dilluns, 3 de juny del 2019

Asesinos: fanatismo y fe religiosa.


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ALBERTO ABASCAL
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Asesinos: fanatismo y fe religiosa

Los expertos de la ARMH consideran que a tenor de las heridas mortales que presentan los restos localizados en las fosas de la Guerra Civil hubo tres tipo de ejecutores: los fanáticos, los que huían de la saña y los 'profesionales'

Los arqueólogos y los voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) trabajaron durante el verano y el otoño de 2011 en el parque de La Carcavilla para intentar exhumar los restos de más de 250 fusilados durante la Guerra Civil enterrados en el subsuelo de este parque, que antes fue cementerio. Y esa labor, que se inició a mediados de agosto de aquel año, permitió descubrir ya restos que correspondían a un centenar de represaliados, según los arqueólogos de la Sociedad Aranzadi, entidad coordinadora de los trabajos.
Los fragmentos humanos fueron conducidos al laboratorio de la Universidad Autónoma de Madrid. Según documentaron los expertos, se hallaron fosas individuales ocupadas por una o más personas con signos de traumatismos y con heridas de arma de fuego.
Las excavaciones partieron de la iniciativa de la Agrupación de Villaviudas de Familiares de Fallecidos y Desaparecidos durante la Guerra Civil de 1936, enterrados en el viejo cementerio de La Carcavilla. Y es que fue esta agrupación la que recibió la subvención del Ministerio de la Presidencia, pero prestaron también su ayuda las agrupaciones de Monzón, Dueñas y Palencia, lo mismo que la Unidad de Antropología de la Universidad Autónoma de Madrid, la Sociedad de Ciencias Aranzadi y las ARMH de Palencia y de Valladolid.
El propósito era localizar los restos de vecinos de Palencia, Monzón, Aguilar, Guardo, Velilla, Cervera, Cevico Navero, Castrillo de Onielo, Palenzuela, Villarramiel, Astudillo, Grijota, Villamuriel, Dueñas, Venta de Baños, Frechilla, Villaviudas, Baños de Cerrato, Baltanás, Carrión, Boadilla del Camino, Cevico de la Torre y Barruelo de Santullán. En su mayoría, se trataba de alcaldes, diputados, concejales, secretarios de sindicatos y de partidos políticos e incluso presidentes de Diputación, que fueron ejecutados a finales de 1936 y principios de 1937. En la primera fase de la excavación en La Carcavilla, en 2009, ya fueron recuperados los cuerpos de más de treinta represaliados.
Pasados los años, esta iniciativa ha recobrado interés después de que el diario El País publicara recientemente que junto a unos restos enterrados en el parque capitalino apareció un juguete con forma de flor, concretamente un sonajero. Tras este hallazgo se esconde una emotiva historia que conduce hasta Cevico de la Torre, concretamente hasta el hijo de la víctima que portaba aquel juguete en el momento en que fue fusiladaen 1936 y hallada en el parque capitalino.
Pero estos trabajos que llevan haciendo desde hace años la Sociedad Aranzadi y la Asociación  para la Recuperación de la Memoria Histórica de Palencia y Valladolid ha servido también para concretar y perfilar la manera de proceder y actuar de los asesinos ejecutores a través de unos estudios que, a fecha de hoy, no han trascendido a la luz pública de manera exhaustiva.
Así las cosas, el arqueólogo y presidente de la ARMH de Valladolid, Julio del Olmo, explicó a Diario Palentino que después de analizar los restos de represaliados encontrados en fosas de Valladolid y Palencia se puede determinar que existen tres grupos de ejecutores: los fanáticos, los que no quieren ser sanguinarios y actúan por obligación y los que se podrían denominar profesionales.
«Los fanáticos disparaban a la cabeza sin escrúpulos. Los restos hallados con un disparo en la cabeza o en la frente así corroboran esta tesis. El segundo grupo de ejecutores se caracteriza por disparar al tórax o abdomen. Eran personas a las que no les gustaba la sangre y que después de apretar el gatillo no tenían ninguna intención de rematar a su víctima. En realidad, no les iba la saña. De este tipo de hechos dan fe algunos testimonios de personas que fueron fusiladas pero que tuvieron la fortuna de sobrevivir. El tercer grupo, el de los profesionales, lo formaban quienes disparaban a sus víctimas al cuerpo y cuando caían las remataban en la cabeza», pormenoriza Julio del Olmo.
Este tipo de estudios comenzaron a tomar cuerpo después de encontrar en Valladolid los restos de represaliados tras el asesinato de Onésimo Redondo en 1936 y también tras localizarse la fosa en el parque de La Carcavilla de Palencia. Según apunta el presidente de la ARMH de Valladolid, a comienzos de la contienda civil los fanáticos eran los ejecutores por excelencia, aunque a partir de agosto y septiembre de 1936 las ejecuciones las empezaron a realizar milicias profesionales.
«Normalmente eran pocos y tenían asignado un determinad ámbito geográfico. Está comprobado que formaban un grupo que actuaba allí donde se les demandaba o que se desplazaba si la ocasión lo requería», apunta Julio del Olmo.
El arqueólogo y presidente de la ARMH de Valladolid también quiso resaltar que hay un dato muy característico sobre los asesinos de la represión franquista: Con el paso de los años muchos tuvieron muy mala vida y algunos optaron por el suicidio.
«Los que lo hicieron por puro fanatismo esos probablemente siguieron con su vida como si tal cosa porque asumieron  lo que hicieron. Otros actuaron por cuestiones religiosas. El factor religioso fue determinante porque muchos de estos ejecutores estaban convencidos de que se encontraban ante una Cruzada para salvar a España, pero con el paso de los años se dieron cuenta de las barbaridades que habían cometido y no lo pudieron soportar. Por último, otros llevaron una vida sin pena ni éxito porque simplemente el remordimiento les pudo», pormenoriza el presidente de la ARMH de Valladolid.