Lari, el gran alcalde de Barcelona del que nadie se acuerda
Hilari Salvadó fue alcalde entre 1937 y 1939 de una ciudad bajo las bombas y destino de más de 300.000 refugiados
CARLOS PÉREZ DE ROZAS / AFB
Hilari Salvadó, el día de su proclamación como alcalde, el 16 de julio de 1937.
VIERNES, 17 DE MARZO DEL 2017 - 18:18 CET
Hilari Salvadó es la respuesta que la mayoría de los concursantes no acertarían en un cuestionario quiz. ¿Quién fue el último alcalde de Barcelona de la segunda república? ¿Quién era el alcalde que iba en persona a rescatar supervivientes tras los bombardeos de la aviación fascista italiana? ¿Quién era el alcalde de Barcelona que impulsó la construcción de refugios antiaéreos y que sirvió de ejemplo a media Europa en los preliminares de la segunda guerra mundial? Él es Hilari Salvadó, el último alcalde de la democracia antes de Franco, al que, por segunda vez esta ciudad trata de rescatar de un inaceptable olvido, porque la primera, en 1997, terminó con un incomprensible gatillazo.
A menudo, los políticos, por ejemplo, echan mano de Winston Churchill, de su frases célebres y de sus supuestas heroicidades, como sus paseos por Downing Street en plena ofensiva alemana sobre Londres, cuando en realidad, gracias a los descifrados de la máquina enigma sabía que la Luftwaffe atacaría en otro barrio. Eso, por no hablar de sus célebres locuciones radiofónicas, que en realidad realizaba al parecer un actor, Norman Shelley, la voz también de Winnie the Pooh. El primer ministro de leyenda, pese a todo, eclipsa al verdadero hombre que era, al político de trayectoria errática. Es, en cierto modo, la antítesis absoluta de Hilari Salvadó, con una trayectoria impecable en dos de los años más difíciles de la historia de esta ciudad, que bajo las bombas (se cumplen precisamente ahora 79 años del más brutal de los ataques, el de la Gran Via, con 875 muertos, 118 niños entre ellos) tuvo que acoger además a unos 318.000 refugiados. Se acercaba más al Churchill de la leyenda que el propio Churchill.
Los focos de Esquerra han iluminado con tanta luz a Companys que han cegado la visión sobre aquel alcalde humilde y heroico del mismo partido
PRESO EN EL URUGUAY
La vida de aquel alcalde olvidado por muchos retorna en esta ocasión de la mano de un trabajo de investigación publicado por el historiador Pau Vinyes, ‘Hilari Salvadó, alcalde de Barcelona cuando llovían bombas’, un libro editado mano a mano por el Ayuntamiento de Barcelona y la Fundació Josep Irla, vinculada a ERC, el partido en el que militó y que, en cierto modo, repara una indeseada injusticia. Los focos del martirologio de Esquerra han iluminado prioritariamente a Lluís Companys y han dejado en la penumbra a personajes cruciales como Salvadó. Es curioso, pero Salvadó es el hombre que aparece en decenas de fotos históricas del ‘president’. Incluso estuvo encarcelado con él a bordo del buque Uruguay. Pero no se suele reparar en él.
Francesc de Paula Rius i Taulet, Carles Pi i Sunyer, José María de Porcioles, Enric Massó, Pasqual Maragall…, la lista de alcalde de Barcelona es larga y algunos son recurrentemente recordados, por lo bueno, por lo malo o por lo histriónico, como sería el caso de Joan Pich i Pon, célebre por sus ignorantes meteduras de pata (“hay que poner aquí una luz genital…”). Ninguno, sin embargo, tuvo una vida tan novelesca como Salvadó.
TRAGEDIA FAMILIAR
Muy brevemente. Hijo de la Barceloneta, fue víctima de uno de los más brutales e imprevistos temporales de la costa catalana, el de 1911. Perdió aquel día a su padre y a cuatro hermanos. Las tragedias, desde entonces, marcarían su trayectoria vital. No era un político ilustrado, condición que sí cumplían entonces las cúpulas de los partidos, pero los Fets d’Octubre de 1934, primero, y, sobre todo, los Fets de Maig de 1937, le condujeron, como si fuera su destino, a la alcaldía. Estaba siempre, a su pesar, tal vez, en el lugar inoportuno. Pi i Sunyer, su antecesor, fue nombrado ’conseller’ de Cultura de la Generalitat. Salvadó pasó a ser el alcalde de Barcelona, entonces una institución proporcionalmente mucho más mayúscula que hoy en día. El presupuesto municipal doblaba al de la Generalitat. Un tercio de la población de Catalunya vivía en Barcelona, una cifra que aumentó conforme avanzaba la guerra.
ARCHIVIO MILITARE DELL AERONAUTICA ITALIANA
Bombardeo sobre Barcelona, el 17 de marzo de 1938.
Cuentan que el emperador de Japón supo que no iba a ganar la guerra cuando se enteró de que el hierro de las bombas del enemigo se aprovechaba para fabricar bombas. Salvadó tuvo una intuición parecida en septiembre de 1938, cuando se le informó de que las ambulancias no habían ido en busca de los últimos heridos porque ya no tenían gasolina. Como tantos otros, huyó de la ciudad el mismo día en que las tropas de Franco entraban por la Diagonal. Trataron, como a tantos otros, de incautarle sus bienes, pero no los tenía. Ni un piso ni nada. Lo último que hizo antes de dejar Barcelona, a la que solo podría volver, tras su exilio en Francia, para morir en 1966, fue pedirle al interventor que levantara acta de que dejaba la caja de caudales municipal intacta, incluso con algunos lingotes de oro dentro.
El historiador Pau Vinyes lleva a cabo un segundo intento de rehabilitar a 'Lari', tras el accidentado intento de 1997
El franquismo trató de ensuciar su nombre, siempre, claro, con ese verbo florido del fascismo, que le acusó de mujeriego, de bravucón y de formar parte de “ese conglomerado anarco-bolchevique-separatista que desgobernaba la ciudad”. En realidad era un hombre afable y tranquilo (Lari, le llamaban coloquialmente) que evitó bastantes desmanes de los faistas y comunistas con los que le tocó formar gobierno.
LA DESMEMORIA TRAS 1975
Que los más franquistas que Franco, como su sucesor en el cargo, el alcalde Miguel Mateu, le denigraran, forma parte, en cualquier caso, del guión previsto. Lo insólito es que su nombre no resurgiera con fuerza de inmediato con el retorno de la democracia.
AUTOR FOTO
La placa de la plaza, dentro del bar Filferro.
Lo hizo tímidamente en 1997. El alcalde Joan Clos le puso una placa dedicada en la casa en que nació. Un año más tarde, los vecinos de la Barceloneta y el ayuntamiento le dedicaron una plaza sin gracia urbanística alguna. Pero lo peor fue que la placa con el nombre de Hilari Salvadó y la explicación de quién era se colocó en una pared provisional. Durante unas obras, la pieza iba al contenedor. El dueño del bar Filferro, que se merece un aplauso, la salvó y la tiene colocada dentro de su establecimiento.
Fue un episodio triste. Volvió en cierto modo al ostracismo. El año pasado, cuando se cumplían 50 años de su muerte, no había ni una placa conmemorativa en su tumba frente al mar en el cementerio de Montjuïc que indicara que había sido alcalde de Barcelona durante la guerra civil y artífice de la defensa antiaérea. Fue Pau Vinyes quien descubrió que en el nicho número 47 de la Via Sant Jordi, en la agrupación séptima, no había ni una referencia, ni la más mínima mención al último alcalde republicano de la capital catalana. “El franquismo le condenó una oscuridad y un olvido que prosiguieron después de las elecciones municipales de 1979”, dice Vinyes.
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