Documento gráfico que muestra el método que los golpistas usaron para humillar y castigar a las mujeres
Una de las tres únicas fotografías de las mujeres rapadas por el franquismo
"En la España franquista, durante la guerra civil y la posguerra una de las formas de represión que se usó específicamente contra las mujeres consistió en el rapado de sus cabezas. "Que sepamos, se conservan en España solo tres fotografías que reflejen esta humillación. Una se realizó en Marín (Pontevedra), otra en Oropesa (Toledo) -primera foto de interior- y la última, la de portada, en el patio del Ayuntamiento de Montilla". Así explica el el historiador y colaborador del proyecto "Todos los Nombres", Arcángel Bédmar, la importancia de esta fotografía que vemos en portada.
Fotos no españolas
Bedmar -en la foto inferior-, miembro del Comité Asesor de la Cátedra de Memoria Histórica del Siglo XX de la Universidad Complutense, matiza que aunque en Internet y en las redes sociales se pueden encontrar bastantes fotos de mujeres peladas a las que se identifica como españolas, sin embargo, no lo son. Pertenecen a algunas de las 20.000 mujeres francesas a las que, tras la liberación de Francia en 1944, se les aplicó este castigo por el presunto delito de haber mantenido relaciones con soldados del Ejército invasor alemán durante la Segunda Guerra Mundial.
Orígenes de la fotografía
La fotografía de las mujeres rapadas de Montilla salió publicada por primera vez en formato libro en 1985, en la obra de Francisco Moreno Gómez La guerra civil en Córdoba (1936-1939). A pesar de que es una foto impactante, pasó relativamente desapercibida en aquel momento. Con posterioridad, en el año 2001, Arcángel Bedmar la utilizó para la portada de su libro Los puños y las pistolas. La represión en Montilla (1936-1944). La fotografía original se la facilitó la Biblioteca Manuel Ruiz Luque, la mayor biblioteca privada de Andalucía, que tiene su sede en Montilla. A partir de ahí la foto se expandió por Internet y por los medios de comunicación nacionales. También varios historiadores, como Paul Preston, y profesores de las universidades de Zaragoza y Valencia se la solicitaron y le pidieron información sobre ella para incluirla en sus publicaciones.
Tirotetadas y fusiladas
Montilla, la ciudad cordobesa en la que se realizó esa foto y localidad de los protagonistas de la imagen, fue durante la II República un feudo socialista donde la izquierda siempre dobló en votos a la derecha, lo que no resultó un obstáculo para que cayera en poder de los militares sublevados el mismo día del golpe de Estado, el 18 de julio de 1936. Esa noche la Guardia Civil acribilló a centenares de personas que se habían agrupado en las inmediaciones del ayuntamiento y se hizo con el control de la localidad sin resistencia. Además de sufrir la cárcel y la muerte, pues tres mujeres murieron tiroteadas en la madrugada del 19 de julio de 1936 y un mínimo de cuatro cayeron fusiladas durante la guerra (más al menos otros 111 varones), las mujeres republicanas de Montilla padecieron otras humillaciones.
Aceite de ricino para que "arrojaran el comunismo del cuerpo"
La fotografía de las mujeres peladas de Montilla representa una estampa trágica y dolorosa de principios del mes de agosto de 1936. En ella aparecen un hombre y veinte mujeres, la mayoría jóvenes de poco más de 13 años de edad. Pertenecían al grupo de canto que ensayaba en la socialista Casa del Pueblo, o eran militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas o familiares de varones izquierdistas, pero no habían cometido ningún delito. Tras ser arrestadas, se les rapó la cabeza y se las forzó a ingerir aceite de ricino con sopas de pan, para que con el laxante “arrojaran el comunismo del cuerpo”.
Obligadas a hacer el saludo fascista
Se hallan acompañadas por el director de la banda de música, Joaquín Gutiérrez Luque (el Bartolo), también pelado, "las obligaron a pasear por las calles saludando con el brazo en alto, al estilo fascista, y cantando el himno falangista, el Cara al Sol, entre la mofa de sus verdugos", narra el profesor Bédmar. En la fotografía, entre los rostros tristes y abatidos de estas mujeres, sobresalen unas pocas sonrisas tímidas y forzadas. También destaca la resignación con la que levantan el brazo, avergonzadas, reflejo del calvario que estaban viviendo. A algunas de estas mujeres se les dejaba un pequeño mechón de pelo en la cabeza en el que luego se les colocaba un lacito con los colores de la bandera monárquica.
Se desconoce quiénes fueron los autores o responsables directos de este suplicio, si militares, guardias civiles, carlistas o falangistas; y tampoco se sabe quién realizó la foto y con qué finalidad. En ese momento la máxima autoridad militar de Montilla recaía en el capitán de la Guardia Civil Luis Canis Matute, quien había liderado el golpe de Estado en el pueblo días antes, y el alcalde impuesto por los golpistas era el capitán de Artillería retirado Rafael Jiménez-Castellanos Casaleiz.
Rapada por negarse a tener relaciones con un falangista
Cuando en el año 2000 Bédmar inició sus investigaciones sobre la guerra civil y la represión en Montilla, uno de sus objetivos fue poner nombre a estas mujeres y recuperar su historia. Algunas de ellas vivían entonces, no obstante resultó imposible entrevistarlas. Aun así, identificó a unas cuantas gracias a diversos testimonios orales. Entre estas mujeres peladas se encontraban Dolores López Márquez; la viuda del guardia municipal Antonio Cardador Aguilar, acribillado en la madrugada del 19 de julio por la Guardia Civil; la esposa de Manuel Alcaide Aguilar “Botón”, a la que al parecer detuvieron y raparon por la denuncia de un propietario falangista con el que se había negado a mantener relaciones sexuales; y dos hijas de José Márquez Cambronero, alcalde socialista en 1920, el primero que hubo en un pueblo de Córdoba en el siglo XX. Las hijas de José Márquez son Rosa, sentada la penúltima a la derecha, y Dolores, sentada la primera por la izquierda.
Ha podido dar nombre a otras dos jóvenes gracias al testimonio de Daniel Priego, de orígenes montillanos y residente en Pamplona. Una es su abuela, Natividad Salido Cerezo, de 14 años, situada de pie la primera por la izquierda; y la segunda es Candelaria Priego, de 13 años, colocada en la parte central de la primera fila, sentada, con vestido negro. A Dolores Zafra Espejo, que está a la izquierda del músico, la identificó gracias a su sobrino Jerónimo. Y por último, Dolores Delgado Trapero es la segunda por la izquierda de la fila segunda.
Estigmatizar y humillar a la mujer víctima
El rapado de las cabezas de las mujeres republicanas, o por ser familiares de varones republicanos sin que ellas mismas lo fueran, tenía una clara función represora y ejemplificadora, al eliminar uno de los símbolos más visibles de la feminidad: el pelo. Hasta que este crecía, la mujer debía ocultarse en su casa o tratar de taparse con un pañuelo, que a veces era arrancado por los falangistas por las calles para así aumentar su vergüenza. Está claro que este castigo tenía como objetivo no solo infligir un dolor momentáneo y físico, sino estigmatizar y humillar a la víctima. Además, se convertía en una clara muestra de lo que les podía esperar a las “rojas” o a todas aquellas mujeres que se atrevieran a poner en cuestión, aunque solo fuera verbalmente, los principios en los que se asentaba el nuevo Estado dictatorial.
"Las rapadas. El franquismo contra la mujer"
Enrique González Duro autor del libro "Las rapadas. El franquismo contra la mujer", usa en su portada esta misma foto. Para González Duro la represión ejercida sobre las mujeres republicanas y las formas que se utilizaban sigue siendo algo no muy conocido por poco difundido. Ellas fueron víctimas de abusos institucionalizados y sistemáticos que tenían como objetivo demonizar el estereotipo de feminidad que había comenzado a extenderse durante la Segunda República que permitía un cierto escape respecto a la rigidez previa y, aun más, respecto a la que vino después. Mientras que ellos habían caído en el frente, habían sido ejecutados o huían ante la llegada de los sublevados, ellas permanecían en los pueblos, a cargo de sus familias, en miseria, y eran, muchas de las veces, juzgadas en tribunales militares en los que se decidía qué mujeres debían ser vejadas y marcadas por haber contribuido al derrumbe de la moral. Así se extendió el corte de pelo al rape y la ingesta de aceite de ricino para provocarles diarreas y pasearlas por las principales calles de las poblaciones «liberadas», acompañadas por bandas de música. No se trataba tanto de apartar o perseguir al enemigo, sino, más bien, de exhibir a una especie de «deformidad» generada en la República. Era algo más que un abuso ejercido sobre las mujeres, fue un ataque a un modelo de mujer libre e independiente.
Información adicional
La mujer pelada en Marín (Pontevedra) de la que se conserva fotografía fue Elsa Omil Torres, hija de un emigrante gallego en Boston, que pasaba unas vacaciones en casa de unos familiares republicanos cuando se produjo el golpe de Estado. Tras el rapado del pelo, solicitó en el Consulado el pasaporte para volver a Estados Unidos, pues tenía esa nacionalidad, y le realizaron la foto que aparece a la izquierda (abajo), que se usó en la prensa estadounidense para denunciar la represión que había sufrido. El testimonio en gallego de una familiar de esta mujer se recoge en la página Nomes y Voces.
Tras la publicación de la entrada de en el blog de Arcángel Bedmar y que da base a este reportaje, Manuel Almisas Albendiz le envió el 17 de octubre de 2017 un articulo muy valioso, titulado “Las mujeres rapadas por la represión franquista a través de la prensa republicana malagueña”, en el que se incluyen cinco fotografías de mujeres peladas que aparecieron en la prensa malagueña y madrileña republicana en octubre y noviembre de 1936. Las fotografías, hasta donde se sabe, eran desconocidas por los historiadores hasta ahora. La foto de abajo, con la imagen de tres mujeres, es una de las cinco que ilustra el artículo. Fue publicada por el periódico madrileño Ahora el 9 de octubre de 1936.
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