Las vergüenzas de la Iglesia
Los bebés robados del franquismo
y los casos de pederastia son dos ejemplos máximos de vulneración de los
derechos humanos dentro de la institución
Domingo, 10/02/2019 a las 20:39 CET
La Iglesia católica, la misma que nos dictaba para
hacer la comunión, la misma que está en centros educativos, la misma que crea
toneladas de culpa en su discurso, que dicta el pecado y que otorga el perdón,
es la que acumula cientos de
pecados ocultos durante años.
Su estamento barrió el escenario de aquellos horrores y crímenes y los ocultó
bajo la alfombra.
Con el paso del tiempo, tenemos
sobre la mesa dos de las grandes vergüenzas de la Iglesia.
Los bebés robados del
franquismo y los casos de pederastia son dos ejemplos máximos de vulneración de los derechos
humanos dentro de la
institución. Aunque se exponga a sus culpables y se repare parte de la dignidad
de sus víctimas, nada podrá curar el inmenso trauma y horror que esos actos han
supuesto en cientos de personas. Y eso que nunca llegaremos a saber la
dimensión de la realidad, bien por desconocimiento o por miedo. No es fácil
enfrentarse a un estamento sagrado en un país que, por mucho que diga en su
Constitución que es aconfesional, tiene la buena consideración de las
instituciones y la sociedad.
30.000 niños arrebatados de sus
madres
En el caso de los bebés robados,
iniciado en el franquismo, se calcula que unos 30.000 niños fueron arrebatados
de sus madres, la mayoría republicanas, presidiarias o madres solteras. Pero
aquello también ocurrió en democracia. En una denuncia, conocimos que en
1981, Purificación Betegón perdió
a sus gemelas en la clínica Santa Cristina de Madrid. Teresa
Gallardo, médico residente que atendió en el parto, concretó la existencia de
un “protocolo” especial para atender a las embarazadas que enviaba la monja María Gómez Valbuena. Las marcaban con un “paciente
sor María’” y se les ponía una anestesia para que la madre no oyese llorar al
feto. Cuando despertaban, comunicaban que los bebés habían muerto. Así, se
cerraba la misión, con el dolor de una madre de haber perdido unos hijos y el
horror de un menor que nunca conocería a su verdadera madre. Una desaparición
forzosa que durante años nadie reconocía, y donde la Iglesia entregaba a esos
menores a familias “de bien”. Aquella religiosa, de 87 años, fue citada a
declarar como imputada, pero no acudió al juzgado y falleció cuatro días
después. Solo uno de los casos denunciados, el de Inés
Madrigal, bebé robada por el doctor Vela, llegó a
la justicia. El 99% de los casos están archivados. Un libro de la
antropóloga Neus Roig detallaba
cómo esta trama se extendió hasta 1996 y cómo aquel dinero que recibían tras el
robo se hacía pasar por donaciones o limosnas. Todo, en nombre de Dios.
Abusos sexuales a menores
A estos casos espantosos, se une
otro de igual envergadura imposible de cuantificar: los abusos sexuales a menores dentro
de la Iglesia. Durante tiempo esos
menores relataron auténticos espantos vividos, testimonios anulados frente a la
buena imagen de la institución.
Las últimas víctimas
conocidas son las
del Monasterio de Montserrat (Barcelona) y señalan al
monje Andreu Soler,
fallecido hace 11 años. No es solo un pequeño caso. Un informe sobre
abusos sexuales apunta que hay unas 100.000 víctimas de curas y religiosos en
el mundo. Ha sido sistemático. La respuesta fue silenciar, trasladar a sus
responsables a otras iglesias o mandarlos bien lejos, a misiones. Se dice que
el Vaticano ahora, con el papa Francisco, anda molesto por el escaso interés de
la Comisión creada por la Conferencia Episcopal y considera que ha sido un
lavado de imagen.
El Gobierno
ha solicitado a la Fiscalía información sobre los casos
abiertos de pederastia en la Iglesia, aunque lo que se reciba nunca será el
grueso de estos delitos. La mayoría no llegaron a la justicia civil sino que se instruyen en
procesos eclesiásticos. Es decir, obispos y superiores religiosos se han
encargado de juzgar, dictar indemnizaciones o de encubrir, en la mayoría de los
casos. Todo queda en casa.
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