JUEVES, 14 DE FEBRERO DE 2013
Lunes, 20 de enero de 2013
Son las nueve de la mañana y encamino mis pasos hacia el Paseo de Moret de Madrid donde se encuentra el Archivo Histórico de Defensa, tras una larga noche de insomnio en la que un insurrecto amanecer se demoraba más de lo habitual en aparecer.
Hace frío en Madrid. Nada más llegar a la plaza de la Moncloa (antes Plaza de los caídos por Madrid), mi mirada se fija en los 40 metros de altura del Arco de la Victoria(popularmente denominado Puerta de la Moncloa), construido durante los años 1950 a 1956, y que conmemora la victoria del ejército franquista en la batalla de la Ciudad Universitaria. Es el único arco del triunfo elevado en el mismo terreno donde tuvo lugar la batalla.
Resulta paradógico que aquellos que insisten en olvidar y pasar página no dejen de recordarnos con multitud de símbolos el pasado que algunos no queremos olvidar.
Desde Moncloa y al lado derecho del Paseo de Moret, se encuentra el Parque del Oeste, que se extiende hasta el Templo de Debot, donde se ubicó hace años el Cuartel de La Montaña. Durante la Guerra el Parque del Oeste se convirtió en campo de la Batalla de la Ciudad Universitaria En él se abrieron trincheras y se construyeron búnkeres que todavía hoy se pueden ver en su extremo norte.
Mientras camino caigo en la cuenta de que no sé en qué número de la calle está el Archivo. Una bandera rojigualda que baila al compás del frío viento del norte, me indica la situación.
El Archivo General e Histórico de Defensa, creado por Real Decreto de 18 de noviembre de 2011 está situado en el Paseo de Moret núm. 3 de Madrid, dentro del recinto del antiguo acuartelamiento "Infante Don Juan" y dispone de siete depósitos documentales, distribuidos en 3.304 metros cuadrados, que suman en total veinticinco kilómetros de estanterías. Custodia 90.393 unidades de instalación que contienen más de dos millones de expedientes correspondientes, entre otros, al Fondo de la Justicia Militar formado por la documentación generada por los Juzgados Militares del bando franquista desde el comienzo de la Guerra hasta finales del siglo XX. Sólo los expedientes judiciales que engloban juicios sumarísimos, causas ordinarias y diligencias previas, se estiman en más de 350.000 unidades documentales. Allí se encuentra el procedimiento sumarísimo de urgencia nº 21.001 de Miguel Hernández.
El Ministerio de Defensa tiene hoy a su cargo el mayor volumen de patrimonio documental del Estado después del Ministerio de Cultura, El acceso y consulta de los fondos del Archivo es libre y gratuito. Para acceder a la Sala de Investigadores sólo es necesaria la identificación y registro mediante DNI o Pasaporte. Los nuevos usuarios deben cumplimentar el impreso de Alta y entregarlo al personal de Sala y en sucesivas asistencias pasarán por el control de Sala para asignarle el puesto de consulta.
En la Sala de Investigadores únicamente está permitido el acceso con hojas sueltas, ordenador portátil y lápiz. Es obligatorio el uso del lápiz. No se pueden tener sobre la mesa de trabajo los efectos personales, que son depositados en una taquilla.
A las 09:50 horas he terminado con todos los trámites y me encuentro en la Sala de Investigadores frente a un funcionario al que le entrego mi petición. He solicitado los expedientes de mi abuelo y de su hermano. Me asignan un puesto y me dicen que espere allí hasta que localicen los documentos.
La sala está poco ocupada, pero llena de un silencio que solo rompe el paso de las hojas que manipulan los investigadores y el sonido de los lápices. Tras veinte minutos de espera el funcionario coloca sobre mi mesa el expediente de Antonio Torres Barranco. El del abuelo siguen buscándolo.
Dentro de una carpeta de lo que hace tiempo fue cartulina blanca, se hallan cerca de cien hojas de distintos tamaños y letras, que con el paso del tiempo y posiblemente las malas condiciones de conservación, han adquirido un abanico de tonalidades. Unas páginas se encuentran mecanografiadas, otras manuscritas. Dentro de las manuscritas se pueden leer textos con una caligrafía precisa y perfecta que contrastan con las de escritura más rudimentaria. Todas ellas unidas descuidadamente con grapas a la carpeta, que en ocasiones ocultan parte del texto de los documentos.
Reviso con cuidado el expediente, deteniéndome en aquello que considero más importante para la investigación por si encontrara alguna conexión entre los dos hermanos, mientras tomo notas y espero con impaciencia el expediente del abuelo. Cada poco tiempo echo una mirada al funcionario para que no se olvide de mi.
Han pasado cerca de dos horas y ya he terminado de leer el expediente de Antonio Torres. El del abuelo sigue sin aparecer y comienzo a inquietarme, pues hoy no tendré tiempo de leerlo. Tendré que volver otro día, o los días que haga falta. Estos son mis pensamientos cuando se acerca el funcionario y me comenta con un hilo de voz, apenas perceptible, que no puede hacerme entrega del sumario de Arturo Torres Barranco pues se encuentra en avanzado estado de deterioro. Le pido me informe sobre lo que hay que hacer en estos casos y extiende con desgana ante mi un formulario fotocopiado para que haga una reclamación. Relleno el formulario, impactada y desilusionada por lo sucedido, y salgo de la sala pensando como resolver aquello, pues entre todas las desgracias que podía imaginar, nunca se me había ocurrido contar con la que acababa de suceder.
Recojo mis pertenencias de la taquilla y cuando estoy a punto de abandonar el edificio, uno de los técnicos de archivo que merodeaba por allí me pregunta por qué me voy tan pronto. Le cuento lo sucedido y me confirma que el expediente del abuelo está en muy mal estado, sugiriéndome escriba al Juez Coronel del Tribunal Militar Territorial 1º de Madrid, responsable del Archivo, para solicitarle me permita acceder a él.
También me comenta que la Ley establece que los expedientes que se encuentran en mal estado deben ser restaurados y digitalizados, pero que lamentablemente el Archivo no cuenta con ningún restaurador y además no hay fondos para ello, confidencias éstas que hacen aumentar mi desánimo y mi poca confianza en resolver este asunto favorablemente. Era tan importante para mi tener en las manos esos documentos …
Esa misma tarde hablo con Floren Dimas quien me confirma que el asunto tiene difícil solución pero me anima a escribir al Coronel. No tengo idea como hay que dirigirse a un Coronel y en qué términos y formas redactar el escrito, pero Floren me da unas valiosas instrucciones y me pongo manos a la obra.
Existe el derecho a la verdad, pero hasta llegar hay que vencer muchos obstáculos y yo no estoy dispuesta a darme por vencida ante el primer contratiempo.
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