dijous, 6 d’agost del 2015

¿Una checa en pleno centro de Sevilla? ¿Seguro?


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MARÍA SERRANO / 6 Ago 2015
La calle Jesús del Gran Poder, donde se ubicaba la siniestra checa. // SEVILLADIRECTO.COMLa calle Jesús del Gran Poder, donde se ubicaba la siniestra checa. // SEVILLADIRECTO.COM

La mayoría de sevillanos desconocen que el corazón mismo de la capital andaluza albergó uno de los más siniestros centros de detención y tortura durante la guerra. Lo que fuera la Escuela Nacional de Magisterio, en la actual calle Jesús del Gran Poder de Sevilla, durante el Gobierno de la Segunda República, se convirtió en los primeros meses de la guerra en uno de los principales centros de terror y detención del franquismo en pleno centro de la ciudad de Sevilla. Un siniestro destino que, aunque catalogado por el Gobierno andaluz como Lugar de Memoria, la inmensa mayoría de los vecinos de Sevilla desconocen.

Sus aulas fueron transformadas en salas de tortura, como cuentan Antonio Bahamonde, delegado de propaganda del general golpista Queipo de Llano tras su exilio, y el actor Edmundo Barbero en los testimonios recogidos en sus memorias. En ellos narran detalles como que en la antigua clase de Fisiología de esta Escuela, “había un piano y un cencerro muy grande, la misión de los cuales era que no se oyeran los interrogatorios”, mientras que “las vitrinas estaban llenas de varas de acebuche y de vergajos” para las palizas.

El patio número tres, decorado con vidrieras, era la última parada para los presos, la mayoría de ellos “condenados a muerte. Siempre estaba lleno de gente, puesto que los que entraban por la mañana habían de ser fusilados por la noche”. El sonido de las torturas y palizas provocaban que aquella calle no fuera apenas transitada por gente durante la guerra.

LA REPRESIÓN DE DÍAZ CRIADO

Esta Comisaría de Investigación y Vigilancia fue puesta en marcha durante el mes de agosto de 1936, bajo el mandato del capitán Manuel Díaz Criado, que dirigía la organización de todo el aparato represivo en Sevilla. Entre sus principales zonas de actuación se encontraban la prisión provincial de la Ranilla, los dos barcos-prisión atracados en el río, “Cabo Carvoeiro” y “Mogador”, y las siete prisiones habilitadas en la plaza de toros de la Real Maestranza, el cuartel del Duque, el cabaret Variedades, la Casa del Pueblo de la calle Cuna, el cine de la calle Jáuregui y los sótanos de la Plaza de España.

La mayoría de los condenados a muerte salían de esta comisaría en dirección a las tapias del cementerio de San Fernando. El historiador José María García Márquez señala que Díaz Criado integraba la llamada “Brigadilla de Ejecuciones, cuyo grupo elaboraba listas de personas donde ponían en clave militar la sentencia de muerte de los acusados con la denominación X-2”.

Este grupo represor se componía de destacadas personalidades del régimen como la del alférez de la Guardia Civil José Rebollo, que conocía a “la mayoría de los izquierdistas sevillanos a los que había que condenar”. Márquez apunta a andalucesdiario.es que fue tal la cantidad de detenidos en esta comisaría y en los depósitos de alrededores como el del Cabaret Variedades que los familiares creaban “una larga cola de personas que se formaba todas las mañanas desde primera hora y los rostros de angustia, los llantos y gritos, pasaron a ser el decorado habitual de la gran checa del fascismo en Sevilla”.

ARRASTRADOS A LAS CAMIONETAS

Centenares de sevillanos sufrieron la tortura feroz de estos interrogatorios de los que era muy difícil salir en libertad. Bahamonde y Barbero describen también la rutina diaria que se vivía de madrugada a las puertas de la comisaría, entre las dos y las tres de la mañana. En sus testimonios afirmaban que “el tráfico se detenía en la calle para sacar a los que iban a matar esa noche. Algunos, en tal mal estado después de los interrogatorios, que eran arrastrados hasta las camionetas. El silencio de la noche era roto muchas veces por los gritos de los presos”.

Los incidentes eran habituales a altas horas de la noche en la puerta de la comisaria durante la guerra ya que “muchos de estos presos salían con el puño en alto y dando gritos y vivas a la Revolución, a la República, al Frente Popular, a Lenin, a Bakunin”, teniendo muy claro cuál era su destino a las puertas de la camioneta, en dirección al cementerio de la ciudad.