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Vista de la exposición itinerante “Rotspanier”. Foto: Dokumentationszentrum NS-Zwangsarbeit
Una exposición recuerda en Berlín por vez primera la memoria de los “españoles rojos” que acabaron en las colonias francesas. Miles de refugiados republicanos padecieron un periplo de trabajos forzados en Francia, el Norte de África y Alemania para luchar durante décadas por un reconocimiento y reparación que, en muchos casos, no llegó. En la apertura participó el embajador español en Alemania, que hizo malabares discursivos.
La historia de Celestino Alfonso Matos no es muy conocida, y eso que asesinó a Julius Ritter, el responsable para el Servicio de Trabajo Obligatorio de las temidas Schutzstaffel (SS) alemanas en toda Francia. Pierrot, que era el apodo de Matos, era carpintero y había sido Comisario político de la segunda Brigada Internacional. Tras la guerra civil española, se había refugiado en Francia, donde fue internado en un campo en Saint-Cyprien y más tarde deportado a Berlín. Consiguió huir pero para acabar siendo fusilado en Francia.
La historia de este comunista y la de otros 140.000 refugiados republicanos es recogida por una exposición bajo el título de “Rotspanier”, que es el nombre que los Nazis dieron a los republicanos y significa “españoles rojos”. La muestra está abierta en Berlín desde el jueves 3 de junio en el Centro de Documentación para el Trabajo Forzado durante el Nacionalsocialismo.
Junto con la asociación francesa Ay Carmela, fundada por un antiguo trabajador forzado y otros familiares de víctimas en Burdeos, los historiadores Peter Gaida y Antonio Muñoz Sánchez han querido contar la historia de los huidos tras la guerra. Personas que padecieron, en especial en Francia y en Alemania, así como en las colonias francesas del norte de África, el internamiento en campos de trabajo forzado. “Con el argumento de no abrir viejas heridas en la sociedad española, la democracia restaurada después de 1975 no acomete una revisión crítica de la guerra civil”, asegura el texto de una de las columnas iluminadas que componen la exhibición.
“Tenemos una ley de memoria histórica desde 2007”, decía el embajador español Ricardo Martínez Vázquez en la apertura de la exposición el jueves... y poco más. Porque sabe que los trabajos forzados durante el franquismo ni han sido investigados en profundidad ni sus víctimas han sido compensadas. Martínez Vázquez aseguró, sin embargo, que la exposición berlinesa “para un español es muy importante”, recordó que “Franco no tuvo ningún interés” en la memoria de estas personas y que ello fue “uno de los motivos” por los que cayeron en el olvido.
“Abandonamos a los refugiados españoles frente al fascismo italiano, portugués y alemán”, explicaba el presidente de la asociación Ay Carmela Emmanuel Dorronsoro
Martínez escogió muy bien las palabras, evitando hablar de la guerra civil, término discutido en Alemania, donde hay historiadores que la llaman “Guerra Española”, por la evidente intromisión extranjera. También omitió el decisivo papel de Alemania, que sí se menciona en la exposición. El régimen nazi fue responsable directo de la victoria de Franco y, por tanto, de la propia existencia de los refugiados, a los que la Legión Cóndor incluso llegó a bombardear. Hoy aún hay una avenida dedicada a la Legión Cóndor en la capital alemana, el Spanische Allee.
El embajador está acostumbrado a esos malabares diplomáticos. En septiembre participó en el homenaje anual a las Brigadas Internacionales.
Los republicanos huyeron de la muerte y la cárcel, también del trabajo forzado durante la dictadura de Franco. Decenas de miles pasarían por el sistema de campos de trabajo alemanes y franceses. Esto fue objeto de discusión en Berlín el pasado mes de marzo en el Instituto Cervantes en un programa hecho en cooperación con el Museo que ahora expone la muestra. Con una charla en la que participó el historiador Nicolás Sánchez Albornoz, que estuvo preso y tuvo que participar en la construcción del Valle de los Caídos, dieron un repaso a la impunidad de los crímenes franquistas en ese terreno.
Republicanos españoles en las colonias francesas
“Abandonamos a los refugiados españoles frente al fascismo italiano, portugués y alemán”, explicaba el presidente de la asociación Ay Carmela Emmanuel Dorronsoro en la presentación de esta exposición en Burdeos. Y eso, a pesar de que “muchos españoles fueron actores y no solo víctimas”, ya que participarían más tarde en la liberación de Francia del fascismo, como explica Gaida.
“Deseamos que nuestra exposición contribuya a que el gobierno francés reconozca a los españoles que fueron utilizados mediante el trabajo esclavo”, explica Gaida
Pero se conoce poco que el régimen colaboracionista de Vichy empleó a los refugiados republicanos para construir grandes proyectos arquitectónicos, no solo en Francia, sino también en Túnez, Marruecos o Argelia. “Deseamos que nuestra exposición contribuya a que el gobierno francés reconozca a los españoles que fueron utilizados mediante el trabajo esclavo”, explica.
Ya en 1939, Francia decidió que los refugiados tenían que contribuir a defender el país o aceptar un servicio de trabajo obligatorio. 90.000 republicanos fueron destinados a diferentes destinos para la economía de guerra, de los cuales 50.000 trabajaron en las Compañías de Trabajo Extranjero (CTE), unidades de trabajo militarizadas.
Los enviaron a reforzar la línea de combate construyendo fortificaciones. Cuando la Wehrmacht ocupó Francia, se produjeron las primeras deportaciones y miles de españoles terminaron en Alemania en trabajos forzados o en campos de exterminio como el de Mauthausen.
Poco después el régimen autoritario de la parte francesa no ocupada por los nazis y dirigida por el mariscal Phillipe Pétain envió 76.000 judíos y 86.000 franceses y extranjeros a los campos de concentración nazis, además de imponer un Servicio de Trabajo Obligatorio. “Durante cuatro años más de 30.000 españoles (…) son obligados a trabajar sin sueldo y bajo condiciones extremas en la agricultura o en la industria”, detalla la exposición, que recoge cartas, comunicados oficiales, informes y fotos poco conocidas de este capítulo del exilio español.
El internamiento en campos de trabajo en Argelia, así como el empleo de mano de obra forzada republicana en la construcción del proyecto colonial del tren “Trans-sahariano” por el norte de África son otros de los aspectos centrales de la exposición. El trabajo forzado en la organización alemana Todt, que construyó autopistas y fortificaciones gracias a los reclusos en sus campos de trabajo, pero también la construcción de búnkers forman parte del repaso que los historiadores Gaida y Muñoz Sánchez hacen al periplo penoso de miseria, abusos y malos tratos recibidos por los republicanos. Ambos llevan décadas trabajando sobre el tema que les ocupa.
Gaida es el experto por excelencia de los campos de trabajos forzados en la Francia de Vichy y tiene una cercanía a las asociaciones de familiares de las víctimas que le ha permitido conocer historias personales que han enriquecido esta y otras exposiciones, así como sus libros monográficos sobre el trabajo forzado en las colonias francesas o sobre el Muro del Atlántico, el gigantesco proyecto con el que Adolf Hitler trató de evitar la invasión marítima en las costas francesas.
Muñoz Sánchez ha investigado la historia de las indemnizaciones a los republicanos en Alemania y el trabajo forzado de portugueses en el régimen nazi. Su trabajo conjunto en la exposición “Rotspanier” muestra el recorrido penoso del exilio republicano en el Tercer Reich y en Francia.
Una exposición con vocación educativa muy exigente
Uno de los dos historiadores que han elaborado la exposición, el doctor Peter Gaida, explica a El Salto que la intención de la exposición es dar a conocer la historia de los miles de republicanos que no eran destacados comunistas y que acabaron como trabajadores forzados no solo en Alemania, sino también en Francia. Y que, además, este último país nunca les ha reconocido oficialmente ni compensado, algo que sus familiares reclaman desde hace décadas.
Lo cierto es que la vocación inequívocamente educativa de la exposición, que cuenta con una página web en tres idiomas en la que hay también actividades escolares para trabajar la materia en clase, vídeos y fotografías, es muy exigente con el visitante. Se presuponen conocimientos, como en el caso de Mauthausen, en el que el historiador no ha querido hacer hincapié por ser algo más conocido y estudiado y, por ello, asegura, habría sido redundante. No se menciona a Francesc Boix, que aunque es muy conocido en España, no lo es tanto en Alemania y ello a pesar de que sus fotos fueron usadas en el juicio de Núremberg para poder condenar a algunos de los responsables.
Además, hoy día da la impresión de que las cuatro décadas de existencia de la República Democrática Alemana (RDA) han desaparecido de la historia. A veces los historiadores no se molestan en nombrar lo que ocurrió durante este periodo en la mitad de Alemania, ni siquiera para criticarlo, como podría haber sido el caso en esta exposición. Tan solo se menciona que “en el este de Alemania se recuerda la memoria de las Brigadas Internacionales”.
En el caso de la RDA, las Brigadas Internacionales fueron uno de sus mitos fundacionales, y el país, autodeclarado como antifascista, a diferencia de la República Federal, no se consideraba a nivel legal como sucesora del tercer reich, por lo que en un primer momento se negó a pagar reparaciones de guerra. Los participantes en las Brigadas eran considerados héroes nacionales y algunos de ellos compartieron destino con los republicanos en los campos franceses y alemanes y después recibieron pensiones por ser víctimas del nazismo. Hubo algunos españoles que consiguieron asilo político en la RDA por haber combatido contra el fascismo, pero la admisión de solicitudes estaba condicionada, eso sí, al parecer, por su filiación política y el visto bueno del Partido Comunista de España.
La exposición itinerante, que ya había sido mostrada en Francia, ha sido financiada por un organismo público alemán, la Fundación “Recuerdo, responsabilidad y futuro”, que se fundó en 2000 para compensar a los trabajadores forzados del Nacionalsocialismo alemán y para “promover proyectos de reconciliación”. Después de que las víctimas de trabajos forzados del nazismo se pasasen décadas reclamando una compensación y de que el estado alemán rechazase sus peticiones una y otra vez, éstas fueron reconocidas cuando buena parte de los afectados ya había fallecido. Ahora Alemania da lecciones de memoria a Francia con esta exposición.
La investigación puede visitarse hasta el 31 de noviembre en el Centro de Documentación para el Trabajo Forzado durante el Nacionalsocialismo (Dokumentationszentrum NS-Zwangsarbeit), en el barrio de Treptow-Köpenick en la calle Britzer Straße número 5. La entrada es gratuita y el museo está adaptado para personas con diversidad funcional.
El museo es el único campo de trabajo forzado que se conserva en Berlín y dispone de dos exposiciones permanentes muy recomendables en las que se puede conocer las historias de los italianos encarcelados allí como presos de guerra, así como sobre el fenómeno del trabajo forzado durante el nazismo. Después de su paso por Berlín se espera que, si la pandemia lo permite, dicha exposición vuelva a Francia para ser expuesta después en Barcelona y, con suerte, en otras ciudades españolas.
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