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Este 5 de mayo se cumplió el 73 aniversario de la liberación del campo nazi de Mauthausen. Un campo emblemático para los españoles. Diez mil hombres de diferentes regiones de España ingresaron a este campo de trabajo forzado y exterminio. Combatientes que lucharon a favor de la República en contra del fascismo, que se refugiaron en Francia, fueron reclutados por los franceses para trabajar en las compañías militarizadas, durante la ocupación alemana cayeron prisioneros con la tropa francesa.
Los nazis organizaron transportes de españoles para llevarlos a Mauthausen, una fortaleza en Austria. La SS los utilizó como esclavos. A los más jóvenes y fuertes les obligaron a trabajar como obreros en cuadrillas de trabajo. A los jefes de los comandos de trabajo les llamaban capos, la mayoría recurrió a la fuerza física para mantener la productividad y la disciplina impuesta por los nazis. Aunque hubo otros capos, que se ganaron el respeto de sus compañeros sin recurrir a los golpes y palizas.
Entre los múltiples testimonios de los supervivientes de Mauthausen, destaca el del aragonés Domingo Félez Burriel, a quien conocí en Venezuela en el 2006. Félez había sido barbero en los campos nazis de Austria. Me entusiasmó el personaje, a tal punto que he publicado varias entrevistas y un libro sobre su vida: Domingo Félez. Veterano de Tres Guerras (Víctimas de los nazis, prisionero de EE.UU.) Caracas, 2014.
La llegada del ejército de Estados Unidos al campo, el 5 de mayo de 1945, no le concedió la libertad a Domingo Félez. Los militares de Estados Unidos recibieron una denuncia. Un polaco señaló a Félez de haber marcado prisioneros para ser llevados a la cámara de gas. Los militares de Estados Unidos lo detuvieron, al igual que a otros cuatro españoles: los asturianos Indalecio González y Laureano Nava, el vasco Moisés Fernández y el catalán Joaquín Espinosa.
Así como en Núremberg se celebraron los juicios por parte de un Tribunal Internacional para procesar a los miembros prominentes del partido nazi, los países aliados organizaron juicios a los responsables de administrar los campos de concentración liberados por su ejército. En el caso del ejército de Estados Unidos, se estableció una corte militar en las instalaciones de Dachau, un campo nazi para prisioneros políticos.
El juicio principal fue el del teniente Hans Altfuldisch. Un proceso que agrupó a 60 acusados. Los altos rangos nazis lograron escapar, así que la mayoría de los acusados eran suboficiales, médicos, capos o jefes de los comandos de disciplina. Entre ellos los cinco republicanos españoles.
Debido a la magnitud de la masacre, el general Fay Pricket estableció el principio de hallazgos especiales, cualquier persona civil o militar que estuviera alguna función en el campo era partícipe de los crímenes allí cometidos. El fiscal William Miller incluyó a los prisioneros españoles que habían sido capos como susceptibles del principio de hallazgos especiales. Lo que significaba su culpabilidad antes de ser juzgados. Dos años después de la liberación del campo de Mauthausen, la corte militar de Dachau sentó a los españoles en el banquillo de los acusados junto a quienes habían sido sus victimarios.
Algunos historiadores como el inglés David W. Pike repiten, sin cuestionar, las acusaciones y los veredictos de la corte militar de Dachau. Este historiador no incluye en su investigación los informes posteriores, del departamento de revisión de juicios, donde se revela nueva evidencia a favor de los españoles.
En la edición del libro de Pike del 2015, se refiere a mi persona en la página 592 como si yo hubiera trabajado para él. "(Información enviada por Laura S. Leret.)". Jamás le he enviado ninguna información. Pike copió parte de mi primera entrevista realizada a Domingo Félez en el 2007 y no citó el enlace en internet. La única explicación que tengo para escribir esta falsedad es que pretende validar su investigación al nombrarme.
Los cinco españoles fueron chivos expiatorios de la corte militar de Dachau. A la España de Franco no les importó
Las condenas impuestas a los españoles fueron injustas y desproporcionadas, a tal punto que uno de ellos, Indalecio González fue ahorcado en febrero de 1949. González fue un capo importante, un capo de capos. El jefe de un campo en la montaña de Sankt Georgen, donde la SS hizo explosiones con dinamita para construir túneles. Si bien existen testimonios de algunos compañeros españoles del campo que lo describen como un hombre violento, capaz de asesinar a otros prisioneros, también el superviviente valenciano Luis Estañ admitió que González le había salvado la vida. Políticos republicanos en el exilio, personalidades de la época, solicitaron clemencia para González, entre ellos, la Liga Española de los Derechos del Hombre.
Laureano Nava había sido un capo de una cuadrilla de obreros en la construcción del riel del tren. La corte militar lo condenó a cadena perpetua. Después de seis años en prisión, su caso calificó para ser revisado, los abogados militares concluyeron: "si comparamos la sentencia del acusado con las de otros culpables de cometer ofensas similares, nos parece que esta sentencia es excesiva". Nava fue puesto en libertad.
Moisés Fernández no contó con la misma suerte, condenado a 20 años en prisión, su caso fue revisado por la misma junta de abogados militares, y su condena apenas fue reducida a 15 años, sobre él, pesaba el hecho de haber sido capo de una cuadrilla de trabajo en el campo de Steyr. El 30 de abril de 1951, un informe escrito por el coronel Peters, manifestó que su conducta en prisión había sido "excelente". Un grupo de asesores intentó en vano, convencer a la junta de militares sobre la inocencia de Fernández. Un año más tarde, enfermo de tuberculosis, Fernández murió de un infarto en la cárcel de Landsberg.
Joaquín Espinosa trabajó en la cocina del campo de Gusen. Espinosa era uno de los españoles del comando de pela patatas. Espinosa fue acusado por unos polacos de sumergir a prisioneros en un tanque de agua helada, ocasionándoles la muerte. La corte no obtuvo pruebas y fue condenado a tres años en prisión, de los cuales ya había servido dos.
Domingo Félez fue condenado a dos años en prisión, justo el tiempo que había sido prisionero en Dachau, a la espera de su juicio. En enero de 1948, durante la revisión de los juicios, en un informe se concluye desaprobar la sentencia original de dos años a Domingo Félez.
En cada uno de los casos, se observan que los testigos manifestaron contradicciones y ambigüedades, la corte militar llegó al extremo de tomar en cuenta algunos testimonios de testigos que habían escuchado de oídas los supuestos crímenes cometidos por los españoles. Este es el caso del testigo del fiscal, el yugoslavo Knezevic, quien acusó a Moisés Fernández de golpear a un prisionero en el lavabo del campo de Steyr. Durante la revisión del juicio en 1951, un abogado civil y dos militares escribieron en un informe que la descripción de Knezevic de la ubicación de los lavabos en el campo fue incorrecta. Este testigo nunca había estado en el campo de Steyr.
Las palabras de los supervivientes italianos, padre e hijo, Vicenzo y Luigi Pappalettera ilustran el caos que se vivió en Mauthausen y en los campos aledaños: "En el infierno del Campo, el deportado no conocía quién le había golpeado ni quién había matado al amigo: para él, el verdugo era tan sólo un SS anónimo o un kapo difícilmente identificable".
Los cinco españoles fueron chivos expiatorios de la corte militar de Dachau. A la España de Franco no les importó. La vinculación de la República con la Unión Soviética influyó a la hora de condenarlos. En cambio a los nazis condenados a la pena de muerte y a cadena perpetua, el mismo ejército de Estados Unidos les conmutó las penas y todos fueron liberados en 1958, a solicitud de la opinión pública conservadora de Estados Unidos y de Alemania, liderada por el senador Joseph McCarthy y por el gobierno de Konrad Adenauer.
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