dimecres, 18 de juny del 2014

UN CURA VALIENTE EN MONTIUJA



Tenemos pendiente el revisar el papel de la Iglesia en Las Merindades en la represión y el franquismo. Aunque es verdad que hubo excepciones que supieron estar a la altura de hombre de fe. Por otro lado tambien es de destacar que a pesar del ensañamiento del franquismo en general, entre los vencedores hubo
 gentes que supieron ser seres humanos. Aquí una hisotira de esas.


De nuevo rescatamos un artículo de Jesús Fernández (Susi) un habitual de la revista losina La Solana, publicado en CRÓNICA DE LAS MERINDADES: Publicados en CRÓNICA DE LAS MERINDADES: -Un cura valiente de Montija. Revista Nº 79-diciembre 2012 pág. 22.
Burgos 1951 en el recuerdoEs de sobra conocido el papel nefasto que tuvo la Iglesia y sus hombres en la represión, aún así alguna vez nos llega alguna historia reconfortante, aunque escasa, de hombre que sí sirvieron a Jesucristo. Además después de la guerra y a pesar de los franquistas, hubo muchísimos ciudadanos que se esforzaron en cerrar las heridas, aún con una situación imposible.
El artículo nos recuerda que hoy en día todavía hay miedo para hablar. Pues señores y señoras, si nuestros nietos desconocen aquellos terribles momentos, es probable que sean capaces de repetirlos. La paz necesita de los testimonios de nuestro mayores.
“UN CURA VALIENTE EN MONTIJA”
Habían pasado más de quince años desde que se terminó la Guerra Civil Española y llegó a un pueblo de La Merindad de Montija, un cura de nuevo cuño y con ganas de poner las cosas en su sitio y lo primero que se encontró en el pueblo fue una fuente con sus correspondientes abrevaderos sucios llenos de musgo y porquería y el suelo lleno de barro al que difícilmente se podía acceder a coger o beber agua de los caños, por lo que le cura preguntó al Regidor, ¿Porque no se limpia y arregla la fuente y ponen el piso de cemento?. A lo que el mandatario le contestó: Está así, porque el ganado sobre el cemento se “escurrucia” (el pobre hombre quería decir que sobre el cemento los bueyes se resbalaban). Así era el vocabulario que usaban nuestros antiguos. Aquellas palabras tenían al pronunciarlas un valor y una franqueza extraordinaria, que animaba al Sr. Cura a seguir preguntando.
Habían pasado unos días desde que llegó, y ansioso de conocer el pueblo, le sorprendió una finca situada muy cerca de la carretera que estaba sembrada de cereal y parte de ella, se encontraba llena de zarzas y maleza y a un vecino que pasaba por allí, le preguntó, ¿Por qué aquel terreno dentro de la misma finca está sin sembrar? ¿Dime, quién es el dueño de aquella la finca? y el señor a quien preguntó, (que era un buen conocedor de los hechos), le dijo, yo no quiero saber nada del asunto, Sr. Cura y¡¡déjeme en paz que no quiero líos con nadie!!..., esta contestación le puso al Cura, muy mosqueado; se puso en guardia, a sabiendas de quien ya, de quien era el dueño de la finca. Se dirigió a él y le hizo la misma pregunta; dime la verdad, sé, que tú eres el dueño. SI no me la dices yo no te confieso más y nadie te dará la absolución. El pobre parroquiano por miedo a la ¡¡Justicia de Dios y al infierno!!… se dispone a contarle como en aquel lugar, durante los primeros días de La Guerra Civil, habían enterrado, en una fosa común a dieciséis cadáveres después de haberles paseado por el pueblo, para por la noche, matarlos sin juicio ni tiempo para defenderse, y por eso y por respeto a los muertos, no he sembrado aquel pedazo de tierra.
Este muy preocupado por lo que podía pasar, le dice ¡¡Por favor Sr. Cura, no se meta usted en estos líos!!…Después de haber oído la explicación que le dio el dueño de la finca, El Cura a sabiendas de todo lo ocurrido, le dice, los muertos tienen que estar en el cementerio. ¡¡Por favor Sr. Cura!! Déjelo en paz, no se meta en estos líos ni diga nada a La Guardia Civil. ¡¡Como que no diga nada a la Guardia Civil!!. Ahora mismo, bajo mi responsabilidad, voy a realizar todos los trabajos que hagan falta para depositar los cadáveres en el cementerio.
Al día siguiente, el cura contrata en Villarcayo una excavadora para poner los muertos en su sitio en este caso, el “cementerio” donde serán “exhumados”. Al poco tiempo de comenzar la excavación, (seguro que avisado por algún vecino), aparece La Guardia Civil con el Comandante de Puesto a la cabeza, y le dice al cura con no muy buenos modales..¿Qué hace usted ahí?.., y el cura le contesta también rápido y contundente, que estos cadáveres que están aquí sepultados, los voy a exhumar y trasladar al cementerio que es donde deben estar.
El Comandante le dice al cura, márchese de aquí, porque si no me obedece le tendré que detener. El cura ante semejante amenaza, se retiró. Inmediatamente, se fue en busca del autobús que le llevaría a Burgos para hablar y contarle al Arzobispo Pérez Platero, lo que le había ocurrido con el Comandante, y ante la explicación que le dio el cura, el propio Sr. Arzobispo le dio la razón, autorizándole mediante un documento firmado y sellado por el arzobispado y avalado además por otro del Gobernador Civil de Burgos, para proseguir el “desenterramiento” Una vez de concedidos estos permisos, el cura regresó al pueblo, no sin antes pasar por Villarcayo para contratar de nuevo los obreros y la excavadora. El dueño de la maquina se negaba, aduciendo lo que le había ocurrido antes y que se temía, volviera a ocurrir. No se preocupe de eso, que el lío se lo voy a montar yo al propio Comandante. Mañana les espero en el pueblo y en el mismo lugar donde vamos a comenzar la labor que antes nonos dejaron realizar.
Como la vez anterior; habían comenzado a preparar la excavación, cuando se presenta otra vez el Comandante con tres números y un furgón policial con ánimo de llevarse detenido al Cura. Otra y con cara de pocos amigos le dijo: le voy a llevar detenido, ha vuelto usted a desconsiderar y desobedecer a la autoridad. ¡¡Espere un momento!!…le dice el Cura. Al que probablemente le van a destituir es a usted, por obstrucción a la Justicia de la Iglesia; y sacando el cura de su carpeta los Documentos del Arzobispo y Gobernador Civil se los mostró al Comandante que al leerlos, se quedó sin palabras y su rostro cambió de color y sus amenazas, se volvieron en elogios hacia sus superiores, y después de pedirle perdón al Sr. Cura, éste, le contestó ¡¡Le perdono por su familia!!Porque usted, no ha sabido respetar a nada, ni a nadie, imponiendo su autoridad por encima de las Leyes de La Iglesia y la moral Cristiana. Ahora usted es el responsable del traslado de los restos de los cadáveres al cementerio, mientras, yo lo supervisaré. Y allí descansan tranquila y cristianamente los restos de aquellos hombres que sin delitos, y solo por el mero hecho de no pensar como ellos, fueron enviados al ¡¡Otro Mundo!!.
Moraleja: Si en Las Merindades hubiera habido muchos curas como este, seguro que, en vez de fosas comunes, hubiera habido Paz.
Jesús Fernández (Susi)
z ObisposSaludoFascista




LAS MERINDADES EN LA MEMORIA.

Estamos en facebook   merinmemo