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Sabido es que la Ley de Memoria Histórica apareció publicada en el Boletín Oficial del Estado el 26 de diciembre de 2007, efemérides de San Zósimo y San Zenón. ¡Ya ha llovido desde entonces!
Su espíritu legislativo era muy claro y muy rotundo: “Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”. El no cumplimiento de la ley, puede llevar aparejada diversas sanciones; entre ellas, la retirada de subvenciones o ayudas públicas.
Hace tiempo que ya no debería quedar ni un resquicio de la dictadura franco-fascista sobre los pueblos y campos de España. Pero cuando la derecha subió al poder en 2011 y fue nombrado presidente del Gobierno Mariano Rajoy Brey un 21 de diciembre, adiós y buenas. La Ley de Memoria Histórica pasó a mejor vida y, hoy en día, muchos analistas políticos e historiadores afirman que “está derogada de facto”. No se puede olvidar que el PP, muchos de cuyos militantes añoran fervientemente la dictadura, pusieron miles de peros y de pegas a la mentada ley. En Cáceres, por ejemplo, el Partido Popular se opuso radicalmente a la moción presentada por Podemos para retirar del callejero los rótulos que suponían una exaltación de la rebelión militar en julio del 36 y de los cuarenta años de dictadura. Algo semejante ocurrió en Navalmoral de la Mata. En esta ocasión, el PP contó con el apoyo de Ciudadanos y de grupos independientes. Tampoco hay que echar en el olvido que PP y Ciudadanos (considerada esta formación como marca blanca de la derecha) se ausentaron del Parlament de Cataluña en 2013, cuando se procedía a una condena sin paliativos del franquismo. ¿Qué intereses oscuros esconden para no censurar uno de los regímenes más oprobiosos que ha tenido este país? ¿De qué ha valido que el PP condenase, a regañadientes y con reservas, el 20 de noviembre de 2002 en el Parlamento la genocida dictadura si, luego, muchos de sus cargos han ido por libre y han exaltado públicamente tal régimen tiránico? Ejemplos los hay en todas las provincias españolas. Ahí está el caso de Juan Antonio Morales Álvarez, diputado regional en la Asamblea de Extremadura y secretario provincial de dicho partido en Badajoz, que, junto con Juan Antonio Pozo Pitel, alcalde de la localidad pacense de Guadiana(y “del Caudillo” según él y sus conmilitones), fueron galardonados por la fundación “Francisco Franco” el día 2 de diciembre de 2016. Y esa fundación les concedió un diploma por “realizar una labor destacada en la defensa de la Verdad histórica y de la Memoria del Caudillo y su gran obra”. Increíble que continúen en sus cargos e increíble que, en este país, haya una fundación con tal nombre y atetada con fondos públicos. ¿Os imagináis que, en Alemania, hubiese una fundación llamada “Adolfo Hitler”, o en Italia otra denominada “Benito Mussolini”?
“¡QUÉ HIPO DEL LLANO!”
Cierto que también hay gente del Partido Popular bastante centrada y que se han cepillado el áspero pelo de la dehesa ultramontana. He ahí al PP gallego votando a favor de la moción presentada por el diputado Luis Bará, del Bloque Nacionalista Galego (BNG), en orden a la retirada de toda la simbología franquista, incluso de las iglesias. No obstante, en el subconsciente de cientos, miles de militantes del PP, hay toda una añoranza de los tristes, cenicientos y represores años del despotismo. Basta con rascar solo un poco en la epidermis de cualquier concejal de la derecha de algunos de nuestros perdidos pueblos de la España Profunda. Se oponen con uñas y con dientes, alegando los más descabellados o retrógados motivos y nunca argumentos cimentados, para eliminar nombres manchados de sangre y lápidas de los “Caídos por Dios y por España”. Y si hablamos con la gente de VOX, ¡apaga y vámonos!, porque éstos, en su mayoría, con voz altisonante y desafiante, no admiten la menor crítica al régimen franquista. Sabemos de gente que ha entrado al trapo en los sectarios comentarios en las redes sociales de militantes de VOX y han recibido todo tipo de improperios y de amenazas, que nos recordaban lo que nos han contado sobre el pistolerismo fascista en los años de la II República.
A veces, con algunos de estos tristes personajes que, de modo especial en nuestros medios rurales, son instados a engrosar las listas municipales de la derecha, se producen situaciones esperpénticas. Recuerdo que, en una ocasión, encontrándome en un barrio conocido desde siempre como “El Llano”, dentro del casco urbano de un perdido pueblo cacereño, fotografiaba la placa de una calle, rotulada con el nombre de “Queipo de Llano”. Se me acercó, al poco, un pobre chisgarabís, que se identificó como concejal de Agricultura. Interesándose por la foto, me ofreció su visión particular sobre el nombre de la calle: “Miri uhté, a ehta parti del puebru la llamámuh `El Llanu`, y esu de “Queipu” sería polque algún vecinu de ótruh tiémpuh, algún arcaldi o deputau, padecería de jipu a tóah hórah y a lo mejol le pusun el moti de “¡Qué Hipu o Qué Jipu!” y con el moti se queó pa siempre”. Dicen que la ignorancia es muy atrevida. Pero en aquel caso la superaba con creces. El patán desconocía a aquel golpista y genocida general llamado Gonzalo Queipo de Llano, terriblemente manchado por la represión y fusilamiento de más de 50.000 andaluces en los años de la guerra civil y posteriores. Y para mayor escarnio, enterrado en la basílica sevillana de la Macarena, con el consentimiento de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana y para mayor vergüenza de los verdaderos cristianos.
LA DESMEMORIA
Aunque algunos cojeemos de descreídos, nos parecen muy acertadas las palabras que salieron de los labios de Ambrose Bierce, nombrado escritor estadounidense: “La desmemoria es un don que otorga Dios a los deudores para compensarles por su falta de conciencia”. ¡Y cuánta falta de conciencia hubo no solo ayer sino también hoy! Otro escritor y periodista, de los grandes y destacados artistas de la literatura latinoamericana, como lo era el uruguayo Eduardo Galeano, hablaba sobre la Desmemoria en “El Libro de los abrazos”, dedicando aquellas líneas “en recuerdo de las víctimas de la represión franquista”. He aquí la claridad y rotundidad de sus palabras: “El miedo seca la boca, moja las manos y mutila. El miedo de saber nos condena a la ignorancia; el miedo de hacer nos reduce a la impotencia. La dictadura militar, miedo de escuchar, miedo de decir, nos convirtió en sordomudos. Ahora, la democracia, que tiene miedo de recordar, nos enferma de amnesia; pero no se necesita ser Sigmund Freíd para saber que no hay alfombra que pueda ocultar la basura de la memoria”.
Deambulan muchos desmemoriados que tienen buena memoria. Sí, en esta España del siglo XXI, en la que disfrutamos de una democracia formal, que no real. Mejor esto que no una dictadura, pero de pobres espíritus y de masas aborregadas es conformarse con esta mediocridad democrática. Una democracia a medias que, mediante la Ley Mordaza y otros puñetazos sobre la mesa, nos recuerda que la sombra del franquismo sigue siendo alargada. Que nos inocula el miedo y la amnesia y que pretende eliminar nuestra genética ardorosa, libertaria y de barricada, que históricamente supuso todo un estorbo para las poderosas fuerzas oligárquicas que son las que llevan el timón de esta nao que se cae a pedazos por tanta corrupción y falta de ética y de poesía. La que quiere diluir nuestras identidades en el maremágnum de la maldita homogeneidad globalizadora. Muy alto lo exclamaba la argentina Alejandra Pizarnik, una de las grandes poetisas del siglo XX y a la que deberían leer muchas mentes atormentadas y que van a la deriva: “Nada más intenso que el terror a perder la identidad”.
También lo gritó el portugués y Premio Nobel de Literatura José de Sousa Saramago: “Hay que recuperar, mantener y transmitir la Memoria Histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”. No queremos desmemoriados de la memoria a nuestra vera. Nuestro poeta, aquel que, ¡¡por fin!!, se desenmarañó de las espesas y pegajosas nieblas de un diciembre ya olvidado, pudiendo salir a respirar el aire no contaminado y a ser él mismo, con todos sus vicios y virtudes, con todas sus luces y sus sombras, cambió de chip y ahora nos trae un poema donde sus versos son dardos que se clavan fieramente en las carnes de los revisionistas y de los que reescriben sectariamente la Historia.
LA HISTORIA ES COMO ES
No me retuerzas la historia,
Camilo,
ni le des vuelta a la noria
con sigilo.
¡Al pan, pan, y al vino, vino!
Y no me digas, Camilo,
que estaba mohoso el queso,
que estaban tensando el hilo
y otros cuentos como ésos-
¡A otro chucho con tal hueso!
La historia es como es:
tozuda como sus hechos.
No ha más patas el ciempiés
que las que tiene de hecho.
¡Del dicho al hecho hay gran trecho!
Si ellos pusieron los moros,
¿por qué la llaman “Cruzada”?
¡Qué eufemismos, qué desdoros
por parte de la camada
que se metió a salvapatrias!
Sin maldito el tropezón,
listas están las lentejas.
No digas que alubias son.
O las comes o las dejas.
¡La mentira siempre es renca!
Aquí te dejo, Camilo,
con la historia.
No le saques doble filo
a la memoria.
¡Y aquí paz y, después, gloria!
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