El memorial del cementerio del Carmen acogerá el 16 de abril los restos de 196 víctimas del franquismo / Los de otros tres, Emilio Pedrero, Ángel Egaña y Casimiro Maestro, los únicos identificados, serán recogidos por sus familias para enterrarlos en sus municipios
Al amanecer del 2 de junio de 1938, en las desaparecidas graveras de San Isidro, en concreto en lo que hoy es el patio del colegio Narciso Alonso Cortés, un pelotón de fusilamiento pasó por las armas a Emilio Pedrero Mardones y Ángel Egaña, dos represaliados del franquismo de los más de quinientos que corrieron la misma suerte en este lugar de infausto recuerdo en la historia de la ciudad.
Eran las 6.30 de la mañana, según consta en el documento en el que se da por cumplida la sentencia a muerte de Pedrero, condenado por ‘adhesión a la rebelión’. Los caminos de Pedrero, de 27 años, nacido en León, médico y miembro del sindicato CNT, y de Egaña, capitán de un batallón vasco, natural del Arrankudiaga-Zollo, un pequeño municipio de Vizcaya, se cruzaron en las antiguas cocheras de tranvías, en el paseo de Filipinos, convertidas durante la guerra civil en centro de detención del bando franquista.
El edificio de las cocheras sigue en pie pero, caprichos del destino, el lugar desde el que partieron tantos detenidos camino del piquete de fusilamiento alberga hoy el centro de donantes de sangre.
Pedrero y Egaña pasaron por las cocheras, pero tras ser condenados a muerte fueron trasladados a la cárcel, ubicada entonces en la calle Madre de Dios, junto al puente del Esgueva desde el que parte la carretera al cementerio. La prisión abrió sus puertas tres años antes, en julio de 1935, y cerró en 1985. Lo que queda de ella, el edificio de la entrada principal, es hoy el centro cívico Río Esgueva.
Aquel amanecer del 2 de junio de 1938, los dos condenados fueron trasladados desde la cárcel hasta el lugar de ejecución por un itinerario que también se conoce. Tras salir por Prado de la Magdalena, la comitiva siguió por la calle Pólvora, enfilaron Tórtola para cruzar el ahora Paseo de Juan Carlos I y llegar al lugar de fusilamiento en San Isidro.
Eran los dos únicos en aquella ‘saca’ y compartieron los últimos minutos de su vida. Pedrero, un gigante de 1,93, una estatura excepcional en los años 30, y Egaña, con 1,66, una altura acorde con la época. Ejecutada la sentencia, los cadáveres de ambos fueron trasladados a la fosa común número 7 del Carmen y allí permanecieron 85 años. Tras compartir la tumba durante ocho décadas, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid rescató sus restos del olvido en 2022. No había posibilidad de error. Los huesos de una persona de gran tamaño junto a los de otro de estatura normal aparecieron juntos y las pruebas de ADN, tras tomar muestras a familiares de ambos, confirmaron que se trataba de Pedrero y Egaña.
Los dos volverán a encontrarse el 14 de abril, día de la República, la fecha elegida por la ARMH para celebrar la segunda gran ceremonia de inhumación de represaliados del franquismo en el memorial construido en el cementerio del Carmen. Allí reposan ya, en cajas depositadas en estanterías, los restos de 250 víctimas del franquismo, a los que se sumarán el 14 de abril otros 196.
No será el caso de Egaña ni de Pedrero ni de Casimiro Maestro, alcalde de Renedo durante el golpe de Estado de Franco, quien fue ‘paseado’ tras el levantamiento para aparecer luego su cadáver en la cuneta de la carretera que va del municipio a Valladolid. Los familiares de los tres recogerán las cajas el día del homenaje para llevarlos al cementerio de sus lugares de origen. Volverán a casa en una caja después de ocho décadas.
Al otro lado del teléfono, la voz de Saturnino Emilio Mariño-Pedrero suena firme. Es sobrino de Emilio Pedrero y, como el resto de la familia, espera con emoción el 14 de abril. «Es emotivo poder recoger los restos y depositarlos junto a sus padres», afirma y al hacerlo avanza que el enterramiento definitivo de su tío será el día 15 de abril en el cementerio de León, en el nicho en el que reposan también sus progenitores.
Un poco cansado ya de que le pregunten por la historia de su tío, remite a la CNT, el sindicato en el que militó Pedrero, pero se aviene a contar el calvario por el que pasó antes de ser fusilado. Eso sí, Saturnino se niega en redondo a desvelar el nombre y el número de la calle en la que estuvo escondido su tío en Valladolid antes de ser detenido, encerrado como un ‘topo’ más de los que desaparecieron al estallar la guerra, algunos durante décadas, para evitar una muerte segura.
En su escondrijo, oculto por una familia, Pedrero recibía cada mes una cantidad que le entregaba su madre para pagar el escondite. Su sobrino recuerda que la última entrega fue de mil pesetas, una cantidad respetable para la época.
Cerrado el grifo del dinero al estar controladas las cuentas de la familia, Pedrero tuvo que abandonar la vivienda en la que pasó catorce meses. «Pasó lo que pasó y nosotros no somos quienes...», deja en el aire la frase Saturnino, sin entrar a juzgar a la familia que alojó a su tío.
Con su estatura resultaba imposible pasar desapercibido y Emilio apenas pudo saborear la libertad. Su sobrino relata así su detención el 23 de septiembre de 1937. «Salió por la noche de la casa, se fue a un bar a tomar un café y lo reconocieron», a lo que siguió su detención, el juicio sumarísimo y, tras nueve meses de cárcel, su fusilamiento y posterior enterramiento en la fosa 7 del Carmen.
Otro sobrino, esta vez de Ángel Egaña, será el que acuda al homenaje-inhumación del próximo 14 de abril para recoger los restos de su tío y trasladarlos a Vizcaya. Kepa Egaña tiene claro que los restos de su tío deben estar con los de su hermano en el cementerio de Arrankudiaga-Zollo.
El fusilamiento del tío Ángel siempre estuvo presente en la familia Egaña. Mientras en su infancia Kepa recuerda que la lectura de sus amigos era el Capitán Trueno, él afirma que su «héroe» era su tío y preguntaba a su padre, el hermano con el que ahora reposarán sus restos .
Sabe que tras su detención, después de un enfrentamiento «con los fascistas» en el monte Gorbea, su tío fue trasladado al penal del Dueso, en Santoña, Santander, y desde allí hasta Valladolid, la última parada. Pero incluso hoy, Kepa Egaña no tiene claro el porqué del traslado a la capital vallisoletana y apunta que «querían alejarlo» de Vizcaya.
Los inescrutables caminos del destino quisieron que las vidas del militar vasco Egaña y el miembro de la CNT Pedrero se cruzaran en Valladolid y allí acabaron, juntos, ante el pelotón de fusilamiento.
El 14 de abril volverán a encontrarse, junto con los familiares de ambos, en el cementerio del Carmen, esta vez, para tomar caminos diferentes en su postrero descanso.
El tercer represaliado de la guerra, de los 199 que serán inhumados, cuyos restos no se quedarán en el memorial construido en el cementerio será Casimiro Maestro, alcalde de Renedo durante el levantamiento franquista. Asesinado, su cuerpo apareció en la cuneta y desde allí llevaron el cadáver a una fosa del cementerio del Carmen.
La ARMH de Valladolid excavó la fosa en dos campañas durante los años 1916 y 1917 y allí aparecieron los restos de Casimiro, entre otros muchos. El hilo para su identificación fue su hijo, también llamado Casimiro, hoy con 90 años, residente en el País Vasco, aunque pasa temporadas en el municipio vallisoletano de Olivares de Duero, próximo a Tudela.
La suerte en este caso jugó a favor la identificación. El presidente de la ARMH de Valladolid, Julio del Olmo, explica, y pone como ejemplo, que en el País Vasco «hay un banco de ADN de todos los residentes allí» y al cotejar los restos hallados en la fosa se comprobó que unos coincidían con los de Casimiro Maestro hijo. Junto a Pedrero y Egaña, Casimiro Maestro era el tercero, de los 199 represaliados que serán inhumados, cuyos restos pudieron identificarse.
Conseguir la identificación en el caso de las víctimas que llevan más de 80 años en fosas comunes es para los arqueólogos como encontrar el santo grial: casi un milagro.
Aunque la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica tiene los nombres de la práctica totalidad de las 199 personas que recibirán el homenaje el próximo 14 de abril, sólo en el caso de Pedrero, Egaña y Casimiro Maestro están identificado sus restos. Los demás quedarán depositados en una caja con un número.
La ausencia de familiares con los que cotejar el ADN de los restos, el problema principal en la mayoría de los casos, y lo costoso de la prueba hacen imposible saber, en la mayoría de las ocasiones, qué restos de los exhumados corresponden a una determinada persona. Algún detalle, un objeto, puede dar una pista, pero luego está la segunda parte, contrastar con el ADN de algún familiar y aquí los forenses se topan contra un muro.
Los restos de los 199 que recibirán el homenaje el 14 d abril proceden de tres excavaciones realizadas por la ARMH entre 2016 y 2023 en un pozo y una bodega de Medina del Campo y en tres fosas del cementerio del Carmen.
Del Olmo recuerda que para la excavación del pozo de Medina fueron claves, una vez más, las fotografías aéreas del territorio nacional tomadas en 1956 por la aviación de Estados Unidos. El responsable de la ARMH recuerda que al analizar las fotos podía apreciarse la boca de un pozo de 1,5 metros de diámetro «que había sido tapado completamente al estar en una tierra de labor». La excavación obligó a profundizar hasta los 31 metros y costó tres meses para vaciarlo y otros cuatro para realizar la exhumación.
Muchas de las víctimas encontradas en el pozo y la bodega de Medina eran de pueblos de alrededor y, entre las escasas mujeres, Del Olmo tiene constancia de que se encuentran los restos de Victoria y Teresa, dos hermanas de Pozal de Gallinas, aunque, como en la mayoría de los casos, están sin identificar.
Los 166 a los que no reclamarán sus familiares habrán dejado la fosa para tener un enterramiento más digno en el memorial del Carmen, que sumará entonces los restos de 416 personas víctimas de la represión franquistas. Los tres restantes realizarán el viaje de vuelta a su lugar de origen.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada