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El campo de concentración de Albatera
Pensado en principio para un máximo de 2.700 reclusos, se cree que no llegó en la etapa republicana a albergar a más de 1.039 individuos. Según estimaciones, desde su creación hasta el final de la guerra habían muerto allí un número no muy importante de presos. Al acabar la guerra y transformarse en campo de concentración llegó a ocupar a cerca de 30.000 prisioneros, de los que murieron varios centenares, además de los que fueron devueltos a sus lugares de origen para ser fusilados. Otros muchos murieron tiroteados por la noche al tratar de escapar, como relata el poeta comunista Marcos Ana, testigo directo de los acontecimientos, tan solo un adolescente durante su estancia en Albatera.
Sin embargo en el contexto de la Guerra Civil fue ocupado por numerosos presos políticos de derechas o acusados de ser favorables al bando rebelde, condenados por tribunales populares y juzgados de urgencia, la mayoría por delitos de desafección al régimen y rebelión. Los presos comienzan a llegar en octubre del 37 y ocupan barracones de obra, debiendo soportar grandes incomodidades por unas instalaciones deficientes, además de las penurias de un duro trabajo, si bien contaron con ayuda del conocido como “Socorro Blanco”, del bajo segura, una organización clandestina de derechas. Esta etapa como campo de trabajo concluiría el 28 de Marzo del año 39, cuando la república abandona sus últimas posiciones en la provincia.
Durante la larga posguerra pasó a ser utilizado por el bando vencedor, en dónde fueron recluidos miles de republicanos apresados en el puerto alicantino después de su intento desesperado de escapar del final de la guerra. Posteriormente actuaría de centro de distribución de presos hacia los diferentes tribunales militares que habían de juzgarlos. Según la Hoja Oficial de Alicante de 28 de Abril, se calcula que llegaron unas 6.800 personas , cantidad sensiblemente superior a la capacidad máxima estimada, si bien la cifra definitiva provoca discrepancias. Según los testimonios orales pudo albergar entre 12.000 y 30.000 reclusos. La cifra más alta es indicada por Vicent Gabarda, pero el arqueólogo Gil Hernández asegura que, como mucho, el campo pudo albergar a 12.000 personas (su capacidad multiplicada por 5), lo cual por otro lado lo convirtió en un infierno inhabitable, teniendo en cuenta además que al calor propio de la zona y la pésima alimentación había que sumarle el terror, la angustia, las torturas y las vejaciones sufridas por los presos. Este último autor califica al campo como “de exterminio” pues se encontraron fosas con gran número de fusilados.
El campo de concentración de Albatera, modelo para los nazis
El campo de Albatera constituyó un modelo de prueba de lo que serían los campos de concentración nazis. Se ha podido constatar la visita al mismo de algunos miembros destacados de la dictadura de Hitler, destacando la breve presencia de Rudolph Hess. No hay que perder de vista que en el recinto se practicaron numerosas torturas, como la famosa “Parrilla”, en dónde se castigaba a los presos atándolos y dejándolos padecer hambre y sed extremas, además de la humillación y las mofas de los guardianes. También se cree que se pudo practicar el fusilamiento masivo contra los reclusos, seguramente por un mal uso de las ametralladoras, disparando a “bulto” contra grupos de republicanos. Finalmente, cabría destacar la práctica de asesinar al número anterior y posterior de cualquier recluso fugado.
Uno de los acontecimientos más destacados en el campo fueron las conocidas “ruedas”, grupos de falangistas llegados desde diversos rincones del país que buscaban a destacados republicanos de sus pueblos o ciudades para llevárselos a sus localidades de origen. Ellos eran los responsables de las “sacas”, produciéndose en ocasiones fusilamientos masivos durante el “traslado” de grupos de prisioneros.
Por suerte para los que tuvieron que vivir este drama, el campo de concentración de Albatera duró pocos meses, siendo clausurado en Octubre de 1939, poco después de iniciada la II Guerra Mundial, pero la crueldad que albergó es bien conocida. Según Javier Quiles, internado en el campo, el cierre se debió a una epidemia de tuberculosis y tifus causada por las malas condiciones higiénicas y de alimentación. En cualquier caso los presos fueron redistribuidos, principalmente hacia el campo de Portaceli, en Valencia, pero también a centros penitenciarios, batallones de trabajo, trabajos forzados o directamente fusilados tras juicio sumarísmo que los condenaba a muerte.
El campo fue desarticulado y las infraestructuras quemadas. Ningún rastro queda ya de lo que fue aquel campo de concentración, ya que las máquinas lo arrasaron todo con el claro objetivo de no dejar rastro alguno, a excepción de un modesto monumento instalado por el sindicato CNT.
Después, junto al lugar se construiría el poblado de colonización de San Isidro, perteneciente a Albatera y hoy municipio segregado e independiente.
Autor: Luis Pueyo para revistadehistoria.es
-ORTS MONTENEGRO, MIGUEL: La represión de Guerra y Postguerra en Alicante (1936-1945)
-MARTÍNEZ LEAL, JUAN y ORTS MONTENEGRO, MIGUEL: De cárceles y campos de concentración, en Dossier. La represión en Alicante (1939-1945). Revista Canelobre. Nº 31-32 (1995). Diputación provincial, Alicante.
-CERDÁN TATO, ENRIQUE: La lucha por la democracia en Alicante. Madrid: Casa de Campo.
-PRESTON, PAUL: El holocausto español.
-FERRÁNDEZ PÉREZ, DANIEL: La represión franquista en Almoradí.
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