dijous, 8 de novembre del 2018

Niños robados: el último legado de Hitler

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La maternidad de Peñagrande de Madrid

Los nazis experimentaron con la eugenesia para crear una raza superior. El franquismo lo hizo con los bebés robados con la idea de formar un español moralmente superior”. Para Neus Roig, presidenta del Observatorio de las Desapariciones Forzadas de Menores (ODFM), el origen de la sustracción de los recién nacidos de su madre de está en la Alemania de Hitler.
Su libro, No llores que vas a ser feliz (Ático de los libros), ya ha agotado su primera edición. El volumen es el resultado de años de estudios en los que ha analizado más de 500 casos desde el final de la Guerra Civil hasta 1996, cuando se prohibió el parto anónimo. Cree que en España pudo haber más de 30.000 casos.


Visitamos con Neus Roig, autora de ‘No llores que vas a ser feliz’ (Ático de los libros), la maternidad de Peñagrande de Madrid. Un “centro de reeducación” para madres solteras embarazadas, creado por el franquismo, donde se produjeron numerosos abusos.Vídeo: G. M. Piantadosi

Una paternidad espiritual que el controvertido psiquiatra franquista y ultracatólico, Antonio Vallejo-Nágera, trajo a España en 1938 desde Alemania con el objetivo de “liberar la sociedad de una plaga tan temible como el libertinaje y del ‘gen rojo’”.
“La separación forzada empezó como un delito represivo en contra del perdedor de la guerra, se convirtió en una forma de reeducación de las madres solteras de mano de la Iglesia católica y acabó como un negocio: cuando alguien estaba dispuesto a pagar por un bebé, se quitaba sin tener en consideración los daños que podía hacer a esta criatura”, apunta Roig a el El Independiente.
El título del libro se refiere a una carta que encontró cuando se puso a investigar los casos de niños adoptados en la Maternidad de Peñagrande. Uno de los institutos perteneciente al Patronato de la Mujer, una institución bajo la protección de Carmen Polo, la esposa del dictador. Se creó como centro de acogida para madres solteras pero acabó convirtiéndose en una cárcel para madres solteras. Estaban recluidas ahí durante el embarazo y hasta que encontraran marido o el niño fuera dado en adopción. “Pero no todas las adopciones eran consentidas. A algunas se les decía que el niño había muerto para facilitar la separación”, dice Roig.
Revestían de caridad la violencia. Consideraban que era un bien dar el bebé a una familia mejor
Uno de los niños, crecido en la institución, le enseñó una carta “de una crueldad extrema”, subraya la autora: “No llores, tendrás unos padres que te van a querer más que nadie, por supuesto más que yo”. Roig descubrió otras cuatro cartas idénticas en el contenido y en la factura, todas con firma ilegible. “Es de suponer que se entregaban a los niños para que dejaran de buscar a sus madres biológicas”, explica Roig.
La Iglesia tuvo un papel central y carga con una responsabilidad parecida a la que tiene en la cuestión de los abusos sexuales. “Revestían de caridad la violencia. Consideraban que era un bien dar el bebé a una familia mejor”. Para Roig la sentencia del doctor Vela, hasta ahora el único juicio celebrado sobre un caso de una niña robada, demuestra que muy difícilmente se llegará a esclarecer algún tipo de verdad.
“Nadie hablará ante una impunidad garantizada de antemano por la prescripción. Es el Estado el que debería pedir perdón y buscar la vía para el reencuentro. No va a ser fácil sentar a la misma mesa una madre biológica y otra embarazada de cojines, aunque de por medio haya un adulto que le pertenezca a ambas, pero no se puede dejar de buscar”.