El prestigioso forense comparte la propuesta del Gobierno de recuperar el cadáver de Franco del monumento para entregarlo a su familia.
El prestigioso forense Francisco Etxeberria participó en las XIV Jornadas de Memoria Histórica de Teruel, organizadas por la Asociación Pozos de Caudé. Habló de la exhumación de las víctimas de la Guerra Civil, entre ellas las enterradas en el Valle de los Caídos. Una reciente resolución judicial ordena extraer del monumento los restos de los hermanos Lapeña, de Villarroya de la Sierra, para entregarlos a su familia. Etxeberria coincide con el Gobierno en la conveniencia de recuperar el cadáver de Franco para devolverlo a sus familiares.
¿Qué posibilidades hay de recuperar e identificar los restos depositados en el mausoleo de Cuelgamuros?
Es muy difícil, pero hay que intentarlo. La primera intervención que se ha hecho es por técnicos en construcción del CSIC que evalúan si la estructura ofrece garantías para un trabajo posterior de tipo forense, en el que yo participaré. Es la primera vez que se entra en el monumento hasta el fondo. Los tribunales han dicho que no hay ninguna razón para no permitir a los familiares acceder a los restos. Nada se lo puede impedir. Pero será complicado.
Si finalmente es inviable recuperar los restos, ¿cómo se puede dar satisfacción a las familias que reclaman los cadáveres de sus seres queridos?
Aunque no se puedan recuperar restos, hay que transformar la significación del monumento. En la etapa de Zapatero un comité de expertos elaboró unas propuestas, que empezaban por sacar a Franco de ahí.
¿Le decepcionó la investigación para recuperar en 2010 los cuerpos de los 46 soldados de la Brigada 84 ejecutados en 1938 en Rubielos de Mora de los que solo se localizaron dos?
Sí, porque no encontramos al resto. Tendemos a pensar que están todos juntos, pero se enterraban por pequeños grupos en distintos sitios. No hemos encontrado casi nada, pero tienen que estar por algún lado en ese paraje.
¿Le temblaron las piernas al afrontar una exhumación de trascendencia universal como la de los restos de Cervantes?
Aunque también intervine en exhumaciones de gran proyección histórica como las de Pablo Neruda, que pudo morir envenenado, Salvador Allende o Víctor Jara, lo de Cervantes tuvo una dimensión excepcional, si bien la metodología fue la misma que en el resto. Cuando planteamos este proyecto, recibimos propuestas de colaboración de todo el mundo, mientras que en Madrid mucha gente despreció la iniciativa, diciendo que era una tontería.
¿Qué le reprocharon?
Yo sé que Cervantes está vivo en su obra, pero que hubiera sido enterrado en un manzana de Madrid y no se supiera dónde estaba merecía una investigación. Por Shakespeare, se han hecho muchas más cosas en Inglaterra, o por Moliere en Francia.
¿A qué achaca ese escepticismo?
Es típico de nuestro país. Entre envidias, incomprensiones y populismo barato se viene a decir que para qué gastar dinero en eso. Igual, en lugar de un gasto, es una inversión. Aprovechando la exhumación, que salió en todos los medios de comunicación del mundo, hubo una proyección positiva en torno a Madrid, la cultura y Cervantes. Ni una campaña promocional profesional hubiera salido tan bien. ¿Eso no tiene valor?
¿Qué balance hace de la intervención?
A pesar de las críticas, hicimos nuestra tarea con el inconveniente final de que, aunque estamos seguros de haber encontrado a Cervantes, no tenemos un esqueleto que exhibir. No ha aparecido Cervantes con la primera edición del Quijote bajo el brazo izquierdo. Hemos encontrado los restos de 16 personas que fueron enterradas en la cripta de la iglesia, y una de ellas Cervantes.
¿Cómo se produjo el hallazgo?
Bajo la cripta de la iglesia de las Trinitarias Descalzas, a un metro de profundidad, salió un cajón con huesos mezclados de 16 cadáveres. Los sexos y edades se ajustan a la documentación. Cervantes está ahí y pudimos localizar algunos fragmentos que pensamos que pertenecen a su cadáver. Medio país se rio del asunto y hay quien dijo que sin análisis genéticos eso no servía para nada, pero hay otras pruebas, documentales y de otro tipo, que confirman que Cervantes está allí.
¿Por qué no se recurrió al ADN para la identificación?
Nunca se podría haber probado así, ni era nuestra previsión hacerlo. Esperábamos individualizar los restos de un hombre de unos 60 años con 6 o menos dientes y una patología en la extremidad superior izquierda. Eso no se pudo hacer. Nos quedamos a medias.
¿Valió la pena aún así?
Sí. Ahora los guías que llevan a japoneses por esas calles añaden a su relato la historia de la exhumación. Se le puede sacar rendimiento. Desde la perspectiva forense, se trabaja con limitaciones y no todas las cosas se pueden precisar.
¿La investigación de la muerte de los niños de José Bretón –de 2 y 6 años asesinados y quemados por su padre– fue una dura prueba profesional para usted por la crudeza de los hechos?
Estamos acostumbrados a todo, pero a uno le cuesta creer que un padre mate a sus dos hijos –por cierto, nunca sabremos cómo lo hizo– y queme los restos en una hoguera. Lo que recuerdo con más emoción es cuando ya sabíamos que el padre había quemado los cadáveres de los niños y él, que no tenía conocimiento de nuestras averiguaciones, desde la cárcel seguía diciendo que investigaran a su mujer y sus familiares. Se hacía el gracioso porque no se imaginaba que sabíamos lo que había hecho. ¡Qué caradura! Me tenía que callar mientras acusaba a parientes de su esposa.
¿Se le atragantó la investigación?
Es mi trabajo y estas cosas pasan. No te pones a pensar. No es un enfermo mental, sabía lo que hacía y casi le salió bien.
¿Si usted no hubiera cuestionado que los restos de la hoguera fueran de animales, como concluyó el primer informe forense, el caso hubiera entrado e un callejón sin salida?
Claro. Si se hubiera admitido que eran restos de animales, Bretón hubiera quedado en libertad. Yo intervine por casualidad. Tras una consulta, vi que el primer informe estaba mal. El asunto lo vi resuelto desde el primer minuto. Se habían invertido muchos recursos con la presión social que había. Si el primer técnico forense hubiera tenido conocimientos suficientes, el caso se podría haber esclarecido en las primeras 48 horas.
El caso José Bretón se esgrime como argumento para mantener la prisión permanente revisable. ¿Está de acuerdo con esa figura legal?
No. He oído hablar a especialistas penales y comparto con ellos la opinión de que por encima de los 16 o 18 años de reclusión, lo añadido no sirve de nada. No veo la utilidad de la prisión permanente revisable, aunque reconozco que a los afectados por crímenes no les hace ninguna gracia. He escuchado a juristas cualificados opinando en contra, pero no a favor.
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