dimecres, 26 de juliol del 2017

SEVILLA. LAS TRES LÁPIDAS DE QUEIPO DE LLANO Y LOS TRES NIETOS QUE DEFIENDEN SU TUMBA EN LA MACARENA

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Así ha ido cambiando la lápida en la basílica: el título de "excelentísimo Sr. Teniente General" fue sustituido por "hermano mayor" y la fecha del golpe de Estado, por el escudo de la hermandad.
EL MUNDO | ULISES CASTILLO | 25-7-2017
"¡A los muertos hay que dejarles que reposen en paz! ¿Ahora hay que desenterrar a todos los muertos?". Es 18 de julio y Genoveva García Queipo de Llano, nieta del general bajo cuyo mando fusilaron a más de 12.000 personas sólo en la provincia de Sevilla hace 81 años, atiende a Crónica desde Madrid indignada con los que piden -por "genocida"- sacar los restos de su abuelo de la tumba de honor que ocupa en la basílica de la Macarena.
Unas horas antes, la plataforma Andalucía Republicana, coincidiendo con el golpe del 18 de julio de 1936, ha celebrado una vigilia "antifascista" de protesta ante el Arzobispado y ha enviado una carta al papa Francisco y al arzobispo Juan José Asenjo reclamando que exhumen y retiren los restos de Gonzalo Queipo de Llano y Sierra (1875-1951) del popular templo sevillano.
Queipo impulsó su construcción en 1941 en el solar de un centro anarquista destruido y era hermano mayor honorífico de su hermandad. Pero la plataforma considera ofensivo que familiares de fusilados que son devotos de la Virgen tengan que ver la tumba de su victimario al entrar en la basílica, en el suelo de la capilla del Cristo. En la ciudad los fusilados por la justicia de Queipo sumaban 3.028 en el primer semestre desde el golpe.
El Ayuntamiento, gobernado en minoría por el PSOE con apoyo de IU y Participa Sevilla (del ámbito de Podemos), ha pedido al arzobispo y a la hermandad que atiendan la moción municipal de hace un año -con voto en contra del PP y abstención de Cs- que reclama la exhumación, apelando a las leyes estatal y autonómica de eliminación de símbolos de exaltación de la dictadura.
A su nieta, en cambio, estas iniciativas le parecen una muestra de "radicalismo", que ella condena "sean de izquierda o derecha". Genoveva García Queipo de Llano (1945) es catedrática de Historia Moderna y Contemporánea de la UNED. Sin embargo, cuando se le pregunta por su valoración objetiva de los años de victoria y terror de su abuelo, simbolizadas en los fusilamientos junto a la colindante muralla de la Macarena, a pocos metros de la basílica, elude pronunciarse y pregunta: "¿Y las barbaridades del otro lado? Se hicieron cosas muy mal por ambos bandos".
En respuesta a los que piden desterrar a su abuelo de la Macarena, argumenta que la tumba ya no representa ofensa alguna puesto que desde 2009 "se le han quitado todos los símbolos del franquismo". "¿Ahora qué se gana con eso?", plantea, recordando que en esas fechas los responsables de la hermandad se dirigieron a los familiares para consultarles la conveniencia de aplicar la ley estatal y modificar la lápida quitando las referencias a la dictadura. "La familia lo aceptamos". De la lápida de mármol original quitaron la fecha "18 de julio 1936", el emblema de la Gran Cruz Laureada de San Fernando con que le premió Franco y otros escudos, y donde ponía "El excelentísimo Sr. teniente general", grabaron "Hermano mayor honorario", para dar a entender que está enterrado allí como benefactor y no como militar de la dictadura.
"El hermano mayor nos dijo que era para que la gente viera que se ha cedido" y que "mientras él siga, no se mueve". La nieta cuestiona los cambios de rotulación callejera por la memoria histórica y lamenta que a su marido, el ya fallecido historiador y político de UCD Javier Tusell, el Ayuntamiento de Madrid aprobó dedicarle una calle en 2005 y que aún está esperando. "Mejor que no se la pongan, así no se la quitan después", ironiza.
El general Queipo de Llano tuvo con Genoveva Martí Tovar cuatro hijos: Ernestina, Mercedes, María y Gonzalo. Sobreviven 11 nietos repartidos entre Madrid y Sevilla, donde reside Gonzalo García Queipo de Llano, presidente de la Fundación Pro Infancia Queipo de Llano, heredera de los bienes que obtuvo el prohombre por suscripción popular para su causa benéfico-social. Nacido en 1935, la sublevación de su abuelo lo sorprendió con su madre, Mercedes, en la Málaga roja, de donde escaparon. Aunque de eso no habla. Tampoco de los crímenes de guerra de su pariente. "Lleva allí enterrado 66 años. La decisión de la familia es no remover esto, dejar que los muertos reposen, que ya tendrán allí arriba el juicio que les corresponda, que es el más justo", dice con voz pausada.
"No tienen ni idea [los que protestan]. Algunos piensan ganar una guerra que les tocó perder. Está enterrado allí por ser hermano mayor honorario, porque gracias a él se construyó la basílica y la Macarena sigue existiendo y no se quemó. Que descanse en paz y que [la guerra] no vuelva a ocurrir". Explica que ni el arzobispo ni la hermandad pedirán a la familia llevarse los restos y destaca que los manifestantes de este 18 de julio eran sólo un puñado. Pero ¿se pone en el lugar de los familiares de los fusilados? "¿Y a los cientos que asesinaron por ser católicos?", replica, y aprovecha para afirmar que "está ya demostrado" que su abuelo no mandó matar a García Lorca con el famoso "dadle café, mucho café".
Otra nieta que también nos responde amablemente al teléfono en Madrid, Pilar Alcalá-Zamora Queipo de Llano, aclara al periodista que a su abuelo el militar Gonzalo -el otro abuelo era el político Niceto, presidente de la República- "no usó nunca el título de marqués [que Franco le otorgó en 1950] y devolvía las cartas cuando le felicitaron por el nombramiento; decía que su único título era el de general". Por cierto, subraya que Gonzalo "admiraba" a su consuegro Niceto.
Queipo de Llano era el jefe militar de la casa de Alcalá Zamora cuando éste, conservador católico, presidía la II República. Ernestina, la hija del general, se casó con Niceto, hijo homónimo del presidente. Su hija Pilar, que tenía 10 años cuando Queipo murió en 1951, defiende que su abuelo malo siga enterrado donde está. "Gracias a mi abuelo se salvó la [Virgen] Macarena y en agradecimiento a eso la hermandad le concedió la tumba, que nadie la pidió", dice en alusión al temor de que la quema de templos en el barrio en reacción al golpe del 36 alcanzara a la iglesia de San Gil y a la talla mariana, que varios cofrades escondieron en sus casas.
"La palabra la tiene la hermandad, que es la dueña de la basílica", apunta Pilar sobre el futuro de los restos de su abuelo -y de su abuela-. Aunque no cree que desde la hermandad les pidan que se lleven sus huesos, admite: "Si hay que sacarlo, buen sitio encontraremos".
¿Y los fusilamientos en la muralla de la Macarena siendo su abuelo el jefe supremo del Ejército del Sur? "De eso no sé nada. Las guerras son guerras", dice con pesar. Se resigna a que llamen asesino a su abuelo, "lo mismo que se lo llaman a los socialistas desde el otro bando". Ella coincide con su prima Genoveva en destacar que con la reforma del sepulcro de 2009 ya no quedan menciones franquistas en la lápida. No objeta que quitaran esos signos, sino también la cadena que rodeaba la tumba. "Me da mucha pena, antes tenían la cadena para que nadie la pisase, y ahora...". Ahora cualquiera se puede pasear sobre ella.
El último muerto que le quieren colgar: el cura mayordomo de la hermandad
Cuando el Ayuntamiento quiere sacar los restos de Queipo de Llano de la Macarena, a oídos de Crónica llega una historia poco conocida sobre un cura fusilado, también macareno, que sería el último muerto que le quieren atribuir al general. El episodio no está claro: no existen documentos que lo atestigüen, pero sí testimonios que dicen que el hombre fue fusilado un día después de ir a quejarse al militar...
Según afirma el historiador José María García Márquez, experto en la represión en Sevilla, aquel cura se llamaba Antonio Sáez (o Sáenz) Morón y era capellán del hospital de San Lázaro anexo al cementerio, además de un hombre importante en la Macarena, donde en 1932 era mayordomo de la Virgen, nada menos.
En su libro Por la religión y la patria, el propio García Márquez y su compañero el historiador Francisco Espinosa recopilaron varios testimonios que indican que el cura macareno fue asesinado por ir a quejarse a Queipo en persona de que estaban enterrando aún vivos en las fosas del cementerio a los recién fusilados. "Un día después, lo mataron", según contaron dos fugitivos al llegar a zona republicana, el ferroviario Juan Mata Toledo y Miguel Rodríguez Bandera.
"También fue muy conocida la noticia del asesinato del cura en La Algaba (de donde eran varios de los enterradores del cementerio) y así nos lo indicó en su día un vecino del pueblo y empleado del cementerio de Sevilla. Es decir, que diferentes fuentes nos apuntaban el suceso pero ninguna de ellas nos facilitaba el nombre. Fue finalmente una entrevista que le hicimos al nieto de Juan Clemente Trujillo, alcalde de Alcalá de Guadaira en 1936 que fue asesinado, la que nos indicó el nombre del sacerdote. Resulta que Sáez Morón había sido preceptor suyo en su pueblo natal de Herrera", escribieron los investigadores.
García Márquez matiza que, a falta de más información sobre ese cura macareno -en el Arzobispado no se la facilitan, según denuncia-, no se puede confirmar su destino y hay que considerarlo "un desaparecido más". "Él", opina, "sí que merecería un enterramiento de honor en la Macarena".