La
guerra más cruenta había empezado, la guerra contra mujeres y niños solo por
ser “la mujer de” o “el hijo de”, la guerra contra obreros y campesinos, la
guerra contra cualquier persona que oliera a República a sindicalista o
simplemente a obrero o a jornalero del campo, la guerra contra una mayoría
silenciosa, descalza y hambrienta, la guerra encaminada no solo a
destrozar cuerpos sino también almas.
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