LA brutal REBELIÓN militar-fascista DE
JULIO DE 1.936
Y EL
ASESINATO DE GENERALES LEALES
Por José Luis Pitarch,
Presidente estatal
de Unidad Cívica por la República. Comandante de Caballería retirado
I
Hace ya 78 años, una parte de los Generales
y otros Oficiales del Ejército y la Marina que llevaban largo tiempo
conspirando contra la República se sublevaron frente al legítimo Gobierno de la
misma, cuyo Presidente era Don Manuel Azaña Díaz. Fue una traición a la Ley, a
la legitimidad y a sus propios juramentos, que aquellos rebeldes
ultraderechistas y sus “herederos” actuales han tratado siempre de edulcorar y
abaratar mediante vocablos como “alzamiento” o “movimiento”. Poco han hablado y
hablan, igualmente, de que, verbigracia, Calvo Sotelo estaba metido en la
gestación del golpe de estado, o de que destacados monárquicos negociaban con
Mussolini la entrega de armas y dinero para la sublevación. Lo cierto es que
exprimieron al máximo el brutal asesinato de Calvo Sotelo como apología y coartada para su rebelión.
Por
desgracia, el inepto Jefe del Gobierno en las cruciales fechas del 17 y 18 de
julio hasta su dimisión, Santiago Casares Quiroga, perdió un tiempo decisivo
mientras se desarrollaba y crecía el golpe militar. Que en gran parte se habría
contenido entregando armas al pueblo (como se vio en Barcelona y en Madrid).
Pero tanto Casares como Azaña probablemente temían que tal entrega llevase a
una revolución roja. (Aunque suene a esperpento trágico, en este temor se
“igualaban” en cierto modo con los militares golpistas). La propia Inglaterra se
ciscaba de temor a una revolución de tal tipo en España, lo que llevó a la “perfidious Albion” a no apoyar al Gobierno
democrático y legítimo de la República aunque los rebeldes sí lo fueran por el
fascismo de Mussolini y Hitler.
Añadamos
que otra de las grandes mixtificaciones que siguen vivas refiere la conjura como si ésta hubiere sido básica o
primordialmente una acción del General de División Francisco Franco.
Incluso personas como Antonio Alonso Baño, Ministro que fue del Gobierno de la
República en el exilio, comenzaba un
artículo publicado en “Le Monde” el
20-7-71 diciendo que “el día 18 de julio de 1.936, el general Franco se
sublevó contra el Gobierno de la República Española. (…) Franco se dirigió a
los generales del Ejército reclamando su apoyo”.
Infumable. ¿Desconocía Alonso Baño que el
“Director” (organizador-impulsor) de
la rebelión fue el general Emilio MOLA Vidal, con sus famosas “Directrices” para dicho golpe de estado?
Indudablemente, no conocía A. Baño el libro “General Mola: el ególatra que provocó la guerra civil”, publicado
años después por el Coronel de Caballería Carlos Blanco Escolá. Pero es que ni
siquiera era Franco el “Jefe” o cabecilla de la sublevación, sino el general José
SANJURJO Sacanell, Marqués del Rif; y era el cabeza de la trama debido a su superior
antigüedad en el escalafón, y también porque Sanjurjo venía a tener una especie
de “derechos especiales” sobre la suerte de la República dada su importante
toma de postura a favor de su advenimiento, siendo jefe de la Guardia Civil, el
14 de Abril de 1.931.
Mas quizá no sobre aquí dedicar espacio a
un asunto que ha lastrado demasiado el
cabal conocimiento de los trances y fiel historia del actuar de numerosos
militares de alto grado que, con frecuencia a su pesar, fueron destacados
protagonistas de aquel choque brutal entre la legitimidad del régimen
republicano y la paladina ilegitimidad de quienes lo asaltaron. Nos referimos a
que muchos han perorado y publicado, como es el caso de Alonso Baño --con gran atrevimiento o/y gran nesciencia--
sobre las consecuencias personales, vitales en el sentido más propio del
término, para numerosos militares leales al Gobierno de la República y al
pueblo que lo había elegido.
Veamos algunos ejemplos: afirmaba el
mismo Alonso Baño en su artículo citado –-reproducido, nada menos, por el diario “El País” el 18 de julio del 80—- que fueron fusilados durante los comienzos de la rebelión,
por ser leales a la República, los siguientes cinco Generales:
--General de División Nicolás MOLERO
Lobo (ex Ministro de la Guerra), Jefe de la VII División Orgánica con sede
en Valladolid (Alonso Baño le llama equivocadamente “Capitán General de la VII
Región Militar”), herido al oponerse al general rebelde Saliquet y otros. Lo
cierto es que Molero vivió hasta 1.947, falleciendo
de muerte natural.
--General de División José FERNÁNDEZ de VILLA-ABRILLE
Calivara, Jefe de la II División Orgánica con sede en Sevilla (el
incompetente Alonso Baño vuelve a equivocarse llamándole “Capitán General de la
II Región Militar”; parece desconocer que la República había eliminado las viejas
Capitanías Generales, sustituyéndolas por “Divisiones Orgánicas”). Villa-Abrille
fue despojado del mando de la suya por Queipo de Llano, al faltarle reaños o
redaños para enfrentarse a éste). Y falleció
igualmente de muerte natural, en 1.946 ó 1948 (según las distintas
fuentes).
--General de Brigada de
Artillería Julián LOPEZ VIOTA, Jefe de la 2ª Brigada de Artillería
(Sevilla). Estuvo en situación de arrestado casi toda la guerra, sin que le sometieran
a juicio hasta febrero de 1.939, siendo condenado a 6 meses y 1 día. Falleció de muerte natural en
1.945.
--General de Brigada de
Infantería Julio MENA ZUECO (ex Subsecretario del Ministerio de la Guerra),
Jefe de la 11ª Brigada de Infantería (Burgos) desde el 18 de julio (en que fue nombrado
para sustituir al golpista general Gonzalo González de Lara, detenido la
víspera por su superior directo, el General Domingo Batet Mestres). Falleció de muerte natural en
1.947.
--General de División Juan GARCÍA
GÓMEZ-CAMINERO, Jefe de la III Inspección del Ejército, gran anticlerical, que
se encontraba, al producirse la cuartelada, visitando guarniciones de la VIII División
Orgánica para disuadirlas de sublevarse. Logró pasar a Portugal, y de allí a
Madrid, donde falleció de muerte
natural a finales de 1.937.
Lo cierto, en fin, es que ninguno de los cinco fue fusilado por
los sublevados. E incurre en bastantes más errores Alonso Baño, por
ejemplo atribuir a Franco el encarcelamiento del General de División Agustín
GÓMEZ MORATO, Jefe de todas las fuerzas militares de Marruecos (es decir,
de ambas Circunscripciones: la Oriental, de Melilla, y la Occidental, de Ceuta,
Tetuán, Larache). Pero Franco no llegó a Marruecos hasta el día 19
(cuando aterrizó en Tetuán), y la sublevación militar-falangista (numerosos
militares rebeldes eran falangistas) había comenzado en Melilla el día 17. Al
tener noticia de lo cual, GÓMEZ MORATO, que se encontraba en Larache, voló
inmediatamente a Melilla, siendo allí detenido por los militares sublevados
nada más aterrizar, dicho día 17. O sea, cuando Franco tomó tierra en Tetuán,
GÓMEZ MORATO ya llevaba dos días preso de los sublevados melillenses, y no por orden de Franco.
No nos alargamos más sobre otros numerosísimos
errores respecto a mandos inferiores a General, también fusilados
según Alonso Baño en el citado
artículo publicado en “Le Monde” y “El País”. Citaremos de ellos sólo un caso muy relevante de craso error, el
del Coronel LEÓN CARRASCO AMILIBIA, Jefe del Regimiento de Artillería
Pesada de San Sebastián y Comandante Militar de esta ciudad, quien fue, según Alonso Baño, fusilado en Logroño.
Este Coronel, que se manifestaba republicano es difícil saber con cuánta
sinceridad, mantuvo una actitud insegura, en parte temerosa del contiguo
Batallón de Zapadores sí sublevándose (Cuarteles de Loyola); pero, en suma, León
Carrasco Amilibia tuvo quizá bastante que ver en que la rebelión fracasara en
San Sebastián. Lo cierto es que se le encontró asesinado, posiblemente
por milicianos pro República. Julián Casanova, en el libro “Víctimas de la guerra civil” coordinado
por Santos Juliá, llama a este Coronel León Carrasco “jefe de los sublevados” (¡!)
y afirma que “milicianos impacientes que querían ver bien muertos a los
militares antes de ser juzgados” le “sacaron de la Diputación el 29 de julio,
donde llevaba unas horas detenido, asesinándole junto a las vías del
ferrocarril”. En todo caso, y en contra de lo que afirma Alonso Baño, el Coronel
León Carrasco no fue fusilado por los
militares sublevados. Y menos en Logroño, pues, como decimos, estaba
destinado y murió en San Sebastián.
Abundando en las confusiones, más de uno embrolla a este Coronel León
Carrasco con su hermano General de Brigada, también de Artillería, VÍCTOR
CARRASCO AMILIBIA, Jefe de la 6ª Brigada de Artillería (Logroño) y Comandante
Militar de esta ciudad. (Cabe suponer
que por eso se confunde Alonso Baño afirmando que el Coronel León Carrasco,
de San Sebastián, fue fusilado en Logroño). Nos extendemos, en fin, sobre
este caso de un Coronel (cuando la materia de las presentes líneas se refiere
primordialmente a Generales) porque pone muy de manifiesto la frivolidad e inexactitud con que se han escrito, contado y
extendido tantas de estas “historias”. En suma, el General Víctor
Carrasco declaró en Logroño, contra toda legalidad, el estado de guerra, pero
en actitud bastante pasiva o tibia, constreñido por sus oficiales. Por lo que Mola
ordenó su detención, se le dio de baja en el Ejército y se le mantuvo toda la
guerra preso sin juicio, en situación totalmente irregular. Pasados más de tres
años, en octubre del 39, se dignaron formarle un consejo de guerra, acusado de que,
aunque se unió a la sublevación, lo hizo “sin
secundarla con entusiasmo”. Fue condenado el General Víctor Carrasco a prisión
de 3 años y 1 día y expulsión del Ejército. Como ya llevaba más tiempo detenido,
el 19-11-39 fue puesto en libertad. Conque ninguno
de ambos hermanos, ni el Coronel de San Sebastián ni el General de Logroño, fueron
fusilados por los militares sublevados.
Y dejemos
ya lo escrito “a la buena de Dios” por el Sr. Baño, que no nos mueve un ánimo primordialmente
descalificador del mismo sino de veraz información, un ánimo “notariesco”, como decía Unamuno. Bien
que podríamos traer a cuenta una pila de más ejemplos de ligereza, confusionismo, temeridad por parte de tantos
escribidores de deficiente
conocimiento e información difundidores de inexistentes fusilamientos, que
confunden unas personas con otras, etcétera. Sirva un botón más de muestra, también
referente al arriba citado General de División GÓMEZ MORATO, Jefe del Ejército
de Marruecos (masón o no masón según qué fuentes): no sólo se ha difundido erróneamente,
como ya hemos expuesto, que el mismo fuese encarcelado por Franco; sino también
–-más gruesa equivocación-- que “fue
fusilado” por el mismo Franco, tras arrebatarle éste el Mando supremo marroquí.
Lo cierto es que Gómez Morato pasó detenido toda la guerra y fue condenado en
1.940 a 12 años de prisión, que no cumplió en su totalidad. Falleciendo este General --fusilado en
1.936 según escribidores nescientes, atrevidos o equivocados-- de muerte natural en 1.952. En fin,
incluso el gran Gabriel Jackson, esclarecido hispanista, yerra en su libro “La República española y la guerra civil”,
de Editorial Crítica de “Grijalbo” (que
en su día, consiéntanme la cita, me honró publicando el libro mío “El honor y el honor militar”), al afirmar
el conspicuo Jackson que Gómez Morato murió fusilado (¡!).
II
Mas, volviendo al hilo de la rebelión iniciada
el 17 de julio en Marruecos, continuada el 18 y 19 en la Península, resumamos
que dicho golpe de estado militar fracasó en buena parte de la España
peninsular, particularmente en guarniciones principales como las de Madrid,
Barcelona o Valencia, mientras triunfaba de plano en el Protectorado africano.
Y es penoso constatar que no fueron españoles sino mercenarios --legionarios extranjeros y moros marroquíes-- quienes
salvaron del desastre a los golpistas de la Península, abocados al fracaso sin
el auxilio decisivo de tales mercenarios no españoles. A más de otro auxilio
determinante, a saber: la fundamental ayuda de las dos potencias fascistas,
Italia y Alemania, que enviaron aviones a Marruecos, básicamente Italia, para
transportar a parte de dichos mercenarios foráneos hasta Andalucía; gracias en
parte a la gestión en Roma de otro gran e infame golpista, el ex rey español
Alfonso XIII. (La Marina de guerra italiana también colaboró con el bando rebelde
en acciones como obstruir los suministros por mar para las tropas de la
República).
Sin
tales aviones fascistas (y dado que la Aeronáutica española se mantuvo leal al
Gobierno gracias en buena parte a su Jefe, el egregio General de División
Miguel NÚÑEZ DE PRADO y Susbielas) de poco hubiera servido la acción de varios
coroneles y tenientes coroneles en Melilla, la del falangista teniente coronel
Yagüe en Ceuta, la del coronel Sáenz de Buruaga en Tetuán. Pues el Gobierno de
la República tenía Madrid, Cataluña, Levante, el Norte (excepto Galicia y
Oviedo), Castilla la Nueva, Murcia, media Andalucía, el sur de Extremadura,
parte de Aragón y la isla de Menorca. El fracasado golpe de estado se
transformó entonces en cruenta y larga guerra civil, en la que Mussolini y
Hitler ayudaron militarmente a los rebeldes. Aquél, incluso, con numerosas
tropas y medios acorazados, el llamado Corpo
di Truppe Volontarie, muchos de cuyos miembros perderían la vida en la famosa
“Batalla de Guadalajara” en marzo del
37, fracasando así en estrechar el cerco de Madrid. En Zaragoza quedó una
infinidad de tumbas de italianos que murieron por la vanidad del Duce al emplearse sus brillantes medios
acorazados y blindados en un terreno y condiciones meteorológicas absurdas.
También tuvieron mucho que ver en dicho desastre italiano las aguerridas Brigadas Internacionales del Ejército
republicano.
III
Vayamos ahora a unos breves trazos del background y circunstancias de la puesta
en marcha del golpe de estado durante aquellas trascendentes fechas del 17
viernes, sábado 18, domingo 19 de julio del 36. Digamos de inicio que sólo se
sublevó uno de los ocho Jefes de “División
Orgánica”, circunscripción territorial, repitamos, de la España
peninsular en tiempos de la República, equivalente a las clásicas anteriores
Regiones Militares o Capitanías Generales, pero ahora no bajo el mando de un
Teniente General, rango eliminado por la República, sino de un General de
División, que era entonces el culmen del escalafón. Únicamente, decimos, se
rebeló el Jefe de la V División Orgánica, con sede en Zaragoza, MIGUEL CABANELLAS
Ferrer, causando gran sorpresa, pues era ferviente republicano y, por ende,
masón. Sí se sublevaron los dos Generales de División Jefes respectivos de las
tropas de ambos archipiélagos españoles, Baleares y Canarias, Manuel GODED
Llopis y Francisco FRANCO. E igualmente se rebeló el General de División,
Inspector General de Carabineros, Gonzalo QUEIPO DE LLANO y Sierra. No se sublevaron, en cambio,
los Generales de la Guardia Civil, en parte gracias a la
acción y el prestigio de su Director General, el gran General POZAS; en todo
caso, la lealtad de estos Generales constituye uno de los mejores indicios de
la espantosa ilegalidad de aquella rebelión.
A
reseñar, también, el caso del Jefe de la importante I División Orgánica
(Madrid), General de División VIRGILIO CABANELLAS Ferrer, hermano del reseñado
Miguel. Virgilio Cabanellas no se alzó en Madrid contra el Gobierno, como sí
hizo, en la propia capital, el general de división Joaquín FANJUL Goñi (quien
se encerró junto a falangistas en el Cuartel de la Montaña), pero fue cesado
por Decreto a raíz de la sublevación y sustituido en el mando de dicha I División
Orgánica por el General Luis CASTELLÓ Pantoja, que estaba mandando la 2ª
Brigada de Infantería (Badajoz). El cual, por cierto, no llegó a ejercer de
Jefe de dicha I División al ser enseguida nombrado Ministro de la Guerra, en el
Gabinete de José Giral. La I División quedó entonces a cargo de otro General de
División leal, José RIQUELME y López-Bago.
El Jefe del Gobierno, Santiago CASARES
QUIROGA, conociendo (era casi secreto a voces, por informaciones de la Policía
y de militares leales) que el general MOLA constituía pieza fundamental del
golpe de estado, encargó al General de División Domingo BATET Mestres, Jefe
directo de Mola en cuanto cabeza de la VI División Orgánica (Burgos), a la cual
pertenecía la Brigada de Pamplona mandada por Mola, que hablara con éste y
sondease sus propósitos. Se entrevistaron en el Monasterio de Irache, entre
Burgos y Pamplona, el 16 de julio, donde Mola mintió a Batet. Según Hilari
Raguer, gran especialista en la vida y hechos del General Batet, y según otras
fuentes, Mola empeñó falsamente ante Batet su palabra de honor.
Poco
sabía el noble Jefe de la VI División que su propio Jefe de Estado Mayor en
Burgos, coronel Fernando MORENO CALDERÓN, era miembro destacado de la
conspiración y sería, el siguiente día 24, uno de los siete componentes de
la inicial “Junta de Defensa Nacional”,
órgano que se creó como jefatura suprema, militar y política, del bando
sublevado, pues “asumía todos los Poderes del Estado, representando
legítimamente al País ante las Potencias extranjeras”. Así rezaba el
Decreto Nº 1, de fecha 24-7-36, que publicaba el “BOLETÍN OFICIAL de la Junta de Defensa Nacional de España” Nº 1,
de fecha 25 de julio. (¡Legítimamente, uf, qué sufrido es el lenguaje!). Dicha
Junta la presidía --una vez muerto SANJURJO en accidente el día 20-- el General
de División más antiguo, Miguel CABANELLAS, y los otros seis componentes eran
el General de División Andrés SALIQUET Zumeta, los tres Generales de Brigada
Miguel PONTE y Manso de Zúñiga, Fidel DÁVILA Arrondo y el propio Emilio MOLA, y
dos Coroneles del Cuerpo de Estado Mayor, Federico MONTANER Canet, Jefe de
Estado Mayor de la V División Orgánica de Miguel Cabanellas, y el ídem de la
VI, el citado MORENO CALDERÓN. El Secretario de esta Junta golpista era
MONTANER.
El
noble General Domingo BATET Mestres, en posesión de la Cruz Laureada de San
Fernando, máxima condecoración militar, sería fusilado impíamente bastantes
meses después, en febrero de 1937, por orden de Franco, aunque Mola pidió que
no se hiciera, igual que lo intentaron Queipo de Llano y Miguel Cabanellas,
atendiendo a su calidad de hombre íntegro y admirable, de tendencia
conservadora y cristiana. Pero Franco tenía que vengarse, según unas fuentes,
de que Queipo hubiera fusilado, por su renuencia a sublevarse, al general
Miguel CAMPINS y Aura, Jefe de la 3ª Brigada de Infantería de Granada, amigo
del “caudillo” ferrolano y su “segundo de a bordo” cuando Franco había sido
Director de la Academia Militar de Zaragoza; para otros, Franco se vengaba de
lo que sobre él declaró Batet en el “Expediente Picasso”, que investigó los
porqués del terrible Desastre de
Annual en julio de 1.921 (pues no todo eran fazañas y heroicidades en el currículum guerrero de Franquito). A más escarnio y esperpento,
el burdo y dirigido “consejo de
guerra” que condenó a Batet a muerte lo hizo por el delito de ¡“adhesión a la rebelión militar”, uf,
uf! (Por algo un proverbio extendido
reza que, demasiadas veces, “la justicia
militar es a la justicia lo que la música militar es a la música”. Un
servidor lo conoce por experiencia, pues me ha tocado participar en “consejos
de guerra” siendo capitán. Y, sin que sea una descalificación de plano, ¡había
que oír algunos de los argumentos que manejaban los juzgadores legos en Derecho
para condenar o absolver!). En fin, probablemente Franco tampoco perdonaba a
Batet estar en posesión de la Laureada de San Fernando. Franco se la concedió a
sí mismo al final de la guerra civil.
IV
Siguiendo con algunos perfiles
destacados de aquellos días cruciales, no podemos sustraernos a citar la
extraña muerte del General de Brigada de Infantería Amado BALMES Alonso,
Comandante Militar de Las Palmas de Gran Canaria, ¡el 16 de julio de
1.936! La historiografía “oficial” ha proclamado siempre que fue por accidente,
al disparársele su pistola, apoyada en su estómago o vientre, mientras
presenciaba unos ejercicios en el campo de tiro de La Isleta. Si fue así, lo
que muchos no oficialistas han puesto siempre en duda razonable, es evidente
que Franco estaba ungido por la suerte. Pues el acudir a las exequias de Balmes
le sirvió de inmejorable motivo o
pretexto para salir de la isla de Tenerife, donde radicaba su puesto oficial de
Comandante Militar de Canarias, y desplazarse a la de Gran Canaria, más cercana
al continente africano y, por tanto, a Marruecos, donde Franco iba a tomar el
mando de la sublevación de integristas y mercenarios.
En
Gran Canaria le esperaba el avión “De Havilland Dragon Rapide”, pagado por Juan
March, el multimillonario banquero, naviero y gran contrabandista,
conocido como “el último pirata del
Mediterráneo”, que había
vendido armas a Abd-el-Krim cuando éste luchaba contra España y ahora
auxiliaba con mucho dinero a los sublevados. Dicho avión le llevaría a Tetuán (no antes de estar
completamente seguro de que la rebelión en Marruecos había triunfado totalmente.
Franco era poco amigo de exponerse, él jugaba sobre seguro. De hecho, no llega
a Tetuán ¡hasta el día 19!, dos después de dicha rebelión, pues no emprende el
viaje hasta recibir un telegrama de
Melilla con el texto: «Este Ejército levantado en armas contra el Gobierno,
habiéndose apoderado de todos los resortes del mando. ¡Viva España!».
En todo caso, el vuelo Gran Canaria-Tetuán no es directo, sino hace escalas en
Agadir y Casablanca, donde Franco procura informarse de cómo está yendo la
sublevación.
Por
cierto que de la pistola homicida de
Balmes no se supo más, y apenas hubo investigación sobre el raro accidente. Algunos
historiadores han tratado la hipótesis de que el general Balmes, prestigioso y parece
que no comprometido en la rebelión contra el Gobierno, fuera asesinado en un
complot dirigido por Franco. Recientemente, el historiador Ángel Viñas ha respaldado
a fondo esta teoría o presunción, generando la rabia y conminaciones de la Fundación Francisco Franco, que se apoya
en historiadores de la calaña de don Ricardo de la Cierva.
V
Llegados aquí, y no debiendo ya extendernos
mucho más, perfilaremos breve epítome de los militares con rango de General, y del
rango equivalente en la Marina, que fueron alevosamente asesinados, fusilados,
por los alzados contra el Estado y Gobierno legítimos. En tal empeño, hemos de
prestar de nuevo atención al noble General de División Domingo BATET, siempre fiel
a la ley y a su conciencia, que había cortado la sublevación catalana de
octubre del 34 y que en julio del 36 hizo lo propio con la rebelión
militar-fascista. Consideramos que Batet, conservador y cristiano como antes
hemos dicho, íntegro y leal en todo momento al Gobierno legítimo y a la ley, fusilado
vesánicamente por especial empeño de Franco, es quizá el caso más destacado o significante entre los altos mandos
asesinados por unos compañeros que se sublevaron contra todo Derecho y verdadera
Moral.
Un gran entendido en Batet, según hemos apuntado,
es el monje de Montserrat Hilari Raguer, especialista en Derecho y Ciencias
Políticas, autor del libro “El
general Batet. Franco contra Batet: crónica de una venganza”, prologado por
mi admirado amigo Paul Preston. Libro en que se analiza el odio de Franco por
Batet (uno supone que por complejo de inferioridad, entre otros turbios motivos).
Señala Raguer, igualmente, que Batet -–contra lo que era demasiado frecuente–- puso
siempre mucha atención en que se tratase a los soldados no sólo con respeto,
sino con especial consideración a su condición humana.
Para Hilari Raguer, el odio
visceral de Franco hacia Batet tenía un doble origen: de un lado (ya nos hemos
referido a ello) el informe que redactó Batet dentro del «Expediente Picasso», consecuente al Desastre de Annual de
julio de 1.921. En cuyo informe Batet se muestra indignado por el
grado de corrupción económica y moral a que llegaban numerosos oficiales y
jefes destinados en Marruecos, constituidos en verdadera “casta africanista”
(la misma que después se levantaría con infamia contra la República en 1.936). Respecto
a Franco, escribía Batet en su informe: «El comandante Franco del Tercio, tan
traído y llevado por su valor, no siente satisfacción de estar con sus
soldados, pues se pasó cuatro meses en la plaza (es decir, en la ciudad) para
curarse de una enfermedad, lo que muy bien pudiera haber hecho en el campo,
explotando así vergonzosa y descaradamente algo que no le impedía estar todo el
día en bares y círculos. Oficial como éste, que pide la laureada y no se le
concede, donde con tanta facilidad se ha dado, ya está militarmente
calificado». Asimismo, Batet desmitificaba a otros supuestos héroes: «Algunos
oficiales de Regulares y el Tercio (la Legión) se sienten valientes a fuerza
de morfina, cocaína o alcohol; se baten en camelo: mucha teatralidad, mucho
ponderar los hechos y mucho echarse para atrás cuando encuentran verdadera
resistencia».
El
otro motivo del odio de Franco hacia el catalán Batet es, para Raguer y Paul Preston,
la rabia de aquél por que Batet no realizó una carnicería en Barcelona en
octubre de 1.934, al enfrentarse a la sublevación del President Lluís Companys. Paul Preston precisa: “Franco,
cerebro de la represión de las rebeliones de Asturias y Cataluña de Octubre de
1934, enfurecía por lo que consideraba simpatías de Batet hacia los alzados
catalanes, a los cuales, según Franco, debió haber castigado con la misma terrible
dureza que el teniente coronel Yagüe a los mineros de Asturias”. (Como sabrán
ustedes, Yagüe fue auténticamente feroz en la represión, comandando mercenarios
de la Legión y marroquíes “regulares”).
Preston
se refiere también a cómo se movió e
influyó Franco, durante el proceso judicial castrense contra Batet, para conseguir
que fuese fusilado, contra los citados intentos contrarios de Generales
sublevados como Cabanellas, Mola, Queipo y otros que le admiraban y respetaban.
El juicio, en suma, tuvo lugar el 8 de enero del 37. Condenado Batet por “rebelión” (¡qué infamia, qué esperpento!)
fue fusilado en Burgos el mes siguiente, enfrentando la muerte con inmensa
entereza. Mientras, según algunas fuentes, Franco se cuidaba de que en la
expulsión de Batet del Ejército, consecuente a ese infame consejo de guerra que
le condenó al fusilamiento, se hiciera constar «su probado desamor a España». ¡Cuánta
canallada! Viene a cuento subrayar que el art. 237 del Código de Justicia
Militar entonces vigente rezaba: “Son reos de rebelión los que se
alcen en armas contra la Constitución del Estado Republicano, contra el
Presidente de la República, la Asamblea Constituyente, los Cuerpos
Colegisladores o el Gobierno constitucional y legítimo”.
VI
Nos ocuparnos ahora, de modo más conciso,
de los otros Generales leales además
de Batet, y de su equivalente en rango como Contralmirante en la Marina,
fusilados al comienzo de la guerra
debido a dicha lealtad. Fusilados por los generales desleales o sublevados. Nos
referimos a los siguientes:
General
de División Miguel Núñez de Prado y Susbielas. General
de División Enrique Salcedo
Molinuevo. General de Brigada de Infantería Manuel
Romerales Quintero. General
de Brigada de Infantería Rogelio Caridad
Pita. General de Brigada de Infantería Miguel
Campins y Aura. Contralmirante Antonio Azarola
Gresillón.
Además de estos seis Generales y
Contralmirante, se nos interesa que hagamos mención de dos oficiales de rango
menor, mas de particular interés: el primo carnal de Franco, Comandante de
Artillería y aviador militar Ricardo
de la Puente Bahamonde, y el Capitán también artillero y aviador Arturo Álvarez-Buylla Godino.
Ambos con destacada actuación en Marruecos contra la sublevación, y ambos ferozmente
fusilados por ello.
Miguel Núñez de Prado, General
de División, masón (“Lafayette”),
cordobés de Montilla, perteneciente al Arma de Caballería, Medalla Militar
individual, opuesto a la dictadura de Primo de Rivera, activista en pro del
advenimiento de la República, miembro de la UMRA (Unión Militar Republicana Antifascista, opuesta a la
reaccionaria UME, Unión Militar Española); a la cual UMRA pertenecían muchos de
los militares leales a la República. Se enfrentó
(unos autores dicen, otros no, que en cuanto Jefe de la Policía) a los intentos
de Franco --entonces Jefe (saliente) del Estado Mayor del Ejército del
derrotado Gobierno derechista-- de oponerse y no acatar, mediante un
pronunciamiento militar, el resultado de las Elecciones de Febrero del 36 que daban
la victoria al Frente Popular.
Contando Núñez de Prado con el decisivo apoyo, frente a esas tentativas de Franco,
de otro gran General de División procedente del Arma de Caballería, Sebastián
Pozas Perea, Inspector General (equivalente a Jefe) de la Guardia Civil (el
cual moriría en el exilio en México). Permítanme el atrevimiento de decir que un servidor, modestísimo Comandante de
Caballería, se mira en ambos como estrellas de su firmamento moral y político.
Núñez de Prado, especialista en Aeronáutica
Militar y Director General de la misma, fue crucial para que la mayoría de
dicha Aeronáutica y de los aeródromos permanecieran leales al Gobierno el 18 de
julio. Es más, nombrado a primeras horas de tal día Inspector General del
Ejército, voló a Zaragoza para tratar de sustituir o de convencer al lerrouxista General Miguel Cabanellas,
Jefe de la V División Orgánica, de que no se sublevara. Cabanellas parece que
le instó a regresar a Madrid, a lo que se negó Núñez de Prado, que exigió la
dimisión de Cabanellas. Entonces fue ilegalmente detenido y llevado a Pamplona,
existiendo distintas versiones o presunciones de si fue fusilado sin más por
Mola o asesinado de otro modo. Pues parece que no hubo procedimiento o “causa” judicial militar contra él. Algunas
fuentes dicen que fue asesinado en una cuneta.
Enrique
Salcedo Molinuevo, General de División, Jefe de la VIII División
Orgánica (La Coruña), de madre filipina. Perteneciente al Arma de Infantería,
Medalla Militar individual. De tendencia conservadora, pero leal a la ley, se
negó al requerimiento de Sanjurjo para participar en su intento de golpe de
estado del 10 de agosto del 32 (la famosa y fallida “sanjurjada"). Conocedor
de la sublevación en ciernes del 18 de julio, tampoco accedió a participar en
ella, pese a que le instaron tanto Queipo de Llano como Mola (téngase en cuenta
que la sublevación no se produjo en Galicia hasta el día 20, quizá en parte por
la idiosincrasia gallega). Salcedo se sabía, además, apoyado por el Jefe de la
Brigada con sede en La Coruña, Caridad Pita.
Pero
el Coronel Pablo Martín Alonso, jefe del Regimiento de Infantería “Zamora” Nº
54 de La Coruña (ex Ayudante de Sanjurjo en Marruecos y sublevado con él en “la
sanjurjada”, de lo que había sido amnistiado por el Gobierno derechista del “bienio negro” republicano, ¡ay Martín
Alonso, iracundo exaltado rebosando soberbia, que te recuerdo de Capitán
General de Madrid, era yo chavalillo, años cincuenta, echando una bronca
furibunda, humillante, en el Paseo de Rosales madrileño, a un coronel delante
de su Regimiento, el cual se entrenaba para el ritual y anual “Desfile de la Victoria”!), Martín
Alonso, decimos, junto a otros mandos inferiores decididos a sublevarse y
contando con la complicidad del propio Jefe de Estado Mayor de la División
Orgánica mandada por Salcedo, conminaron a éste a unirse a ellos, lo cual
rechazó. Entonces le detuvieron y llevaron a El Ferrol -–junto al igualmente
leal General de Brigada en La Coruña, Caridad Pita—- dejándole preso en el
buque “Plus Ultra”. Juzgado, ¡cómo
no!, por “traición”, fue fusilado el 9 de noviembre de 1.936.
Manuel Romerales Quintero, General de Brigada de Infantería,
Jefe de la Circunscripción Oriental del “Protectorado” de Marruecos (Melilla y
El Rif, con sede en aquélla), de brillante historial castrense, con ascensos
por méritos de guerra. En Melilla precisamente comenzó la rebelión de 1.936
contra la República, sólo que un día antes, en la tarde del 17, de lo previsto
por “el Director” Mola (que lo había
fijado para las 5 horas del sábado 18 de julio). Tal adelantamiento se debió a
que un registro policial, ordenado por Romerales, a cargo del teniente Juan Zaro
(con guardias de asalto y quizá también con policías, en esto difieren las
fuentes), un registro, decimos, a la reunión de varios oficiales conspiradores --encabezados
por el coronel Luis Solans, los tenientes coroneles Juan Seguí, Darío Gazapo,
Bertomeu, capitán Medrano, tenientes Bragado, Comas, Samaniego, Cano y otros,
según los recuerdos de uno de ellos, teniente de la Legión Julio de la Torre-- en la “Comisión de Límites” o
Comisión Geográfica o Cartográfica, derivó en que De la Torre llamara en su
auxilio al cercano cuartel de la Legión. Auxilio que acudió superando en número
a los policías de Zaro, que se rindió.
A continuación, dichos rebeldes marcharon
a tomar la Comandancia Militar de Romerales, deteniendo a éste y declarando el “estado de guerra” en nombre del General
Franco (que seguía en Canarias sin sublevarse), y fusilando enseguida a
numerosos civiles, sindicalistas y militares leales. Como ya hemos citado, el
digno general Gómez Morato, Jefe militar de todo el Protectorado, quien se
encontraba en Larache, Zona Occidental, voló de inmediato a Melilla, donde fue
arrestado por los militares rebeldes nada más aterrizar. Quedando al mando de
la sublevación el coronel Solans, que telegrafió a Franco comunicándole que ya
eran amos de Melilla. Romerales, en otra burla a la justicia, fue juzgado en
consejo de guerra el 26 de agosto, siendo condenado a dos penas de muerte, ¡cómo no, por “rebelión militar”!, y
fusilado inmediatamente. ¡Bizarros “africanistas”, cuánta sangre trajiteis a
España! Antes de morir, dijo el noble Romerales a sus verdugos: “Tenéis en este momento la fuerza, pero
no el derecho ni la justicia”.
Rogelio
Caridad Pita, General de Brigada de Infantería, Jefe de la 15ª Brigada
de Infantería (La Coruña). Se había negado, al proclamarse la República el
14-4-31, a sacar las tropas a la calle, pese a la orden que recibió de hacerlo.
En su lugar, manifestó públicamente su acatamiento a la voluntad popular.
La mañana del 20 de julio del 36 --y desoyendo, igual que Salcedo Molinuevo,
los intentos de Queipo y Mola para convencerle de sublevarse-- se esforzó en
impedir que lo hiciera el ya citado Regimiento de Infantería Nº 54 del coronel
Martín Alonso, para lo que se presentó en persona en dicho Regimiento, siendo
allí detenido por tal atrabiliario coronel y después aprisionado en el castillo
de San Diego de La Coruña (otros dicen que en el de San Felipe de El Ferrol,
que no hay que confundir con los del mismo nombre en Menorca o El Puerto de la
Cruz. Posiblemente le llevaran primero a San Diego y después, junto con
Salcedo, a San Felipe, en El Ferrol). “Juzgado”
(¡?), igual que Salcedo, por “traición”, ¡otra vez uf!, fueron ambos fusilados
el 9 de noviembre en el mismo castillo de San Felipe, dando vivas a España y a
la República. Cinco hijos de Caridad Pita, según autores, combatieron en el
Ejército leal republicano.
Miguel
Campins y Aura, General de Brigada de Infantería, Jefe de la 3ª Brigada
de Infantería (Granada). Con varias condecoraciones por acciones de guerra en
África al par que de acendrado catolicismo. Amigo de Franco, del que había sido
nº 2 en la Academia General Militar de Zaragoza. Tuvo una conducta titubeante
ante la sublevación, contrastando con la violenta actitud y presión sobre él de
sus subordinados, especialmente del comandante Valdés, en comunicación con
Queipo de Llano, quien, desde Sevilla, se había autoerigido en mando supremo de
Andalucía. Finalmente, Campins declaró, el día 20, el ilegal estado de guerra,
invocando lealtad a la República. Queipo, sin oír a Campins, ordenó destituirle
y arrestarle, poniendo en su lugar al coronel Basilio León, Jefe del Regimiento
de Infantería Nº 2 (otras fuentes dicen que quedó al mando de Granada el
coronel Antonio Muñoz, jefe del Regimiento de Artillería Nº 4). De Gobernador
Civil, el nefasto comandante Valdés, también asesino o colaborador al asesinato
de Lorca.
Igualmente,
ordenó Queipo trasladar a Campins a Sevilla, donde le sometió a consejo de
guerra sumarísimo que en agosto, mientras las tropas de Franco y Yagüe asesinaban por Badajoz, condenó a Campins a muerte
(puede aún reírse quien esto lea) por
el delito, cómo no, de ¡rebelión! No le salvó la intercesión de Franco,
entonces sólo jefe de las tropas
sublevadas africanas, quien pidió a Queipo conmutara dicha pena capital. Franco
se vengaría medio año después, ya jefe supremo de los exterminadores de la
República, despreciando las peticiones de Queipo de que no se fusilara a
Domingo Batet. ¡Qué odioso y feroz cambio
de cromos! Cabe añadir que en Granada, como en tantos otros lugares,
triunfó la sublevación por no entregar armas al pueblo.
Antonio
Azarola Gresillón, Contralmirante de la Marina, aunque nacido en tierra
firme navarra, en una familia de raigambre republicaba. Jefe del Arsenal de El
Ferrol y 2º Jefe de la Base Naval. Ex Ministro de Marina con el Gobierno del
centroderechista Portela Valladares. Los sublevados no le perdonaron mantenerse
leal al Gobierno, acusándole de ordenar abrir el Arsenal a las “masas
marxistas” para apoderarse de las armas y buques allí fondeados. Fue
detenido contra toda disciplina por subordinados suyos, como los hermanos
Salvador y Francisco Moreno, a los que Franco luego hizo Almirantes. Los cuales
hicieron objeto a Azarola de un
verdadero linchamiento en un consejo de guerra sumarísimo por un
supuesto delito de “abandono de destino ante rebeldes y
sediciosos, inhibiéndose de sus funciones, retirándose a sus habitaciones
particulares y oponiéndose a que se declarase el estado de guerra en El
Ferrol”, por lo que fue condenado a muerte y fusilado el 4 de agosto en el
cuartel de Dolores de la Base Naval. Católico ferviente, murió con un crucifijo
entre las manos.
Símbolo como pocos Azarola de la feroz
tragedia de España, tanto él como su familia, una de sus hijas (o
sobrina, según quien lo cuenta), Amelia, estaba casada con el famoso aviador militar
y oficial de Artillería, también navarro, Julio Ruiz de Alda, cofundador de
Falange Española con José Antonio Primo de Rivera y compañero de Ramón Franco
en el célebre vuelo del “Plus Ultra” entre España y Argentina a principios de
1.926. El 22 ó/y 23 de agosto la Cárcel Modelo de Madrid donde se hallaba Ruiz
de Alda preso fue invadida por milicianos de izquierda, los cuales, de forma atroz,
fusilaron a él y otros. Alda solía decir, despreciando las urnas electorales: “nosotros
no podemos concebir que España desaparezca porque unos señores voten una cosa o
puedan votar otra". Era el fascismo español, el que despreciaba cualquier
dialéctica, excepto la de “los puños y las pistolas”.
Ricardo de la Puente Bahamonde, Comandante
de Artillería y aviador militar, Jefe de la Aeronáutica Militar de Marruecos y
del Aeródromo de Tetuán-Sania Ramel,
primo hermano de Franco y ferrolano como él. Poseedor de varias condecoraciones
castrenses. Durante la “Revolución de Asturias” de octubre de 1.934, se había negado
a bombardear a los mineros, por lo que fue sancionado por el General que
dirigía la lucha contra los mismos, precisamente su primo Francisco Franco. El
17 de julio del 36, como Jefe del citado Aeródromo, aseguró la lealtad de su
escuadrilla al Gobierno. Atacado por fuerzas marroquíes “regulares” (o/y por
legionarios, difieren las fuentes) muy superiores, cuando se vio obligado a
rendirse ordenó antes inutilizar los aviones allí existentes. El 2 de agosto
sufrió consejo de guerra, que le
condenó a muerte ¡cómo no! por “traición” o, según otras fuentes, por “rebelión”
o “sedición” (nuevo ejemplo de la falta de serio conocimiento e
información, de frivolidad o confusionismo por parte de tanto escribidor “de
alcance” sobre estos hechos. Alguno, incluso, ha escrito que el Comandante De
la Puente fue fusilado en marzo del 37, confundiéndole con Álvarez-Buylla).
Lo cierto, parece, es que, cuando su
primo el General de División Francisco Franco llegó de Canarias, dio el “visto
bueno” a tal condena, aunque hizo firmar la sentencia al general Luis Orgaz. (También,
el gatuno Franco omitió la hache de su segundo apellido en el bando por el que
impuso el estado de guerra en Marruecos; dícese que para distinguirse de su
primo). De la Puente Bahamonde fue fusilado el 4 de agosto en el Monte Hacho
contiguo a Ceuta, que un servidor conoce bien pues estuve como capitán
destinado en dicha ciudad (y también visité allí ¡en 1.976! a algún miembro de
la UMD --Unión Militar Democrática,
heredera de aquellos leales militares republicanos-- preso en la fortaleza de
El Hacho).
Arturo
Álvarez-Buylla Godino, Capitán de Artillería y pionero aviador militar
como De la Puente, e igualmente condecorado por su comportamiento en guerra.
Asturiano ovetense de rica descendencia científica (así, su nieto y homónimo,
preclaro neurobiólogo… mexicano, ¡ay, el exilio impuesto por el fascismo
triunfador!). No pasó del grado o empleo de Capitán por obra y gracia del “Dictador” Primo de Rivera padre, quien
disolvió el Cuerpo de Artillería por enfrentarse con él. Primo restableció después el Cuerpo, pero imponiendo
a los artilleros, si querían recuperar su grado, que firmasen una declaración favorable
a dicho dictador. Álvarez-Buylla parece que fue el único que no quiso firmar,
quedando así fuera del Ejército. Fue hombre de temple heroico, de enormes
convicciones morales y políticas. Hoy tiene, venturosamente, una calle a su
nombre en Oviedo. A veces es confundido con un familiar suyo, “Plácido”
Álvarez-Buylla (incluso se lee así en el arriba nombrado libro “La República española y la guerra civil”
de Gabriel Jackson).
Parece que Álvarez-Buylla había tenido conexiones
con los militares (Fermín Galán, etc) levantados en Jaca el 12 de diciembre del
30, y desde luego participó en el asalto y sublevación del aeródromo madrileño
de Cuatro Vientos el siguiente día 15 (con Ramón Franco, Queipo de Llano y
otros), en un intento de bombardear el Palacio Real y proclamar la República en
conexión con socialistas de Madrid que declararían la huelga general. Bastante
mal organizada, su acción no pasó mucho más de arrojar octavillas y, en
definitiva, tuvieron que huir (en avión, claro) a Portugal. Con la República se
reincorporó al Ejército y, cuando ganó las Elecciones el Frente Popular, fue
nombrado nº 2 del Alto Comisariado en Marruecos. Al producirse allí la rebelión
el 17 de julio, y estando como Alto Comisario interino (Alonso Baño inventa
para él el grado de “Comisario Superior”, quizá por maltraducir alguna cita en
idioma no español), se unió a De la Puente Bahamonde en el Aeródromo de Sania
Ramel. Fue detenido el día siguiente y encarcelado en Tetuán. No le “juzgaron”
en consejo de guerra hasta marzo siguiente (¿por qué tanto retraso, en
contradicción con otros consejos inmediatos?: ¿por intereses de Franco?). En
dicho “juicio” no reconoció la autoridad del “tribunal” y se negó a declarar. Fue
fusilado el 16 ó 17 de marzo de 1.937.
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