En torno a la figura de Manolita del Arco, la mujer que más tiempo pasó en las cárceles franquistas (19 años), su único hijo Miguel reconstruye la vida de unas cuantas mujeres presas en esos años de penuria, humillaciones, represión pero también de solidaridad, apoyo mutuo y sororidad.

Aunque la protagonista principal es Manolita, también lo son todas las mujeres a las que el autor dedica sus agradecimientos “que son de su linaje” y que aparecen en la novela. Esas mujeres que resistieron pero que no se olvidaron de vivir. Esas mujeres, retratadas en la portada del libro, con sus trajes de presas, dignas, sonrientes, con sus hijos a los que sólo veían tres veces al año. Esas mujeres, militantes del PCE en su mayoría que muchas veces fueron relegadas en la lucha a un segundo plano por sus compañeros varones.

Entre otras muchas cosas, la transición fue injustísima y olvidadiza con los luchadores y luchadoras que penaron en las cárceles franquistas; libros como este ayudan a traernos la realidad que estas camaradas vivieron.

Memoria del frío
Miguel Martínez del Arco
Editorial Hoja de Lata, 2021

Además de este elemento de centralidad de las mujeres que estuvieron en las prisiones fascistas es importante señalar en esta novela la perspectiva desde la que está escrita (el famoso “punto de vista narrativo” que tanto preocupaba a nuestro camarada Manuel Vázquez Montalbán). No es una autobiografía; tampoco es un trabajo más o menos académico en que el autor está muy alejado afectiva y sentimentalmente del objeto de estudio. Tiene algo de autobiografía y tiene algo de estudio documental. Miguel, el autor, hijo de Manolita del Arco y de Ángel Martínez (militante comunista que también pasó 20 años en la cárcel), utiliza sus propios recuerdos, los de las que él llama mis tías (todas las mujeres presas que se arropaban entre ellas y a los hijos de sus compañeras) o las cartas que se enviaron sus padres durante todos esos años para reconstruir los fundamental de esta historia; pero también investiga y consulta los diversos archivos militares, de prisiones, de Gobernación para saber qué ponían, qué decían sobre su madre y sus cercanos. Tenemos así una obra documentada a la vez que sensible; fría en lo judicial y cálida en lo personal, con la distancia que da la terminología leguleya del régimen franquista pero con la cercanía de ser el hijo de la protagonista.

También hay que destacar que a pesar de la dureza de los hechos narrados, Miguel subraya en su libro la vida cotidiana de estas mujeres en las cárceles con sus penas pero también con sus alegrías, con esa vida que sigue (dentro y fuera de los muros), con la felicidad de las visitas de los hijos (aunque sólo fueran tres días al año) y con esa celebración de la vida que nunca decayó en estas mujeres.

Dentro de los libros dedicados a la memoria democrática este es, bajo mi punto de vista, uno de los mejores, si no el mejor, que se han escrito sobre estos temas. El tono, el estilo, el ambiente, la poética de este libro está muy por encima de lo que se suele leer; su lectura no deja indiferente.

Con un impagable prólogo de Edurne Portela y editado por Hoja de Lata, una de esas editoriales que nos da muchas alegrías combinando calidad literaria con compromiso sociopolítico, os recomiendo encarecidamente la lectura, la difusión y el regalo de este magnífico libro que, como dice la contraportada: “Esta historia es una ficción. Una ficción en la que todo es real”.