Cuando hace dos años el matrimonio formado por François y Liliane Gómez empezó a subir las escaleras que conducen al Museu Nacional d'Art Catalunya (MNAC), levantó la mirada y ahí estaba la imagen. “¡Es la tía Anita!”, se dijeron ambos, que habían viajado de Béziers, al sur de Francia, hasta Barcelona. La fotografía, de seis metros, coronaba la fachada del palacio que aloja el museo porque era la elegida como emblema de la exposición que por primera vez mostró al mundo la obra que realizó en la Guerra Civil el fotógrafo catalán Antoni Campañà.
François y Liliane ya conocían la instantánea. Sabían que su tía, fotografiada sonriente en la Barcelona de 1936 con una bandera rojinegra de la CNT-FAI, se había convertido en un icono de la contienda española y había sido utilizada posteriormente en multitud de libros, posters y carteles. Pero hasta 2018 nadie conocía que el autor de la imagen era Campañà, cuyas fotografías fueron descubiertas entonces por su nieto, Toni Monné, al vaciar la casa familiar de San Cugat. Sin saberlo, Monné halló un tesoro: más de 6.000 imágenes de la guerra ocultas en dos cajas rojas. Entre ellas, la famosa foto de la miliciana. Sin embargo, la identidad de la joven aún seguía siendo un secreto. Hasta ahora.
“Nos quedamos muy sorprendidos. Entramos a la exposición, vimos el resto de fotos de Anita y buscamos a alguien para explicarle que sabíamos quién era”, cuenta François a elDiario.es. Ese alguien era Toni Monné. “El guardián de una de las salas se me acercó para decirme que había unos franceses que le estaban diciendo algo y no entendía. 'Hemos reconocido a alguien de una foto', me dijeron. Me llevaron hasta ella y era la miliciana. Nos emocionamos mucho y empezamos a contarnos cosas de las vidas de Anita y de mi abuelo”, recuerda Monné, comisario de la exposición junto al periodista de La Vanguardia Plàcid Garcia-Planas y el historiador Arnau Gonzàlez i Vilalta.
Fotógrafo y fotografiada se encontraron a través de sus descendientes, por fin, 85 años después de que Campañà disparara su cámara Robot frente a Anita, el nombre familiar de la anarquista Ana Garbín Alonso, nacida en Almería en 1915 y exiliada a Francia en 1939. Su identidad ha sido revelada recientemente en la ciudad francesa de Montpellier, a donde han viajado las fotos de Campañà. La muestra Iconos ocultos, las imágenes desconocidas de la Guerra de España (1936-1939), que fue inaugurada en el Pavillon Populaire a finales de junio, ha permitido despejar la incógnita que faltaba y en ella se exhiben dos centenares de fotos, algunas de ellas inéditas.
Las piezas de una vida
“Siempre sonriente y alegre. Le gustaba mucho estar con la familia”. Así era a ojos de Alain Solans, otro de sus sobrinos, Anita, que murió en el exilio francés en 1977. De fuerte compromiso político y creyente, la mujer tenía en el momento de ser fotografiada por Campañà 21 años, tenía una hija llamada Libertad y se había separado de su primer marido. En el momento del golpe franquista, mantenía una relación con un teniente del Ejército republicano que se había casado en Francia y que, según cuenta la familia, fue quien les consiguió un piso en el Paseo de Gràcia para protegerse de los bombardeos de 1937 en el barrio de El Borne, donde vivían.
Poco se sabe de su recorrido durante la contienda, pero sí que junto a su madre y sus cuatro hermanas, dos de ellas las madres de François y Alain, cruzaron la frontera el 10 de febrero de 1939. “Justo antes de pasar, tuvieron que tirar las armas. Anita tiró una pistola del 9 largo, una que usaban los anarquistas, y después estuvieron en distintos campos”, cuenta Alain. Fue precisamente la mujer del teniente republicano la que les reclamó para que pudieran salir. Anita acabó instalándose en un pueblo cerca de Béziers, se dedicó profesionalmente a la costura y allí conoció a José Lumbreras. Él anarquista y ella comunista, destaca la familia. Pepito Lumbreras Garbín, hijo de la pareja, sigue viviendo allí.
De su afiliación política “no sabemos casi nada”, relata su sobrino Alain. “No tenemos documentos que nos confirmen que perteneciera a la CNT. Sí hemos encontrado el carnet de mi abuelo, en el que se ve que era afiliado desde 1923, y también el de su hermano Paquito, pero de ella no. Cuando acabó instalada aquí, sí conocemos que hacía reuniones en su casa con varios compañeros del pueblo de la CNT. En una de ellas, mi padre y mi madre, hermana de Anita, se conocieron y se casaron después”, recuerda el hombre.
A retazos desde hace un par de años, está la familia de la miliciana recomponiendo las piezas de su vida. “A mí mi madre sí me hablaba mucho porque a mi me interesó todo esto desde muy joven, pero creo que era la única...”, sostiene Alain. Anita no hablaba nada de su vida en España ni de la guerra y la historia de la familia quedó enterrada como ocurrió entre muchos de los descendientes de los represaliados, pero el descubrimiento de las fotos de Campañà y la identificación de la fotografía de la miliciana ha cambiado las cosas. “Ahora se habla mucho más, compartimos entre nosotros y estamos intentando encontrar toda la documentación posible”, dice François.
Un emblema anarquista
Aunque ambas familias, la de Campañà y la de Anita, siguen intentando atar cabos y arrojar toda la luz posible sobre sus historias, sabemos que el fotógrafo hizo la mítica instantánea de la joven el 25 de julio de 1936 en plena revolución popular contra el golpe de Estado franquista. No era una única imagen, sino que formaba parte de una serie en la que Anita aparece en diferentes posiciones y desde distintos ángulos. El lugar específico en el que se hizo la foto es el cruce de la calle Hospital con la Rambla, en una barricada con la que Campañà se topó tras salir de su tienda de fotografía, en la calle Tallers.
Si se conocen algunos detalles de lo que ocurrió tras la cámara aquel día fue porque el fotógrafo dejó algunas cintas grabadas que también la familia encontró entre sus cosas. “En las cintas no habla casi de la guerra, pero sí cuenta algo de la imagen aunque no le da apenas importancia. Explica que que vio a la chica en la barricada y que un miliciano muy joven con un fusil le detuvo por hacer la foto y luego le dejaron libre”, dice Monné.
Después “acabaría siendo valorada por la propaganda de la CNT como un retrato perfecto del asalto a los cielos que acababan de hacer los anarquistas”, añade Gonzàlez i Vilalta, profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona. “Así, la convirtieron en postal y en fotografía a distribuir por el mundo y en las últimas décadas ha sido usada en decenas de libros y carteles sin saber quién era ella ni tampoco el fotógrafo”, asegura. Plàcid García-Planas la define como “la fotografía más icónica del anarquismo español” y en el catálogo de la exposición de Montpellier la compara con el cuadro La libertad guiando al pueblo de Delacroix.
Cristiano, republicano y catalanista, Campañà era un fotógrafo pictórico hasta el estallido de la sublevación franquista, pero durante la guerra salió a las calles cámara en mano a retratar todo lo que vio. Dicen de él que sus imágenes carecen de visión ideológica subyacente y por eso “fueron utilizadas por ambos bandos” con fines propagandísticos, explica García-Planas. “Lo que fotografiaba era un país, no es un fotógrafo de guerra. De hecho, él no va a la guerra sino que esta va hacia él”, añade el periodista. Ni siquiera su familia sabía que el artista había guardado toda esta obra sobre la contienda y había querido ocultarla en dos cajas rojas.
Y es que la caja roja, que da nombre al libro en el que se han publicado varias de las imágenes, ya no es solo el lugar físico en el que permanecieron durante ocho décadas, es también una metáfora, cree Monné, “de un trauma no gestionado” y silenciado: “Hay situaciones traumáticas que guardamos en rincones del cerebro. Es lo que él exactamente hizo, no hablar y esconder las fotografías. Lo mismo que les ha pasado a muchas de las familias en las que hubo un muerto, un encarcelamiento o una desaparición que les ha marcado”. Lo mismo que le ocurrió a la familia de Anita Garbín Alonso. Hasta ahora, que la caja se ha abierto.
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