dimecres, 15 de gener del 2025

“A mí no me matarán como a un perro”. Voces y experiencias de las mujeres de la guerrilla antifranquista en la España de posguerra.

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“A mí no me matarán como a un perro”. Voces y experiencias de las mujeres de la guerrilla antifranquista en la España de posguerra.

 

Mercedes Yusta
Université Paris 8 – Vincennes – Saint-Denis

 

Este artículo da cuenta de la renovación historiográfica en el tratamiento de la participación de las mujeres en la resistencia armada antifranquista de la posguerra española, una resistencia durante años mal conocida y estudiada, considerada como un fenómeno menor y marginal a pesar de que tuvo una influencia notable en la evolución social y política de una gran parte de la España rural durante la posguerra. La autora expone los efectos cruzados de la represión de posguerra y de la misoginia de ciertos militantes antifranquistas y propone una relectura de la acción femenina en la resistencia a partir de los testimonios de las propias protagonistas.

El artículo se organiza en cuatro partes. En un primer momento se analiza el fenómeno de la guerrilla antifranquista como guerra irregular y las razones que explican la presencia marginal de mujeres en su seno. Una segunda parte desarrolla el papel de las mujeres en la resistencia, en particular en las redes de apoyo a la guerrilla. El análisis de las experiencias y testimonios femeninos ocupa una tercera parte, mientras que la cuarta y última analiza el compromiso más radical y a la vez de más difícil interpretación, el de las mujeres que se unieron a los grupos de guerrilleros en el monte. El propósito final es el de proporcionar una lectura más compleja de las múltiples modalidades y experiencias de la participación femenina en la resistencia antifranquista de posguerra, principalmente a través de las voces de las propias mujeres.


La guerrilla antifranquista es un fenómeno de difícil clasificación que ocupa todavía un lugar marginal en la historiografía del franquismo. Sus orígenes, prácticamente coetáneos de la propia guerra civil – en particular de la brutal represión que acompañó al golpe de Estado del 18 de julio de 1936 – son confusos, su naturaleza varía en función del marco geográfico, su evolución dependió de los marcos predominantemente rurales en los que se desarrolló y estuvo profundamente ligada a coyunturas locales. Las fuentes, aunque relativamente abundantes, son dispersas y de difícil interpretación. Los combatientes que la integraron, en particular si establecemos comparaciones con otros movimientos de resistencia armada antifascista europeos del mismo periodo, son poco numerosos: entre 6000 y 8000 según las estimaciones más fiables, a lo largo de un movimiento que se extinguió solamente en 1952, o 1963 si tenemos en cuenta la guerrilla anarquista catalana. Y entre ellos, alrededor de 150 mujeres identificadas como integrantes de los grupos armados.[1]

Sin embargo, este cuadro corresponde a una visión militar del fenómeno de la guerrilla antifranquista que, como hemos tratado de demostrar en otros lugares,[2] no da cuenta de su verdadera naturaleza: la de un movimiento profundamente anclado en el medio rural español, presente en prácticamente todas las regiones de la Península (excepto, significativamente, Castilla la Vieja), que afectó de manera irreversible la vida cotidiana de miles de campesinos y campesinas y cuya represión fue utilizada por las autoridades franquistas como un medio de disciplinar por el terror a las clases populares (y por definición consideradas como “no afectas”) de la población rural. Un movimiento que es posible conectar localmente con tradiciones de resistencia campesina de larga duración, que se solaparon, no siempre armoniosamente, con los intentos de organizaciones políticas de izquierdas, en particular el Partido Comunista de España, de mantener una resistencia antifascista más allá de la derrota de 1939. Esta visión, que desplaza el foco de los grupos armados a las comunidades rurales, permite difuminar la frontera artificial entre “el monte” y “el llano” (término que designaba tradicionalmente a los apoyos de la guerrilla en las localidades rurales) establecida por una historiografía más atenta a una épica militar y combatiente que a la realidad de un movimiento que implicaba a amplias capas de la población en una dinámica que era a la vez de supervivencia y de resistencia, y que suponía diversos grados de politización y compromiso. Permite también evaluar de forma más ajustada a la realidad la participación de las mujeres en este movimiento y lo que la existencia de la guerrilla y su represión supuso en la experiencia vital de numerosas mujeres del medio rural español, cuyas vidas se vieron profundamente afectadas, cuando no truncadas, por el conflicto armado de la posguerra.

“Niños de la noche”, grupo guerrillero que actuó en la Sierra Blanca, en Marbella, y en la sierra de Mijas, en Málaga, a partir de 1937 (foto: Cuadernos del CAUM)

La historiografía europea ha comenzado a interesarse desde hace unos años por la participación femenina en las resistencias antifascistas que tuvieron lugar en diferentes países europeos durante la Segunda guerra mundial. Existen numerosos estudios de ámbito nacional, principalmente en los casos de Francia (en el que las mujeres formaron parte de las redes de resistencia pero fueron muy minoritarias en la lucha armada de los maquis, nombre que recibían los grupos armados de resistentes formados principalmente a partir de 1943), Italia, Yugoslavia o Grecia.[3] Apenas existen, sin embargo, estudios comparativos sobre esta participación femenina a nivel europeo, exceptuando un libro colectivo coordinado por Laurent Douzou y la autora de estas líneas, y de forma general España, que como es bien sabido no participó en la guerra mundial, queda fuera del marco analítico de las resistencias antifascistas europeas, con la notable excepción de un libro colectivo coordinado por Robert Gildea e Ismee Tames. En dicho volumen justamente se presenta la guerra civil de 1936-1939 como una “matriz española” de aprendizaje de la resistencia para toda una generación de militantes antifascistas que posteriormente irrigarán las resistencias europeas, idea ya avanzada en fecha tan temprana como 1999 por Tony Judt.[4] La presencia de las mujeres en la guerrilla antifranquista carece de este modo de un marco analítico europeo por partida doble: por un lado, por la debilidad de los estudios comparativos que incluyan a España como un territorio afectado por las dinámicas de las resistencias antifascistas europeas a partir de 1939, y por otro por el carácter minoritario que presentan las mujeres en la resistencia armada antifranquista en comparación con otras resistencias europeas en las que la presencia femenina fue mucho más importante y visible, como las resistencias italiana (alrededor de 35.000 partisanas), griega o sobre todo yugoslava (100.000 partisanas en el ejército guerrillero de Tito).[5]

El propósito de las páginas que siguen es proponer una lectura de género del fenómeno de la guerrilla antifranquista centrada en la experiencia de las mujeres, más allá del determinismo que considera, por defecto, la lucha armada como un dominio casi exclusivamente masculino.[6] Puesto que si, en efecto, en los grupos armados la supremacía masculina es un hecho (un hecho que también debe ser estudiado e interpretado en perspectiva de género), la resistencia antifranquista de la posguerra debe ser considerada como un fenómeno mucho más amplio y mixto, en el que las mujeres tuvieron un papel importante y que, sobre todo, determinó una experiencia femenina de la represión y de la resistencia que es posible analizar en términos de socialización política y de experiencia militante. La guerrilla antifranquista de posguerra ha sido descrita como “un mundo de hombres”: las fuentes escritas disponibles, consistentes principalmente en documentos policiales y judiciales y en los informes generados por los propios guerrilleros, introducen un fuerte sesgo de género en el análisis de este fenómeno. En efecto, las fuentes de la represión franquista están fuertemente influidas por la ideología del régimen, que propugnaba una visión esencialmente doméstica de la feminidad y dificultaba la percepción de las mujeres como sujetos políticos. Por otro lado, como tendremos ocasión de ver, y dada la extrema severidad de las penas aplicadas a la lucha guerrillera (que en el caso de la participación en o complicidad con acciones armadas suponían la pena de muerte)[7], las propias mujeres se aferraron a dicha visión en sus testimonios para evitar las penas más duras, alegando que su colaboración con la resistencia era en realidad una prolongación de sus tareas domésticas. En cuanto a las fuentes producidas por la propia guerrilla, rara vez permiten percibir el papel que ejercían las mujeres en el movimiento de resistencia. Por tanto, la restitución del papel de las mujeres en la resistencia antifranquista de posguerra pasa por un análisis atento y crítico de las diferentes fuentes disponibles y en particular de los escasos testimonios femeninos de los que disponemos.

I Congreso de la Federación de Guerrillas de León-Galicia en 1942
  1. La guerrilla antifranquista como guerra irregular: un mundo de hombres

La resistencia armada de posguerra, más conocida como la guerrilla o el maquis, es un fenómeno complejo y diverso cuyo origen se solapa con la propia guerra civil. En ciertas regiones, como Galicia o la provincia de León, el triunfo del golpe de Estado y la represión subsiguiente provocaron, ya desde finales de julio de 1936, la huida al monte de militantes izquierdistas o jóvenes llamados a filas por el Ejército franquista. Estos “huidos” formarían los primeros grupos que se encuentran en el origen de los núcleos de resistencia armada, principalmente en el norte de España. En Asturias, la caída de los frentes en octubre de 1937 hizo que soldados del Ejército republicano buscasen refugio en las montañas, uniéndose en varios casos a los grupos de “huidos” preexistentes; las fuentes citan a algunas mujeres que formaban parte de esos primeros grupos.[8] Ese proceso facilitó la formación de la que posteriormente sería la primera organización de guerrillas dotada de una estructura político-militar, la Federación de Guerrillas de León-Galicia, fundada en el término municipal de Ferradillo (El Bierzo, León) en abril de 1942 – pero en ese proceso de militarización las mujeres ya estaban ausentes.[9] En Extremadura, Andalucía y La Mancha los primeros núcleos de huidos, entre los cuales también se cuentan algunas escasas mujeres, se combinaron con la coordinación por parte del Estado Mayor republicano de grupos de guerrilleros que llevaban a cabo acciones en la retaguardia franquista, proceso que culminó con la creación, en diciembre de 1937, de un XIV Cuerpo de Ejército de Guerrilleros con el fin de organizar la resistencia tras las líneas enemigas. Tras innumerables peripecias, que incluyeron en ciertos casos la participación, durante la Segunda Guerra mundial, en la Resistencia francesa o los grupos de partisanos soviéticos en la URSS, algunos veteranos de este XIV Cuerpo, incluidos algunos mandos, volvieron a la Península para integrar la Resistencia interior.[10] En todos los casos enumerados, los procesos de organización y militarización se acompañaron de la exclusión formal de las mujeres de los grupos armados, aunque éstas siguieron estando presentes en el monte de forma marginal.

Como señala Jorge Marco en su imprescindible monografía sobre la guerrilla antifranquista, la “experiencia de guerra” fue un factor determinante en la formación de los primeros grupos guerrilleros y es un elemento común que explica el gesto de tomar las armas tras la derrota de 1939 para prolongar la lucha contra el fascismo en el marco de una guerra irregular: en palabras de este historiador, que se basa en el perfil de los 1.038 guerrilleros censados en Andalucía oriental, “el perfil medio del guerrillero en España era un joven varón, campesino, vecino de un pequeño pueblo de montaña, excombatiente republicano, con una fuerte identidad antifranquista, pero con escasa o nula experiencia colectiva antes de 1936”.[11] En efecto, una parte importante de los guerrilleros de esta zona, así como una parte significativa de aquellos que integraron las guerrillas en otras regiones de España, habían sido combatientes en el bando republicano (o desertores del Ejército franquista) durante la guerra civil.

Miembros de la guerrilla de Levante, Cuenca y Aragón. Fuente: memoriademocraticaclm.uclm.es

Esta importancia de la experiencia de guerra sería determinante a la hora de caracterizar la guerrilla antifranquista como un espacio masculino, “donde las mujeres carecieron de un espacio propio o simplemente fue marginal”.[12] Sin embargo, esta experiencia no es generalizable a todos los guerrilleros: el propio Marco detecta en su muestra “un elevado número de guerrilleros, hasta un 29%, que no participó en la guerra debido a su escasa edad”[13]. Las motivaciones de estos jóvenes para integrar la guerrilla fueron por tanto otras, relacionadas con la represión franquista o con una previa colaboración con los grupos guerrilleros, y en este sentido similares a las motivaciones que llevaron a las escasas mujeres guerrilleras a integrar los grupos armados, como veremos.

En todo caso es evidente que, si consideramos únicamente los grupos armados de la guerrilla antifranquista, que es el punto de vista generalmente adoptado por la historiografía, la supremacía masculina es aplastante. La lucha armada es un terreno tradicionalmente reservado a los hombres, en el que la presencia de las mujeres solo puede ser excepcional, como lo demostró durante la guerra civil la extremadamente minoritaria y breve experiencia de combate de las milicianas.[14] Jorge Marco añade otro factor que influyó de manera crucial en la configuración de los grupos de resistentes armados: la importancia de las organizaciones juveniles en la estructuración del antifascismo europeo, concretamente de los jóvenes varones. En el caso español, y a pesar de que como señalaba este mismo autor las investigaciones sobre la movilización de la juventud femenina aún son escasas, puede afirmarse el predominio masculino en dichas organizaciones.[15] Si nos remontamos al periodo anterior a la guerra civil, a pesar de que los años treinta fueron un momento muy importante de politización de las masas femeninas durante el cual se crearon importantes organizaciones femeninas antifascistas, esta politización no dejó de ser un fenómeno relativamente minoritario que solo se generalizó en el marco de la movilización masiva para la “guerra total” que se produjo a partir del golpe de Estado. El uso de la violencia que marcó la militancia juvenil en la Europa de los años treinta también hizo más problemática la relación de las mujeres jóvenes con la movilización política, y de hecho el antifascismo femenino se caracterizó por el uso de otro tipo de discursos y de prácticas, más centradas en la ayuda humanitaria y el maternalismo.[16]

Las hermanas y guerrilleras catalanas Eulalia y Maria Pajerols (foto: Nord-est Llibertari)

A las dificultades encontradas por las mujeres antes de y durante la guerra civil para integrar espacios políticos o militares ampliamente masculinizados se añade que las propias organizaciones políticas que canalizaron, a partir de 1942-43, la estructuración de la resistencia armada antifranquista, en particular el PCE, eran reticentes a la movilización de las mujeres en el marco de la lucha armada, por no hablar de las actitudes abiertamente machistas de muchos dirigentes políticos y guerrilleros: desde Santiago Carrillo aludiendo a las mujeres como “elementos de corrupción” de la guerrilla, junto a la bebida y el “derroche de dinero”, hasta el dirigente socialista de la guerrilla galaico-leonesa Marcelino Fernandez Villanueva El Gafas, que afirmaba en los años 70 al periodista Carlos Reigosa que bajo su mando no permitió la presencia de mujeres en la guerrilla “porque conocía el material humano”.[17] Las propias normas de las formaciones y agrupaciones guerrilleras, formalizadas por escrito en estatutos, excluían la presencia de mujeres en el monte. Pero esta exclusión no siempre fue total. En los estatutos de la Federación de Guerrillas de León-Galicia, redactados en 1942 por un Estado Mayor compuesto de anarquistas y socialistas, se establece que

“Se prohíbe vivir en las guerrillas a novias o esposas de guerrilleros por cuestiones sentimentales. No obstante, las mujeres miembros del S.I.R., enlaces o puntos de apoyo que sean descubiertas por el enemigo y corran el riesgo de graves represalias, serán recogidas y protegidas con el respeto que su personalidad merece, en campamentos o casas, en espera de encontrarles refugio fuera de las zonas conflictivas”.[18]

Esta norma es interesante por varios motivos: más allá del hecho de que contempla la posibilidad de acoger a mujeres en los campamentos por razones de seguridad, este breve texto nos indica que las mujeres eran consideradas como miembros del movimiento de resistencia en funciones específicas de información o apoyo logístico. Como ya se ha señalado, debemos considerar el movimiento de resistencia más allá de los grupos armados, insertado en el tejido de la población local y constituido también por los individuos, entre ellos numerosas mujeres, que le proporcionaban sustento y apoyo, y sin los cuales no hubiese podido sobrevivir. Conscientes de la importancia crucial de estas redes, a medida que el movimiento guerrillero se organizaba en estructuras formales también se formalizaron las redes de apoyo: en particular, en el marco de la guerrilla galaico-leonesa los colaboradores de la guerrilla fueron organizados en un “servicio de información republicano” (el S.I.R. al que hacían alusión los estatutos de la Federación) o calificados de guerrilleiros da chaira (“guerrilleros del llano”, en contraposición a las “guerrillas del monte”). Justamente, era esa cualidad de miembros de la resistencia, y no sus relaciones sentimentales o afectivas con los guerrilleros, lo que justificaba la presencia de las mujeres en el seno de los grupos armados, lo cual contradice la muy extendida narrativa que explica la presencia de las mujeres en la guerrilla “por amor”, a través de dichos lazos sentimentales o afectivos – que en efecto existieron en una mayoría de los casos, pero que no eliminan otras motivaciones y explicaciones de la presencia de las mujeres en la resistencia armada antifranquista. De manera general, si queremos restituir verdaderamente la naturaleza, el funcionamiento y el impacto de la resistencia antifranquista en la España rural de la posguerra es necesario ampliar el foco de los grupos armados a las comunidades rurales y considerar las actividades femeninas de apoyo a la guerrilla como parte integrante del fenómeno.

De izquierda a derecha: Sagrario Vera Gordo, natural de Malcocinado (Badajoz), asesinada en el Collado de las Ratas de Valdelamusa en 1945 junto a su compañero “El Chato del Cerro Andévalo”; María Esquivel Vizuete, natural de Azuaga (Badajoz), fusilada en Sevilla el 12 de febrero de 1943; y Teresa Pla Meseguer, natural de Vallibona (Castelló)(1917-2004) (montaje: Cuadernos Manchegos)
  1. Las mujeres y la resistencia de posguerra: ¿víctimas o resistentes?

Desde el trabajo seminal de Secundino Serrano sobre la guerrilla antifranquista en León, la historiografía más solvente sobre la guerrilla antifranquista ha insistido en la importancia de los lazos entre los grupos guerrilleros y las comunidades locales.[19] En efecto, la guerrilla antifranquista es un fenómeno profundamente conectado a los territorios y a las dinámicas locales; en la mayor parte de las regiones, los guerrilleros que integraron los grupos armados actuaban en las proximidades de sus lugares de origen. Este componente local de la guerrilla ha llevado a elaborar la categoría de “guerrilleros autóctonos” para diferenciarlos de los militantes enviados al interior desde el exilio por sus formaciones políticas, en particular el PCE, o a diferenciar los grupos de guerrilla en “guerrilla política” frente a “vecinos en armas”, constituidos estos últimos por personas procedentes del terreno y cuyas actuaciones respondían a dinámicas locales de represión y venganza más que a motivaciones ideológicas, sin que éstas estuviesen ausentes.[20] Y estos guerrilleros locales o autóctonos movilizaron principalmente a miembros de sus redes primarias, familiares o afectivas, para constituir las redes de ayuda y apoyo a la guerrilla, redes en las que las mujeres constituyen un elemento estructurante. En palabras de Arnau Fernández Pasalodos, autor de la monografía más completa hasta el momento sobre la lucha antipartisana llevada a cabo por la dictadura franquista, “Las comunidades rurales eran las que permitían que la resistencia armada pudiera sobrevivir, de manera que la contrainsurgencia franquista se centró en reprimirlas”.[21] Esta estrategia puso en el punto de mira a las familias de los guerrilleros y muy particularmente a las mujeres, vigiladas y reprimidas como probables colaboradoras de la guerrilla: el mismo autor cita una orden del jefe de la 2ª Región Militar de 1946 en la que afirmaba que “los huidos utilizan principalmente mujeres para recibir tales auxilios de las poblaciones”.[22]

Ha sido tradicional considerar la relación de las mujeres con la guerrilla antifranquista como una experiencia “determinada por otros”, en las muy citadas palabras de Giuliana di Febo.[23] Ello implica considerar que las familias de los guerrilleros no eligieron el combate contra la dictadura, sino que se vieron arrastradas a él por la actividad insurgente de sus familiares. Los testimonios que aluden a familias, niños incluidos, hostigadas por las fuerzas represivas en su lucha contra la guerrilla, y que describen a las mujeres como víctimas de la represión antiguerrillera, son legión. Para no multiplicar los numerosos ejemplos citaremos algunos casos de la provincia de Teruel, en la que actuaba la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (en adelante AGLA), una de las zonas guerrilleras más activas de la Península y de las más castigadas por la represión franquista, en particular a partir de la llegada como Jefe de la 5ª Región Militar y Gobernador civil de Teruel del general Manuel Pizarro en febrero de 1947.[24] En 1946 la esposa del guerrillero Florencio Guillén, Felisa Montoliu, de la localidad turolense de Gúdar, fue asesinada por la guardia civil, que posteriormente simuló su suicidio.[25] Aurora Piñana, esposa del guerrillero José Mir, y Josefa Bayod, madre del guerrillero Joaquín Boj, ambas de La Ginebrosa, fueron detenidas y supuestamente enviadas a la prisión de Alcañiz (Teruel) en marzo y octubre de 1947 respectivamente: las dos fueron probablemente asesinadas en el término municipal de Monroyo el 11 de noviembre de 1947. Como dato interesante, Josefa Bayod había sido encausada en 1935 por un delito de aborto y a Aurora Piñana se la acusaba de tener una casa de citas, porque su casa era un lugar de reunión de enlaces y guerrilleros y la gente murmuraba a causa de las frecuentes entradas y salidas nocturnas: en el caso de las mujeres, las acusaciones de una moralidad sexual desviada se mezclaron frecuentemente con las de la disidencia política.[26] La familia del guerrillero Francisco Serrano Iranzo, que perteneció a la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón y era natural de Castellote (Teruel), fue permanentemente hostigada por la guardia civil y el somatén de la localidad. Su mujer pasaba largas temporadas en la cárcel. Su hija describe el acoso al que fue sometida: “Una vez la tenían dos meses, otra vez la tenían quince días, otra vez la tenían un mes… Y mientras nosotros [sus cuatro hijos de corta edad] estábamos abandonados completamente”. Su masía fue precintada y posteriormente incendiada “con todo dentro”. Ella quedó sin recursos y dos de sus hijos de corta edad murieron, probablemente a causa de la falta de cuidados.[27]

Francisco Serrano Iranzo (1911-1954)(primero por la derecha, de pie) junto a su familia. Delante de él, su hija Lidia (foto: El Punt diari)

En algunos casos, el acoso y la represión sufrida por estas mujeres era una violencia vicaria que tenía como objeto castigar al guerrillero de forma indirecta, a través de sus seres queridos, y así forzarlo a entregarse. Pero en otros lo que se castigaba era la actividad femenina de apoyo a la resistencia armada, proporcionándole ayuda material como una prolongación de sus tareas domésticas tradicionales. La cuestión que se ha planteado la historiografía es cómo caracterizar esa actividad femenina: ¿como una prolongación despolitizada de su papel tradicional de madre y esposa? ¿Como rebeldías o resistencias cotidianas en el contexto de una férrea dictadura? ¿O como una actividad política consciente de apoyo a la resistencia armada? Probablemente se trata de una mezcla de todo ello, en dosis diferentes en función de las situaciones y de las personas y sus trayectorias. Y el interrogante planteado por la historiografía no hace sino reflejar la ambigüedad con la que, ya en la época de los hechos, fueron consideradas las actividades femeninas de apoyo a la guerrilla antifranquista. Así, si bien en general la actitud de las fuerzas represivas fue politizar estas acciones y considerarlas como actos subversivos, cuando éstos llegaban a los tribunales en muchas ocasiones se acababa imponiendo la visión tradicional del régimen sobre las tareas y funciones femeninas. En sus testimonios, las propias mujeres, como corresponde a un relato cuya función era exculpatoria, justificaban sus acciones aludiendo a que actuaron “como buenas madres, esposas e hijas”, como lo señala la historiadora María de los Llanos Pérez Gómez en su estudio sobre la represión a las mujeres colaboradoras de la guerrilla manchega en la provincia de Albacete.[28] Las mujeres encausadas que estudia lo fueron todas por “labores de sustento” y en todos los casos fueron absueltas o se sobreseyó su causa: ni siquiera los jueces franquistas encontraron argumentos legales para calificar sus acciones como delictivas y mantenerlas en la cárcel. Sin embargo, todas ellas pasaron por la prisión antes de ser juzgadas y sufrieron torturas y malos tratos. A la misma conclusión llegan Julio Prada Rodríguez y Alejandro Rodríguez Gutiérrez tras analizar 522 expedientes sumariales incoados a mujeres gallegas por colaboración con la guerrilla o participación en acciones armadas. Menos de la mitad de dichas mujeres fue siquiera procesada, a pesar de lo cual muchas de ellas sufrieron una represión extrajudicial en forma de detención y torturas. La represión encontraba así la forma de castigar a estas mujeres y, a través de ellas, amedrentar al conjunto de la población rural y disuadirla de colaborar con la guerrilla.[29]

Por tanto se puede afirmar que, desde el punto de vista de las fuerzas represivas que ejercían la lucha cotidiana contra la guerrilla, las mujeres eran consideradas como oponentes políticas y que la represión contra las colaboradoras femeninas se expresó principalmente por cauces extrajudiciales. De hecho, las guerrilleras o colaboradoras de la guerrilla ejecutadas legalmente fueron una excepción: las únicas guerrilleras cuya condena a muerte fue ejecutada fueron la andaluza María Esquivel, fusilada en 1943, y la conocida militante asturiana Estefanía Cueto “Fanny”, ejecutada en agosto de 1939 pero encausada y condenada por su papel de dirigente comunista durante la guerra civil y no por su actividad en la guerrilla.[30] Otras guerrilleras condenadas a muerte, la gallega Enriqueta Otero, la madrileña Juana Doña (encuadrada en la guerrilla urbana) y la andaluza Manuela Díaz Cabeza, vieron su pena conmutada a 30 años.[31] La inmensa mayoría de las guerrilleras y colaboradoras muertas lo fueron en enfrentamientos en el monte o en el marco de una ejecución extrajudicial, como en los casos evocados más arriba.

Miguel López Cabezas y Manuela Díaz Cabezas “Los Parrilleros”. Fuente: MORENO GÓMEZ, Francisco, Historia y memoria del maquis. El cordobés “Veneno”, último guerrillero de La Mancha (Extremeños, andaluces y manchegos en la “Resistencia”), Madrid, Editorial Alpuerto, 2006.

Ya hemos aludido a la actitud de los guerrilleros y de las organizaciones antifranquistas con respecto a la participación de las mujeres en la lucha armada. La heterogeneidad política, geográfica, incluso cronológica de la guerrilla hace difícil establecer generalizaciones, pero se puede afirmar que, sin renunciar a movilizar a las mujeres en la lucha antifranquista, la norma fue la de una estricta separación de los espacios y funciones militantes y que, a medida que las organizaciones guerrilleras se politizaban y militarizaban, la exclusión de las mujeres de los espacios de la lucha armada se generalizaba, mientras que en los primeros momentos, en particular durante el periodo denominado “de los huidos” (que en parte coincide con la propia guerra civil) era más habitual la presencia de mujeres en el monte. En cierto modo se puede decir que la consigna popularizada durante la guerra civil por Dolores Ibárruri, “los hombres al frente, las mujeres a la retaguardia”, seguía vigente en el caso de la guerrilla antifranquista: la misma Dolores Ibárruri multiplicaba en la prensa comunista del exilio las llamadas a las mujeres a “ayuda(r) a los heroicos guerrilleros”.[32] Cuando la guerrilla recurría a la ayuda femenina era en el marco de funciones compatibles con sus labores tradicionales, como la asistencia en ropa, comida y cuidados. Pero ello no significa que dichas acciones estuviesen desprovistas de un carácter político reconocido por la propia organización guerrillera, como se observa en el siguiente informe enviado a la dirección comunista en el exilio desde la AGLA, probablemente a finales de 1946:

“El sector del camarada Ibáñez, es decir el 11º, organizó a mujeres del P. para trabajar en ayuda a los guerrilleros. Ellas les hacían jerseys de lana y también calcetines. Unas veces eran ellos quien compraban la lana y otras las propias camaradas. Alguna también solía subir a algún campamento, sobre todo una del pueblo de Higueruelas (Cuenca) a la cual la propia guardia civil la llama ‘la Pasionaria’ por su rebeldía. Ella está muy orgullosa de que la llamen así. Es buena y valiente. En total este sector tenía de esta forma organizadas a 20 o 25 mujeres […]. De esta forma, agrega Ibáñez, no había un guerrillero de nuestro sector que fuese en invierno sin jersey. Esto no sucedía en los demás sectores.”[33]

Antonia y Consuelo Rodríguez (foto del blog de Santiago Macías)

Este reconocimiento del carácter político de la actividad femenina se percibe también en la normativa de la Federación de Guerrillas de León-Galicia evocada más arriba, que contemplaba la posibilidad de acoger en campamentos o casas a las mujeres colaboradoras de la guerrilla que hubiesen caído bajo las sospechas de las fuerzas represoras. Un reconocimiento que también aparece en testimonios muy posteriores a los hechos, como el documento redactado a mediados de los años 1990 por el guerrillero de la AGLA Manuel López Cubero, en el que evoca la actividad de apoyo a la guerrilla de su madre, Asunción Cubero:

“Ya en el año 1946 los Consejos de Resistencia son fuertes, la mujer juega un papel fundamental, incorporada a la lucha a través de los Consejos de Resistencia, desarrollan labores de correo entre ciudades y pueblos; forman parte del aparato de información Fiable[34]. Entre otras cosas trabajan tejiendo lana, haciendo guantes, jerséis, bufandas para los presos y guerrilleros. El Consejo de Resistencia de la Estación de Rubielos con enlace con Albentosa y los Mases, al que pertenecía Asunción Cubero Royo (detenida a finales del año 1947) mantenía el enlace del Partido comunista con Valencia y las guerrillas. Como otras, trabajan sin descanso tejiendo para presos y guerrillas. Al subrayar más arriba fiable es por la sencilla razón de que la madre ser racional o irracional defiende a sus hijos de una manera fiel y no se arredra ante el peligro, ni el enemigo para defender lo que más quiere en su vida.”[35]

Parece que Asunción Cubero no se limitó a tejer y hacer guantes y jerséis para los guerrilleros, y que probablemente su motivación iba más allá del instinto maternal de defensa de sus criaturas: en un documento del Gobierno Civil de Teruel se da cuenta de la detención de Asunción Cubero Royo, “sospechosa del atentado cometido en la vía férrea del Central-Aragón (entre Barracas y Rubielos de Mora)”. El informe se completa con la información de que “vive muy cerca de la estación de Rubielos de Mora [y por tanto] es sospechosa de haber colocado el artefacto. Tiene a su hijo y hermano con los bandoleros. Se sospecha actúa de enlace de los Guerrilleros de Levante. Asunción se informó sobre las personas que delataron a los miembros de un partido extremista de Albentosa (información sin duda solicitada por los bandoleros)” [36]. Esto significa que Asunción Cubero participaba plenamente de la actividad de resistencia llevando a cabo acciones de información y sabotaje. Por tanto, no son tanto las actividades realizadas por las mujeres las que determinan su cualidad o no de resistentes, sino más bien el género el que condiciona la mirada con la que son descritas: una misma actividad puede recibir diferente valoración en función del sexo de la persona que la efectúa.

Adelina La Madre —primera mujer por la izquierda—, Amada —segunda por la derecha— y Reme —a la derecha de Adelina— con un grupo de presas comunes en la cárcel de Valencia el 6 de enero de 1956 (foto: zgrados.com)
  1. Testimonios de mujeres: lo personal es político.

En realidad, una de las principales dificultades a la hora de interpretar la presencia femenina en la resistencia armada antifranquista, que sea en los grupos armados – en los que su presencia fue extremadamente minoritaria – o en las redes de ayuda y colaboración con la guerrilla, donde su número fue mucho más importante, es la escasez de testimonios de las propias mujeres. La relación de las mujeres con la guerrilla, por tanto, ha sido principalmente y hasta fechas recientes contada por otros, ya fuesen los propios guerrilleros o el Estado represor. Aunque han ido emergiendo poco a poco desde los años ochenta, los testimonios escritos de mujeres que participaron en la guerrilla antifranquista son extremadamente escasos: solamente dos de ellas, Esperanza Martínez y Remedios Montero, que pertenecieron a la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón, han publicado sendos libros de memorias (en 2004 y 2010 respectivamente).[37] E incluso estos libros de testimonios, escritos en primera persona, son testimonios reelaborados, reescritos con la ayuda de escritores o militantes.[38] Shirley Mangini, una de las primeras historiadoras en recoger de manera sistemática los testimonios femeninos de la guerra civil y la represión franquista en su libro publicado originariamente en inglés en 1995, explicaba que “Varias activistas con las que hablé se rieron con rubor cuando les pregunté por qué no habían escrito sus autobiografías. Petra Cuevas me dijo escuetamente: “Pero cariño, ¡soy casi analfabeta!”[39]. La posición subalterna de las mujeres en la España de los años 30 y 40, en la que el analfabetismo femenino en las zonas rurales era muy superior al masculino, dificulta la transmisión de estos testimonios femeninos, hasta el punto de que al describir los textos memorialísticos producidos por las mujeres que sufrieron la represión franquista, principalmente las memorias carcelarias, Mangini se refiere a estas mujeres como “sujetos coloniales”,[40] tanto política y económica como culturalmente: eran mujeres europeas y blancas, pero fueron colonizadas por la dictadura y su sistema represivo, por la Iglesia católica, por un régimen de género profundamente patriarcal, hasta el punto de que sus experiencias son difícilmente transmisibles fuera de los lenguajes dominantes, ya fuesen los de la dictadura o incluso los de las culturas políticas, en particular la comunista, a las que adhirieron. Tal vez esta ausencia de transmisión de las experiencias femeninas está en el origen de la dificultad para interpretar los compromisos de numerosas mujeres del medio rural con la guerrilla antifranquista como algo más que la prolongación de sus tareas domésticas, es decir, como una acción genuinamente política.

La militante Tomasa Cuevas volvió del exilio en 1961 tras pasar en dos ocasiones por las cárceles franquistas y haber colaborado como enlace de la guerrilla andaluza. Durante varios años recorrió la geografía española recabando testimonios de mujeres que habían conocido la represión franquista, en particular las cárceles. Su trabajo, publicado en los años ochenta, dio como fruto tres libros de testimonios e historias de vida que dibujan una densa red de mujeres represaliadas, pero sobre todo militantes y resistentes: fue la primera publicación que dio espacio a esa polifonía de voces femeninas del antifranquismo y sigue siendo una referencia ineludible.[41] Uno de esos libros, Mujeres de la resistencia, está dedicado a las mujeres que participaron en la guerrilla antifranquista, como colaboradoras o como guerrilleras en el monte. De la lectura de estos testimonios emerge una historia “en femenino” de la resistencia contra el franquismo, con otras cronologías, otros hitos, otros heroísmos, que la diferencian de la visión excesivamente político-militar que transmiten ciertos estudios de la guerrilla antifranquista. Los relatos femeninos la muestran como la resistencia mayoritariamente popular que en realidad fue, en la que la resistencia armada, organizada política y militarmente, se entrelazaba íntimamente con formas de rebeldía cotidiana que, según el antropólogo James C. Scott, forman parte de una “infrapolítica de los desvalidos” que permite a éstos ofrecer algún tipo de resistencia en contextos de dominación particularmente violentos.[42] En su estudio sobre la guerrilla de Andalucía oriental, Jorge Marco ha establecido que el 90% de los guerrilleros pertenecían al sector primario (mayoritariamente campesinos). Julio Prada Rodríguez examina la profesión de las mujeres detenidas por colaborar con o formar parte de los grupos guerrilleros en Galicia de 1940 a 1955: de un total de 522 mujeres, más del 60% fueron registradas como amas de casa, y el 20,31% como labradoras y jornaleras. Según Pura Sánchez, que ha estudiado la represión franquista contra las mujeres en Andalucía, las mujeres procesadas en tribunales militares en los años 40 y 50 eran en general mujeres con un bajo nivel de instrucción e hijos a su cargo.[43] Estos datos confirman que la represión contra la guerrilla revistió un verdadero carácter de “guerra contra los pobres”, ensañándose con los sectores más humildes de la población rural: en casi todos los testimonios analizados de mujeres represaliadas por su colaboración con la guerrilla las primeras palabras remiten, invariablemente, a los orígenes humildes de la familia. Y otro elemento común es la omnipresencia de la represión: muchas de las colaboradoras de la guerrilla habían pasado previamente por la cárcel o tenían una experiencia directa de la represión a través de sus familiares.

Adelina Delgado Correcher. Imagen de “Protagonistas de nuestro pasado, testigos de nuestra historia” (2022), de Nerea Campos Tello y otros

En los testimonios recogidos por Tomasa Cuevas se entrelazan las experiencias de socialización política durante la República, la represión a las que estas experiencias dieron lugar, y la dura vivencia como mujeres pobres, procedentes mayoritariamente del medio rural, de estas colaboradoras de la guerrilla.  Josefa Beneyto López cuenta: “Me detuvieron en el año 39, el día 22 de abril, en Alberique (Valencia), por ir a manifestaciones, por llevar la bandera y porque me casé por lo civil”. Josefa estuvo en prisión con su hija de menos de un año y fue condenada a muerte, pena conmutada después. A su salida de la cárcel comenzaría a colaborar con las guerrillas: “Me volvieron a detener el 29 de abril del año 50, en una emboscada de guardias civiles que nos sitiaron la casa”. También Manuela Moreno, de Maella (Zaragoza) pasó por la experiencia de la prisión antes de ayudar a las guerrillas: “[en 1938] Me tuvieron en la cárcel de Caspe hasta que me juzgaron porque era de izquierdas, había votado a la Republica y era de UGT. Eso para los franquistas era ser propagandista, me pusieron veinte años”. Otras mujeres, sin embargo, entraron en la ayuda a las guerrillas por un fuerte sentimiento de injusticia, una forma de posicionarse frente a la coyuntura política que no se concretaba, porque tampoco era necesario, a través de una adscripción ideológica concreta. Adelina Delgado Correcher, enlace y “punto de apoyo” de las guerrillas de Levante y conocida por los guerrilleros como “La Madre”, lo expresaba de esta forma en una entrevista a la historiadora Fernanda Romeu, pionera en recoger las voces femeninas de la resistencia antifranquista:

“(…) yo no comprendo de política, ni esas cosas, es verdad, me he criado toda la vida en el monte, porque si hubiera estado en el pueblo, hasta leer podía haber sabido (…) yo me decía:  cuando van esos señores por el monte, algo quieren defender o algo quieren sacar a flote; hay que ayudar, porque los veías con esa amabilidad. Yo me dije: estas personas algo defienden que es obligado ayudarles. Así que yo, no he tenido miedo. A donde va el cuerpo, va la muerte, que sea lo que Dios quiera, pero yo no me hice cobarde, porque luché lo que pude…”[44]

La misma conciencia de la dominación y la injusticia como motores del compromiso con la guerrilla antifranquista aparece en otros testimonios femeninos de enlaces y guerrilleras. En la comarca leonesa del Bierzo, Odette Martínez ha recogido numerosos testimonios de mujeres, a la vez familiares y colaboradoras de la guerrilla, e insiste en la imbricación entre motivaciones políticas y afectivas, como en el testimonio de Ángela Losada, hija de los guerrilleros José Losada y Alpidia García Morán. Tras la muerte de su padre toda la familia colaborará con los guerrilleros y la madre, Alpidia, terminará integrando el grupo armado. Angela recuerda las razones de su compromiso en estos términos: “Yo contenta y pensaba que eran compañeros de mi padre (…) Si ellos defendían una idea, pues los demás la teníamos que defender también”.[45] Paquina, enlace de la guerrilla leonesa, explicaba a Alfonso Domingo que “Mi ilusión era ayudar en lo que pudiera y si no era económicamente, por lo menos como madrina de guerra. Animarlos moralmente, que sintieran que no estaban solos. Esa era mi misión porque yo de política no sabía nada. Lo único que sabía era que estaban pisoteados, que estaban maltratados, que eran pobres y los estaban asesinando”.[46] De todos estos testimonios emerge una fuerte conciencia de clase junto con sentimientos y emociones como la indignación o la cólera: mediante su colaboración con la guerrilla estas mujeres transformaron dichos sentimientos en emociones políticas. En otros lugares hemos aludido también a la “politización de los afectos” como un importante motor del compromiso político de estas mujeres.[47] En efecto, una proporción importante de las mujeres que colaboraron con la guerrilla tenían lazos familiares o afectivos con los guerrilleros, pero ninguna de ellas alude en sus testimonios a dichos lazos como la razón exclusiva de su acción en la resistencia, sino a la solidaridad con una causa en la que estaban implicados sus compañeros, hijos, padres o hermanos. Y por otra parte, los análisis sociológicos llevados a cabo en diversos grupos de guerrilla revelan que dichos lazos familiares y afectivos también fueron determinantes en el caso de los hombres, lo que explica que encontremos en la guerrilla verdaderas “sagas” familiares.[48] La guerrilla fue un asunto en el que lo personal se convirtió en político, tanto en el caso de las mujeres como en el de los hombres.

La familia de Antonia y Consuelo Rodríguez, de O Barco de Valdeorras. El padre y la madre serían fusilados en Soulecín y cuatro de los hermanos murieron en combate al igual que  el guerrillero Arcadio Ríos, compañero de Consuelo (foto: Diario del Aire)
  1. Mujeres guerrilleras, entre compromiso y supervivencia

La separación entre dos espacios estancos, el “monte” y el “llano”, como frente y retaguardia de la guerra irregular que fue la guerrilla antifranquista, es relativamente artificial y la frontera entre ambos fue mucho más porosa de lo que parece. En diversos testimonios y documentos de la guerrilla se alude a la presencia puntual en los campamentos de vecinos de las poblaciones que actuaban como enlaces, incluyendo algunas mujeres.[49] En el caso de la guerrilla galaico-leonesa, en particular en la zona del Bierzo, los guerrilleros pasaban la mayor parte del tiempo en casas aisladas en el monte y apenas existían campamentos, aparte de los “chozos” construidos en la llamada “Ciudad de la Selva”.[50] También en la zona de actuación de la AGLA, en el sur de la provincia de Teruel y en Cuenca los guerrilleros se alojaban durante cortos periodos en las masías aisladas. En el caso de las escasas mujeres guerrilleras que han dejado su testimonio esta porosidad es evocada como una ocasión para profundizar en la colaboración con la guerrilla, hasta que finalmente la implicación fue tan importante que puso en peligro la integridad física de las mujeres y las obligó a “echarse al monte” definitivamente y adoptar el modo de vida de los guerrilleros. De este modo, si la “experiencia de guerra” fue determinante para una mayoría de los guerrilleros hombres, en el caso de las mujeres esta experiencia sería reemplazada por la de la represión vivida de forma directa o indirecta. En palabras de Julio Prada Rodríguez y Alejandro Rodríguez Gutiérrez, “el prototipo de la mujer guerrillera era el de un enlace o sospechosa de colaboracionista sometida a una fuerte presión, que tras saberse «quemada», se ve obligada a pasar a la clandestinidad y a incorporarse a la guerrilla”.[51]

En la aldea de Atalaya, provincia de Cuenca, en el área de actuación de la AGLA, las hermanas Martínez, Esperanza, Amada y Angelita, junto con Remedios Montero, amiga de la familia, tuvieron que “echarse al monte” en diciembre de 1949 tras un largo periodo de colaboración con la guerrilla. En realidad, se “echaron al monte” las dos familias al completo, los Martínez y los Montero: un total de 8 personas, incluyendo los dos padres de familia, unos ancianos según los parámetros de la época. Esperanza y su hermana Amada pasaron prácticamente dos años en la guerrilla; Angelita y Remedios fueron exfiltradas a casas de confianza en la región valenciana, aunque Remedios debió integrar de nuevo la guerrilla al ser reconocida y denunciada. Demasiado jóvenes al proclamarse la Republica, ninguna de ellas tenía una experiencia previa de militancia política. Sin embargo sus familias habían sido caracterizadas como “de izquierdas” y reprimidas como tales, en particular la familia Montero. El hermano mayor de Remedios, Herminio, había combatido como voluntario en el Ejército republicano y participado en el asalto al Cuartel de la Montaña en julio de 1936 y se unió a los guerrilleros en algún momento entre 1945 y 1946. Fue a través de Herminio como las dos familias comenzaron a colaborar con la guerrilla, lo que finalmente los llevó a tener que abandonar el pueblo. Todos los hombres de las dos familias, incluyendo los dos padres, murieron en la guerrilla. Esperanza y Remedios acompañaron la disolución de la guerrilla en 1952 y pasaron a Francia; el PCE las envió como enlaces de nuevo al interior para evacuar a los últimos grupos de guerrilleros, momento en el que fueron detenidas. Ambas fueron salvajemente torturadas en el cuartel valenciano de Arrancapinos y sufrieron largos años de cárcel.[52]

Esperanza Martínez, Remedios Montero y Amada Martínez, en la cárcel de Valencia, en 1956 (foto: AGE)

El caso de Esperanza Martínez y Remedios Montero es especialmente interesante porque son las únicas mujeres guerrilleras que han publicado sus memorias, además de haber dado su testimonio en numerosas ocasiones en entrevistas y publicaciones. El cotejo entre su narración y los relatos contemporáneos que describen su experiencia en el monte proporciona la ocasión de una interesante reflexión sobre los diferentes marcos narrativos y memoriales que construyen en el imaginario colectivo e incluso en la historiografía la imagen de las mujeres guerrilleras. De esta polifonía de voces surge la dificultad, cuando no la imposibilidad, de establecer cuál fue realmente el estatus y las funciones de las mujeres que integraron la guerrilla. En el proceso que les fue incoado a Esperanza, Remedios y Amada (hermana de Esperanza) en 1956, el abogado defensor, el Capitán de infantería Antonio Aparicio Vázquez, minimizaba la responsabilidad de las tres mujeres y, de paso, de todas las mujeres que integraban los grupos de guerrilla, presentándolas como víctimas de la conjura comunista:

“Las procesadas en la fecha que se unen a los bandoleros son jóvenes e inexpertas, y de muy escasa cultura, incapaces entonces de determinar la responsabilidad en que incurrían. El caso de estas jóvenes no es nuevo, son otras víctimas más que el comunismo arrastra y sacrifica sin importarle lo más mínimo, con tal de saciar el egoísmo y ambiciones desmedidas de sus jerifaltes, que desde el exilio pretenden alterar el orden, la paz y la justicia imperantes en España. Las procesadas inconscientemente y engañadas se prestan a tan turbios manejos”.[53]

El discurso de la dictadura con respecto a la participación de las mujeres en la resistencia antifranquista es coherente con la estrategia de despolitización y denigración empleada de forma general para desacreditar a la resistencia frente a la población. En el caso de los hombres, el argumento empleado consistía en asimilarlos a delincuentes comunes: el calificativo empleado en los documentos oficiales para referirse a los guerrilleros era el de “bandoleros”, y los delitos en que incurrían se clasificaban bajo la etiqueta de “bandolerismo”. Pero en el caso de las mujeres esta despolitización y denigración añadía un componente sexual: las guerrilleras eran consideradas como las concubinas y las prostitutas de los guerrilleros. Tanto en el momento de la detención como en las descripciones hechas a posteriori por historiadores franquistas se insiste en este carácter sexual de la presencia de las mujeres en la guerrilla. Así, en el informe proporcionado por Falange acerca de la guerrillera Manuela Díaz Cabeza, de Villanueva de Córdoba, en el sumario de su procesamiento en 1945, se señala que

“Con anterioridad a nuestro Glorioso Movimiento Nacional pertenecía a las Mujeres Comunistas, siendo muy entusiasta de sus ideas, hasta el extremo de hacer vida marital con un hermano suyo un año después de la liberación de este pueblo, se marchó a la sierra donde ha permanecido hasta que ha sido detenida por la guardia Civil”. [54]

En efecto, Manuela Díaz Cabeza fue pareja de su hermanastro por parte de madre, Miguel López Cabeza, “el Parrillero”, jefe de la partida guerrillera de “los Parrilleros” y con el que tuvo tres hijos: como en otros casos de mujeres “rojas”, las autoridades franquistas asimilaban la disidencia política a una conducta sexual considerada como desviante o abyecta. Respecto al caso de las hermanas Martínez y de Remedios Montero, éste es evocado tanto por Tomas Cossías como por Francisco Aguado Sánchez, ambos miembros de las fuerzas del orden (Brigada Político-Social el primero y Guardia civil en el caso del segundo). Tomás Cossías describe a las jóvenes mujeres como “concubinas de algunos Jefes”.[55] Aguado Sánchez, que escribe a comienzos de los años 70, va mucho más lejos al imaginar un cuadro de depravación sexual en el seno de la guerrilla:

“La presencia de las jóvenes (…) originó altercados entre los bandoleros. El hambre sexual se desató con toda su violencia. El desgraciado Enrique [Martínez][56] vio cómo sus hijas, una vez tras otra, eran utilizadas sin el menor miramiento, para saciar a los forajidos. Los menos afortunados se dirigieron al Comité Regional, denunciando el escándalo, y el mando, muy juiciosamente, al enterarse de novedad tan interesante las “trasladó” a su base. Eran un peligro para minar la disciplina.”[57]

Carmen Fernández Seguín (1905-1999), primera por la derecha, en la cárcel de Alcalá de Henares, durante los trece años que permaneció en prisión. Su esposo Jesús de Deus y su hijo Perfecto fueron fusilados (foto: https://mulleresourensas.blogspot.com/)

En contraste con tales acusaciones, que se repitieron en el momento de la detención de Esperanza y Remedios y durante las sesiones de tortura que les fueron infligidas,[58] éstas describen, al contrario, un reglamento estricto en el que “Las relaciones amorosas de todo tipo eran tema prohibido, completamente prohibido”.[59] Una situación, por cierto, diferente de la que se dio en otros lugares de España, en los que se formaron parejas en el seno de la guerrilla o, más frecuentemente, las novias o compañeras de los guerrilleros integraban los grupos armados tras encontrarse “quemadas” después de haber actuado como enlaces. Es el caso de la guerrillera gallega Consuelo Rodríguez “Chelo”, que junto con su hermana Antonia integró la Federación de Guerrillas de León-Galicia en 1945. Los miembros de la familia Rodríguez habían sufrido una dura represión desde la guerra civil: los dos hermanos mayores habían desertado del Ejército franquista tras ser llamados a filas en el verano de 1936 y habían integrado los grupos de huidos de la región fronteriza entre las provincias de Orense y León. Acusados de complicidad con la guerrilla, los padres fueron asesinados por el I Tercio de la III Bandera de la Legión en octubre de 1939, enfrente de su casa. Desde ese momento, Chelo y Antonia comenzaron a colaborar con la guerrilla y finalmente, tras varias estancias en la cárcel, integraron el grupo armado en 1945. Desde 1942 Chelo había iniciado una relación amorosa con un guerrillero asturiano, Arcadio Ríos, que murió en un enfrentamiento armado en 1946: en todos sus testimonios, Chelo reivindica dicha relación dotándola de un carácter que no dudamos en calificar de político.[60] En su testimonio a la historiadora Aurora Marco, Chelo reivindica su doble dignidad de mujer y de guerrillera:

“Para min foi un orgullo participar naquela loita e nunca renego do meu pasado nen me nego a falar daquilo. Naquel tempo ás mulleres que andábamos con guerrilleiros chamábanmos putas. Eran os fascistas e a Garda Civil os que dicían iso (…) E algo que non admito. As guerrilleiras éramos como todas as mulleres e nada tiñamos que ver coa imaxe que tiñan de nós: namorábaste dun guerrilleiro como te podías namorar doutro hombre. (…) Entre nos había moito respecto e nunca che diría un guerrilleiro unha palabra que tu non quixeses escoitar. Por outra parte, nós sabíamos cal era nosa loita. Eu era dona dos meus actos e non tiña que dar explicacións a ninguén. A sociedade daquel tempo non nos entendía.”[61]

Todos los (escasos) testimonios de mujeres supervivientes de la guerrilla insisten en el carácter político y la dignidad de su lucha, en la igualdad entre hombres y mujeres en el seno de la guerrilla, en su experiencia del periodo de permanencia en la guerrilla como un tiempo de formación política y cultural, de libertad en suma. Sin embargo, constatamos que la rigidez de los roles y funciones de género que estructuraban las sociedades rurales de la primera mitad del siglo XX en España y que mantenían a las mujeres en una posición subordinada se acentuaban en el caso de la lucha armada: el guerrillero antifranquista es por definición una figura masculina y la mujer guerrillera es, en el mejor de los casos, una acompañante. Las mujeres iban armadas en el monte, pero si creemos los testimonios de las supervivientes y las declaraciones recogidas en los expedientes judiciales no participaban en los combates.[62] Las armas tendrían sobre todo una función defensiva; en palabras de Chelo, “Tenía el arma conmigo, estaba segura. Yo no soy como mis padres, que los sacaron de casa como a perros. A mí no me cogerán así. Tengo mi arma y sé cómo defenderme”.[63] Esperanza Martínez, por su parte, alude a la posibilidad de suicidarse con la pistola si era capturada.[64] En realidad, como apuntan Julio Prada Rodríguez y Alejandro Rodríguez Gutiérrez en el caso de la guerrilla gallega, es complicado determinar los papeles que tuvieron las mujeres en la resistencia antifranquista pero todo apunta a que fueron papeles subordinados y que no era habitual que participaran en las acciones armadas como combatientes. Además, apenas existen casos de mujeres que tuvieran puestos de responsabilidad en el seno de la guerrilla; solo se han documentado dos casos, ambos en Galicia: el de Enriqueta Otero, responsable de la coordinación de la guerrilla de la provincia de Lugo, y el de Marita Gallego Abeledo, compañera del jefe de la IV Agrupacion del Ejército Guerrillero de Galicia y a la que una fuente cita como comisaria política de un destacamento.[65] A pesar de lo cual, la lista de mujeres guerrilleras muertas en encuentros con la guardia civil en el monte (Alpidia García Morán en León; Antonia Díaz Pérez, Josefa Escourido, Celia González Pernas, Carmen Temprano, Claudina Calvo en Galicia; Sergia Flores Sanz, Luisa Lira Montero y Soledad García Montero de la partida del “Lazarete”, entre Córdoba y Ciudad Real; María Josefa López Garrido “La Mojea” de la partida cordobesa de Julián Caballero, en Córdoba; Dolores Lavín Gómez “Lola” en Cantabria…)[66] parece apuntar a otra realidad: en el monte, la represión franquista no hizo distinciones entre hombres y mujeres, entre combatientes y no combatientes.

A la izquierda, Alpidia García Morán, fusilada en Villasinde el 17 de marzo de 1949 por un destacamento de guardias civiles y policía armada tras un enfrentamiento en el que murieron los miembros de Federación de Guerrillas de León y Galicia Abelardo Macías El Liebre, Oliveros Fernández Negrín, Hilario Álvarez, Victorino Nieto; a la derecha, su hija Ángela Losada García, que pasó por las cárceles de Amorebieta y Segovia (fotos: El Salto)
Conclusión

En este articulo hemos partido de la base de una visión amplia de la resistencia armada antifranquista, como un movimiento que incluye no solamente a los grupos armados sino también a la extensa red de colaboradores y colaboradoras de la guerrilla en los núcleos de población. Ello permite analizar la resistencia como un fenómeno profundamente imbricado en la sociedad rural de la España de posguerra, que implicó a un número considerable de mujeres: historiadores como Julio Prada Rodríguez o Ramon García Piñeiro consideran que las mujeres en las redes de enlaces y apoyos de la guerrilla pudieron acercarse al 50% de los efectivos. Y si bien la historiografía ha tenido una fuerte tendencia a insistir en los lazos afectivos con los guerrilleros como motor fundamental del compromiso femenino con la resistencia, el análisis de los testimonios femeninos hace emerger otras motivaciones, en particular una reacción frente a la violencia y la injusticia de la represión franquista que se manifiesta a menudo en una fuerte conciencia de clase, incluyendo en ciertos casos una militancia política previa – motivaciones que por otra parte no excluyen las afectivas, sino que se imbrican en ellas, como sucede también en el caso de los hombres. Aunque relacionada con la anterior, muy distinta es la cuestión de la presencia de mujeres en los grupos armados: las diferentes narrativas acerca de esta presencia hacen que su interpretación siga siendo ambigua, entre el compromiso político, la motivación afectiva y la supervivencia. Si la presencia de las mujeres en el monte se explica en la mayor parte de los casos como un gesto de protección, lo cierto es que muchas de ellas encontraron la muerte en el monte, junto a sus compañeros, con las armas en la mano. Y por otra parte, las supervivientes explican su presencia en la guerrilla como una experiencia fundamentalmente política. Si no podemos ignorar el trabajo que el tiempo y los procesos memoriales han ejercido en los testimonios, tampoco podemos descartar sin más la interpretación que las propias mujeres hacen de su experiencia: situándolas en su contexto y ejerciendo en ellas el trabajo de lectura crítica propio de la historiografía, sus voces siguen siendo el testimonio más cercano a lo que pudo ser su experiencia como miembros de la guerrilla antifranquista.

 Notas

[1] Las cifras en Secundino SERRANO: Maquis. Historia de la guerrilla antifranquista, Madrid, Temas de Hoy, 2001, pp. 377-383, y Francisco MORENO GOMEZ: La resistencia armada contra Franco. Tragedia del maquis y la guerrilla. El Centro-Sur de España: de Madrid al Guadalquivir. Barcelona, Critica, 2001, p. 690. Un recuento reciente de mujeres en la guerrilla antifranquista en el blog Ni cautivos ni desarmadas: “Listado de mujeres que actuaron en la guerrilla antifranquista”, 23 de marzo de 2022, https://www.elsaltodiario.com/ni-cautivos-ni-desarmados/listado-de-mujeres-que-actuaron-en-la-guerrilla-antifranquista [Consultado por última vez el 11 de julio de 2024].

[2] En particular en Mercedes YUSTA: Guerrilla y resistencia campesina. La resistencia armada contra el franquismo en Aragón, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2003.

[3] Entre la muy amplia bibliografía generada por estas cuestiones citaremos el clásico de Ingrid STROBL: Partisanas. La mujer en la resistencia armada contra el fascismo y la ocupación alemana (1936-1945), Barcelona, Virus Editorial, 1989; Catherine LACOUR-ASTOL: Le genre de la Résistance. La résistance féminine dans le Nord de la France, Paris, Presses Universitaires de Sciences Po, 2015; Anna BRAVO, Maria ADDIS SABA: Partigiane. Le donne della resistenza, Mursia, Milan, 1998;; Jelena BATINIÇ, Women and Yugoslav Partisans. A History of World War II Resistance, Cambridge University Press, 2015Tassoula VERVENIOTI: “Left-Wing Women between Politics and Family”, en Mark MAZOWER (ed.), After the War was Over. Reconstructing the Family, Nation, and State in Greece, 1943-1960, Princeton University Press, 2000. Para el caso español ver José Antonio VIDAL CASTAÑO: “Mujeres en un mundo de hombres. La presencia femenina en la Agrupación guerrillera de Levante y Aragón (AGLA)”, en Ortiz Heras, Manuel, Memoria e historia del franquismo.  Actas del V Encuentro de investigadores del franquismo. Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2005, CD-Rom; Odette MARTINEZ: “Los testimonios de las mujeres de la guerrilla antifranquista de León-Galicia (1939-1951)”, en Julio ARÓSTEGUI y Jorge MARCO: El último frente. La resistencia armada antifranquista en España, 1939-1952, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2008, pp. 313-327; Claudia CABRERO BLANCO: Mujeres contra el franquismo (Asturias 1937-1952). Vida cotidiana, represión y resistencia, Oviedo, KRK, 2006; Aurora MARCO: Mulleres na guerrilla antifranquista galega, Ames, Edicions Laiovento, 2011; Mercedes YUSTA: “Rebeldía familiar, compromiso invididual, acción colectiva. Las mujeres en la resistencia al franquismo durante los años cuarenta”, Historia del Presente, 4 (2004), p. 63-93; Mercedes YUSTA: “Las mujeres en la resistencia antifranquista, un estado de la cuestión”, Arenal. Revista de Historia de Mujeres, 12 : 1 (2005), pp. 5-34.

[4] Laurent DOUZOU y Mercedes YUSTA (coord.), La Résistance à l’épreuve du genre. Hommes et femmes dans les résistances antifascistes dans l’Europe du Sud (1936-1949), Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2018 ; Yaakov FALCOV y Mercedes YUSTA (coord.): “The ‘Spanish Matrix’: Transnational catalyst of Europe’s anti-nazi Resistance”, in Robert GILDEA and Ismee TAMES (eds.), Fighters across Frontiers. Transnational resistance in Europe, 1936-48, Manchester University Press, 2020, p. 31-48. Tony Judt insiste en la importancia de la experiencia de la guerra civil española en la formación de los imaginarios militantes de las resistencias antifascistas europeas. Ver Tony JUDT: “Introduction” in Tony JUDT (ed.): Resistance and revolution in Mediterranean Europe, 1939-1948. Routledge, Londres, 1989, pp. 9-10.

[5] Hemos discutido esta cuestión, en particular el sesgo de género presente en la historiografía de la guerrilla antifranquista, en varios trabajos anteriores. Ver en particular Mercedes YUSTA: “Hombres armados y mujeres invisibles. Género y sexualidad en la resistencia antifranquista (1936-1952)”, Ayer. Revista de historia Contemporanea, 110 (2018), pp. 285-310.

[6] Propusimos un análisis de esta cuestión centrado en las representaciones de género en Mercedes YUSTA: “Hombres armados y mujeres invisibles…”.

[7] En particular tras la publicación del Decreto-ley sobre represión de los delitos de bandidaje y terrorismo del 18 de abril de 1947, que permitía la aplicación de la pena de muerte a prácticamente cualquier acto relacionado con la guerrilla. https://www.boe.es/datos/pdfs/BOE//1947/126/A02686-02687.pdf

[8] Claudia Cabrero Blanco y Ramón García Piñeiro citan a varias mujeres asturianas que integraban partidas de huidos antes de 1939. Ver Claudia CABRERO BLANCO: Mujeres contra el franquismo…, pp. 313-320 y Ramón GARCÍA PIÑEIRO: Luchadores del Ocaso. Represión, guerrilla y violencia política en la Asturias de posguerra (1937-1952). Oviedo KRK, 2015, pp. 904 y 906-908.

[9] Alejandro RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ: “El origen de la Guerrilla Antifranquista. La Federación de Guerrillas de León-Galicia y las Agrupaciones Guerrilleras, 1941-1945” en Alejandra IBARRA AGUIRREGABIRIA (coord.), No es país para jóvenes. Actas del III encuentro de jóvenes investigadores de la AHC, Universidad del País Vasco = Euskal Herriko Unibertsitatea, Instituto de Historia Social Valentín Foronda = Valentín de Foronda Gizarte Historia Instituta, 2012, ISBN 978-84-9860-636-2. Ver también Secundino SERRANO: La guerrilla antifranquista en León (1936-1951), Madrid, Siglo XXI, 1986, pp. 153-168; Carlos GARCÍA REIGOSA: El regreso de los maquis, Madrid, Júcar, 1992, pp.183-190. Hartmut HEINE: A guerrilla antifranquista en Galicia, Vigo, Xerais, 1980, pp. 30-43.

[10] Domingo BLASCO y Francisco CABRERA: El Frente Invisible. Guerrilleros republicanos 1936-1939. De los niños de la noche al XIV Cuerpo, Guadalajara, Silente, 2013. Ver también Alfonso LÓPEZ GARCÍA: Guerrilleros y sabotaje en la retaguardia enemiga durante la guerra civil española, Tesis doctoral, Universidad CEU San Pablo, 2017. Entre los guerrilleros de posguerra que volvieron al interior de España tras un periplo por Francia o la Unión Soviética se encuentran los dirigentes de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón Pelegrín Pérez, Francisco Bas Aguado o José Gros. Ver Yaakov FALCOV y Mercedes YUSTA (coord.), “The ‘Spanish Matrix’….

[11] Jorge MARCO: Guerrilleros y vecinos en armas. Identidades y culturas de la resistencia antifranquista, Granada, Comares, 2012, p. 25.

[12] Ibidem, p. 8.

[13] Ibidem, p. 20.

[14] Lisa LINES: Milicianas: Women in Combat in the Spanish Civil War, Lexington Books, 2015. Para un debate reciente sobre el papel de las milicianas en el Ejército republicano ver Jorge MARCO: “Mujeres combatientes en la Guerra de España (1936-1939): Debilidades conceptuales y metodológicas de un nuevo paradigma”, Revista Universitaria De Historia Militar, 13 :26 (2024), pp. 243-267.

[15] Jorge MARCO: Guerrilleros y vecinos en armas…, pp. 9-10.

[16] Adriana CASES SOLA: “Mujeres rebeldes. Género, juventud y violencia política en la Segunda República”, Ayer, 100 (2015), pp. 73-96; Angela CENARRO: “Movilización femenina para la guerra total (1936-1939): un ejercicio comparativo”, Historia y política: Ideas, procesos y movimientos sociales, 16 (2006), pp. 159-182; Mary NASH: Rojas. Las mujeres republicanas en la Guerra Civil, Madrid, Taurus, 1999; Mercedes YUSTA: “Comunismo y antifascismo en femenino: de Mujeres Antifascistas a la Unión de Mujeres Españolas”, en Francisco Egido (dir.), Un siglo de comunismo en España II. Presencia social y experiencias militantes, Madrid, Akal, 2022, p. 285-312.

[17] Santiago Carrillo en Archivo Histórico del PCE (en adelante AHPCE), Dirigentes, caja 30, carpeta 1/2; Marcelino Fernández Villanueva en Carlos GARCÍA REIGOSA, p. 99.

[18] Secundino SERRANO: La guerrilla antifranquista en León…, p. 355. Ver también Alicia PRADA FERNÁNDEZ: Mujeres y resistencia antifranquista (1936-1951): Guerrilla, represión y supervivencia, TFM Erasmus Mundus, Universidad de Oviedo, 2017, p. 16.

[19] Secundino SERRANO: La guerrilla antifranquista en León…

[20] Los guerrilleros autóctonos en Mercedes YUSTA: La guerra de los vencidos. El maquis en el Maestrazgo turolense, 1940-1950, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2005 [1999]pp. 95-109. La diferenciación entre “guerrilla política” y “vecinos en armas” en Jorge MARCO: Guerrilleros y vecinos en armas…, pp. XXXVI-XL.

[21] Arnau FERNÁNDEZ PASALODOS: Hasta su total exterminio. La guerra antipartisana en España, 1936-1952, Galaxia Gutenberg, 2024, p. 66.

[22] Arnau FERNÁNDEZ PASALODOS: op. cit., p. 84.

[23] Giuliana DI FEBO: Resistencia y movimiento de mujeres en España, 1936-1976. Barcelona, Icaria, 1979, p. 77.

[24] Mercedes YUSTA: Guerrilla y resistencia campesina…, p. 169.

[25] “Guerrilleros muertos que el pueblo tiene que conocer”, documento citado por Fernanda ROMEU: Más allá de la utopía: la Agrupación Guerrillera de Levante. Valencia, Alfóns el Magnànim, 1987pp. 85-86. Informe del Gobierno Civil de Teruel a DGS, Archivo Histórico Provincial de Teruel (en adelante AHPTE), sección Gobierno Civil, caja 1130, carpeta 119.

[26] Expediente de conducción de presos y detenidos: Pilar Fabón Sancho, Josefa Bayod Rivas y Amado Agut Aguilar, 1947. AHPTE-GC/001284/000035. Causa seguida contra Josefa Bayod Rivas y Adoración Rivas Membrado, por aborto. Sumario nº 24. La Ginebrosa, 1947. AHPTE-AUD/000657/0008. https://connombreyapellidos.es/victima/bayod-ribas-josefa/ [Consultado por última vez el 11 de julio de 2024]. Testimonio de Consuelo Mir Piñana, hija de Aurora Piñana, en https://connombreyapellidos.es/wp-content/uploads/2020/05/Aurora-Pinana-Clemente.pdf [Consultado por última vez el 11 de julio de 2024]. Ver también Mercedes Yusta, La Guerra de los vencidos…, p. 110.

[27] Entrevista de la autora con Lidia Serrano, Castellote, 11 de agosto de 1997. Ver también su testimonio en la pelicula documental de Ismaël COBO: Siempre será la Pastora (Francia, 2004).

[28] María de los Llanos PÉREZ GÓMEZ: “Mujeres represaliadas por colaborar con la guerrilla manchega como ‘buenas madres, esposas o hijas’”, Huarte de San Juan. Geografía e Historia, 30 (2023), pp. 93-111.

[29] Ibídem, p. 108; Julio PRADA RODRÍGUEZ y Alejandro RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ: “Mujer y resistencia. La guerrilla antifranquista en Galicia desde una perspectiva de género”, en Julio PRADA RODRÍGUEZ (ed.), Franquismo y represion de género en Galicia, Madrid, Los libros de la Catarata, 2013, pp. 232-261, p. 247.

[30] Biografia de Maria Esquivel Vizuete en José Antonio Jimenez Cubero, “Maria Esquivel Vizuete ‘la culantra’”, https://todoslosnombres.org/biografias/maria-esquivel-vizuete/ [Consultado por última vez el 11 de julio de 2024]. Estefanía Cueto en Ramón GARCÍA PIÑEIRO: op. cit., p. 905, y en https://www.foroporlamemoria.info/documentos/mujeres_gijon.htm [Consultado por última vez el 11 de julio de 2024].

[31] Angel RODRÍGUEZ GALLARDO: Letras armadas. As vidas de Enriqueta Otero Blanco, Fundacion 10 de marzo, Coleccion Estudios n° 3, 2005; “Nota biográfica de Juana Doña Jiménez por su hijo Alexis Mesón Doña”, https://carceldeventas.org/wp-content/uploads/2022/11/568f9c0660e216.67004115.pdf [Consultado por última vez el 2 de septiembre de 2024]; Expediente sumarísimo de Manuela Díaz Cabeza: Archivo Histórico de la Defensa, Madrid, Caja 140/5, Sumario 128712.

[32] Mundo Obrero (edición de Toulouse), 9 de marzo de 1946.

[33] Informe del camarada Ibáñez sobre la AGL, s.f. AHPCE, sección Movimiento Guerrillero, jacquet 3-9.

[34] En mayúscula en el original.

[35] Manuel Pérez Cubero, manuscrito sin firmar. Sin fecha (anterior a 1997). Archivo de la autora.

[36] “Detención de una mujer como enlace de bandoleros”, informe al Gobernador civil de Teruel fechado el 16 de mayo de 1947, AHPTE-GC/001284/000035.

[37] Remedios MONTERO: Historia de Celia. Recuerdos de una guerrillera antifascista, Valencia, Rialla-Octaedro, 2004 y Esperanza MARTÍNEZ: Guerrilleras, la ilusión de una esperanza, Madrid, Latorre Literaria, 2010 (reedición en 2019).

[38] En el prólogo a las memorias de Remedios Montero el escritor Alfóns Cervera describe la forma en que suscitó y acompañó la escritura del texto. En el caso de Esperanza Martínez esta labor fue realizada por Dolores Cabra, secretaria general de la Asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE). Alfóns Cervera, “Prólogo” en Remedios MONTERO: Historia de Celia…, pp. 7-9; “Palabras de Dolores Cabra”, en Esperanza MARTÍNEZ: Guerriller@s; Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, Archivo Guerra y Exilio, 2019, pp. 169-174 (edición revisada y ampliada de la publicación de 2010).

[39] Shirley MANGINI: Recuerdos de la resistencia. La voz de las mujeres de la guerra civil española, Barcelona, Península, 1997, p. 118 (1ª ed. en inglés en 1995).

[40] Ibídem, p. 65.

[41] Tomasa CUEVAS: Cárcel de mujeres, Barcelona, Sirocco, 1985 e Íd. Mujeres de la resistencia, Barcelona, Sirocco, 1986. Aquí utilizamos la edición preparada por Jorge J. Montes Salguero y que reúne los tres volúmenes: Tomasa CUEVAS: Testimonios de mujeres en las carceles franquistas, Ed. preparada por Jorge J. MONTES SALGUERO, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2004. Los datos biográficos de Tomasa Cuevas en Jorge J. MONTES SALGUERO: “Introducción a una edición necesaria e imprescindible”, en Tomasa CUEVAS, Testimonios…, pp. 11-14.

[42] James C. SCOTT: Los dominados y el arte de la resistencia: discursos ocultos, Txalaparta, Tafalla, 2003.

[43] Jorge MARCO: Guerrilleros y vecinos en armas…, p. 4; Julio PRADA RODRÍGUEZ: Franquismo y represión de género…, p. 244; Pura SÁNCHEZ: Individuas de dudosa moral: la represión de las mujeres en Andalucía, 1936-1958, Barcelona, Grupo Planeta (GBS), 2009, pp. 266-267.

[44] Fernanda ROMEU: op. cit., p. 122.

[45] Odette MARTÍNEZ: Témoignages oraux et transmissions des mémoires. La guérilla antifranquiste de Léon-Galice (1936-1951), Thèse de Doctorat d’Etudes Romanes, Université de Paris Nanterre, 2012, p. 109.

[46] Alfonso DOMINGO: El canto del búho. La vida en el monte de los guerrilleros antifranquistas, Madrid, Oberon, 2006 [2002], p. 141.

[47] Mercedes YUSTA: “Du familial au politique. Engagements féminins dans la guérilla antifranquiste en Espagne (1936-1952)”, en Karine BERGÈS, Diana BURGOS-VIGNA, Mercedes YUSTA y Nathalie LUDEC (coords.), Résistantes, militantes, citoyennes. L’engagement politique des femmes, Presses Universitaires de Rennes, 2015, pp. 89-102.

[48] La importancia de los lazos consanguíneos y los vinculos familiares y vecinales en la guerrilla es resaltada entre otros por Ramón GARCÍA PIÑEIRO: op. cit., pp. 45, 50 y 122; Jorge MARCO: Resistencia armada en la posguerra : Andalucia Oriental, 1939-1952, Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2011, pp. 87-102, y Francisco MORENO GÓMEZ: op. cit., pp. 32-55.

[49] Ver el informe de la AGLA citado más arriba.

[50] Francisco MARTÍNEZ LÓPEZ: Guerrillero contra Franco, León, Diputación de León, 2002; Carlos TEJERIZO-GARCÍA, Alejandro RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ y Olalla ÁLVAREZ COBIAN: “Arqueología y procesos memoriales de la guerrilla antifranquista en los montes de Casaio (Carballeda de Valdeorras, Ourense)”, Madrygal: Revista de estudios gallegos 23 (2020): 331-348.

[51] Julio PRADA RODRÍGUEZ y Alejandro RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ: op. cit., p. 250.

[52] Remedios MONTERO: op. cit. y Esperanza MARTÍNEZ: op. cit. Los datos biográficos se han completado con las entrevistas realizadas a Esperanza Martínez en Zaragoza en enero y febrero de 1996 por Mercedes Yusta (audio, 240’).

[53] Procedimiento sumarísimo núm. 164-V-51, Montero Martínez, Remedios, Archivo Histórico de la Defensa, Madrid, caja 21517/3, expediente 164.

[54] Informe de FET y de las JONS de Villanueva de Córdoba sobre Manuela Díaz Cabeza, 31 de enero de 1945. Archivo Histórico de la Defensa, Madrid, Caja 140/5, Sumario 128712. El subrayado es mío.

[55] Tomas COSSÍAS: La lucha contra el “maquis” en España, Madrid, Editora Nacional, 1956, p. 200.

[56] Cuyo verdadero nombre era Nicolás Martínez: “Enrique” era su nombre de guerra en la guerrilla. Aguado Sánchez incurre en numerosas ambigüedades de este tipo.

[57] Francisco AGUADO SÁNCHEZ: El maquis en España. Su historia, Madrid, Librería Editorial San Martín, 1975 (2ª ed.), pp. 390-391.

[58] Una descripción de estas torturas en Tomasa CUEVAS: op. cit., pp. 20-22 y 35.

[59] Entrevista: Esperanza Martínez, Zaragoza, enero de 1995.

[60] Chelo reinvindica explícitamente este carácter a la vez afectivo y político de su relación con Arcadio Ríos en el documental l’Île de Chelo. Ismael COBO, Odette MARTÍNEZ, Laetitia PUERTAS: L’Île de Chelo (Francia, 2009). Ver también Odette MARTÍNEZ: “Los testimonios de las mujeres de la guerrilla antifranquista…”.

[61] Aurora MARCO: Mulleres na guerrilla antifranquista galega…, p. 73.

[62] Por otra parte, es lógico que durante los procesos judiciales las mujeres trataran por todos los medios de presentarse como no combatientes y negaran su participación en acciones armadas, puesto que dicha participación podía conllevar la pena de muerte en el marco de la legislación vigente contra el bandidaje y el terrorismo.

[63] Entrecomillado extraído de los «rush» de la película l’Île de Chelo, que contienen una entrevista realizada por Ismael Cobo y Odette Martínez a Consuelo Rodríguez el 12 de marzo de 2004 en l’Île de Ré (Francia).

[64] Entrevista: Esperanza Martínez, Zaragoza, enero de 1995.

[65] Julio PRADA RODRÍGUEZ y Alejandro RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ: op. cit., p. 251.

[66] Lista no exhaustiva. Ver “Listado de mujeres que actuaron en la guerrilla antifranquista”, 23 de marzo de 2022, https://www.elsaltodiario.com/ni-cautivos-ni-desarmados/listado-de-mujeres-que-actuaron-en-la-guerrilla-antifranquista [Consultado por última vez el 11 de julio de 2024]. Alpidia García Morán (que algunas fuentes nombran como “Elpidia Morán”) en Secundino SERRANO, Maquis…, p. 260; las mujeres gallegas en Julio PRADA RODRÍGUEZ y Alejandro RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ: op. cit.,  p. 252-253; las guerrilleras cordobesas y manchegas en Francisco MORENO GÓMEZ: op. cit. e íd. “Guerrilleras y enlaces. Las mujeres en la resistencia antifranquista”, Andalucía en la historia, 25, julio-septiembre 2009, pp. 26-29; Dolores Lavín en Valentín ANDRÉS GÓMEZ, Del mito a la historia. Guerrilleros, maquis y huidos en los montes de Cantabria, Ed. Universidad de Cantabria, 2019.

*Mercedes Yusta Entre sus últimas publicaciones figuran Rethinking Antifascism. History, memory and Politics (con Hugo Garcia, Xavier Tabet y Cristina Climaco, Berghahn Books, 2016); Queridas camaradas. Historias iberoamericanas de mujeres comunistas (con Adriana Valobra, Miño & Davila, 2017), y La Résistance à l’épreuve du genre (con Laurent Douzou, Presses Universitaires de Rennes, 2018).

Fuente: Revista Universitaria De Historia Militar, 13 (27), 18-43. https://doi.org/10.53351/6kwwk570

Portada: miembros del grupo de los Caxigales, responsables de la guerrilla comunista en la cuenca del Nalón en Asturias, 1943 (foto: forodelahistoria.com)

Ilustraciones: Conversación sobre la historia