Eran los “Rotspanier” (Rojos españoles), los “triángulos azules”, y para diferenciarlos del resto les colocaron este símbolo con una “S” (Spanien) sobre su harapienta ropa. Eran civiles, refugiados apátridas que los franquistas abandonaron a su suerte. Franco nunca les reconoció como españoles ni aceptó su repatriación. Las autoridades nazis preguntaron a sus homólogos españoles qué debían de hacer con los “dos mil rojos españoles de Angulema”. en septiembre de 1940. Tras una reunión de Serrano Suñer con Hitler y Himmler, la Oficina de Seguridad del Reich ordenó trasladar a todos los españoles, despojándoles previamente del estatus de prisioneros de guerra, a los campos de concentración. Los exiliados republicanos españoles fueron prisioneros deportados sobre la base política de la lucha antifascista.
Ángel Espada Zamarra nació en 1910 en Torrubia del Campo (Cuenca), el pueblo del abuelo, Arturo Torres Barranco. Ángel era uno de los miembros del partido Izquierda Republicana que fundó el abuelo en abril de 1936. Era hijo de Felipe y Francisca. Antes de abandonar la infancia trabajaba de jornalero, como su padre, como su abuelo, como todos los hombres y mujeres de su familia y de la mayoría de las familias del pueblo, que soñaban con tener en propiedad un pequeño trozo de tierra que les sirviera de sustento. A los 25 años se casó con Manuela Barranco Zamarr; en 1936 nació su hija, Consuelo, que arrastró toda su vida una salud delicada debido a un accidente en la niñez que le fracturó la espalda.
El 7 de octubre de 1936, el gobierno de la República aprobó un Decreto para expropiar sin indemnización, a favor del Estado, todas las fincas de las personas que el 18 de julio intervinieron de manera directa o indirecta en el golpe de estado contra la República. Ángel Espada formó parte de la Junta Calificadora de Torrubia del Campo como miembro de la C.N.T., junto a su compañero Fortunato Fernández Cavada y otros seis miembros del Consejo Municipal, Frente Popular y Federación Española de Trabajadores de la Tierra (FETT).
Estuvo en la 68º Brigada Mixta de la 34 División del Ejército republicano. Luchó en la batalla de Brunete en el verano de 1937. En enero de 1938 combatió en el frente de Teruel, en noviembre fue nombrado cabo y en diciembre se traslada a Artesa de Segre donde la 68º BM, muy mermada, intentó mantener sus posiciones sin éxito. Ángel se retiró a la Sierra de Cadí, al norte de Lleida, junto con el X Cuerpo del Ejército. Cruzó la frontera francesa el 9 de febrero de 1939, mientras su esposa e hija se refugiaron en Socuéllamos esperando su regreso. No hay documentos sobre su paso por los improvisados campos de concentración franceses donde muchos murieron de hambre y frío. Estuvo enrolado en equipos de trabajo o batallones irregulares de extranjeros voluntarios.
Ángel Espada fue capturado por el ejército alemán en Saint-Dié (Les Vosges) en junio de 1940, trasladado al campo de prisioneros de guerra de Villingen, después al Stalag VD Estrasburgo, hasta que en septiembre de 1940, el gobierno franquista, con el beneplácito del colaboracionista de Pétain, decidió que la maquinaria de exterminio nazi deportara a los españoles. Ángel fue uno de los 58 conquenses que el franquismo enterró en la sombra, al ser deportados y entregados a los horrores de la maquinaria nazi. De los 8.000 españoles que fueron encerrados en Mauthausen-Gusen tan solo sobrevivieron 817.
El 11 de diciembre de 1940 Ángel Espada fue trasladado con otros 846 prisioneros a Mauthausen. Junto a él viajó José Alcolea García, vecino de Socuéllamos, matrícula 4560, que dejó de existir en Gusen el último día del año de 1941. A partir de ese momento Ángel solo será un apátrida, un RotSpanier marcado con el número 4762. Dejó a la entrada del campo sus escasas pertenencias y su pasado, su nombre, nacimiento, su esposa, su hija. Fue condenado al trabajo esclavo y al exterminio, sometido a esfuerzos sobrehumanos no tuvo fuerzas para resistir aquel horror y 3 meses después fue transferido con un nuevo número, 11255, al subcampo de Gusen (Austria) donde fueron asesinados 3.959 españoles, entre ellos Ángel el 15 de enero de 1942. Durante 3 días su cuerpo se amontonó junto a otros esperando un hueco en el crematorio, donde fue llevado el 18 de enero.
Sus compañeros anarquistas no le olvidaron. Solidaridad Obrera en el exilio de Paris publicó su necrológica el 25 de junio de 1945 bajo el título “Los crímenes del fascismo”, junto con un listado de «los camaradas españoles asesinados en el campo de Gusen». En mayo de 1985 el Presidente de la República Francesa estableció legalmente que en el acta de defunción de todos los deportados fallecidos en campos de concentración nazis durante la 2ª Guerra Mundial, debe constar la leyenda “Muerto en la deportación”. Ángel Espada recibió este reconocimiento en diciembre de 2007.
El 27 de enero, es el Día Internacional de la memoria de las víctimas del Holocausto. Tenemos el compromiso moral y la responsabilidad histórica de no olvidar, en esta España tan precaria en memoria hay que insistir en que el olvido es inadmisible. La larga dictadura española les desterró al olvido y lo que es casi peor, en el campo de concentración de Mauthausen brilla por su ausencia placa alguna del gobierno democrático español en recuerdo de la tragedia de aquellos españoles que lucharon por la libertad en España y junto al bando aliado durante la 2ª Guerra Mundial.
Publicado por María Torres en Memoria de Búsqueda, Búscame en el ciclo de la vida y Lo que somos. La fotografía de Ángel Espada fue facilitada por Daniel Garrido.
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