dissabte, 1 de juliol del 2023

Santutxu, zona carcelaria durante la Guerra del 36 y el franquismo

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El poco espacio en las cárceles oficiales y los asaltos a los barcos-prisión en respuesta a los bombardeos franquistas llevaron al Gobierno de Euzkadi a habilitar varios edificios como cárceles en Santutxu. Tras ganar la guerra, los franquistas las usaron para su brutal represión y el adoctrinamiento de los más pequeños.



La iglesia del Carmelo, utilizada como cárcel. (Oskar MATXIN EDESA | FOKU)



Tras conocer el mes pasado los entresijos del establecimiento del primer Gobierno de Euzkadi en Abando durante el comienzo de la Guerra del 36, la segunda parada de las visitas organizadas por el Ayuntamiento de Bilbo bajo el título ‘‘La Guerra Civil en Bilbao: Una mirada hacia atrás’’ ha tenido lugar en Santutxu y se ha centrado especialmente en las cárceles que existieron en la villa y las condiciones de los presos.

CONTEXTO HISTÓRICO

Estallada la contienda tras el golpe de Estado de julio de 1936, Nafarroa y Araba cayeron en manos del bando sublevado. Sin embargo, el Gobierno Civil de Bizkaia, comandado por José Echevarría Novoa, decidió mantenerse fiel a la república y se realizaron varias detenciones de personalidades contrarias al Gobierno legítimo. Pero las cárceles existentes eran escasas en el territorio, así que, para dar alguna solución rápida a la situación, las autoridades decidieron requisar varios barcos para convertirlos en prisiones, como el buque Cabo Quilates, propiedad de la Naviera Ybarra, familia afín a los golpistas.

Pese a la incertidumbre de los primeros días, el orden se mantuvo en Bizkaia. Durante agosto se registraron bombardeos fascistas en algunos municipios, pero en las tres primeras semanas de setiembre apenas se produjeron. Sin embargo, la última semana todo cambió. Los sublevados avanzaban con fuerza en Gipuzkoa, hasta situar el frente prácticamente en Bizkaia. Aprovechando esta situación, intentaron sembrar el caos bombardeando centros urbanos durante los días 25 y 26 de setiembre. Las bombas cayeron así sobre Durango, Aritz (Basauri) y Burtzeña (Barakaldo), con un número indeterminado de muertes, que podría superar los 30 según algunas estimaciones. La peor parte se la llevó Bilbo, donde según las cifras de Gogora hubo, entre los dos días, 96 muertes y 650 heridos.

En ese contexto, en reacción a los bombardeos, varios milicianos republicanos asaltaron los barcos prisión Cabo Quilates y Altuna Mendi y ejecutaron de «forma sumarísima» a unos 39 presos. Algo parecido volvió a repetirse 2 de octubre, y el recién creado Gobierno de Euzkadi decidió tomar medidas.

«HUMANIZAR LA GUERRA»

Fue Joaquín María Zubiria Lizarazu, inspector general de prisiones de Euzkadi, quien se distinguió por su preocupación por la seguridad de los presos y por el buen trato a dispensarles. Decidió acondicionar las cárceles existentes y habilitar otros espacios para acoger a los reclusos. La cuestión no era solo evitar que milicianos republicanos se tomasen la justicia por su mano, también era mejorar las condiciones de insalubridad que existían en los barcos prisión.

Para aquel momento, en Santutxu ya existían desde hacía tiempo dos cárceles importantes: la de Larrinaga, situada en la actual barriada de Garamendi, y la Galera, ubicada en el actual edificio de Bilbao Musika. Pero para ganar más espacio para los reclusos, se habilitaron como prisiones dos centros religiosos en el mismo barrio bilbaino: La iglesia-convento del Carmelo y el convento de los Ángeles Custodios.

SUCESOS DEL 4 DE ENERO DE 1937

Hasta enero de 1937 la actividad militar se centró en el frente este y sur de Bizkaia, con numerosos bombardeos en Lekeitio, Ondarroa, Deba, Markina-Xemein, Eibar, Elorrio, Otxandio, Ubide, Legutio, Zigoiti… pero no se registró prácticamente ninguno en el área metropolitana de Bilbo, donde parecía que las cosas se iban normalizando.

Pero con la entrada del nuevo año, el Ejército franquista asestó un nuevo golpe al Gobierno de Euzkadi. Los primeros días bombardeó posiciones estratégicas en Galdakao, Usansolo, Erandio y Sestao, y el 4 de enero una veintena de aviones de la Luftwaffe alemana volvieron a atacar a la población civil en Bilbo. Las sirenas antiaéreas sonaron y la mayoría de los bilbainos consiguieron resguardarse a tiempo. Además, los cazas republicanos y los sistemas antiaéreos consiguieron derribar varios aviones enemigos y reducir así la potencia de los bombardeos. Según las cifras oficiales, murieron 7 personas.

Una vez más, como venganza espontánea, grupos de milicianos republicanos asaltaron los diferentes centros penitenciarios de Santutxu y ejecutaron a 224 presos franquistas. Casi la mitad de ellos en el convento Ángeles Custodios y el resto en Larrinaga, Casa Galera y El Carmelo. La matanza no se detuvo hasta que llegaron al lugar las autoridades del Gobierno para pararla.

Durante el invierno, y prácticamente hasta abril, la línea de frente se mantuvo y los bombardeos fueron esporádicos al no darse las condiciones atmosféricas óptimas para ello. Pero con la llegada de la primavera, el eEjército sublevado dio comienzo a una fuerte campaña de bombardeos recrudeciendo la guerra sobremanera. Solo en Bizkaia realizaron 643 operaciones de bombardeo, aproximadamente un 25% contra la población civil con el fin de sembrar el terror, como en Durango, Gernika y Galdakao, que fueron los más mortíferos.

Bilbo también fue bombardeada prácticamente a diario, llegando a registrarse 58 bombardeos entre el 2 de abril y el 19 de junio, según los datos de Gogora. Solo en abril hubo 258 víctimas. Mención especial merece el bombardeo contra la fábrica de zapatos y artículos de goma Cotorruelo, situada en la Calle Prim, donde había un refugió en el que murieron 113 personas. Los franquistas se cebaron con la población bilbaina.

Desde el 4 de enero no se registraron más asaltos espontáneos a las cárceles. Es más, el «fervor» del Gobierno de Jose Antonio Agirre por respetar los derechos y la vida de los afines al golpe de Estado detenidos llegó hasta el punto de organizar poco antes de la caída de la ciudad un corredor de Santutxu a Santo Domingo para liberar a los reos y entregarlos de forma segura al enemigo.

REPRESIÓN FRANQUISTA

Tras la entrada de los franquistas en Bilbo, el 19 de junio de 1937, estos tomaron el control de las cárceles oficiales y del resto de edificaciones que habían sido habilitadas para ello. De esta forma, comenzó una enorme y concienzuda represión contra republicanos, gudaris, milicianos, socialistas, anarquistas, abertzales…

No todos los centros fueron utilizados como cárceles al uso. Por ejemplo, el Colegio de Ángeles Custodios paso a ser un correccional para niñas y adolescentes de familias que los franquistas consideraban que habían defendido a la república o al Gobierno de Euzkadi. Fueron las religiosas las encargadas de adoctrinarles en los valores del nacionalcatolicismo que caracterizaron el franquismo.

La cárcel de Larrinaga continúo siendo la principal de la ciudad, y los franquistas encarcelaron allí a todos los prisioneros de guerra procedentes del Euzko Gudarostea y del Frente Norte, así como otros presos políticos y sociales. Allí se enviaba también a los condenados a muerte, ejecutados, normalmente, mediante garrote vil. En 1967 se cerró definitivamente, siendo sustituida por la prisión de Basauri.

A la entrada de las tropas franquistas en Bilbo, no existía una cárcel de mujeres como tal. En un primer momento, fueron recluidas en un edificio llamado la cuarta galería dentro de Larrinaga, pero luego se les trasladó a una casa conocida como Chalet Orue, ubicada en la calle Zabalbide de Santutxu (demolida en 1968). Se estima que pudieron ser recluidas cerca de 3.000 mujeres entre 1937 y 1942.

Muchas de las reclusas, malnutridas y hacinadas en condiciones infrahumanas, fueron torturadas, violadas y objeto de otros tipos de humillaciones públicas y privadas, incluso de muerte. Tras varios estudios, se ha podido rescatar del olvido los nombres de las once mujeres fusiladas: María Fernández García, de Barakaldo; Elvira Martínez Pascual, de Bilbo; Teresa Chiches Ledesma, de Bilbo; Cecilia Idirin Garate, de Basauri; Ana Naranjo Martín, de Sestao; Juana Mir García, de Bilbo; Berta Peña Parra, de Sestao; Adelina Fernández Pérez, de Bilbo; Feliciana Echave Artola, de Bilbo; Juana Abascal Nicolás, de Castro-Urdiales, y Leónides Antruejo Lorenzo, de Sestao.

Precisamente, en noviembre de 2022, Bilbo homenajeó a las mujeres represaliadas durante el franquismo en las cárceles de la ciudad e inauguró una placa conmemorativa del desaparecido Chalet Orue.

SIGUIENTE CAPÍTULO: ARTXANDA

En el mes de julio serán los momentos que se vivieron en Artxanda (zona defensiva dentro del cinturón de hierro) el hilo conductor de las visitas guiadas. Estas rutas, de una duración de una hora y media, se realizan a pie, son gratuitas y es necesario inscribirse en la web bilbaokultura.eus.