La militante estuvo en múltiples cárceles del país a lo largo de los 19 años que pasó recluida. Un tiempo en el que se enamoró de otro preso, Ángel Martínez, ambos alimentaron su amor mediante cartas hasta que salieron de prisión.
MADRID
14 de abril de 1931. Las mujeres celebran la proclamación de la República. Durante los siguientes años, ellas podrían disfrutar de los derechos políticos y sociales por los que llevaban años luchando: sufragio femenino, ley del divorcio, igualdad en derechos laborales o el acceso igualitario a empleos y cargos públicos. Unas libertades que serían usurpadas de repente tras el estallido de la Guerra Civil y la derrota de las fuerzas democráticas. La defensa de estos ideales llevó a muchas a permanecer años en las cárceles franquistas durante la dictadura, pero eso no impidió que continuaran con su lucha.
Una de ellas fue Manuela del Arco Palacios (Bilbao, 1920), quien pasó casi dos décadas en las cárceles franquistas, siendo la mujer que más tiempo continuado permaneció encarcelada tras la guerra. El motivo: ser comunista.
Manuela siempre quiso que le llamasen Manoli o Manolita. Había nacido en Bilbao, pero fue criada en el barrio madrileño de Chamberí. La política le interesó desde muy temprana edad. Mientras estudiaba el bachillerato se incorporó a la FUE (Fundación Universitaria Escolar), al Socorro Rojo Internacional y a la Agrupación Mujeres Antifascistas. Comenzaría a militar en el PCE y a trabajar en la oficina del Estado Mayor del batallón de milicianos U.H.P. (Unión de Hermanos Proletarios) tras el estallido de la guerra.
La primera vez que Manoli pisó una cárcel aún no habían llegado las fuerzas de Franco a Madrid. La militante fue detenida tras el golpe de Estado de Casado, el 5 de marzo de 1939, una lucha entre facciones que marcaría el fin de la resistencia republicana. El golpe casadista, encabezado por Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro, salió victorioso tras derribar el gobierno republicano del socialista Juan Negrín, que defendía continuar resistiendo.
Un clima de confusión tiñó Madrid. Los republicanos no entendían qué estaba ocurriendo. Tampoco Manolita, que al encontrarse con un miliciano con el traje del Ejército republicano en la entrada de la oficina del Estado pensó que se trataría de un chequeo rutinario. Sin embargo, tras enseñar su carné de afiliada, fue llevada a la prisión de Ventas junto a muchas otras compañeras de partido.
Manolita del Arco no saldría en libertad hasta dos semanas más tarde, apenas un par de días antes de la entrada de los sublevados en Madrid. "Al salir, es consciente de que en cualquier momento la van a volver a detener y entonces decide escapar hacia el norte, al País Vasco, y ahí está huida durante un año y medio, permaneciendo en contacto directo con la militancia del Partido Comunista. En 1942 resultó nuevamente detenida, esta vez en A Coruña, y fue trasladada a la cárcel de Ventas. Desde ese momento, empieza a pasar por un carrusel de cárceles por toda España", relata a Público su hijo Miguel Martínez del Arco. Él recuerda a su madre como "una mujer alegre y con convicciones, que tenía una visión compleja del mundo, de las relaciones humanas y de lo que ocurría a su alrededor".
Del Arco fue condenada a pena de muerte por sus ideales antifascistas
Fue condenada a pena de muerte en 1943 por sus ideales antifascistas; una sentencia que le sería conmutada a cambio de 30 años de prisión. "Si bien, antes de recibir la conmutación, tuvo que pasar cinco largos meses en el sótano de penadas de Ventas esperando cada noche que la sacaran a fusilar", explica el historiador Fernando Hernández Holgado de la Universidad Complutense de Madrid.
"La vida de las presas era una vida de muchísima represión. Las cárceles eran almacenes de mujeres; algunas estaban pensadas para 300 reclusas y había más de 5.000 personas viviendo amontonadas. Sobre todo, en los primeros años durante los 40, hubo mucha penuria y represión; las mujeres tenían que sobrevivir haciendo trabajos casi semiesclavos", narra Miguel Martínez del Arco.
¿Qué era lo que les daba fuerzas a las reclusas? La sororidad. "El apoyo mutuo entre las presas fue clave. Mi madre resistió con alegría, con convicciones y con mucha relación entre todas las mujeres presas. La sororidad entre ellas les permitió generar un universo afectivo, la relación entre las propias mujeres que pelean. Se crearon grandes amistades, como si fueran hermanas, incluso más allá del tiempo que estuvieron en la cárcel", cuenta Martínez del Arco.
Manoli era todo un ejemplo de rebeldía y lucha antifranquista hasta dentro de las propias cárceles, donde las militantes republicanas siguieron organizadas en la medida de lo posible. Allí hacían cursillos de formación política y conservaban representantes de la dirección general del partido para mantenerse organizadas. "Las mujeres tuvieron la capacidad de organizarse tanto en los aspectos emocionales humanos como en temas políticos para hacer frente a la represión brutal que se daba en las cárceles y así continuar luchando todo el tiempo. Además, siguieron formándose, lo que les permitió poder analizar la sociedad de otra manera y entender la realidad", remarca Martínez del Arco.
Ella colaboró en la organización de huelgas de hambre dentro de las cárceles de Ventas y de Segovia. De hecho, "su participación en la huelga en Madrid provocó su traslado a la cárcel de Málaga en 1946", explica Hernández Holgado en su trabajo de investigación.
Una historia de amor a través de cartas
Durante sus años de interna, Manolita mantuvo una relación epistolar con Ángel Martínez, otro encarcelado perteneciente a su mismo expediente y al que había conocido durante su juicio en 1943.
"Prisión de Segovia, 24 de mayo de 1950 [...] ¿Te haces una idea de cómo será nuestro encuentro? ¿Recuerdas lo que me dijiste cuando nos despedimos en el camión? 'Tú y yo hemos de hacer grandes cosas'. No lo olvido y mil veces me he preguntado: ¿cuándo? No encuentro la respuesta justa, así que siempre confío que será pronto. Más allá de la exigua realidad. Te abraza tu Manoli", escribía en una de sus cartas a Ángel, que se pueden leer en la obra Memoria del Frío de Miguel Martínez del Arco.
Cuando Manolita salió de la prisión de Alcalá de Henares en junio de 1960, después de haber permanecido 19 años interna, Ángel, que había salido en libertad dos meses antes, la estaba esperando. Era la segunda vez que se veían, desde 1943, cuando ambos fueron condenados a muerte por su defensa a la República.
Ansiaban su reencuentro después de casi dos décadas de alimentar su amor mediante cartas
Los dos amantes ansiaban su reencuentro después de casi dos décadas de alimentar su amor mediante cartas durante su encarcelamiento. Por fin podrían disfrutar de su compañía juntos en las calles, aunque la libertad aún permanecía cautiva bajo el yugo de la dictadura.
La pareja se casaría a los pocos días de que Manoli saliese de la prisión y tuvieron un hijo, pero las buenas nuevas no duraron demasiado. Ángel fue encarcelado de nuevo por su militancia en el PCE, y Manolita tuvo que hacer frente a los duros últimos años de la dictadura franquista sola, señalada y con un niño de meses de edad.
Las adversidades no vencieron a la infatigable republicana, que continuaría con su militancia de manera clandestina mientras trabajaba en los comités pro-presos y pro-amnistía, luchando por la libertad de su marido y otros presos políticos.
Al crecer, su hijo Miguel Martínez fue consciente del sufrimiento de su familia y fue una víctima directa de la dictadura franquista. "Siendo menor he estado detenido muchas veces. Iban a por mis padres, pero yo también acababa en la comisaría. Llevaban a los niños con el único interés de amedrentarlos. Los niños hijos de republicanos fueron víctimas de la represión franquista y no había otra posibilidad más que la de sentirte protegido dentro del marco afectivo de tu familia y de la gente cercana y seguir haciendo tu vida en la medida de lo posible. Había momentos de mucho dolor, pero también otros de mucha creatividad", recuerda en una conversación con Público.
Miguel Martínez: "Los niños y las niñas fuimos el eslabón más débil de la represión"
"Los niños y las niñas fuimos el eslabón más débil de la represión. Éramos los que no teníamos ningún recurso para hacerle frente. Si tú vives expuesto a la represión y además sólo puedes visitar a tu padre tres veces al año, tienes todas las dificultades que supone la soledad de tener a tu padre preso. Además, estabas permanentemente bajo observación del régimen, por lo que no podías decir o hacer según qué cosas", reivindica.
Cuando por fin Ángel sale de la cárcel en 1968, lo hace muy enfermo y tocado por la represión sufrida durante tantos años y fallece poco tiempo después. Por su parte, Manolita, tras la legalización del PCE, colaboró de manera activa en las áreas de Internacional y Sanidad. Además, formó parte del colectivo feminista Sororidad hasta su muerte el 20 de enero de 2006.
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