divendres, 16 de desembre del 2022

La represión franquista en Guadalajara es un poco más conocida

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A través del caso de Mariano Vicente, un vecino de Val de San García, se pretende ir recuperando la memoria histórica tanto de la provincia arriacense como de Castilla–La Mancha. Se trata de un reportaje del periodista e historiador Julio Martínez, para dclm.es.

Algunas de las cartas enviadas por Mariano Vicente, un guadalajareño represaliado por los franquistas.

Algunas de las cartas enviadas por Mariano Vicente, un guadalajareño represaliado por los franquistas.

Las guerras siempre son acontecimientos execrables. En las mismas, la mayoría social pierde. Sobre todo, la ciudadanía. Los afectados nunca son quienes las alientan. Sin embargo, las consecuencias de estas conflagraciones empeoran aún más cuando se trata de enfrentamientos civiles. Familias enteras se parten por la mitad. La convivencia se resquebraja. Entre los ejemplos más paradigmáticos, la contienda española de 1936. Un conflicto que se generó –nunca lo olvidemos– por parte de  un grupo de militares golpistas comandados por Francisco Franco. Se alzaron en contra de un régimen democrático, el de la Segunda República.

Y por si esto fuera poco, la victoria final de las tropas sublevadas –acaecida el 1 de abril de 1939– dio paso a una dictadura de casi cuatro décadas. Su fin no llegó hasta el 20 de noviembre de 1975, con la muerte del ferrolano. Ese día comenzó un proceso de desmontaje de los resortes totalitarios que desembocó en el sistema parlamentario actual.

A pesar de ello, uno de los asuntos sobre los que se sigue trabajando se encuentra relacionado con la memoria. Se pretende recuperar “la figura de los antifascistas que lucharon por la República, así como acabar definitivamente con la impunidad de los crímenes y criminales franquistas”. De esta manera, se expresa la Federación Estatal de Foros por la Memoria (FEFFM), una de las entidades más activas en esta labor. “Reivindicamos el derecho irrenunciable de las víctimas de la dictadura a la Verdad, a la Justicia y a la Reparación, tanto material como simbólica, tal y como establecen los organismos internacionales de Derechos Humanos y el Derecho Penal Internacional”, aseguran.

Por tanto, también buscan poner en el candelero la brutal represión sufrida por los españoles durante los designios de Franco. De hecho, la persecución del régimen dictatorial comenzó durante la guerra y se prolongó hasta 1975, con diferentes intensidades según la época. Este hostigamiento se propagó en diversos ámbitos. Desde el político al cultural, del económico al físico. Nada ni nadie se libraba. Se buscaba acabar con el contrincante, hacer desaparecer a la oposición, machacarla. No en vano, la asociación Jueces para la Democracia (JpD) señalaba hace un tiempo que España es el segundo país del mundo –tras Camboya– con mayor número de desaparecidos. En total, unos 114.000. Ahí es nada…

AVANCES PROGRESIVOS

Sin embargo, gracias al empeño de familiares, amigos y de diversas organizaciones, como los foros de la memoria, dicha situación ya se está abordando. Progresivamente, se van abriendo fosas comunes y se da una digna sepultura a los represaliados. Uno de los casos más paradigmáticos ha sido el de Mariano Vicente, militante socialista y antiguo alguacil del Val de San García, un pequeño pueblo ubicado en Guadalajara. “Se llevaba muy bien con los soldados del ejército republicano. Incluso, llegó a ofrecer su casa para que establecieran el botiquín”, explica Asunción Vicente, una de sus familiares.

Por ello, fue detenido tras la finalización de la guerra. Le acusaron de auxilio a la rebelión. Así, Mariano Vicente fue enviado a la cárcel de Cifuentes, donde estuvo una semana. Luego le trasladaron a la prisión de Guadalajara, en la que permaneció casi un año. Y tras un juicio sumarísimo realizado en Brihuega, le condenaron a seis años y un día de trabajos forzados. Le «destinaron» a «Regiones Devastadas», en los campamentos de Quintos de Ebro y Belchite.

“Estuvo en unas condiciones muy lamentables, con una escasa alimentación y muy poca higiene”, describe Asunción Vicente. Pero, al final, le concedieron la libertad condicional con destierro a Valencia. “Lo que nos sorprende es que se la otorgaron a pesar de que él no la había solicitado. Alguien la había pedido por él, desde dentro”, confirma.

Después de salir de Belchite, Mariano se dirigió a la capital del Turia, donde se presentó en el centro penitenciario principal. En este lugar le atribuyeron una dirección, correspondiente a la calle Quart, número 80. “Pero los familiares comprobamos –tiempo después– que en dicho emplazamiento se encontraba el Jardín Botánico”, explican los familiares. “No había edificaciones”, añaden. Por tanto, la referencia oficial otorgada al represaliado era falsa…

“A los siete días de permanecer en Valencia, fue hallado en la calle por la policía municipal”, explican los descendientes. “Lo recogieron como un transeúnte, en muy malas condiciones físicas, trasladándolo al hospital provincial valenciano”, narran. Estuvo ingresado entre el mes de julio y el 21 de diciembre de 1941, día en el que falleció. Fue enterrado en una fosa común en Nochebuena… “Y, mientras tanto, la familia del Val de San García no sabía nada”, relatan. No les habían comunicado ninguna información.

“Mi  abuelo se preguntó muchas veces dónde estaba su hermano, pero no dijo que se trataba de un represaliado. Es algo que silenció, por miedo. Sólo comentó que había desaparecido en la guerra civil”, relata Asunción Vicente. “Si en 2013 no llegamos a encontrar por azar tres cartas de su  autoría, nunca hubiésemos reconstruido su historia ni encontrado el lugar donde fue enterrado”, añade. “Mariano habría quedado olvidado por completo, como si no hubiera existido nunca...”.

– ¿Y saben si existieron más casos como éste?

– Tanto algunos historiadores como el Foro por la Memoria de Valencia creen que pudieron darse más ejemplos como el relatado –anuncia Asunción Vicente–. Fue un modus operandi del franquismo. Dejaban abandonadas a aquellas personas represaliadas que se encontraban en peores condiciones, para que no se acusase a las autoridades de ser las causantes de las muertes.

Por tanto, nos encontramos ante una vertiente más de la represión de la dictadura. “Sería una forma de no dejar huella de lo que estaban haciendo”, señalan los especialistas. “A mi tío-abuelo no lo fusilaron, sino que lo mataron lentamente, a base de trabajos forzados y de no permitirle una alimentación correcta”, afirma Asunción Vicente.

BUENOS RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN.

La de Mariano Vicente ha sido una historia que ha podido salir a la luz gracias al esfuerzo conjunto de las entidades de memoria y de los descendientes del afectado. Entre ellos, su sobrina-nieta, Asunción Vicente. “Desconocíamos que había un represaliado en la familia”, asegura. “Mi padre sí que me llegó a comentar que había desaparecido un tío suyo durante la guerra, pero pensábamos que había muerto en la contienda”. Pero, en realidad, la dictadura le habían hecho desaparecer…

– Entonces, ¿cómo comenzaron las indagaciones?

– En el 2013, la familia encontramos unas cartas de la época cuyo autor no sabíamos quién era –asegura Asunción Vicente–. Pero mi hermano planteó que podrían pertenecer a la persona desaparecida durante la conflagración.

Tras leerlas, Asunción se dio cuenta que procedían de una cárcel franquista. Los documentos tenían el sello del «Campamento de penados de Belchite». “Y fue de esta manera como comencé a buscar a mi tío-abuelo”, explica la afectada. “En internet observé que existían muchos listados de personas desaparecidas, pero no encontré ningún resultado positivo sobre mi pariente”.

Por tanto, se dirigió al Foro por la Memoria de Guadalajara. En concreto, habló con Julio García Bilbao, uno de los representantes de la plataforma. “Me dijo que iban a mirar en sus archivos, pero tampoco hallaron el expediente de mi familiar”, asegura. Mientras tanto, un amigo de Asunción encontró un nombre en el cementerio municipal de Valencia que sí correspondía con el de Mariano. “Entonces, pensamos: «¡Puede ser él!». Hay muchas coincidencias”, subraya la afectada. “En el registro del mencionado camposanto aparecían las coordenadas del lugar en el que estaba enterrado”, rememora.

A partir de ese momento, García Bilbao los puso en contacto con Matías Alonso, miembro del Foro por la Memoria de la capital levantina. “Todo comenzó a precipitarse”, confirman los familiares. “Empezamos a encontrar más información, lo que nos permitió conocer toda la historia”.

– Sin embargo, a día de hoy, ¿el Estado facilita investigaciones como la realizada por ustedes? O, sin embargo, ¿todo el apoyo ha procedido de iniciativas ciudadanas?

– La administración no ha ayudado en nada. He echado en falta su colaboración [el grueso del trabajo fue durante el gobierno de Mariano Rajoy] –critica Asunción Vicente–. No sabes a quién dirigirte, qué hacer… Hasta que no te pones en contacto con las asociaciones y foros por la memoria, no puedes avanzar. Son ellos los que te informan. Brindan una gran ayuda y apoyo moral a los familiares de los desparecidos.

En este sentido, es cierto que la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, sobre Memoria Histórica, supuso un avance. No obstante, muchos de los afectados por el franquismo piensan que esta norma tendría que ser más ambiciosa. “Debería haber sido más valiente y haberse aprobado antes”, explica Asunción Vicente. Eso sí, reconoce que –actualmente– este código se ha perfeccionado en diversas regiones. “Se ha mejorado mucho en la legislación autonómica. Un ejemplo es la Comunidad Valenciana, que tiene una ley muy completa”.

En cualquier caso, se han ido produciendo progresos, aunque hayan sido muy lentos. Ha de salir a la luz la represión de la dictadura. Y sus víctimas tienen que ser resarcidas. La dignidad de los sistemas democráticos no sólo se fundamenta en los métodos participativos e igualitarios de sus ciudadanos, que son imprescindibles. También en el reconocimiento de aquellos que lucharon por la libertad. Hay que valorizar su memoria, su esfuerzo y su compromiso. Porque, como aseguraba el poeta Marcos Ana:

«Hay que pasar página, sí, pero después de haberla leído»

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