divendres, 22 de febrer del 2019

80 años de la muerte de Antonio Machado en Cotlliure.








http://www.rtve.es/alacarta/videos/documentales-en-el-archivo-de-rtve/biografia-antonio-machado/2395130/

https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2019/02/22/5c6ef781fdddff37318b45d8.html

Los últimos días de Antonio Machado y la culpabilidad escondida de su hermano Manuel




El cuerpo de Antonio Machado, envuelto en la bandera republicana, el 22 de febrero de 1939 en Colliure (Francia).
Hoy se cumplen 80 años de la muerte del autor de 'Campos de Castilla'. Con ese motivo se le recuerda con una muestra que subraya la estrecha relación con su hermano mayor, que se mortificó por su triste final en el exilio
Antonio Machado murió pasadas las tres de la tarde, un Miércoles de Ceniza, el día 22 de febrero de 1939, en la pequeña localidad costera de Colliure, al sur de Francia. Había traído consigo una pequeña cajita de madera con tierra que había recogido antes de cruzar la frontera y una tarde, hablando con la dueña de la pensión que lo acogió a él y a su familia, le dijo:
-Es tierra de España. Si muero en este pueblo, quiero que me entierren con ella.
Su hermano José y su cuñada Matea cumplieron su deseo, y en el ataúd, junto al traje en el que fue amortajado, vertieron la tierra que el poeta había traído consigo. Tres días después murió su madre, doña Ana Ruiz. Y cuando la noticia llegó a España hasta los periódicos franquistas se hicieron eco de la noticia y pontificaron la hondura literaria del autor de Campos de Castilla. Aquellos días, en Londres, el periódico The Times publicó una necrológica donde subrayaba: "A diferencia de muchos intelectuales, quienes, habiendo abrazado al principio la República, transfirieron poco a poco sus simpatías a los nacionalistas, Machado siguió fiel a la causa republicana hasta el final".
Este viernes se cumplen 80 años de la muerte del poeta y la ciudad donde nació lo recuerda con una exposición titulada Los Machado vuelven a Sevilla, organizada por la Fundación Unicaja, donde se exhiben los últimos documentos adquiridos por la institución. Los Machado, en realidad, son dos: el poeta don Antonio y su hermano mayor Manuel, que corrió distinta suerte.
Cuando supo de su muerte, Manuel estaba en Burgos. De inmediato, en un coche oficial al servicio del régimen franquista, puso rumbo a Francia y llegó a las exequias. Allí se entera de que su madre también ha muerto. Roto por el dolor, la familia se separa y su hermano José, declarado antifranquista, no volverá jamás a verlo.
De regreso a Madrid, Manuel se encierra en compañía de su esposa Eulalia Cáceres y se sume en un estado de tristeza y escondido sentimiento de culpabilidad que lo acompañará hasta su muerte el 19 de enero de 1947. Ese día su cuerpo es trasladado al vestíbulo de la Real Academia Española y a la mañana siguiente es sepultado en la Almudena con honores de Estado.


En la exposición que inaugura el nuevo centro de la Fundación Unicaja ha abierto en la capital andaluza los documentos expuestos dejan entrever la estrecha relación que Antonio y Manuel mantuvieron a lo largo de su vida, y cómo ese cariño y el compromiso de ambos por la literatura los llevó a escribir obras de teatro juntos. De hecho, en las vitrinas de la muestra está presente la obra titulada La diosa razón, inédita hasta la fecha.
Leer con atención los manuscritos expuestos -una selección de los 4.750 documentos que la Fundación Unicaja custodia y cuyo último lote, disperso entre Madrid, Santiago de Chile y Praga, adquirió el pasado año a los herederos de la familia- es recrear la biografía dispar de ambos. Hay cartas que el autor de Juan de Mairena remite a su madre y donde se transparenta la estrecha relación que mantuvo con ella. Cuando el poeta contrae matrimonio con Leonor Izquierdo en Soria, donde ejercía de profesor de gramática francesa, la joven remite una carta a su suegra contándole sus esfuerzos por recobrar la salud. Leonor muere como el olmo seco que hay a las puertas de aquel cementerio, y su esposo, sumido en la desesperación, se recluye en Baeza donde confía a Unamuno el desierto espiritual en el que se halla.
Pasan los años, se editan sus poemarios y escribe junto a su hermano Manuel. De todos esos periodos la exposición está llena de datos y anécdotas, como aquellas cartas con Guiomar, entre Madrid y Segovia, donde ambos se confiesan su amor. Pero la vida de don Antonio parecía predestinada a la frustración. No queda a la vista, pero hay en la exposición un sentimiento de dolor que es difícil disimular.
Esa premonición de fracaso se transparenta en el verso alejandrino que su hermano José encontró en el viejo gabán del poeta muerto en el exilio. En un trozo de papel arrugado don Antonio había escrito: "Estos días azules y este sol de la infancia".



El último cielo azul de Machado

La tumba del poeta en Cotlliure se ha convertido en un símbolo del exilio republicano

Rememorando a Antonio Machado con 10 de sus mejores versos



El último cielo azul de Machado
La tumba de Machado en Cotlliure se ha convertido en un lugar de peregrinación laica. Arriba, entierro del poeta, con el féretro rodeado por oficiales republicanos (Pere Duran / NORD MEDIA)
En la tumba de Antonio Machado en Cotlliure nunca faltan flores, banderas republicanas y cartas y dibujos, que desde hace unos años se depositan en un buzón para ser conservados. El poeta andaluz que hizo famosa la trágica frase de que “una de las dos Españas ha de helarte el corazón” murió un 22 de febrero de 1939 y descansa en este pequeño cementerio, muy cerca del mar.
Machado llegó a Cotlliure, como uno más de aquellos miles de refugiados que huyan del ejército franquista en lo que suponía la caída de Catalunya y un anticipo de la caída definitiva de la República española. Llegó enfermo y agotado y murió un mes después. Fue enterrado al día siguiente y el féretro llevado a hombros por oficiales y soldados de la segunda brigada de la Caballería Republicana, confinados en el Fort Mirador y el Château Royal.

Nuevos recuerdos

La Fundación Machado, creada en 1977, recopila las cartas y los dibujos que se dejan en la tumba

Inicialmente fue sepultado en un panteón prestado, pero en 1958, tras una suscripción dirigida por otro exiliado, Josep Maria Corredor, sus restos se pudieron trasladar a la tumba actual, en un terreno cedido por el Ayuntamiento. Personalidades como Pau Casals, Albert Camus, René Char o André Malraux hicieron donativos.
Desde entonces en este sencillo cementerio, todo el año hay flores que se renuevan y dedicatorias escritas de niños y de adultos que la Fundación Antonio Machado, creada en 1977, recopila. Se ha convertido en un lugar de peregrinación laica. Posiblemente por eso, en 1958 y en 1966, las autoridades franquistas intentaron el traslado de los restos del poeta a España. Afortunadamente la familia se opuso y allí sigue, como símbolo de la retirada y del exilio español en tierras francesas. El año pasado se inauguró también una mediateca-biblioteca en Cotlliure que dedica uno de sus pisos a su memoria. Y desde el 2009 se ha constituido una asociación de villas machadianas de la que forman parte Sevilla, Soria, Baeza, Segovia, Rocafort (Valencia) y Cotlliure. Falta sorprendentemente Barcelona.
Entierro del poeta, con el féretro rodeado por oficiales republicanos
Entierro del poeta, con el féretro rodeado por oficiales republicanos (ARCHIVO ABC)
“Se trata de un viejo poeta que es en España lo mismo que Paul Valéry en Francia y que se encuentra enfermo”. Más o menos con esas palabras el escritor Corpus Barga convenció a la gendarmerie de que diesen trato de favor a Machado tras pasar la frontera. El justo para pasar la primera noche en un vagón de tren que estaba en una vía muerta de la estación de Cervera. Cuentan que aquella noche, Machado le preguntó a Carles Riba si podía empeñar su reloj para obtener unos francos franceses con los que pagar un café.
Al día siguiente pudieron llegar en tren a Cotlliure y Machado, su madre, su hermano José y su cuñada, junto con Corpus Barga, le pidieron al jefe de estación Jacques Baills un lugar donde hospedarse. Les recomendó el hotel ­Bougnol Quintana, donde él mismo se alojaba. Había llovido y la riera Douy, que pasa al lado de esta pensión, les obligó a dar un rodeo. Antonio y su madre tuvieron que hacer parada en una mercería atendida por Juliette Figuères, quien les hizo entrar y les obsequió con un café con leche. Fue también Juliette quien la noche de su muerte cosió una bandera republicana con la que se envolvió el féretro.

Junto al hotel Quintana

En el 2018 se inauguró la mediateca-biblioteca de Cotlliure que rinde homenaje al poeta

Otra de las personas que los atendió fue Pauline Quintana, propietaria del hotel. Fue ella quien contó la anécdota que un día, al ver que los dos hermanos bajaban por separado a desayunar y preguntar la razón, le confesaron que sólo disponían de lo puesto, y que cuando lavaban una de las camisas al no tener de repuesto esperaban que el otro regresara para cambiarse.
No parece que durante estos día Machado llegase a escribir casi nada. Le preocupaba su salud y la de su madre, que yacía en la cama y que iba a fallecer tres días después que él. Le inquietaba la suerte de su hermano Manuel, que se había quedado en el bando franquista, de otro hermano del que nada sabía, y de los hijos de José trasladados a Rusia.
Esos detalles últimos se conocen gracias a las diversos estudios publicados. Justo es reconocer los nombres de Jacques Issorel, Xavier Febrés, Ian Gibson, Monique Alonso, Antonio Tello, Serge Barba... Ellos han preservado la memoria de este símbolo. Esta semana el historiador Ian Gibson ha pedido también que el hotel Quintana, que se halla en venta, sea comprado por las administraciones francesa y española.
José Machado escribió que aprovechando un día soleado su hermano le pidió que bajaran hasta el puerto para ver el mar. Una vez allí, al contemplar las casitas de pescadores, Antonio le comentó: “Quien pudiera vivir ahí, tras una de esas ventanas, libre ya de toda preocupación”.
Unos días después de su muerte, José encontró un papel arrugado en el gabán de Antonio en lo que parecía ser su último verso: “Estos días azules y este sol de la infancia...”.


Antonio Machado, el exilio que aún duele

La figura del autor mantiene su vigencia como icono de la división de España.Ian Gibson publica una nueva biografía del poeta, símbolo de la España republicana



Antonio Machado, en Villa Amparo en la localidad valenciana de Rocafort, poco antes de trasladarse a Barcelona en abril de 1938. - EL PERIÓDICO
    
ELENA HEVIA
21/02/2019

Atento a los detalles, en un momento en el que los símbolos cotizan al alza, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, visitará el domingo la tumba de Antonio Machado en el minúsculo cementerio de Collioure, en Francia. Lo que año tras año ha sido una celebración intensa pero íntima de carácter más bien popular (nunca faltan las flores encima de la losa, ni cartas en el buzón anexo habilitado para ello) se convertirá en un acto oficial en el 80 aniversario de la muerte del poeta, que se cumple este viernes. Sánchez será el primer presidente español en activo que visite la tumba de Machado y lo hace en un momento clave, cuando se radicalizan en el discurso social aquellas dos Españas de las que se dolió en sus versos. El poeta, es sabido, fue el rostro singular y humano de las 465.000 personas, 170.000 de ellas civiles, obligadas a cruzar la frontera con Francia tras la toma de Barcelona por las tropas franquistas y a la vez representante de un republicanismo autonomista laico y progresista que aunque hoy en horas bajas fue, no hay que olvidarlo, el bando de los perdedores.

El pasado lunes, Ian Gibson uno de los estudiosos de su figura, visitó una vez más el pueblecito costero que se ha mantenido sorprendentemente a salvo de los embates turísticos. Con su nuevo libro bajo el brazo, ‘Los últimos caminos de Antonio Machado’ (Espasa), refundición del anterior ‘Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado’, el hispanista pasó por los enclaves de la localidad.  La estación de ferrocarril donde llegó el poeta procedente de la de Cerbère acompañado de su amigo el periodista Corpus Barga, su hermano José, su cuñada Matea y la madre Ana Ruiz, que a sus 90 años estaba profundamente perdida en su pasado y preguntaba insistentemente "¿ya llegamos a Sevilla?". La placita donde se situaba la mercería en la que la familia se refugió mientras esperaban un taxi y en la que su propietaria Juliette Figuères les ofreció café con leche y mucha ayuda, hoy convertida en tienda de vinos para gourmets. La pensión Bougnol-Quintana, donde el poeta muy enfermo, posiblemente de neumonía, vivió apenas 26 días hasta el de su muerte, actualmente un edificio cerrado desde hace dos décadas a la espera de que los herederos y las autoridades españolas y francesas lleguen por fin a un acuerdo económico y decidan convertirla en museo y centro de estudios. El puerto, por donde el poeta paseó su frágil salud de hombre asmático, gran fumador y con una afección cardiaca crónica: por allí se asomó al mar un par de veces para observar las casas de los pescadores y envidiar la tranquilidad de aquella gente sencilla. Y, naturalmente, el cementerio, donde apenas cruzada la entrada está situada la tumba donde yacen el poeta y su madre, que murió solo dos días después.

Sobre esa losa Gibson deposita claveles rojos. "Creo que Machado tiene todavía mucho que decir a los españoles de hoy porque es un ejemplo de seriedad intelectual y de honradez. En sus poemas y también en su prosa, que es bastante desconocida, todo gira sobre la España que debe transformarse, la España que no dialoga y eso es algo que tiene una absoluta vigencia hoy en día", dice.

DE MADRID A BARCELONA



La historia de Machado, hoy convertido en mito, es la de tantos exiliados. Su trayectoria, paradigmática. Tozudo e introvertido, posiblemente porque no quiere obligar a su madre a un enojoso traslado, se resiste a abandonar Madrid cuando se produce el golpe de Estado franquista. Su permanencia allí es también un refrendo a la legalidad de la República y a su admirado Manuel Azaña (unidos en el exilio francés, Sánchez también visitará el domingo la tumba del presidente en Mountaban). Finalmente, cuando su último amor, Pilar de Valderrama, Guiomar para la literatura, se marche con su marido al Portugal salazarista, el poeta accede a que lo evacuen a Valencia donde asistirá al Congreso de Intelectuales Antifascistas. La estación siguiente en su vía crucis será Barcelona. Ocho meses pasó allí desde abril de 1938. La primera localización es la suite 209 -hoy 214- del Hotel Majestic -donde años antes se había alojado también García Lorca-, pero el poeta, rodeado de aquel lujo y quizá de quintacolumnistas, no se siente a gusto. Lo instalan entonces en un decadente y polvoriento palacio del siglo XVIII, la Torre Castanyer, propiedad de familia Güell, en el paseo de Sant Gervasi. Allí Machado colabora en la prensa catalana, relee a Maragall y Verdaguer, amén de autores de su tiempo, como el poeta Carles Riba, a quien más tarde encontrará en su huida.

Los Machado apuran mucho en Barcelona y solo se deciden a marchar tras los bombardeos cuatro días antes de la caída de la ciudad, el 26 de enero de 1939. En un coche propiedad del doctor Puche Alvárez y acompañados de una ambulancia que en este caso servía para trasladar a otros intelectuales, entre ellos el filósofo Joaquim Xirau, amigo de la familia , toman la carretera de la costa pasando por Masnou hasta llegar a Malgrat donde se desvían hacia el interior en dirección a Girona. Un poco más allá, acceden a una masía situada en Raset, muy cerca de Cervià del Ter, que poco a poco se va llenando de refugiados ilustres como Corpus Barga, Carles Riba, Josep Pou i Pagès y el doctor Joaquim Trias i Pujol. José Royo Gómez, geólogo y paleontólogo valenciano, científico de fama internacional, le hizo allí una foto junto a su hermano José y otros refugiados; será la última que lo retrate vivo y en ella ya es patente el deterioro físico del poeta que tan solo tenía 63 años aunque pareciera tener 20 años más.

MANTENER EL DECORO

Tras pasar una noche en Viladasens alcanzan la frontera por los intrincados y peligrosos caminos de Cadaqués y Port de la Selva, allí se suman a la corriente de hombres, mujeres y niños que se trasladan a pie bajo la tramontana y una lluvia helada.  Los bombardeos les obligan a parar y refugiarse en las cunetas. Cuenta José Machado que su hermano dijo entonces que “era natural tener miedo pero que aunque no fuese más que por decoro no había que dar este espectáculo y que si le cayera una bomba, como esta llevaba la solución del problema vital, no había que darse tanta prisa”.

En la estación de Cerbère, donde llegan a pie, porque los conductores los dejan muy cerca de la frontera, se salvan por muy poco de ser trasladados a un campo de refugiados. Corpus Barga se hace cargo del asunto, deja a la familia en la estación y consigue recomendaciones y dinero. Poco antes, el poeta se ha vuelto a encontrar con Carles Riba a quien pregunta dónde puede vender su reloj. Riba, camino de París, se apiada y al tiempo que le estrecha la mano le alarga unos billetes. “No venda usted su reloj”, le dice.

Durante ese camino que acabaría para él 30 kilómetros al norte, en Collioure, Machado, al igual que Walter Benjamin un año más tarde, perdió su maleta. ¿Qué llevaba en ella? Gibson sostiene que uno de sus bienes más preciados, las cartas de Guiomar: "Sé que las llevó a Valencia, no tiene sentido que las dejara en Barcelona, es muy posible que estuvieran ahí". ¿Qué ocurrió con ellas? Es bonito pensar que en alguna consigna perdida y cubierta de polvo la maleta de Machado y la de Benjamin pudieran haber estado una muy cerca de la otra.