Normalmente, cuando sale en una conversación la represión franquista se alude a los fusilamientos del Régimen contra aquellas personas que, por una u otra razón, defendieron a la República durante la Guerra Civil. Dentro de este contexto de fallecidos hay uno al que no se le presta, a priori, tanta atención: los suicidios; esas personas que, antes que cumplir condena en algún campo de concentración franquista o pasar por una saca de fusilamiento, optaban por quitarse la vida ellos mismos.
En la Región de Murcia, gracias a la investigación de la Federación de Asociaciones de Memoria Histórica, tenemos un registro de fosas de la represión franquista con más de 1700 personas, entre las que encontramos 24 suicidios contabilizados.
Entre los motivos de suicido encontramos 10 por ahorcamiento en prisión, 3 por ahorcamiento fuera de ella, 1 por degollamiento, 4 por arrojarse desde algún espacio en prisión y otro fuera, 3 por disparo, 1 por quemarse a lo bonzo y 1 por motivos desconocidos.
Entrando más en materia, me gustaría analizar primero los suicidios por disparo, repartidos entre Cabo de Palos, Patiño y Pliego. Quizá el caso más impactante es el de C.D.F., militante del PSOE y UGT que en el momento de su detención el 5 de abril de 1939, quien se disparó en la cabeza frente a los agentes de la Falange. Los otros dos casos son los de un Guardia Civil y un Carabinero investigados por las autoridades franquistas y que cometieron suicidio en 1939.
Respecto al degollado fue T.D.C., militante del PSOE, que se rajó el cuello en el calabozo de la Comisaría de Murcia el 1 de abril de 1939, siendo este una de las primeras víctimas de la represión franquista en la ciudad de Murcia.
Yendo a los arrojamientos, tenemos varios en prisión. Uno de ellos se produjo en el Campo de Concentración de Agustinas. J.P.C., durante un interrogatorio, se lanzó por la terraza del patio del convento fracturándose el cráneo. Estaba investigado por ser policía durante la guerra en Fortuna.
Por último, me gustaría nombrar a M.M.G., vecino de Cehegín que el 16 de junio de 1939 se roció en gasolina y se prendió fuego, muriendo en el Hospital de Cehegín a consecuencia de las heridas.
Con todos estos casos vemos la desesperación de aquellos que, al acabar la Guerra Civil, se veían en prisión por su militancia o por defender incluso pasivamente al régimen republicano. Conociendo la situación que se vivía en las prisiones murcianas, donde sea sufría un hacinamiento severo, más aún en aquellos recintos que no estaban destinados a ser prisiones y se habilitaron para ello, como los Campos de Concentración de Agustinas e Isabelas o la Prisión de Pliego, que eran realmente una vivienda, algunos de los que eran detenidos o investigados recurrían desesperadamente al suicidio para no morir en prisión de alguna enfermedad, para no ser fusilados o para no fallecer en su casa tras obtener la Prisión Atenuada por su pésimo estado de salud.
Estos 24 suicidios en la Región de Murcia son también de la dictadura. Esta represión no siempre era directa, y esto es algo que aquí vemos. Además, debemos tener en cuenta que seguramente hubo más, pero que no habrán quedado registrados en ningún lugar, por lo que se hace difícil contabilizarlos.
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