I. Gorriti
Fueron escasos los relacionados con Euskadi, pero hubo pilotos que lucharon contra los fascismos. Al mencionar aviadores que tuvieron algún tipo de relación con Bilbao cabe nombrar, por ejemplo, a dos: Luis Lavín y Felipe del Río. Ellos protagonizaron dos historias que surcaron cielos muy diferentes.
Lavín era bochero de nacimiento y fue uno de los niños evacuados en el barco Habana a la entonces URSS. En Ucrania logró ser piloto y luchó contra los nazis. Sentó su residencia en Castellón en 1993 y falleció en 2013 “pobre y olvidado” -lamentan desde ADAR, Asociación de Aviadores de la República de Madrid- a pesar de ser posiblemente el último piloto estatal de la aviación soviética vivo.
Felipe del Río nació en un pueblo de la provincia de Santander -antes de ser Cantabria-. Algunas fuentes aseguran que creció en Bilbao y, de lo que sí hay constancia, es de que formó parte del aeródromo de Lamiako, municipio de Leioa. Murió en combate el 22 de abril de 1937 a los tan solo 24 años de edad y, según crónicas vascas republicanas, Bilbao le despidió como héroe de guerra en su funeral. Fue lo que se denomina un As de aviación, es decir, un aviador militar que tiene acreditado el derribo de cinco o más aviones enemigos, en este caso, fascistas. A día de hoy tiene una calle a su nombre en el callejero leioarra.
· La trayectoria de un ‘As’ · Felipe del Río Crespo nació el 9 de septiembre de 1912 en Nueva Montaña. Piloto civil y estudiante de peritaje industrial, al ser llamado a filas se incorporó a la Aviación Militar en Cuatro Vientos, obteniendo el título de piloto militar.
Fue aeronauta de la Aviación Militar española desde diciembre de 1933, mes en el que terminó el curso cuando cumplía el servicio militar. En el momento en que se incorporó al servicio militar, estudiaba peritaje industrial y estaba en posesión ya del título de piloto civil.
Al declararse la Guerra Civil, Felipe del Río se encontraba de vacaciones en su tierra natal, prestando su apoyo seguidamente a las autoridades gubernamentales a los mandos de un CASA/Breguet 19, con el que llevó a cabo misiones de bombardeo a Burgos, Oviedo y Gasteiz, y en los frentes de la divisoria.
A la llegada a Bilbao de los primeros cazas soviéticos I-15 Chatos, pasó a ser destinado a la Escuadrilla Vasca, unidad de la que fue jefe al relevar a Boris Maranchov en febrero de 1937. El 22 de abril fue derribado -otras fuentes dicen que el día 20- sobre el Puerto de Bilbao por las defensas antiaéreas del destructor republicano José Luis Díez, o por los Bf-109 de la Legión Cóndor, según otra fuente consultada. “Estaba defendiendo sobre el aeródromo de Lamiako la zona de Leioa y Getxo, por ello en marzo de 2011 con Eneko Arruabarrena como alcalde se le dedicó una calle”, explican fuentes del Ayuntamiento de Leioa.
· Lucha antifascista · Del Río, con ocho (o seis, según la fuente) victorias aéreas, obtuvo además tres ascensos por méritos de guerra a alférez, teniente y capitán. Según rezaba una orden del Ministerio de Marina y Aire, como recompensa por los méritos contraídos por el teniente, que llevaba derribados 6 o más aparatos de los fascistas, se resolvió concederle el rango de capitán de aviación y, por su lucha antifascista, el de Comandante con la antigüedad de 23 de abril de 1937, un día después de su muerte.
Los periódicos de la época, caso del íntegro en euskera Eguna, lamentaron su muerte y calificaron a Del Río como héroe antifascista del pueblo. El diario publicó el día 25 de abril una foto de la salida del funeral por su persona. “Fue un aviador valiente y famoso”, le despedían con aprecio en Eguna.
Pocos días antes de la muerte de Felipe del Río, había partido del puerto de Santurtzi un jovenzuelo llamado Luis Lavín Lavín, nacido el 9 de marzo de 1925. Ponía rumbo a la paz de la URSS en el Habana. Su padre era secretario del Partido Comunista en el País Vasco, miembro de la UGT y Presidente de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética. Durante su infancia, vivió en el centro de la capital vasca, cerca del Teatro Arriaga. Su padre regentaba un bar en el que comía usualmente la célebre comunista Dolores Ibarruri, Pasionaria.
· Segunda vida en la URSS · Lavín echó amarras con 12 años. “Del Habana pasamos al Sontay. Tenía doce años recién cumplidos y me acompañaba mi hermana Aurora, de diez. Llegamos a Leningrado y enseguida a todos nos vieron un médico y un dentista. Un baño, ropa magnífica y en el comedor una comida de reyes: caviar, jamón, chocolate… todo lo mejor”, dejó inscrito en sus memorias. Las autoridades soviéticas lo instalaron en una casa de jóvenes en Ucrania. Voces como las de la web segundaguerramundial.com valoran que el hecho de haber visto bombardeos fascistas le hizo al vizcaino interesarse por la aviación.
A finales de 1940, ingresó en un club de vuelo de Moscú, y al año siguiente, en una escuela de vuelo militar. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Luis queda en la retaguardia con la misión de formar a pilotos en el uso de nuevos modelos de aviones. Estaba encuadrado en la 36 División Aérea en el 826 regimiento de cazas. Allí, cerca de Stalingrado, entra en combate pilotando un I-16. No va al frente, pero los bombardeos alemanes les obligan a combatir.
Es trasladado a la localidad de Peski (Kazajstán), por donde pasaban las columnas y los suministros hacia Stalingrado. Allí pilota un LA-7, un caza mucho más rápido y moderno. Tenía la misión de escoltar cuadrillas, apoyar a la infantería y proteger al aeródromo. “Para escribir -declaraba Lavín- tengo dificultades porque estoy aprendiendo a usar la mano izquierda. En julio de 1942 en un combate cuerpo a cuerpo contra los nazis, un casco de metralla se coló sin permiso en mi hombro. Una pequeña herida que pasados unos diez días se curó, pero después de más de 60 años ha empezado a doler de tal manera que con la mano derecha ya no puedo escribir ni trabajar”.
· Regreso con engaño · Tras la victoria soviética, el bilbaino se casó con una enfermera ucraniana. En 1948 abandonó el ejército y comenzó a trabajar en una fábrica aeronáutica en Saratov. En 1956, se mudó a Castellón junto a su mujer. Fue interrogado y la policía no dejaba de seguirlo y acosarlo. En esa situación, Luis aguantó en España algo más de un año antes de regresar a la URSS. En 1993 regresó engañado por las autoridades, que le prometieron ciertas garantías. En Rusia tenía cuatro pagas de jubilación, pero pierde el derecho a cobrarlas una vez abandona el país. Olvidado por ambos gobiernos, queda en una situación de total pobreza. Sin posibilidad de trabajar por su edad y las secuelas físicas de la guerra, se ve obligado a recurrir a la caridad de las ONG para poder comer.
“Falleció en el más absoluto olvido. Una situación vergonzosa hacia alguien que luchó contra el fascismo en defensa de la democracia. Nuestro agradecimiento eterno a estos héroes anónimos como Luis Lavín, que sin exigir nada a nadie comprendieron el sentido de la lucha por la igualdad, por la vida y por la dignidad humana”, concluyen Mari Carmen y sus compañeros de ADAR.
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