Los ojos de los campos de exterminio
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La ARMH inaugura en A Coruña una exposición del fotógrafo de Mauthausen – Boix y otros presos, entre ellos Ramón Bargueño, coruñés de adopción, salvaron los negativos.
laopinioncoruna.es / R. Prieto / 28-01-2018
Retratos policiales de presos. Ese era el principal cometido del catalán Francesc Boix durante los casi cinco años que estuvo preso en Mauthasen. Pero su tarea en el servicios de identificación del campo nazi permitió dar a conocer al mundo las muertes, los experimentos médicos y los suicidios intramuros. Con la ayuda de otros deportados españoles, entre ellos Ramón Bargueño, coruñés de adopción, Boix logró burlar la orden de eliminar el brutal y comprometido material gráfico y lo salvaron meses antes de la liberación. Parte de sus fotogramas serán expuestos a partir del próximo jueves día 1 en A Coruña.
Sus disparos no dejaron heridos en los camastros de los barracones ni muertos en las canteras o el paredón. Frente a las torturas, las inyecciones intracardiacas de benceno, las cámaras de gas y los hornos crematorios del imperio nazi, uno de los miles de deportados a Mauthausen, el número 5.185, hizo de una cámara Leica su arma para sobrevivir y combatir los horrores que se escondían tras las alambradas del campo de concentración. Francesc Boix (Barcelona, 1920-París 1951) se convirtió durante los casi cinco años que estuvo preso en Mauthausen en los ojos del Holocausto. Junto a dos españoles más trabajó en el servicio de identificación y documentación intramuros. Reveló retratos de presos y de los SS, tomó las primeras imágenes de la liberación del campo, el 5 de mayo de 1945, y, con ayuda de otros prisioneros, salvó los negativos de la barbarie: hambruna, torturas, muertos por arma de fuego, suicidios, experimentos médicos…
Boix, al que los miembros de las SS llamaban Franz, consiguió burlar la orden de eliminar todo material gráfico de la red de campos austriacos y con ayuda de otros presos españoles, entre ellos Ramón Bargueño, coruñés de adopción, logró sacar 20.000 negativos y fotografías que en el proceso de Nuremberg sirvieron para condenar a varios mandos nazis. Algunos de los fotogramas del horror y los crímenes del III Reich en Mauthausen, donde estuvieron confinados más de 7.000 españoles, de los que casi 4.800 fueron aniquilados por las SS -más de un centenar gallegos-, estarán expuestos desde el próximo jueves día 1 en el Museo Casares Quiroga de A Coruña, dentro de los actos organizados por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) con motivo de la conmemoración del Día Internacional del Holocausto.
El joven catalán, deportado al campo de Mauthausen en enero de 1941, fue el fotógrafo de la vida y la muerte. Tras la liberación, pudo recuperar su cámara y tomar las imágenes de las primeras horas en el campo tras la huida de los nazis. Desde la llegada de los americanos recibidos con una pancarta Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras sobre el portal de entrada del campo central, hasta el derribo del águila nazi que dominaba ese portal a los primeros auxilios a los deportados o el único testimonio gráfico conocido del interrogatorio al comandante de las SS y responsable de Mauthausen, Franz Ziereis, herido tras ser detenido por los americanos el 23 de mayo de 1945.
Trato directo con los SS
Fue ya en junio de 1941 cuando se gestó la resistencia entre los muros de la fortaleza de granito de Mauthausen. Y es que en los campos nazis, la jerarquía no se limitaba a los SS y los reclusos. Entre los deportados había diferencias que marcaban el nivel de desprecio o maltrato según fueran presos políticos, homosexuales, judíos… Aquellos que tenían un trato directo con los mandos, como Boix, disfrutaban de unas condiciones mejores que la mayoría de los prisioneros ya que se movían con cierta libertad por el campo.
A su llegada a Mauthausen, Boix trabajó en la cámara oscura, donde revelaba personalmente todas las películas Leica de cada preso fusilado. Y como no había un kapo alemán allí se convirtió en secretario de identificación, un cargo que le abrió la puerta a su salvación y permitió acreditar las atrocidades del III Reich y mantener viva la memoria del infierno y la muerte tras los muros del Holocausto.
Su tarea en el departamento fotográfico le dio acceso a los laboratorios donde se revelaban imágenes de la vida diaria en el campo, desde las visitas de los mandos nazis hasta los trabajos forzosos, las torturas y el último aliento de los miles de presos muertos en Mauthausen. El catalán propuso a otros miembros de la resistencia el robo de material en el que se dejaba constancia del genocidio nazi. Lo complicado no era solo sacarlo del laboratorio sino guardarlo en el propio campo, llevarlo fuera y conseguirle un refugio en el exterior.
En la operación rescate del material del exterminio jugó un papel clave Ramón Bargueño (1918-2003), natural de Toledo y coruñés de adopción -en París conoció a su segunda mujer, Josefina Lestón, vecina de Esteiro-. Bargueño se sirvió de su puesto de ordenanza en el campo para ocultar parte de los fotogramas salvados por Boix, a quien ya había conoció en una compañía de trabajadores en Francia meses antes de su traslado a Mauthausen. Parte de esas fotografías fueron escondidas en los calabozos durante unas semanas. No salieron del campo hasta cuatro meses antes de la liberación, en un momento en que los alemanes, ante la deriva que estaba tomando el conflicto, empezaron a destruir pruebas comprometedoras. La austriaca Anna Pointner, granjera del pueblo, fue la encargada de preservar entre los muros de su casa los pequeños paquetes que le iban entregando los jóvenes del comando Poschacher (nombre de la pedrera donde trabajaban en la aldea de Mauthausen) en sus salidas al exterior rumbo a la pedrera.
De las 20.000 fotografías salvadas, solo se conservan unas mil. Nada se sabe de a dónde fueron a parar los otros miles de negativos. Pero ese millar de imágenes que salieron de la fortaleza de granito han servido para mostrar el infierno que escondían los muros de Mauthausen.
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Fotografía destacada: Llegada de los americanos a Mauthausen recibidos con una pancarta de presos españoles a las “fuerzas liberadoras”.