http://arinoconsultores.blogspot.com/2018/09/los-muertos-de-la-transicion-espanola.html
4 de septiembre de 2018
LOS MUERTOS DE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA 1975-1981. (I)
De una y otra forma llevamos hablando de "La Transición" más de 40 años. Últimamente se acude a ella para ser utilizada en contra de todos aquellos que piden Verdad, Justicia y Reparación en relación con los crímenes del franquismo.
(1) La Transición española ha sido un ejemplo de cómo una dictadura puede perpetuarse en el tiempo sin que los responsables de la misma reciban castigo alguno. De cómo los verdugos, con la colaboración de la mayoría de los partidos de izquierda (PCE, PSUC y PSOE, entre otros) y los sindicatos CCOO y UGT, constituyeron las bases de una democracia secuestrada en la que sus privilegios se mantuvieron y las reglas del juego se acordaron para perpetuarse en el tiempo. Ahora hay una incorporación de caras nuevas a esa continuación de la Transición, en una operación ―potenciada por los poderes fácticos― de lavado de imagen de la mascarada que se inició en 1975, pero de lo que no se habla, lo que no se cuenta, lo que se oculta en los medios y en los debates es el número de víctimas que desde 1975 y hasta 1981 perdieron la vida.
(1) La Transición española ha sido un ejemplo de cómo una dictadura puede perpetuarse en el tiempo sin que los responsables de la misma reciban castigo alguno. De cómo los verdugos, con la colaboración de la mayoría de los partidos de izquierda (PCE, PSUC y PSOE, entre otros) y los sindicatos CCOO y UGT, constituyeron las bases de una democracia secuestrada en la que sus privilegios se mantuvieron y las reglas del juego se acordaron para perpetuarse en el tiempo. Ahora hay una incorporación de caras nuevas a esa continuación de la Transición, en una operación ―potenciada por los poderes fácticos― de lavado de imagen de la mascarada que se inició en 1975, pero de lo que no se habla, lo que no se cuenta, lo que se oculta en los medios y en los debates es el número de víctimas que desde 1975 y hasta 1981 perdieron la vida.
En total y durante el periodo 1975-1981 perdieron la vida 172 personas a causa de la represión política y policial, unas practicas del franquismo que se mantuvieron en el tiempo.
En esta y sucesivas publicaciones iré detallando lo que llevó a la muerte a algunas de estas víctimas olvidadas, comienzo aquí con cuatro de ellas:
Víctor Manuel Pérez Elexpe
20 enero 1975
El día 20 de enero de 1975, sobre las 6,30 de la mañana, Víctor salió de su casa en Portugalete, para «tirar» panfletos antes de ir a trabajar, en solidaridad con los trabajadores de la empresa Potasas de Navarra, que estaban en huelga. A pocos metros de su casa se encontró con el guardia civil de paisano, Narciso San Juan, que le mató de dos disparos. Víctor tenía 23 años, era militante del PC (i). Desde el Gobierno Civil y la Jefatura de Policía trataron de ocultar el crimen con una orquestada y burda campaña de mentiras, con el apoyo incondicional de la prensa del régimen.
FUENTE: CGT-LKN Bizcaia.
Manuel Montenegro Simón
1 mayo 1975
El primero de mayo de 1975, moría en Vigo, víctima de un disparo de un guardia civil, el trabajador de Unión Fenosa Manuel Montenegro Simón, de 42 años, quien se encontraba de servicio en la estación de El Troncal. Casualmente se asomó a la verja de cierre para contemplar los incidentes que se desarrollaban en la calle. Un año después, el tribunal de Justicia de la VIII Región Militar absolvía de toda culpa en esta muerte al guardia civil Justo Arias Sanfiz, autor material del disparo, que había actuado —según la sentencia— en cumplimiento de su deber. […] Según la sentencia, el guardia civil —que según testigos presenciales no vestía reglamentariamente— salió de su domicilio al advertir la presencia en la calle de una manifestación con banderas y panfletos “subversivos”, con el fin de reprimirla él solo; pero, “ante el peligro de verse arrollado”, hizo dos disparos, con su pistola, uno de los cuales alcanzó al obrero de Fenosa, ajeno por completo a los acontecimientos […].
FUENTE: Faro de Vigo / Mundidiario / ABC.
Koldo Arriola
23 mayo 1975
18 años, hijo único, celebra la cena de fin de curso con sus compañeros de clase, ya a las puertas de la Universidad. Salen al mundo cantando. Los 18 años se parecen a una canción y el mundo es un espacio ilimitado repleto de planes. Es el 23 de mayo de 1975, está decretado el estado de excepción y está prohibido formar grupos de más de 5 personas, así que suben a los coches en grupos de tres. Quieren acabar la noche en la discoteca y salen de Saturraran, en Motrico, hacia su Ondarroa natal. (Nota: En Saturraran había un balneario para gente bien, convertido luego en balneario para seminaristas que Franco convirtió en cárcel para mujeres de 1937 a 1944. Pasaron unas 2000 mujeres. Las carceleras eran monjas que castigaban a muchas reclusas en una celda en los sótanos que se llenaba de agua al subir la marea).
Entrando en Ondarroa, a la altura del cuartel de la Guardia Civil, un guardia les da el alto y se lleva a Koldo al interior del cuartel, ordenando a sus dos amigos a que sigan su camino. Los dos amigos se quedan cerca del edificio, inquietos. Oirán el disparo a quemarropa que efectúa el guardia civil Pedro Rodríguez. Ven a Koldo salir del cuartel, con la mano en el pecho, y como cae desplomado sin vida. A primera hora del día 24 llaman por teléfono a los padres de Koldo para que recojan su cuerpo en el depósito del cementerio. Allí lo ha trasladó la Guardia Civil en el camión de la basura, envuelto en una bolsa. La madre de Koldo, Zelestina, se presenta fuera de sí en el cuartel pidiendo explicaciones. Es sacada de allí sin contemplaciones.
Koldo Arriola será enterrado el día 25 con Ondarroa en huelga general e indignada por una versión oficial que presenta a un Koldo borracho que blasfema, insulta a la autoridad e intenta agredir a un guardia, produciéndose un forcejeo que acaba con el guardia en el suelo y un disparo accidental que mata a Koldo. No sólo no se abrirá investigación ni mucho menos se condenará a alguien, si no que se abrirán diligencias contra Koldo Arriola "por presunto delito de insulto a la Fuerza Armada".»
FUENTE: www.labocadora.blogspot.com
María Alexandra Lecket
27 mayo 1975
En mayo de 1975 dos ciudadanas alemanas fueron ametralladas en un control de la Policía Armada en las cercanías de Donostia. Una de ellas, Alexandra Lecket, falleció a consecuencia de las heridas cinco días después. Como no había motivo, aunque fuera irreal, la versión oficial apuntó a “la imprudencia de las turistas”.
FUENTE: Rebelión / Memoria-Iñaki Egaña
Benito Sacaluga
(1) Publicado por Grupo Libertario Pensamiento Crítico en su dossier "Los muertos de la Transición española 1975-1981"
7 de septiembre de 2018
LOS MUERTOS DE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA 1975-1981. (II)
Publicado por: Grupo Libertario Pensamiento Crítico
Alfredo San Sebastián Zaldivar
16 junio 1975
La agencia Cifra comunicó a toda la prensa nacional el siguiente texto, relativo a la muerte de un joven por la Guardia Civil:
“BILBAO: MUERTO POR LA GUARDIA CIVIL EN UNA DISCUSIÓN. Bilbao (Cifra) - Según informan fuentes oficiales, a las dos y veinte de la madrugada de ayer (15 de junio) se produjo un tumulto en la puerta del bar Zigor, de Munguía (Vizcaya), cuando varias personas intentaban penetrar en el interior del local contra la voluntad de su propietario. Al percibirse del escándalo, una pareja de la Guardia Civil que efectuaba su servicio de paisano se acercó al grupo y tras identificación intentó restablecer el orden. Sin embargo, el grupo reaccionó violentamente, arrojando al suelo a uno de los guardias, al que causó algunas lesiones. El otro guardia, después de requerir al grupo a desistir de su actitud, se vio obligado a efectuar un disparo que hirió mortalmente a Alfredo San Sebastián Zaldivar. En relación estos hechos se practicado una detención y se están instruyendo las diligencias oportunas.”
La información que ofrecemos a continuación está recogida de testigos presenciales de los hechos que se relatan, así como de los familiares de la víctima […]
Un grupo de 25 amigos celebraba la noche del sábado, día 14, una despedida en un bar de Munguia. La despedida era a un sobrino del Jefe Local del Movimiento de Plencia (Vizcaya). Después de haber cerrado, hacia las dos de la madrugada, pensaban tomar una copa en la Sala de Fiestas Zigor de Munguia. Pero esta sala se encontraba cerrada. Sin embargo, dentro de la sala se notaba que había gente. Entonces llamaron insistentemente a la puerta. Fue tal la insistencia con que llamaron, que tuvo que salir a la puerta de la Sala el dueño de la misma, Agustín Gamboa. Este les dijo que ya era tarde y que no podía dejarles entrar.
Estando así, hablando con Agustín Gamboa, aparecieron dos guardias civiles de paisano que se acercaron al grupo en actitud observadora. (Hay que tener en cuenta que estos dos guardias civiles pertenecen al Servicio de Información de la Guardia Civil de Munguia y son muy conocidos por el pueblo). Entonces, Martín García, uno de los que formaban parte del grupo que celebraba la despedida, dijo a los guardias civiles: “Aquí no pasa nada”. La respuesta de la Guardia Civil fue un culatazo en la cabeza de Martín García, cayendo al suelo herido, con el cráneo abierto.
Es en ese momento cuando intervino Alfredo San Sebastián, sorprendido o indignado por lo que acababan de hacer con uno de sus compañeros, diciendo a los guardias civiles: “…pero qué es lo que pasa aquí?... No hay derecho a esto”. Acto seguido uno de los guardias civiles le disparó, y cayó desplomado al suelo. (Algunos señalan que se oyeron tres disparos). La bala entró por detrás de su cuerpo, atravesándolo, rompiendo la medalla y separándola de la cadena y esa misma bala dio finalmente en un coche. Cerca de una hora permaneció moribundo en el suelo. La Guardia Civil impidió todo tipo de auxilio. El mismo dueño de la Sala de Fiestas, Agustín Gamboa, se ofreció a llevarlo al hospital […] pero la Guardia Civil respondió: “A quien se acerque lo matamos” y los jóvenes veían cómo respiraba sin que pudieran echarle una mano. En esta situación se le dejó morir […]. A las cuatro y media de la madrugada un jeep de la Guardia Civil cogió su cadáver y lo trasladó al cementerio.»
FUENTE: Noticias del País Vasco, nº 9 -18 de junio de 1975 / ABC
Jesús Mari García Ripalda
31 agosto 1975
Después de unos minutos montaron en un coche al herido y lo trasladaron al hospital militar, que por el desuso no disponía de médicos. Solamente unas enfermeras y una monja se encontraban en el lugar. Llegó vivo y pidiendo que llamasen a su familia. La monja le decía que "lo que tenía que hacer era rezar" y Jesús Mari contestaba que sí, pero que llamasen a su familia. Y allí murió sin que nadie le ayudase a salvar su vida. Lo trasladaron al cementerio de Polloe donde Petra Ripalda, su madre, fue la única a la que le permitieron velar el cadáver custodia-do por policías armados con metralletas.
Al cadáver se le hicieron 2 autopsias. En la primera el facultativo enseñó a la familia la bala con la que le mataron. La segunda, a petición de la policía, fue realizada por un médico militar totalmente borracho, que sacó el cuerpo de la caja, lo tumbó en el suelo e hizo una carnicería con su cadáver. A tal punto llegó, que la familia trasladó sábanas de su casa para poder tapar el cuerpo y envolverlo. Este "carnicero" concluyó que había muerto por anemia y parada cardiaca. ¿Y el disparo?
La versión oficial sobre el incidente fue totalmente falsa. Acusaban a Jesús Mari de llevar una navaja con la que atacó al policía que no tuvo más remedio que defenderse. Cuando la madre fue a comisaria por sus pertenencias reclamó también la navaja de su hijo, objeto que nunca apareció.
El entierro y funeral estuvieron vigilados por la policía armada, que apuntó más de una vez a la familia con sus metralletas. No dejaron que se pusiese esquela en ningún periódico de la época.
Pero la persecución a la familia no acabo allí. Días después una pareja de policías de paisano irrumpió por la fuerza en el domicilio familiar para pedir a la madre que perdonara públicamente al asesino de su hijo. La familia del joven no accedió jamás. Durante algún tiempo vivieron con la constante vigilancia policial y los teléfonos intervenidos.
FUENTE: http://gogoanhartzekoizenak.blogspot.com.es/
Antonio González Ramos
31 octubre 1975
Antonio era un hombre sencillo, un campesino del norte de Tenerife que había marchado a Alemania en los años ’60 y allí había conocido al Partido Comunista. Cuando regresó a Tenerife estaba comprometido de manera militante contra la dictadura […] Encuadrado en el sector obrero del PUCC, intervino en la creación de CCOO en la isla. […] El día 29 de octubre fue detenido por la Brigada de Investigación Social. […] horas más tarde murió a consecuencia de los golpes que le propinó el inspector José Matute Fernández. […] la policía intentó ocultar su crimen, aduciendo que Antonio había muerto cuando, trasladado en coche a una verificación, se arrojó en marcha del vehículo. […] Matute huyó a Venezuela, de donde regresó un año más tarde, cuando ya era de dominio público que se iba a promulgar la ley de amnistía que iba a acoger por igual a las víctimas y a los victimarios del franquismo. Aunque fue procesado, el juicio no llegó siquiera a celebrarse pues en 1977 fue amnistiado y se reincorporó a sus tareas como policía.
FUENTE: Canarias-Semanal.org
Ángel Esparza Basterra
25 noviembre 1975
«El frío no parece entumecer los dedos de los guardias civiles de Legutio que el 25 de noviembre matan de un disparo a Ángel Esparza Basterra, vecino de Dima, de 28 años, delincuente de poca monta que desobedeció una orden de alto cuando paseaba cerca del cuartel en compañía de Diego Gabarri Moreno, gitano. Para algunos la vida siempre ha sido delito.»
FUENTE: ABC / http://labocadora.blogspot.com.es/
Kepa Tolosa Goicoetxea
9 diciembre 1975
«Asesinado por agentes de la Guardia Civil de paisano cuando se encontraba dentro de su coche.» «Kepa Tolosa Goikoetxea, de Beasain, tenía 28 años y se encontraba con su novia en el coche cuando vieron que se acercaba alguien. Temiendo que quisieran robarles, pusieron en marcha el motor para alejarse del lugar, lo que fue seguido de los disparos de dos miembros de la Guardia Civil de paisano. Los agentes alegaron que habían dado el “alto”, pero la novia testificó que no habían oído nada.»
FUENTE: http://www.asociacionrepublicanairunesa.org / Gara
Teófilo del Valle Pérez
24 febrero 1976
En el caso de Teófilo del Valle, a la consabida nota de prensa auto-exculpatoria de la Jefatura de la Policía se le añadió una serie de ignominiosas acusaciones con la pretensión inútil, de desacreditar personalmente a la víctima, y que sólo conseguía acrecentar la desolación, la rabia y la impotencia de sus compañeros, amigos y familiares. De este modo se expresaba la nota oficial:
“…El fallecido es Teófilo del Valle Pérez, nacido el 1 de febrero de 1956, natural de Silleda (Pontevedra), oficinista, residente en Elda desde 1964 y de vida irregular, el cual había sido detenido con otros en junio de 1975 en Madrid como componentes, al parecer, de una banda de traficantes de droga, habiéndoseles intervenido siete kilos, trescientos cincuenta gramos de ‘hachís’ que tenían escondido en un piso franco del barrio de Canalejas”. Esta historia era absolutamente falsa.
Como respuesta al crimen se produjo una huelga general —no sólo en el calzado— en las comarcas del Vinalopó. Más de 20.000 personas acompañaron sus restos mortales hasta el cementerio, donde son apresuradamente inhumados. Se constituyó una comisión ciudadana para exigir el esclarecimiento de los hechos, pero que no consigue ninguna reparación o explicación adicional a las indignas notas oficiales.»
FUENTE: http://petreraldia.com/
Romualdo Barroso Chaparro, Francisco Aznar Clemente, Pedro María Martínez Ocio, José Castillo García y Bienvenido Pereda Moral
3 marzo 1976
En una época carente de libertades, en la cual no existían derechos de huelga, manifestación, reunión, etc. y bajo un duro régimen dictatorial, (Franco había muerto unos meses antes) en Vitoria-Gasteiz se estaba desarrollando un movimiento huelguístico ampliamente secundado por varias empresas, en base a unas reivindicaciones puramente sociolaborales. Tras dos meses largos de huelga y dos días de huelga general, el 3 de marzo estaba convocada una jornada de paro total. Este paro fue secundado por la práctica totalidad de trabajadores, tanto de empresas en lucha como otras que lo apoyaron solidariamente, así como el comercio, servicios, estudiantes, amas de casa y la ciudadanía en general.
Desde la mañana, la policía intervino duramente ante cualquier atisbo de concertación o manifestación, llegando incluso a disparar fuego real, produciéndose los primeros heridos de bala. Para las cinco de la tarde estaba convocada una asamblea general informativa en la iglesia de San Francisco de Asís del barrio de Zaramaga, lugar donde se acostumbraba realizar las reuniones de las Comisiones Representativas de las empresas en lucha, para informar de los acontecimientos novedosos.
La policía, “premeditadamente”, dejó que se llenara la iglesia con alrededor de cinco mil personas, permaneciendo en el exterior un número similar, y fue en ese momento cuando mandó desalojar la misma. La multitud allí congregada ante el temor de ser aporreada y agredida en su salida, se negó al abandono del recinto religioso. Hay que recalcar que los templos estaban protegidos por el Concordato, por lo cual no podían actuar ni acceder a su interior las Fuerzas Armadas, salvo urgente necesidad. Para proceder al desalojo, la policía atacó y asaltó la iglesia con gases lacrimógenos y material antidisturbios, por lo que presos del pánico y la asfixia, los allí congregados comenzaron a salir huyendo, momento en el que los policías procedieron a golpear y disparar indiscriminadamente tanto sobre los que intentaban escapar, como sobre los que desde el exterior atraían su atención para dejar vía libre a los que abandonaban aquel infierno.
El resultado: cinco obreros asesinados y unos cien heridos, muchos de ellos de gravedad. Ellos mismos, (la policía) se felicitaban de haber disparado más de mil tiros, de haber producido una masacre y de haber contribuido a la mayor paliza de la historia. Las grabaciones existentes, se recogieron a través de la frecuencia de FM del canal de la policía y se conservan en la actualidad. En un primer momento, a resultas de los partes hospitalarios enviados al juzgado por ser las personas atendidas, tanto fallecidos como heridos, a consecuencia de disparos y agresiones, se abrieron diligencias previas. Los sumarios abiertos, después de varios recorridos por diversos juzgados y tribunales, acabaron finalmente en la jurisdicción militar, la cual, aun reconociendo que los hechos considerados, eran en principio constitutivos de delitos por homicidio, dictó auto de sobreseimiento por no haber motivos suficientes para acusar de ellos a personas de-terminadas. Posteriores reclamaciones al Estado por responsabilidad civil, efectuadas por algunos afectados, tampoco fueron atendidas.
El balance fue el siguiente. Fallecidos: Romualdo Chaparro Barroso (18 años), Francisco Az-nar Clemente (17 años), Pedro María Martínez Ocio (27 años), José Luis Castillo García (32 años) y Bienvenido Perea (30 años); más de 60 personas hospitalizadas con pronóstico grave (de las cuales 43 presentaban heridas de bala) y cientos de contusionados de diferente consideración.»
FUENTE: http://www.martxoak3.org / El País / Público
Juan Gabriel Rodrigo
5 marzo 1976
«Juan Gabriel Rodrigo falleció en Tarragona a consecuencia de la represión desatada el 6 de marzo de 1976 contra una manifestación que al grito de “Vitoria hermanos, nosotros no olvidamos” denunciaba la masacre ocurrida en Gasteiz tres días antes. La policía disolvió una protesta en denuncia de la masacre de Gasteiz en la que participan cientos de trabajadores. Uno de los manifestantes, el joven de 19 años Juan Gabriel Rodrigo fallece al caer desde la azotea del piso en el que se ha refugiado cuando intenta huir de la represión. Los agentes que le perseguían fueron los únicos testigos de su muerte y ocultaron el fallecimiento durante horas hasta la jornada siguiente. La versión oficial franquista trató después de criminalizar a la víctima justificando que su fallecimiento era consecuencia de un accidente, acusándole de haberse caído de la cornisa cuando lanzaba piedras a las Fuerzas del Orden Público.»
FUENTE: http://www.martxoak3.org
Vicente Antón Ferrero
8 marzo 1976
Los hechos que se narran de aquella época son que en Basauri, a las 11:30 de la mañana en la confluencia de la Avenida José Antonio (hoy Lehendakari Agirre) y Castilla (Gaztelu kalea), se congregó una multitud de 8.000 personas que trataban de celebrar una asamblea en una campa próxima a las escuelas de maestría.
La Guardia Civil envió muchas furgonetas y personal a la zona con intención de frenarla y dispersarla. Para ello hicieron uso de metralletas y pistolas que causaron una gran confusión; una vez despejada la zona, apareció en el suelo el joven trabajador Vicente Antón Ferrero, de 18 años, soltero, natural de San Martín de Tavóra (Zamora) y vecino de Basauri que resultó herido de gravedad al recibir un tiro en la cabeza, que según testigos presenciales fue disparado por un mando de la Guardia Civil a menos de siete metros.
Fue trasladado al hospital de Bilbao, donde fue intervenido quirúrgicamente, pero nada se pudo hacer por salvar su vida. […]
Todo esto nunca ha sido investigado, ni se ha buscado la verdad de estos hechos trágicos, ni se ha hecho justicia ni mucho menos se han reparado los daños causados al pueblo de Basauri, a los trabajadores y mucho menos a Vicente Antón Ferrero y a los heridos.»
FUENTE: http://ahaztuak1936-1977.blogspot.com.es/
Ricardo García Pellejero y Aniano Jiménez Santos
9 mayo 1976
«Los sucesos de Montejurra tuvieron lugar el 9 de mayo de 1976, en los inicios de la transición, durante los actos políticos que tradicionalmente acompañaban el viacrucis anual que desde 1939 los carlistas llevaban a cabo en el monte navarro de Montejurra, en memoria de los requetés muertos en la Guerra Civil.
En el transcurso de la romería, el denominado búnker franquista, que aún controlaba los resortes del Estado y los sectores ultraderechistas del carlismo, agrupados en torno a Sixto de Borbón Parma, hermano del pretendiente carlista Carlos Hugo y enfrentado a él, preparó una operación violenta contra el Partido Carlista y los seguidores de Carlos Hugo para promover la "entronización" de Sixto como líder del carlismo.
En dicha operación, en la que tomaron parte también mercenarios neofascistas italianos y argentinos, grupos armados de partidarios de Sixto de Borbón abrieron fuego de forma premeditada, sin que mediara provocación, contra los participantes en la romería.
Resultaron muertos Ricardo García Pellejero y Aniano Jiménez Santos, y hubo varios heridos. Los responsables de las muertes fueron identificados, pero gracias a la Ley de Amnistía de 1977, quedaron en libertad ese mismo año. En 2003 la justicia española reconoció a Ricardo García Pellejero y Aniano Jiménez Santos la condición de víctimas del terrorismo.»
FUENTE: Wikipedia
Alberto Soliño Mazas
12 junio 1976
El concierto se desarrolló sobre lo previsto. Al finalizar, le dijo al cantante que fuera metiendo el órgano en el coche, pero las puertas estaban demasiado cerca de otro vehículo que bloqueaba el paso. Alberto salió y observó a su compañero discutiendo con otra persona, que resultó ser el conductor del otro coche y que además le estaba colocando una pistola en el vientre.
Según relata Maribel González, su marido le intentó tranquilizar. Le preguntó a ver qué pasaba y le dijo: “Hablando se entiende la gente”. “En ese momento, el dueño del vehículo, el guardia civil Luis Carpintero Taravilla, que se encontraba fuera de servicio, disparó al suelo. Alberto torció la cabeza, el agente le dio con la culata y le fracturó el cráneo. Le sacó los sesos, pero no se quedó contento porque todavía le dio el tiro de gracia”, rememora con amargura Maribel. “Nadie pudo echarse encima de él porque iba armado. Fue el mismo guardia civil quien metió a Alberto moribundo en su coche y lo dejó tirado delante del cuarto de socorro después de decir que le había matado”, relata. Maribel, que tenía tres hijos pequeños, el mayor de cinco años, y vivía en Pasaia, no supo hasta la tarde de aquel día que su marido había muerto asesinado. Su madre le pidió que fuera a su casa y le dijo: “Alberto ha tenido un accidente”.
Fue su hermana la que finalmente le dio la noticia. Se trasladó a Eibar y vio a su marido muerto. “Estaba, como encogido, en una caja. Al verlo lo levanté, le cogí la cabeza y los sesos se me quedaron en la mano. Mi hermana me decía: ¡Déjale, déjale!”. Al comentar que quería otro ataúd, unos guardias le dijeron que “cuando matan a un policía lo meten en una caja de 7.000 pesetas”. Maribel logró enterrar a su marido en otro ataúd en el cementerio de Altza, en Donostia.»
FUENTE: Diario Vasco
FUENTE: Diario Vasco
Francisco Javier Verdejo Lucas
14 agosto 1976
FUENTE: El Pais
Bartolomé García Lorenzo
22 septiembre 1976
En febrero de 1982, la Audiencia de Tenerife condenó a los agentes y el Tribunal Supremo ratificó esa sentencia a finales de ese año. Pero el 28 de enero de 1986, la Audiencia de Tenerife, mediante un auto, declaró extinguidas las responsabilidades de los policías en el homicidio de Bartolomé García. Los seis asesinos continúan hoy en día en activo dentro de la policía española y han sido promocionados en distintas ocasiones.»
FUENTE: www.prccanarias.wordpress.com
Carlos González Martínez
27 septiembre 1976
Carlos González Martínez decidió ir a aquella manifestación, convocada por la Coordinadora Pro Amnistía, de la misma manera en que había ido a tantas y tantas otras desde que había empezado a tener conciencia política. Carlos estudiaba Psicología en la Universidad Complutense, aunque en el nuevo curso que estaba a punto de comenzar había decidió matricularse en la Facultad de Sociología para estudiar Políticas. Carlos amaba la lectura. Como comentaba su amigo Jesús en la prensa de la época, conocía bastante bien las obras de Marx y de Lenin.
Carlos no militaba en ningún partido político en concreto pero sus ansias de libertad y de vivir en un régimen democrático eran tan grandes como las de la mayoría de hombres y mujeres de la época. Sobre las nueve de la noche, en la calle Barquillo esquina San Marcos, el grupo de Carlos se topó de frente con una contramanifestación fascista. En el tumulto, uno de los ultraderechistas —algunos testigos hablaron de dos jóvenes— sacó una pistola del calibre 7.65 y al grito de “¡Viva Cristo Rey!”, hizo cuatro disparos. Dos de esos disparos impactaron en el cuerpo del joven. A menos de 25 centímetros de distancia. Carlos cayó herido sobre el asfalto, mientras las personas que se manifestaban en pro de la amnistía y la democracia corrían a refugiarse y a poner a salvo sus vidas.
En unos segundos Carlos quedó allí tirado, con la única compañía de una amiga, quien lo ayudó a subirse a un taxi y trasladarse a la vivienda de Marién, la mujer a la que amaba, un sexto piso en el número 115 de la calle Fuencarral. Una de las tres chicas que se encontraban en este piso, intuyendo la gravedad de las heridas, llamó a su padre, el doctor Benito Martín de Prados, médico de profesión. Cuando el médico examinó a Carlos comprendió que aquello tenía muy mala pinta. Se puso en contacto con la policía y llamó a una ambulancia para trasladar al muchacho a un hospital. Carlos ingresó sobre las once de la noche en la Ciudad Sanitaria Francisco Franco, donde, paradojas de la vida, trabajaba como médico su propio hermano. Fue operado de urgencia, y según el parte de los doctores, “la bala interesaba la región lumbar izquierda, la región torácica izquierda, riñón, pleura, pulmón e intestino grueso”. Poco antes del amanecer del día 28 de septiembre de 1976, Carlos González Martínez moría, víctima de los disparos fascistas. Dos días después, el miércoles 19, festividad de San Miguel, cincuenta mil personas asistieron al funeral de Carlos en la Capilla de la Universidad Complutense, y doscientas mil personas secundaron la huelga general que se convocó para protestar contra la muerte inútil del muchacho.
El brutal crimen nunca fue resuelto. Aunque en los primeros días hubo detenciones, nadie jamás fue juzgado y por supuesto nadie fue condenado.»
FUENTE: http://www.rebelion.org/
Jose Javier Nuin Azcarate y Santiago Navas Aguirre
28 noviembre 1976
«Tras veinte días entre la vida y la muerte falleció ayer por la mañana en la residencia sanitaria Virgen del Camino de Pamplona, a consecuencia de un paro cardíaco, el joven José Javier Nuin Azcárate, que fue herido por dos disparos efectuados por el guardia civil de paisano José Roca Díaz en la sala de fiestas Bordatxo, en Santesteban (Navarra), en la madrugada del día 28. Como se recordará, en aquel incidente José Javier Nuin Azcárate, al tratar de defender a su amigo Santiago Navas, que resultó muerto de un tiro, se abalanzó sobre el miembro de la Benemérita —en opinión de los presentes en estado de embriaguez—, que le hizo dos disparos casi a quemarropa que, en términos del parte médico, “perforaron el cuadrante superior derecho y salían por la base del hemitórax derecho”. Ingresado urgentemente en el Hospital Civil de Navarra, y tras dos difíciles operaciones, pareció recuperarse levemente, aunque su estado fue calificado como muy grave. Dos días des-pués sería trasladado el herido a la residencia sanitaria Virgen del Camino al agravarse su estado por una insuficiencia renal complicada por frecuentes hemorragias digestivas que hicieron necesario el tratamiento de hemodiálisis. Tras unos días de visible mejoría, su situación volvió a sufrir un retroceso, siendo necesaria una intervención quirúrgica a vida o muerte para atajarle las múltiples úlceras sangrantes del estómago. Tras varios días en estado crítico, en que fue mantenido prácticamente a base de transfusiones de sangre, el corazón de José Javier Nuin Azcárate no pudo resistir el tercer paro cardiaco. […]»
FUENTE: El País
Ángel Almazán Luna
15 diciembre 1976
«El conocimiento de la muerte del joven Ángel Almazán Luna, brutalmente agredido en una manifestación el pasado día 15 (ya tristemente célebre), me mueve a escribir esta carta, en la que la indignación ocupa un lugar preferente.
Que la muerte del joven Ángel Almazán Luna esté relacionada estrechamente con el pasado referéndum; que el “triunfo” del presidente Suárez (como ha dado en calificar el sí la prensa española, y en particular EL PAÍS) haya costado la vida de una persona que no ejercía en su momento otra cosa que lo que teóricamente es un derecho (que de haberse producido como tal, hubiera legitimado el preciado sí reformista), es algo que, a la luz de los hechos y de los acontecimientos pasados (represión, detenciones, multas, agresiones “ultras”, intimidación, etc.),no sólo no legitima el sí, vale decir, el referéndum, sino que lo invalida, simple y llanamente. Pretendo, pues, con esta carta, manifestar mi repulsa (que siento íntimamente no es sólo mía) de tan dramático suceso y de todo lo que de oscuro y antidemocrático ha acompañado al referéndum, externa e internamente. Guardé y guardaré mi voto, casi “religiosamente”, para la verdadera democracia. Que llegará, es decir: se obtendrá, no lo dudo.»
«Ángel Almazán era un estudiante, trabajaba como administrativo y era antifascista. Fue detenido y recibió una paliza por parte de la policía en una manifestación convocada por el PTE el 15 de diciembre de 1976 contra el Referéndum de la Reforma Política en la que se pedía la ruptura con el franquismo. Falleció en la UCI en La Paz de Madrid el 20 de diciembre por las graves heridas que sufrió. Tenía 18 años.»
FUENTE: El País / 15mpedia.org
María Luz Najera Julian
24 enero 1977
Según el jefe clínico de la Unidad de Vigilancia Intensiva, la fallecida ingresó con traumatismo craneal en la región parieto-occipital derecha, con fractura de la bóveda craneal en múltiples niveles, que le produjo la muerte. No pudo ser operada por el estado de coma en que se encontraba. Según el jefe del servicio de neurocirugía de la clínica, la lesión que mató a María Luz Nájera tuvo que ser producida por un objeto contundente, y que forzosamente tenía que haber correspondido a un golpe fuerte a distancia corta, aunque precisó que la autopsia revelaría todos estos extremos. Según la nota oficial del Gobierno Civil de Madrid, María Luz Nájera fue alcanzada, en la avenida de José Antonio, por un bote de humo de los que utiliza la fuerza pública para disolver las manifestaciones, que le cayó sobre la cabeza y le produjo las lesiones mortales.
Fue recogida en la esquina de la calle de los Libreros con la avenida de José Antonio, por un joven que la llevó directamente a la clínica. Al llegar a ella, el acompañante de la fallecida fue in-mediatamente detenido por la policía y puesto en libertad horas después. Los padres de la muchacha se presentaron en la clínica al enterarse de su ingreso, y la abandonaron después de la muerte, sobre las cinco y media de la tarde, presos de un ataque emocional muy fuerte que les hizo proferir insultos contra la policía.
Prácticamente desde la muerte de Arturo Ruiz se han sucedido manifestaciones y actos de protesta, especialmente fuertes en las universidades madrileñas. En una de estas manifestaciones fue alcanzada María Luz Nájera. Durante el día de ayer, el paro en las universidades madrileñas fue prácticamente total. Se podría calcular en unos 100.000 el número de estudiantes que ha parado, y en más de 30.000 el de personas que han participado en asambleas y concentraciones, mientras otros 115.000 habrían tomado parte en las manifestaciones que se desarrollaron a lo largo de toda la maña-na. Tras el desalojo de la facultad de Derecho de la Complutense, realizado por la fuerza pública sobre las once y media de la mañana, arrojando bombas de humo en el interior del centro, los estudiantes se dirigieron en manifestación hacia la Moncloa y la calle Princesa.
Otras zonas afectadas por los disturbios, las adyacentes a la plaza del Callao, la calle de La Estrella, glorieta de Bilbao y San Bernardo, donde fueron colocadas barricadas con bancos y otros objetos. A la hora de mayor agitación se apreció la presencia de individuos de paisano armados con objetos contundente que actuaron contra los manifestantes. Otros grupos de personas intentaron también manifestarse en otras zonas de Madrid.
Tras estos disturbios, los rectorados de las Universidades Autónoma y Complutense de Madrid han decidido suspender las clases para hoy. El rectorado de la Complutense ha comunicado que, “en señal de protesta por los sucesos producidos (por ayer), y como manifestación de duelo por el fallecimiento de la señorita María Luz Nájera, hoy quedan suspendidas las clases, en espera de las decisiones que adopte la junta de gobierno, convocada para la mañana de hoy”. Por su parte, el rectorado de la Universidad Autónoma, como testimonio de condolencia y solidaridad con la otra Universidad madrileña, decidió igualmente suspender las clases para hoy y reunir a la junta de gobierno en sesión extraordinaria para decidir sobre la reanudación de las clases.
El balance de heridos durante las manifestaciones celebradas ayer en Madrid, según una nota facilitada por el Gobierno Civil, es el siguiente: Francisco Galera, de veintiún años, con traumatismo craneal, conmoción cerebral y fractura del temporal izquierdo. Pronóstico grave. Con lesiones leves resultaron: Juan Domingo Sánchez, de dieciocho años; Pedro Lastra, de diecinueve; Angel Izarra, de diecisiete; Laureano Fernández, de 48; María Ester Moreno, de diecinueve, Víctor Huezzman, de veinte; Luz García García, de diecinueve. Todos ellos fueron asistidos en la casa de socorro de Centro. En el centro sanitario de San Bernardo internaron a Manuel Miguel Avilés, de veintitrés años, y a Jordi Bárquez, también de veintitrés años. El pronóstico de ambos es leve.»
FUENTE: El País
Publicado por Grupo Libertario Pensamiento Crítico en su dossier "Los muertos de la Transición española 1975-1981"
Enlace al capítulo anterior : LOS MUERTOS DE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA 1975-1981. (I)
19 de septiembre de 2018
LOS MUERTOS DE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA 1975-1981. (III) LA MATANZA DE ATOCHA
Francisco Javier Sauquillo Pérez del Arco, Luis Javier Benavides Orgaz,
Serafín Holgado de Antonio, Enrique Valdelvira Ibáñez, Ángel Rodríguez Leal
24 enero 1977
“Toma este boli”, le dijo. “Te va a hacer falta”. Fue un gesto corriente en el tercer piso del número 55 de la calle Atocha. Alejandro, joven abogado laboralista, comunista, alto y barbudo, se lo agradeció y metió el bolígrafo de su compañero Ángel en el pequeño bolsillo de su camisa escocesa. Cuando los dos asesinos cruzaron la puerta, el Inoxcrom metalizado cumplió una labor insospechada. En la segunda oleada de disparos, la bala rebotada que iba a matar a Alejandro no le dio en el esternón sino que impactó lateralmente en el boli. Y, así, por casualidad, se salvó.
Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell es el último superviviente de la matanza de Atocha, el único que, tras el fallecimiento de la también abogada Lola González Ruiz hace un año, sigue con vida. Todavía le pesa, dice, la carga de “no haber muerto aquella noche” de 1977 en la que los pistoleros de ultraderecha entraron en el bufete vinculado a CCOO y al Partido Comunista de España en Madrid y mataron a sangre fría a cuatro letrados y al auxiliar administrativo que le había regalado el Inoxcrom esa misma mañana. Aún se pregunta “por qué yo no”.
Alejandro tiene 68 años. Entonces sólo tenía 29 y era de los novatos: había empezado en el despacho dos años antes, con la trayectoria de un hijo de vencedores (familia burguesa, padre militar) entregado a la causa de los vencidos. A su amigo Luis Javier Benavides (“Luisja”) y a él los veteranos de Atocha los llamaban “jóvenes cristianos”. La fe había sido su puente hacia el comunismo. En concreto, los jesuitas.
Antes de estudiar con ellos Derecho y Económicas en ICADE (la Universidad Pontificia Comillas en Madrid), había llegado a probar la vida monacal durante un año y medio de novicio. En catequesis conoció barrios chabolistas como La Celsa y el Pozo del Huevo; en la universidad entró en contacto con la gente de la izquierda radical. Con su amigo “Luisja” abrió un despacho para atender a los trabajadores y movimientos vecinales de Vallecas y Hortaleza. Con él se acercó a la marxista-leninista ORT, al PCE... Y con él aceptó la oferta de integrarse, en noviembre de 1974, en el bufete de Atocha 49. Poco después, ante la cantidad de trabajo, se expandieron unos pasos más allá, al número 55.
Su trabajo era inmenso: atendían las consultas laborales y relacionadas con la Seguridad Social de “trabajadores de toda clase, edad y condición social”, y amparaban la incipiente movilización de los barrios, sobre todo en temas urbanos y de transporte. Más de mil expedientes al año en incontables carpetas amarillas. Trabajaban como una máquina casi perfecta, siempre entre alfileres, buscando las lagunas de la legislación franquista.
Por las mañanas acudían a hasta diez juicios; los lunes, miércoles y viernes por la tarde recibían a un centenar de trabajadores. Sólo les cobraban si ganaban el juicio (un 10% de la indemnización) y todos ingresaban lo mismo, “unas 70.000 u 80.000 pesetas”, más un extra por hijo. Por las noches preparaban los casos hasta altas horas. Después huían de todo lo que sonara a ley: se iban de copas al pub de Santa Bárbara, a la discoteca el Junco. Ese mismo enero de 1977 estrenaban el despacho. La hoy alcaldesa y entonces letrada del PCE Manuela Carmena era “la madre profesional de todos”: había puesto su nombre al alquiler y comprado colchonetas de flores para renovar las banquetas del salón. Estaban colocados los nuevos teléfonos y, en una pared, el cartel del PCE a favor de la amnistía de los presos políticos, una reproducción del pintor Juan Genovés que se convertiría —quién iba a imaginarlo— en símbolo del crimen y en “el abrazo” de las dos Españas que fue la Transición.
Así, entre la energía desbordante de un grupo de jóvenes abogados que soñaba con cambiar España, llegó la noche fría del lunes 24 de enero. Acababa de terminar una reunión de sindicalistas del transporte y estaba a punto de comenzar otra sobre movimientos vecinales a la que estaba convocada una docena de abogados de fuera y dentro del bufete. La "madre" no estaba allí: había reservado la sala principal, pero esa tarde cambió la cita a Atocha 49 por petición de “Luisja”. Así que a las diez y media de la noche había en el despacho nueve personas. Y llamaron a la puerta. Se levanta el mejor amigo de Alejandro y abre. Entran dos tipos y le hacen retroceder. Van armados con pistolas. Uno lleva un anorak azul y la cabeza tapada con una capucha; el otro va a cara descubierta. Un tercer hombre espera fuera.
—Esas manitas, bien arriba —dice el segundo. (Evoca la frase Alejandro casi como quien repite un doloroso rezo incrustado en la cabeza).
“Nos agrupa a Luisja, Enrique, Lola, Francisco Javier, Luis, Miguel y a mí en la esquina del vestíbulo”, continúa. “El otro va registrando los despachos y arrancando los teléfonos. Parece que se le escapa un disparo. Trae al vestíbulo a Ángel, que se había ido 15 minutos antes pero que subió de nuevo al darse cuenta de que se había olvidado un Mundo Obrero en la oficina, y a Serafín (estudiante en prácticas), que estaba acabando un trabajo en su mesa”.
El de la cara descubierta pregunta por “el de las pecas, el andaluz”. Buscan a Joaquín Navarro, el líder sindical que acaba de salir victorioso de una huelga del transporte liderada por CCOO. Luis Javier les dice que no saben nada. Ellos insisten: “Dónde está ese Navarro. Es mejor para vosotros que nos lo digáis”. No piensan los mártires que la cosa va a acabar mal. Piensan que sólo quieren asustarles.
“Pero empiezan a disparar salvajemente sobre nosotros. La primera oleada de disparos nos tira a todos al suelo o a los bancos. Y, cuando ya estamos tirados, nos vuelven a rematar. Uno a uno”. “A mí me entra un balazo en el boli que llevo en la camisa y me hace caerme al suelo. Mi compañero Enrique cae sobre mí. Su cuerpo fue mi último refugio frente a la muerte”.
Alejandro, con cuatro balas en la pierna derecha, se hace el muerto. Espera. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho... Los asesinos se marchan del infierno, que es un enorme charco de sangre. Nueve, 10, 11, 12, 13, 14, 15... Alejandro levanta el cuerpo de Enrique para incorporarse. A su alrededor, el horror.
Los vecinos, barrenderos y policías que entraron en aquella sala quedaron conmocionados. Los primeros informadores que llegaron al lugar, un periodista y un fotógrafo de Pueblo, hasta olvidaron la exclusiva, según cuentan Jorge M. Reverte y su hermana Isabel Martínez Reverte en el libro La matanza de Atocha que acaba de publicar La Esfera de los Libros.
Alejandro matiza. No fue una matanza: fue “una ejecución a sangre fría”, “lo más parecido a los fusilamientos del 2 de mayo en el cuadro de Goya”. Esta vez con cinco vidas segadas: los abogados Luis Javier Benavides Orgaz, Enrique Valdelvira Ibáñez y Francisco Javier Sauquillo Pérez del Arco; el estudiante al que sólo le faltaba una asignatura para acabar Derecho, Serafín Holgado de Antonio, y el ángel del bolígrafo, Ángel Rodríguez Leal.
Las heridas personales fueron largas y profundas para los cuatro supervivientes. Alejandro renació en una nueva vida llena de miedo. Con cada pisada tras de sí pensaba que lo seguían para matarlo. “Hasta los 90 no pude entrar en ningún lugar público y sentarme de espaldas a la puerta. El trauma se me quedó”. Revivía la masacre con cada asesinato: de la extrema derecha, los Grapo, ETA. Recibió tratamiento psiquiátrico. Anduvo muchos años perdido. Atocha le había robado su “identidad personal”.
Primero dio clases en la Universidad de Vigo, pero no quisieron darle estabilidad porque contratarle era una decisión “demasiado política”. Después lo intentó de nuevo como abogado con su compañera superviviente Lola González Ruiz, se doctoró... Se separó de la religión y del PCE. El 23-F lo vivió como asesor del PSOE en el primer Congreso democrático. También trabajó en las primeras Cortes de Castilla y León. Fue periodista, investigador... Vivió durante un tiempo en una comuna con su novia y otras cinco parejas. No encontraba lo suyo. A menudo y durante largas temporadas se escapaba de Madrid en urgente huida al mundo rural. Rodeado de la naturaleza en pueblos de Ávila hizo de todo: vendimió, recogió castañas, higos...
En aquella búsqueda, pocos años después del atentado, estaba en Santa Cruz del Valle, un pueblecito silencioso de la Sierra de Gredos, cuando se encontró con la enfermera que lo había cuidado en la planta 14 del hospital Primero de Octubre (el actual 12 de Octubre). Se llamaba Lola Escribano y, como él, huía de “la algarabía” de la capital. Dice Alejandro que la enfermera le ayudó a “cerrar las heridas del 77”. A ella le entregó el Inoxcrom que le había salvado. “Me liberé de una carga muy fuerte”, afirma. No quiere volver a verlo.
Desde 2007 da clases de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba. Sus alumnos le preguntan por Atocha; no saben muy bien qué fue aquello.
—Podemos, el partido que ha encumbrado a Manuela Carmena, dice que España es un régimen y que la Transición fue una simple perpetuación de la dictadura.
—Se equivocan. La democracia fue conquistada y muchos se jugaron la vida y la perdieron por ello. Eso no lo puede borrar nadie. (Alejandro no necesita más repreguntas: es un torrente indignado). ¿Que ésta es una democracia falseada por la casta? Es cierto que la democracia española está bajo mínimos y que es necesario reformar la Constitución, pero de ahí a considerar la Transición como un error... No, no. Se hicieron muchas cosas. (...) ¿Lola y Luisja fueron casta? No puedo aceptarlo. (...) Hablan del “régimen de la Transición”. El régimen de Franco se rompió. Se rompió y costó muchas vidas.
En esa ruptura progresiva amenazada por las armas, el Gobierno de Adolfo Suárez encargó una investigación policial seria. En el juicio de 1980, en el que radicales fascistas insultaron a los muertos y a los vivos (“Los acusados parecíamos nosotros”, recuerda) y cantaron el Cara al sol, los abogados de la acusación —entre ellos, Cristina Almeida y José Bono— lograron condenar a cinco personas, aunque no consiguieron su objetivo político: demostrar que tras ellas había una trama organizada por la extrema derecha para provocar un golpe de Estado y abortar la Transición.
Fue condenado como inductor del crimen Francisco Albadalejo Corredera, secretario provincial del Transporte, que quería dar un escarmiento al líder de la huelga organizada por CC.OO, el pecoso Navarro... También fueron castigados dos cómplices: Leocadio Jiménez Caravaca, ex combatiente de la División Azul, y Gloria Herguedas, novia de uno de los pistoleros. La pena máxima se les aplicó a los dos falangista que dispararon: José Fernández Cerrá (de 31 años), el que iba a cara descubierta, y Carlos García Juliá (10 años menor), el del anorak. Fernando Lerdo de Tejada (de 23), que aquella noche esperaba a la entrada, se fugó en un extraño permiso concedido por el juez y aún se desconoce su paradero.
Cuentan los Revertes en La matanza de Atocha que antes de matar, los tres cruzados se citaron en un bar y bebieron y bebieron... y se dijeron que todo lo iban a hacer por España. Pretendiendo lo contrario, fue así: la respuesta pacífica del PCE a aquel salvaje atentado, con un funeral tan multitudinario como silencioso, empujó a Suárez a atreverse con la legalización del partido […]»
FUENTE: El Mundo / Ya
Publicado por Grupo Libertario Pensamiento Crítico en su dossier "Los muertos de la Transición española 1975-1981"
CAPÍTULOS ANTERIORES
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada