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Un número aún indeterminado de personas fueron asesinadas junto a la tapia; los historiadores denuncian que las víctimas eran torturadas salvajemente antes de su ejecución
El Ateneo Repúblicano “Josefina Buil” y socialistas montisonenses les rinden homenaje todos los años
Este año se ha puesto en marcha una ruta entre Monzón y Selgua en la que se pueden apreciar restos de fortificaciones y trincheras de la contienda
En Monzón cuentan con dos cementerios, el municipal y otro parroquial que ha caído en desuso. En este, en la parte exterior de una de sus tapias, fueron asesinadas un número aún indeterminado de personas tanto de la localidad como de las cercanías durante la Guerra Civil. Tiroteados con ametralladora pesada y arrastrados, como toros tras la lidia, con un ramal hasta la entrada, terminaron arrojados a la fosa común. Es otro de esos capítulos poco conocidos de la contienda que ahora saca a flote el Ateneo Republicano “Josefina Buil” con el respaldo de socialistas montisonenses.
Este espacio se encuentra hoy abandonado. La maleza, como producto de años de desidia, impide llegar a la tapia de los ametrallamientos; un muro que, según testimonian los estudiosos de la cuestión, debió ser reconstruido tras recibir tantos impactos. Hay quien habla de un sargento de la Guardia Civil que se jactaba de haber realizado 300 tiros de gracia, si bien nadie precisa si fue solo en Monzón o en esta ciudad y posteriores destinos.
El Ateneo Republicano organizó hace unas semanas un acto de homenaje con el que se pretendía impulsar el adecentamiento del lugar y convertirlo, como lo es de hecho, en “otro lugar de combate contra el olvido”, en palabras de Luis Izquierdo, el presidente de la entidad tricolor. Ernesto Baringo, que fue alcalde de la capital del Cinca Medio por el PSOE, es otro de los que se empeñan en sacar del olvido lo ocurrido.
“Teníamos referencias de cómo habían sido los fusilamientos en la tapia del cementerio católico. En la pared exterior, hace unos años, colocábamos un ramo de flores cada 14 de abril como recuerdo”, señala Baringo. Hace unos años se realizaron gestiones con el entonces párroco de la localidad para señalizar la fosa común principal y ubicar una losa que sirviese como recuerdo: “Allí es donde todos los años les rendimos homenaje”.
Un silencio de generaciones
Durante dos generaciones, ha habido un “silencio sepulcral” y ahora “los nietos quieren que se investigue. La derecha, no. Por cada dos que murieron del bando republicano fue fusilado uno del nacional y eso tiene que salir a la luz”. Ernesto Baringo fue alcalde de Monzón entre 1987 y 1995. Durante ese periodo, el cementerio municipal fue ganando terreno al parroquial, en el que se terminó especulando con los nichos y se quedaron unos 500 sin utilizar.
“Quizá deberíamos haber ido con una desbrozadota y limpiarlo. En esa pared se fusilaba. Varias personas ya fallecidas me dieron datos”, rememora. En algunos casos, “los habían torturado previamente. Un niño recogió en una acequia una verga que estaba ensangrentada. Antes de fusilarlos los hinchaban a palos”. En la localidad no se manejan datos exactos de cuántas personas fueron fusiladas junto a la tapia. “De Azanuy mataron a cuatro, eso sí que lo tenemos recogido. Uno de ellos, de 64 años, había sido dos veces condecorado en la guerra de Filipinas. Como anarquista no participó en ningún fusilamiento “pero no por falta de ganas”, dicen los informes. Era costumbre bajar la muda limpia a los apresados y su mujer no se la pudo cambiar porque la llevaba tan llena de sangre que no se le podía desprender de la piel”, cuenta Baringo.
Los ajusticiados “era arrastrados hasta la fosa común con una soga”. Sobre una de ellas se construyó un bloque de nichos y no se podrá levantar. En otra sí se podrían realizar catas: “Había fosas para fusilados de derechas que llevó a cabo el POUM y allí reposan unas 30 personas. Y otra para los que murieron en el frente, otros 30 cuerpos que parece que fueron llevados al Valle de los Caídos, la mayoría de los nacionales, a no ser que los reclamasen los familiares”. De la localidad de Selgua hay más restos de unidades republicanas que en su retirada no pudieron cruzar el río Cinca porque habían volado los puentes.
Recuperación de la Línea del Cinca
La memoria histórica pervive en la comarca del Cinca Medio con la recuperación, entre Monzón y Selgua, de restos de fortificaciones y trincheras en una ruta turística auspiciada por la Diputación Provincial de Huesca (DPH). La Línea del Cinca fue la principal obra defensiva que construyó el bando republicano en Aragón durante la Guerra Civil. Se trata de una de las más significativas del programa de memoria histórica de la DPH, presupuestado en 100.000 euros durante 2018.
El recorrido que propone esta ruta comienza en las cañoneras del castillo de Monzón y continúa por los márgenes del río Cinca, donde destacan por su estado de conservación los elementos en la localidad de Selgua: trincheras, nidos de ametralladoras, polvorines o refugios localizados en las inmediaciones del barranco de La Clamor; y en el cerro de San Salvador, donde también se ubica la ermita del mismo nombre en la que se pueden ver todavía las huellas del conflicto.
En estas trincheras se aprende cómo la vida de los soldados fue muy dura debido a las condiciones que debieron soportar; a los ataques del enemigo se añadían las inclemencias del tiempo como el frío, la lluvia o el barro. La Línea del Cinca de la que forman parte se extendía desde las inmediaciones del Pirineo y las obras se empezaron a construir al principio de la contienda.
En 1937 se habían construido más de siete kilómetros de trincheras, trece kilómetros de caminos cubiertos, centenares de nidos de ametralladoras acompañados por asentamientos artilleros y refugios para las tropas con capacidad para 4.000 soldados. A pesar de los esfuerzos del bando republicano, la Línea del Cinca no fue obstáculo para el avance del ejército nacional en su ofensiva en Aragón en marzo de 1938 y buena parte de las fortificaciones, algunas ahora recuperadas, acabaron siendo destruidas.
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