Por Miguel Ángel Lara
Edición de L'Echo de Paris en la que con una foto suya se da por segura la muerte de Zamora citando a Platko.
El 20 de julio de 1936, mientras se retiraban los cadáveres del asalto republicano al Cuartel de la Montaña, alguien aseguró haber visto el cadáver de Ricardo Zamora, el famoso portero del Real Madrid y de la selección española. El rumor de extendió por todo Madrid, pero nadie lo confirmó. Sin embargo, desde la embajada francesa se informó a París de la posible muerte de Zamora. El primero dio por seguro el fallecimiento del meta español en el Mundial de 1934 fue 'L'Auto'. Días después, el 15 de agosto, 'L'Echo de Paris', citando a Franz Platko tras ponerse en contacto con él en Praga, afirmaba que "Zamora habría sido fusilado en Madrid por los comunistas por sus relación con los monárquicos". El 17 de agosto se publicaba la noticia en El Mundo Deportivo, sin darla totalmente por cierta.
Ese rumor le vino como anillo al dedo en Sevilla a Gonzalo Queipo de Llano. El asesinato deFederico García Lorca, acaecido en la madrugada del 19 al 20 de agosto, había puesto al hombre que lideró la rebelión militar en Sevilla contra la espada y la pared en Europa. Cuando la revista Estampa publicó la muerte del poeta, que había huido de Madrid horrorizado por el asesinato de Calvo Sotelo, el nombre de Queipo de Llano apareció como el del mando que ordenó desde Sevilla al comandante Valdés, el golpista que controló Granada, la ejecución de Lorca con una supuesta frase que pasó a la historia: "Que le den café, mucho café".
Queipo de Llano, en uno de sus discursos en Unión Radio Sevilla
Temeroso por el efecto internacional que tuvo la ejecución de Lorca, Queipo de Llano no dudó en utilizar la noticia para equiparar la muerte del poeta con la del portero barcelonés. Así habló en su discurso en Unión Radio Sevilla la noche del 20 de agosto de 1936 refiriéndose a Largo Caballero, Prieto y lo que sucedía en Madrid: "Así se explica que hayan muerto, según parece, Benavente, Muñoz Seca, los hermanos Quintero, Zuloaga y hasta el pobre Zamora, guardameta nacional. Esta canalla, que no sabe más que rastrear como serpientes, no quiere dejar vivo a nadie que sobresalga en ninguna actividad humana".
No fue Queipo el único que dio por muerto a Zamora. En Berlín, Jules Rimet, presidente de la FIFA, decidió que se guardará un minuto de silencio en recuerdo del portero español en el Comité Ejecutivo. En la zona nacional se celebraron varias misas en su memoria. En el lado republicano, el 18 de octubre jugaron en Las Corts Cataluña y Valencia (2-0). En el descanso, los capitanes de los dos equipos, Vantolrá e Iturraspe, se reunieron con Lluis Compnays, presidente de la Generalitat, para pedirle que intercediera con el Gobierno de Madrid para saber qué había sido de Zamora. "Le dijimos que el hecho de que escribiera en el 'Ya' y fuera monárquico no significa que sea un fascistas. Es más, aseguramos que no lo es", explicó el catalán. A principios de esa semana se empezó a dar por hecho queZamora no había sido ejecutado, pero que sí había sido detenido por milicianos del Frente Popular al registrar la casa en la que el meta se había ocultado desde el inicio de la guerra. Antes, desde Bélgica, 'La Vie Sportive' había asegurado que Zamora había logrado llegar a México después de escapar de Madrid hasta Valencia.
Lo cierto era que el portero que ganó la última Copa de la República con el Madrid (al Barça en Mestalla) estaba preso en la cárcel Modelo. Nadie daba una peseta por su vida y su nombre era uno de los pendientes en las listas de ejecuciones cuando fue reconocido por el escritor malagueño Pedro Luis Gálvez. Éste, revolucionario radical y temido por muchos encarcelados, reconoció a Zamora y le salvó de ser ejecutado, como lo hizo con escritores a los que conocía de las tertulias madrileñas. Él, sin embargo, murió ante un pelotón de fusilamiento acabada la Guerra Civil (20-4-1940 en la cárcel de Porlier) a pesar de que en el proceso presentó una foto dedicada por Zamora: "A Pedro Luis Gálvez, el único hombre que me ha besado en la cárcel".
Temeroso de caer de nuevo detenido, y ayudado por Gálvez, Zamora y su familia encontraron refugio en la embajada argentina en Madrid, en el número 42 del Paseo de la Castellana. Allí pasó meses de angustia hasta que a principios de marzo de 1937 una reunión entre miembros del gobierno español y el embajador argentino acabó con el acuerdo de que Zamora , con su esposa y su hijo, figuraran en la lista de evacuados que subieron al crucero de guerra argentino Tucumán para desembarcar en el puerto de Marsella. De allí viaja a París, donde se encontró con Pepe Samitier en la redacción que el diario argentino La Nación tenía en la capital francesa. Los dos medallistas olímpicos con España en 1920 hablaron de la posibilidad de irse a jugar a Argentina. Allí, Zamora era muy popular desde la gira que hizo el Español entre julio y agosto de 1926 por Sudamérica. El portero nunca olvidó que el equipo tuvo que cruzar los Andes, para pasar de Argentina a Chile, en mulas a causa del mal tiempo en pleno invierno austral. Un viaje de 40 horas se convirtió en una odisea se nueve días, pero en las cumbres nevadas andinas, en un bar donde pararon a tomar café, Zamora se encontró con una foto suya pegada en la pared y un niño pidiéndole un autógrafo.
Ricardo Zamora
En Francia, donde al final decidió quedarse, la figura de Zamora se iba a convertir en objeto de rechazo para republicanos y nacionales. Para los primeros, que hablaban de él como el "ex muerto", su salida de España era la prueba de que estaba del lado de los sublevados. Desde el lado franquista, una vez que supieron que estaba sano y salvo en París, se le invitó a volver a cruzar la frontera para asentarse en el lado nacional. La respuesta, que les enfureció, llegó a través de una entrevista en el periódico francés Sport, órgano oficial de la Federación Deportiva y Gimnástica de los Trabajadores: "Entiéndanlo bien, jamás iré a Burgos. Si hiciera política sería siempre a servicio del pueblo, a su favor. Decid en España que yo no soy fascista, que mi único deseo es regresar a trabajar".
La entrevista, reproducida en la prensa republicana española, tuvo para él un doble efecto negativo. En Burgos se le señaló y se le puso en la lista de la Ley de Responsabilidades Políticas. Sancionada el 9 de febrero de 1939, en su punto N establecía penas por: "Haber salido de la zona roja después del Movimiento y permanecido en el extranjero más de dos meses, retrasando, indebidamente su entrada en el territorio nacional". Mientras, la República le acusaba de jugar a dos bandas en sus discursos y de no existir impedimento alguno para que regresara y “trabaje, como dice, a favor del pueblo”.
Zamora siguió ligado al fútbol en Francia defendiendo la portería del Niza, equipo en el que se unió a Samitier. En un partido en diciembre de 1937, contra el Racing Club y jugado en Antibes, optó por dejar los guantes e innovar. En la primera parte fue el árbitro del encuentro y en la segunda jugó, y bastante bien, de interior derecho. En el Niza comenzó también su carrera como entrenador.
A finales de 1938, con la guerra cada día más cerca de ser ganada por el bando rebelde,Zamora decidió regresar a España. Cruzó la frontera por San Sebastián y fue retenido, pero desde Burgos se dio la orden de que se le dejara en libertad. Franco, negociando desde hacía tiempo con Francia e Inglaterra el reconocimiento de su victoria y condiciones para asentar su régimen cuando acabara la guerra sin acoso internacional, había entendido la popularidad de Zamora dentro y fuera de España. El portero que el 5 de junio de 1934, al regreso del Mundial de Italia, era la estrella en el paseo en autobús desde el puerto de Barcelona hasta los Jardines de la Exposición entre banderas republicanas sería años después condecorado por Franco.
El 9 de septiembre de 1978, en la barcelonesa clínica San José moría Ricardo Zamora a causa de un edema pulmonar. Se iba el último medallista olímpico de Amberes y lo hacía, al fin, en paz y reconocido por todos los españoles.
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