“Ante su fachada sur, amplias terrazas forman un magnífico balcón sobre el mar Mediterráneo. El lugar, perspectivas y panorámica son excepcionales”. La descripción corresponde al Palacio de Marivent de Palma y figura en la memoria técnica incluida en un prolijo expediente administrativo que relata cómo una donación de un filántropo griego al pueblo de Baleares durante el franquismo acabó convertida en la residencia privada de vacaciones de los reyes de España.
Todo comenzó en plena dictadura militar de Francisco Franco. El primer protagonista es Ioannes Saridakis, un griego que hizo fortuna en Sudamérica y encontró en Mallorca su retiro dorado. La isla encandiló a este hombre, que decidió donar a la por entonces provincia española un inmenso legado artístico y arquitectónico que incluía un palacio en Palma levantado a orillas del mar y rodeado de un enorme jardín. El complejo se extiende sobre casi 60.000 metros cuadrados que albergan varias edificaciones más.
La principal es el llamado Palacio de Marivent. En su interior hay, además, cientos de obras de arte. El número exacto y la calidad de la colección se desconocen, décadas después. El inventario permanece oculto en algún archivo público o privado. elDiario.es ha intentado, sin éxito hasta ahora, dar con él.
La intención declarada de Saridakis con su donación era que se crease un museo con las obras donadas, más las que se pudieran adquirir con posterioridad, que se alojara en el Palacio. El edificio, enorme, suma 1.826 metros cuadrados divididos en cuatro plantas, que incluyen un sótano de servicio, una planta principal con “vestíbulos, hall, biblioteca, salones y dependencias de servicio” y otras dos con habitaciones y otras salas, según la descripción recogida en uno de los informes del expediente, que también refleja la existencia de una “permanente exposición de obras de arte y estudio, todas las cuales forman parte de Museo”. La edificación debía albergar también una escuela de arte, según la última voluntad del legatario. A perpetuidad. Todo figura en la documentación a la que ha accedido elDiario.es a través del Grupo Parlamentario de Podemos en Baleares, un texto que puede arrojar algo de verdad sobre una historia con más sombras que luces.
Ambas eran condiciones imprescindibles, tal y como figura en la intente documentación que ha consultado elDiario.es. Se repite en los borradores de los estatutos de la fundación pública que la franquista diputación provincial puso en marcha para dar cabida legal al traspaso de los bienes legados por el filántropo griego, así como en la versión final; en las escrituras de donación; en las cartas que se intercambiaron los herederos de Sadirakis (la primera de ellas su viuda, Anunciación Marconi), con las diferentes autoridades e incluso en las notas que se remiten entre estas a lo largo del burocrático proceso administrativo que se emprendió a principios de los años 60 del siglo pasado y que no concluyó hasta bien avanzada la década de los 70.
Es precisamente ese expediente de provincialización el que permite seguir el rastro y saber cómo esa donación, hecha para un fin concreto, se convirtió en una prebenda para la Familia Real: hoy lo disfrutan Felipe VI y sus allegados, como lo fue antes para Juan Carlos I y su familia (con especial querencia por parte de la reina Sofía). Antes de ellos el primer beneficiario fue Francisco Franco.
Porque, como ocurrió en otros lugares de España, el régimen logró abrir una vía de apropiación para el dictador, que en este caso se mantuvo para los que iban a ser sus herederos políticos. Casi a 1.000 kilómetros de distancia de Marivent se encuentra la localidad pontevedresa de Sada, donde se levanta el Pazo de Meirás, recuperado para el Estado tras 82 años en poder de Franco y su familia.
“El Museo se alojará en la finca Marivent”
“Los bienes donados pertenecerán a perpetuidad a la Excma. Diputación provincial de Baleares y no podrán ser destinados a otros fines que los que resultan del presente Estatuto”, se puede leer en los Estatutos de la Fundación Pública Provincial Museo de Arte Sadirakis, fechados en 1965. En el documento, la franquista Diputación de Baleares habla de “fomentar (...) los valores culturales de la provincia” y de “crear un servicio público”.
El artículo 1 de los estatutos es claro: “Con los bienes que ha ofrecido donar a la Excma. Diputación Provincial de Baleares la señora doña Anunciación Marconi, viuda de Saridakis, se crea una Fundación Pública Provincial que se denominará Museo de Arte Saridakis”. Y sigue el artículo 2: “El Museo se alojará en la finca Marivent, debidamente acondicionada a tales efectos y se integrará inicialmente con las colecciones artísticas que fueron propiedad de don Juan D. Sadirakis”.
“Los bienes donados pertenecerán a perpetuidad a la Excma. Diputación Provincial de Baleares y no podrán ser destinados a otros fines que los que resulten del presente Estatuto”, prosigue el documento público, que añade: “El cambio de destino de los bienes producirá de derecho la revocación de la donación (...) revirtiendo los bienes a las personas que en aquella se señalen”.
Aparece Franco: “Residencia del Jefe del Estado”
Uno de los elementos clave de los estatutos de la fundación-museo está en el artículo 5 (número cambiante durante el proceso). “La casa-palacio Marivent se habilitará para la exhibición de las colecciones de arte del museo, biblioteca, adiestramiento artístico y demás servicios complementarios. El parque y los salones del palacio podrán utilizarse para actos culturales, manifestaciones artísticas y recepciones oficiales (...). También podrá utilizarse el palacio para la residencia del Jefe del Estado español en las ocasiones en que visite la provincia”.
Ese “Jefe del Estado español” no es otro que Francisco Franco. Pero la referencia al dictador militar, que gobernó el país durante cuatro décadas sobre la sangre y los restos de decenas de miles de sus compatriotas, no figuraba en las primeras versiones de los estatutos, según los legajos que ha consultado elDiario.es.
Los esquemas iniciales del documento que regulaba el funcionamiento interno de la fundación que debía acoger Marivent para uso y disfrute del pueblo balear se limitaban a recoger una petición de Anunciación Marconi: poder organizar una recepción al año en los salones del palacio. Borrador tras borrador esa idea se mantiene con diferentes redacciones.
Pero en uno de los bosquejos se enmienda el artículo 6 (que en la versión final pasará a ser el 5). “Igualmente”, se añade, “podrá ser destinado [la ”Casa-palacio“ Marivent] a residencia del Jefe del Estado español en las ocasiones en que dicha alta Magistratura visite la Provincia”. Es la primera referencia a Franco del expediente. Y ya se mantendrá hasta la formalización de la fundación.
1965 es el año en el que la Fundación Museo Sadirakis comienza a hacerse realidad. El presidente de la Diputación de Baleares, Rafael Villalonga, y la heredera del donante, Anunciación Marconi, se intercambian sendas cartas en las que dan su visto bueno a la redacción final de la escritura de creación de la institución, así como a los estatutos que la regirán.
“Dando con ello cumplimento a los deseos de mi marido, D. Juan D. Saridakis”, dice ella. De vuelta de correspondencia, el dirigente provincial le traslada “el más sincero testimonio de reconocimiento y gratitud por la acreditada muestra de generosidad que su magnánima voluntad ha puesto de manifiesto, al favorecer a esta provincia con tan espléndida donación para el fin cultural y artístico que se persigue con dicha Fundación”.
La escritura definitiva tardaría todavía un año en registrarse. Fue el 26 de septiembre de 1966. Ante el notario Florencio de Villanueva Echeverría comparecen “Doña Anunciación Saridakis”, (hasta entonces Marconi en la documentación), y Rafael Villalonga. La mujer firma segregar una parte del terreno de su propiedad para cedérselo a la Diputación: 33.905,80 metros cuadrados. “Dentro de esta porción se encuentra situada la Casa-Palacio 'Marivent', compuesta de bajos y dos pisos altos y otro edificio destinado a portería”, anota el fedatario.
Ni museo… ni inventario
“La exponente” y “su difunto esposo”, añade el notario, “concibieron la idea de favorecer a la Provincia de Baleares, destinando su Casa-Palacio Marivent y terrenos circundantes (...) a la instalación de un Museo de Arte y de adiestramiento artístico”. Para su gestión, sigue el documento público, se creará la fundación “integrada inicialmente por los bienes expresados en el aludido escrito [el de la donación], previa formalización de su inventario”.
“Los bienes donados se destinarán a perpetuidad (...) a la instalación de un museo de arte provincial y de servicios culturales y de enseñanza o adiestramiento artístico complementario”, añade el texto, que incluye una advertencia: “El cambio de destino o su no utilización por un periodo superior a seis meses consecutivos” constituirá “causa de reversión de dichos bienes que pasarán de nuevo al patrimonio de la donante” o de sus herederos.
Este es un punto clave en el devenir histórico de Marivent. Porque, salvo un brevísimo espacio de tiempo, el palacio nunca se usó como museo, las obras donadas fueron guardadas en cajas y apiladas en los sótanos durante lustros. Unas obras de las que no hay certezas: no se sabe cuántas son, sus autores, cuál era su estado de conservación… Nada.
La única constancia de la breve apertura del museo al público solo se puede encontrar en la prensa local. Fue un lapso de tiempo inexacto en la segunda mitad de la década de los 60 del siglo pasado. Lo que sí conocemos es el precio que deberían haber costado las entradas para el público general, el coste del aparcamiento o que los menores de 10 años no pagaban por entrar. Los datos forman parte de las conclusiones de los informes técnicos encargados en el proceso de socialización del Palacio.
El inventario no figura entre el expediente al que ha accedido elDiario.es. De hecho, en las escrituras se indica que dicho documento debe “oportunamente formalizarse”. De existir, es probable que esté incluido en los documentos del proceso judicial que los herederos de Sadirakis iniciaron, ya en democracia, contra el Gobierno balear y la Fundación (declarada “en rebeldía”), por el mal uso de la donación de su ascendiente. La razón: se estaba incumpliendo de forma manifiesta y reiterada el objetivo de dicha donación.
La familia del donante ganó en primera instancia y los diferentes recursos hasta llegar al Tribunal Supremo. Los herederos recuperaron las centenares de obras de arte. Pero el Palacio, no. A Marivent renunciaron durante el proceso judicial, y por escrito, según consta en la documentación consultada por este medio. El Govern renunció a la colección y le asignó un valor de 40 millones de pesetas, unos 240.000 euros.
Corrían los años 80 del siglo pasado. Para entonces, sus ocupantes eran los reyes de España. Sofía de Grecia se había “enamorado” del edificio y de la isla.
De Franco a “los Príncipes de España”
En la escritura pública, oficial, se recoge que Marivent “podrá utilizarse” por el Jefe del Estado. Corría 1966 cuando se redactó y el final de Franco parecía lejano. Aunque para entonces la sucesión en la persona de Juan Carlos de Borbón se daba por hecha, no parecía que pudiese ocurrir de forma inminente. En realidad, pasaron casi 10 años hasta que se hizo efectiva.
El nieto del rey que había huido tras ver España convertida en república por segunda vez, nacido en el destierro de su padre, regresó en 1950 para formarse durante dos largas décadas y media a la sombra del dictador. Dieciesiete años después de su llegada, en mayo de 1967, el trámite de “provincialización” de la Fundación Museo Sadirakis seguía su lenta y burocrática marcha.
La Diputación de Baleares deja entonces por escrito en un informe solicitado por su presidente que “el servicio del Museo de Arte Saridakis con los gastos de retribución del personal y obligaciones anejas a su funcionamiento, será de cargo” de la propia administración. Porque la propietaria tanto de la colección de arte como del terreno y el palacio, es la Fundación Pública Museo de Sadirakis, que se integra en la Diputación Provincial de Baleares. De hecho, “si se produjera déficit de explotación (...) el mismo será sufragado” por la propia institución, según el mismo informe.
El trámite prosigue. La Diputación reclama a diferentes colegios profesionales sendas memorias que recojan los “aspectos técnicos y financieros” o “sociales y jurídicos” que pudieran justificar la “provincialización” de la fundación. Es decir, para atar el traspaso de unos bienes privados al haber público. Dichas memorias se reclaman al Colegio de Médicos, al de Arquitectos, al de Abogados o al de “Intendencias Mercantiles”. El 27 de junio de 1967 la Corporación acuerda la definitiva “provincialización” del “Servicio Museo de Arte Sadirakis”. Pero no fue ni mucho menos el final del camino.
En esa memoria la que recoge la descripción que señala que Marivent está emplazada en un lugar con perspectivas y panorámica “excepcionales”. Y debía de ser así, porque Sofía de Grecia, la todavía esposa de Juan Carlos de Borbón, acude siempre que puede a una residencia -donde las crónicas reales la han descrito como una persona feliz, en compañía de su familia griega- que acondicionó a su gusto y antojo para pasar las vacaciones estivales (pero no solo estivales) durante años, años y años.
Décadas, de hecho. ¿Desde cuándo? La pista la da el mismo expediente, un ejemplo de la eficiencia burocrática de la dictadura franquista. Los trámites administrativos llegaron al Gobierno. En concreto, al Ministerio de la Gobernación que encabezaba un veterano de la Guerra Civil, Camilo Alonso Vega. Adalid de la represión franquista, fue ocupando importantes cargos hasta que escalar al Consejo de Ministros.
En abril de 1968, un mes antes de las revueltas populares que sacudieron medio mundo, desde París a Tlatelolco pasando por Praga (y también España), Gobernación daba su visto bueno a la Fundación.
Cuatro años después se reúne el Patronato. Corre 1972. Franco ya era un octogenario. Luis Carrero Blanco lideraba el país desde la Presidencia del Gobierno como solo sabía hacer la dictadura: con represión. Ese mismo año, el régimen detiene a la dirección de las Comisiones Obreras, el sindicato clandestino que, junto al PCE, lideró la oposición social y política al Franquismo. Todos acabaron en la cárcel, y el proceso encapsuló aún más al régimen. Porque 1972 fue “un año de represión”, según recuerdan las personas que lo vivieron. La reacción internacional de condena al régimen se dejó escuchar en Europa y EEUU.
Las detenciones fueron en junio. Un mes después, en julio de 1972, se remite a los miembros del Patronato de la Fundación Museo de Arte Saridakis el orden del día de una reunión. El primer punto: “Destino Residencia Príncipes de España”.
A la cita están llamados el gobernador civil, el presidente de la Diputación y el heredero de Sadirakis, con asiento permanente en el Patronato como antes su viuda, entre otros. Se reúnen el 28 de julio.
El acta de la reunión recoge el tenor de la misma. El representante del heredero de Saridakis manifiesta que por su parte “no hay inconveniente en que el Palacio de Marivent se destine a residencia del Príncipe de España, antes al contrario, tal destino es muy de su agrado”. El documento añade un significativo “ahora bien”.
“Ahora bien, estaba también en el pensamiento de la fundadora anteriormente de su esposo, que la Casa-Palacio fuera precisamente una residencia-museo, con el carácter que la misma tuvo en vida de aquellos, debiendo conservar el doble carácter indicado, abierto al público en ausencia de los Príncipes de España”.
Y termina: “El Patronato, teniendo en cuenta las manifestaciones del Sr. Rullán [representante del heredero], manifiesta su complacencia y satisfacción por el tenor de las mismas, tomando el acuerdo de continuar las gestiones correspondientes para dar al Palacio de Marivent el carácter de Residencia de SS AA RR los Príncipes de España, de acuerdo con todo lo que antecede”.
Ese “todo lo que antecede” es clave. Porque lo que antecede es, precisamente, el recordatorio de que Marivent fue una cesión para un museo y escuela de arte en primer lugar y, solo a posteriori, un lugar donde poder hospedar a Franco si visitaba la isla.
Tal cosa no ocurrió. El recinto de Marivent sufrió una serie de obras que incluyeron eliminar una “servidumbre de paso”, levantar muros (lo que implicó una permuta de terrenos entre la propia Diputación y los herederos de Saridakis). Una reforma que no solo afectaba al exterior, sino al propio Palacio. Así consta en el acta de la misma reunión del Patronato de la Fundación de julio de 1972, aunque de forma un poco indirecta, cuando el representante de los herederos asegura que su cliente y su madre muestran su “satisfacción” porque la Diputación le ha presentado “el Proyecto de las obras a realizar para acondicionar el Palacio a Residencia de los Príncipes de España”.
El museo ya nunca se volvió a abrir. Las obras que realizaran los Príncipes de España son desconocidas para el público. El expediente de provincialización de la Fundación termina con un telegrama del heredero en el que ofrece “posibilidad disfrute por un ano (sic) nuestra casa particular de Marivent con destino ayudante Príncipe”.
Así, no hay documento que certifique el disfrute del Palacio por parte de los reyes de España, o de sus herederos en el trono. Si existe, no es público.
El título de Príncipes de España fue la fórmula que, según la propia Casa Real, se utilizó para no arrebatar al padre del futuro rey, Juan de Borbón, el título que aún se empeñaba en esgrimir como heredero natural de Alfonso XIII y aspirante a recuperar la Jefatura del Estado para él.
Con la muerte de Franco y la proclamación de Juan Carlos I, el título de Príncipe de España desapareció y, años después, se le impuso el de Príncipe de Asturias a su primer hijo varón, que no primogénito, Felipe de Borbón.
Pero los estatutos de la fundación no han recogido este cambio. O no se puede saber, porque la Fundación Museo Sadirakis ha desaparecido sin dejar rastro, hasta el punto de que ni siquiera ha dejado señales de una hipotética disolución. En el proceso judicial que años después iniciaron los herederos de Sadirakis, los jueces declararon “en rebeldía” a la fundación. De hecho, fue condenada en 1986 junto al Gobierno balear que presidía Gabriel Cañellas (PP).
elDiario.es se ha puesto en contacto con el actual Ejecutivo autonómico, pero hasta el momento de la publicación de este reportaje no se ha encontrado en sus archivos documentación sobre el destino de la fundación. Tampoco la Casa del Rey ha respondido a las preguntas de este medio sobre el resorte legal que permite el uso actual de Marivent por parte de Felipe VI.
Del proceso judicial iniciado por los herederos tampoco es accesible toda la documentación. El juzgado de Primera Instancia de Palma no ha respondido a los requerimientos de elDiario.es para acceder al expediente judicial del caso.
Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia usaron año tras año el Palacio de Marivent como una residencia privada donde no se cumplen los estatutos de la fundación ni los deseos de los donantes originales. El rey emérito, desterrado, ya no asiste cada verano a Palma ni a su puerto deportivo.
Su todavía esposa, sí. Junto a su hijo y actual rey, Felipe VI, la reina Letizia y las infantas. Y junto a quien ellos quieran invitar. Todo a costa del contribuyente balear que, mientras tanto, no puede disfrutar de la colección de arte, del museo ni mucho menos de la escuela que se prometió crear.
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