por vosotros que sois viejos y sé que me queréis mucho, como yo os quiero. No por mí. Pero tenéis que consolaros pensando que tenéis muchos hijos, que todo el pueblo es vuestro hijo…
… Cuánto siento morir sin poder daros ni siquiera mi último abrazo… Una semana más y cumpliría 25 años. Muero joven pero estoy contento y convencido.
Nada más. Un abrazo muy fuerte, el último.
Adiós papá, adiós mamá.
La carta tiene fecha del 26 de septiembre de 1975 y a las ocho de la mañana del día siguiente –sólo 12 horas después— Baena fue pasado por las armas.
El periodista y escritor Carlos Fonseca rescata la carta en su más reciente libro Mañana cuando me maten (esfera de los libros. 2015), en el que relata los últimos fusilamientos, las circunstancias familiares y la lucha de estos jóvenes contra la dictadura.
Don Fernando, el padre de Xosé, viajó a Madrid desde Galicia para poder hablar todavía media hora con su hijo y abrazarse, relata.
Como respuesta a los fusilamientos, 12 Estados retiraron aquel septiembre de 1975 a sus embajadores y una serie de protestas se congregaron afuera de las embajadas españolas en distintos países del mundo.
El papa Paulo VI pidió clemencia para los reos, pero Franco –cuyo lema era “Caudillo de España por la Gracia de Dios”— desatendió ese llamado.
El gobierno del presidente de México, Luis Echeverría Álvarez, pidió la expulsión de España de las Naciones Unidas. Sin embargo, su exigencia no tuvo eco por el respaldo que la dictadura franquista siempre tuvo de Estados Unidos.
Cuatro días después del fusilamiento, el régimen organizó un acto multitudinario en la Plaza de Oriente como un acto desesperado para reivindicar a la dictadura. A Franco le acompañaba los entonces príncipes de España, Juan Carlos y Sofía.
Ese sería la última aparición pública de un Francisco Franco enfermo y deteriorado, en la que el jefe de Estado español acusó que detrás de las múltiples protestas internacionales había un contubernio judío-masónico y el comunismo internacional.
Sin duda, como dicen Blanco Chivite y Mayoral, estas cinco ejecuciones sumarísimas significaron el “inicio del fin del dictador Francisco Franco” y, como tal, a ellos se debe el periodo de transición.