dijous, 21 de maig del 2015

Pedro Salinas, uno de los grandes de la Generación del 27


http://losojosdehipatia.com.es/cultura/literaturaconcursos/pedro-salinas-uno-de-los-grandes-de-la-generacion-del-27/


Hoy estoy besando un beso; 
estoy solo con mis labios. 
Los pongo 
no en tu boca, no, ya no 
—¿adónde se me ha escapado?—. 
Los pongo  
en el beso que te di 
ayer, en las bocas juntas 
del beso que se besaron. 
Y dura este beso más 
que el silencio, que la luz. 
Porque ya no es una carne 
ni una boca lo que beso, 
que se escapa, que me huye. 
No. 
Te estoy besando más lejos”.
Hoy, desde la curiosa mirada de Hipatia les queremos hablar de uno de los mejores poetas españoles, pero quizá menos conocido por muchos, les hablamos de uno de los escritores pertenecientes a la Generación del 27, Pedro Salinas Serrano (Madrid, 27 de noviembre de 1891 – Boston, 4 de diciembre de 1951), conocido sobre todo por su poesía y ensayos.
Vida y desarrollo
Para adentrarnos más en la idiosincrasia de este gran poeta primero hay que descubrir pasajes de su vida y ver como éstos afectaron a su producción literaria. La vida de Pedro Salinas estuvo marcada por el estudio, licenciado en Derecho y Filosofía y Letras, Salinas dedicó gran parte de su vida a la docencia universitaria, que comenzó como lector de español en La Sorbona desde 1914 a 1917. Durante su estancia allí se doctoró en Letras y adquirió un gran amor por la obra de Marcel Proust, traduciendo al castellano los tres primeros volúmenes de À la recherche du temps perdu.
Desde el punto de vista amoroso, su vida quedó marcado por su matrimonio en 1915 con Margarita Bonmatí Botella, una alicantina natural de Santa Pola, con quien Salinas se escribía diariamente cartas de amor. De esta relación epistolar surge Cartas de amor a Margarita (1912–1915) recogido por su hija Soledad Salinas; también tuvo otro hijo, Jaime Salinas, editor y escritor, que ganó el premio Comillas de biografía por su libro Travesías: Memorias (1925–1955).
Siguiendo con el ámbito de la docencia, en 1918 Salinas consiguió una cátedra en la Universidad de Sevilla, uno de sus alumnos sería Luis Cernuda, y entre 1922 y 1923 enseñó en Cambridge; pasó luego a la de Murcia (1923–1925). En 1925 publicó una versión modernizada del Cantar de Mio Cid. En la década de 1920 comenzó una asidua colaboración con la Revista de Occidente y fue catedrático de lengua y literatura españolas en las universidades de Sevilla y Murcia. Junto a Guillermo de Torre dirigió la revista Índice literario (1932-1936). También escribió en Los Cuatro Vientos. Entre 1928 y 1936 fue investigador del Centro de Estudios Históricos, donde se encargó de la Sección de Literatura Moderna.
También, fue nombrado profesor de la Escuela Central de Idiomas y secretario general de la Universidad Internacional de Verano de Santander. Allí conoció en el verano de 1932 al segundo gran amor de su vida, y que de una forma decisiva influiría en la concepción del amor y el tratamiento que de éste haría Salinas en sus versos. Salinas se enamoró de  por aquel entonces la estudiante estadounidense, Katherine R. Whitmore, quien sería luego profesora de lengua y literatura española en Smith College (Northampton, Massachusetts). Gracias a ella Salinas daría luz a su trilogía poética La voz a ti debidaRazón de amor y Largo lamento. El romance se mantuvo aun cuando Katherine regresó a Estados Unidos para proseguir sus estudios, en forma epistolar; volvió para el curso académico 1934–1935, pero la mujer de Salinas descubrió el romance  e intentó suicidarse. Ante esto Katherine intentó poner fin a la relación, pero la Guerra Civil y el exilio del poeta en Norteamérica, dificultaron estos propósitos; de todas formas, en 1939 Katherine se casó con su colega Brewer Whitmore y, aunque tuvo aún esporádicas noticias sobre Salinas, la conexión se rompió definitivamente. Se vieron por última vez en 1951, y Katherine falleció en 1982; autorizó sin embargo la publicación de su Epistolario con Salinas, guardado en la biblioteca de la Universidad Harvard, siempre que fuera 20 años después de su muerte y se omitieran las que ella le envió. Las de Salinas son unas trescientas, testimonio de una relación que duró quince años hasta que concluyó en 1947.
Sus vacaciones en un pueblo de Alicante, El Altet, pedanía de Elche, le permitió mantener amistad con otros grandes de las letras españolas como Jorge Guillén y Miguel Hernández, cuyo libro Perito en lunas saludó y promocionó en una reseña publicada en Índice literario, núm. 2 de 1933.
La Guerra Civil Española le sorprendió en Santander como secretario en la Universidad Internacional de Verano. Pedro Salinas fue uno de tantos que se exilio a América, concretamente a EEUU, para salvar la vida. Allí enseñó en la universidad de Wellesley College y en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore. En el verano de 1943 se trasladó a la Universidad de Puerto Rico. En 1946 regresó a su cátedra de la Universidad Johns Hopkins. Falleció en Boston el 4 de diciembre de 1951, siendo enterrado en San Juan de Puerto Rico.
Su obra: inicio, plenitud y exilio
Salinas, heredero de la tradición amorosa de Garcilaso de la Vega y de Gustavo Adolfo Bécquer, centra su gran trabajo poético en el amor. Salinas define la poesía «una aventura hacia lo absoluto. Se llega más o menos cerca, se recorre más o menos camino: eso es todo».
La obra poética de Salinas suele dividirse en tres etapas:
 Etapa inicial (1923–1932): esta etapa está marcada por lo que se denomina una poesía pura con claras influencias de Juan Ramón Jiménez. Pertenecen a esta etapa Presagios (1923), Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931).
Etapa de plenitud (1933–1939) está formada por la trilogía amorosa: La voz a ti debida, cuyo título está tomado de un verso de la Égloga tercera de Garcilaso de la Vega, Razón de amor y Largo lamento, cuyo título está tomado de un verso de Gustavo Adolfo Bécquer.
La voz a ti debida (1933) presenta la historia de una pasión amorosa, desde su nacimiento hasta el final. Razón de amor (1936) examina lo que queda del amor cuando éste acaba. La pasión y el dolor de la separación son, por lo tanto, los temas centrales del libro. Largo lamento (1939) continúa la línea marcada en las obras anteriores.
Etapa del exilio (1940–1951) está formada por El contemplado (1946), extenso poema en que dialoga con el mar de San Juan de Puerto Rico; Todo más claro y otros poemas (1949), donde trata el tema de la creación a través de la palabra, y su obra póstuma Confianza (1955), afirmación gozosa de la realidad vivida. De esta época se suele destacar su impresionante poema «Cero», suscitado por la destrucción que provocan las armas atómicas.
Pedro salinas destaca de entre muchos poetas por la sutileza con que supo ahondar en el sentimiento amoroso. Su depurada formación universitaria y su agudo sentido crítico fueron esenciales en los ensayos sobre literatura —Literatura española. Siglo XX (1940), Jorge Manrique o tradición y originalidad (1947), La poesía de Rubén Darío (1948)— y en las ediciones de Fray Luis de Granada y San Juan de la Cruz.
Por A.C.