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Me contó unos meses antes de morir, con un cierto humor, que se dedicaba en la sala de espera del hospital animar a otros que sufrían su misma enfermedad. No me chocó en absoluto conociendo su forma de ser, de querer ayudar a otros enfermos menos animosos, en una situación tan delicada y difícil para él.
Antonio Martín nació en Canilejas (Madrid) el 11 de febrero 1938. Su padre Félix Martín en 1939 después de la batalla del Ebro se refugió en Francia, internado en el campo de concentración de Saint Cyprien; de allí las autoridades francesas lo enviaron al Norte de Francia para fortificar la línea Marginot. Diez años más tarde Antonio Martín, acompañado de su madre, llegó a Estrasburgo en 1949, donde conoció a su padre.
Martín, después de terminar, a los 19 años, sus estudios de perito electricista, fue a trabajar a París, donde se unió a las Juventudes Libertarias. En 1962 hizo una marcha antinuclear en Londres. Meses después fue nombrado Secretario de la Federación Local de París de la JILL. Partidario de la acción directa contra el franquismo y militante de la organización clandestina Defensa Interior, fue autor de una serie de ataques contra los intereses franquistas, tanto en España como en Italia.
El más importante, y que tuvo más resonancia por el simbolismo que representaba, fue la bombita de cien gramos que puso en agosto de 1962 en el Valle de los Caídos (conjuntamente con Paul Desnais, compañero también fallecido recientemente) sin la intención de herir ni matar ni destruir nada; era un petardo alegórico de protesta contra aquel monumento franquista que fue construido por prisioneros republicanos.
Como consecuencia del sabotaje fue detenido Francisco Sánchez Ruano, acusado de ser él quien colocó la bomba en el Valle de los Caídos y condenado a 25 años por un hecho que no había cometido. Los verdaderos responsables del petardo del Valle de los Caídos pidieron audiencia, en tanto que notario, al cónsul de España en París, autoinculpándose con el fin de demandar la revisión del proceso. Para los tribunales franquistas el hecho de ser culpable o inocente no influía nada en su resolución condenatoria, que de antemano estaba decidida mucho antes de empezar el juicio. La legislación por delitos contra la seguridad del estado se aplicaba de forma despiadada.
El terror era la única justicia que concebía Franco para mantenerse en el poder. Antonio Martín, siempre dio la cara con valentía por los hechos que había realizado, fue su regla de conducta de siempre, y sin tapujos. Martín siempre fue solidario con los combatientes antifranquistas, y predispuesto a combatir la amnesia de nuestra propia historia a la que España está sometida desde 1977. Ha colaborado en varias demandas con el fin de demostrar, ante las jóvenes generaciones, la criminalidad del franquismo y de sus esbirros y ha escrito un sin fin de artículos sobre temas sociales, científicos y técnicos en múltiples periódicos y revistas de tendencia libertaria. Deseo resaltar mi respeto al militante libertario, el amigo que estuvo siempre presente en los momentos más difíciles. Mi más sincera condolencia a su compañera Amelia y su hijo Rolando.
Juan Busquets “El Senzill”
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